domingo, 20 de marzo de 2011

3564.- DONALD JUSTICE



Donald Justice. Poeta norteamericano (Miami 1925- Iowa 2004). Miembro de la Academia Americana de las Artes y las Letras, catedrático y canciller de la Academia de Poetas Americanos. Se graduó de la Universidad de Miami y se dedicó a enseñar durante muchos años en el Iowa Writers, primer programa de posgrado de la nación en la escritura creativa. Algunos de sus alumnos fueron Mark Strand, Charles Wright, Will Schmitz y Jorie Graham. Justice fue a menudo comparado con Henry James, Ralph Waldo Emerson y considerado "el supremo heredero de Wallace Stevens". Alguien lo relacionó también con la ficción doméstica y epífánica de algunos de los autores más característicos de la revista The New Yorker (Cheever, Salinger, Updike) y alabó su "complejísima sencillez" que despreciaba toda pirotecnia verbal y exhibicionismo de la forma, optando por una sencillez casi oriental abundante en atardeceres y música de pianos y cortinas agitadas por vientos suaves. Su primera colección de poemas, Los aniversarios de verano, ganó el Premio de Poesía Lamont de la Academia Americana de Poetas en 1961; Selected Poems ganó el Premio Pulitzer de Poesía en 1980. También obtuvo las becas de la Fundación Guggenheim, Fundación Rockefeller y Fundación Nacional de las Artes.





PERO ÉSE ES OTRO CUENTO

No creo que el final sea correcto.
¿Cómo pueden casarse y vivir felices
para siempre, aquellos que eran tan apasionados
al final del capítulo? Una vez instalados en
la tranquila casa de campo, ¿qué harán
a tantos kilómetros y tan lejos de todo?
Aquellos ancestrales y rubios fantasmas
atestando la escalera, ¿no lo reprobarán? Ah, yo
me temo que el amor pescará un resfriado y morirá
de tanto pasear desnudo por esos solitarios salones
noche tras noche. Pobre Francisco. Pobre Eugenia.
Ahora sus vidas se extienden ante ellos, vacías
como las grandiosas camas del Imperio
después de que los amantes se levantan y las sábanas húmedas
son hechas trizas por envidiosas recamareras.

Y si bien la primera noche transcurre brillantemente,
¿qué ocurrirá con las hogueras encendidas con viejas
cartas de amor?,
¿acaso se trata de un combustible inagotable?
El tiempo sabe cómo terminarán las cosas, no yo.
¿Saldrá Francisco a caminar solo algún día
entre el ruinoso huerto con su bastón
sembrando el sendero con botones de
doradas y flexibles florecitas? ¿Esconderá
Eugenia recados amorosos entre las ramas de los árboles
para encanecidos jardineros?
Mientras tanto reñirán y se reconciliarán,
sólo para reñir nuevamente. Una repentina tormenta
derrumbará las últimas cercas. Ahora un lunático
vaga por el jardín toda la noche, espiando
el cuarto donde los exhaustos amantes duermen.

(Traducción: R. Vargas)








FIESTA

Después de medianoche
el encanto comienza a perder su fuerza
e incluso los pequeños grupos de iniciados

forman círculos ensayando
las antiguas maneras
que Baco mismo debe haber inventado.

Si no han logrado
convocar más demonios familiares
que aquéllos de banal extravagancia,

que ello no nos lleve a imaginar
que los invisibles
son en todo caso inocentes o ignorables.

Incluso ahora que fingimos
mostrarles solamente
las más corteses maneras de indiferencia,

De Soslayo y Pellízcame y los de su clase
toman posesión de nuestros
atestados cuartos, de nuestras vacías personas.

(Traducción: R. Vargas)








¿Qué es la música para ellos?

¿Qué es la música para ellos? Apenas
distante, a través de una puerta entreabierta,
ecos, rotas tonadas. Y la guirnalda
que en el umbral se rompe.
Y ¿para nosotros,
para los pocos de nosotros con viejos instrumentos,
obstinados, tañendo una cuerda única,
qué es la música para nosotros? Sólo, a veces,
el sol de fin de la tarde
que juega en una esquina del cuarto,
tocando las teclas gastadas. A veces,
los aromas de decayente verde, ramos agostados.
Suficiente.

Traducción de José Luis Justes Amador






Sobre la muerte de amigos en la niñez

No los veremos en el cielo con la barba poblada
ni bronceándose entre los calvos del infierno;
si acaso, al final de la tarde, en el patio desierto de la escuela,
componiendo un anillo o juntando sus manos
en juegos cuyos nombres se nos han olvidado.
Ven, memoria, ayúdame a encontrarlos en las sombras.

Traducción de Jordi Doce





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