domingo, 27 de julio de 2014

HUGO ALBERTO PATUTO [12.514]


Hugo Alberto Patuto 

Nació el 26 de enero de 1961 en Conesa, provincia de Buenos Aires, Argentina, y reside desde 1990 en otra localidad de la misma provincia: Pergamino. Es Profesor Nacional de Castellano, Literatura y Latín. Fue docente y empleado judicial. Y uno de los fundadores, en 1982, del Grupo Literario “Disámara” de la ciudad de San Nicolás, también en la provincia de Buenos Aires, donde dictó las conferencias “Ernesto Sábato: aproximación a su narrativa” (1988), “Federico, qué corazón!”, compartida con el poeta Astul Urquiaga, hijo (1997), “Homenaje a Roa Bastos” (1999) y el seminario “La metáfora: señal de la intemperie sin fin” (1997). Además de actuar como jurado en certámenes literarios regionales, nacionales e internacionales, obtener numerosos premios y ser incluido en antologías de su país y de Italia, fue difundido su quehacer, por ejemplo, en las revistas “Clepsidra” y “Sr. Neón” (Ciudad Autónoma de Buenos Aires), los diarios “Rosario” (Rosario, Santa Fe, la Argentina), “El Norte” (San Nicolás), “La Opinión” (Pergamino) y en propuestas electrónicas.  Con el artista plástico Sergio Bonzón y el actor Miguel Fanchovich organizó dos muestras pictórico-literarias en el Colegio ICADE de Pergamino (1997 y 1998). Coordinó en 2001 el taller literario “La posta de los versos”, dependiente de la Escuela Municipal de Bellas Artes de Pergamino. Sus libros de narrativa breve son “Acuario de sorpresas” (1994), “Jauría y otros relatos” (2012), mientras que  son sus poemarios editados: “Precioso ángel en llamas” (1982), “Orilla en la sangre” (1989, Faja de Honor otorgada por la Asociación de Escritores Nicoleños en 2012), “El destino de la nube” (1993), “Como podría decirse del viento” (2001), “El tatuaje de las voces” (2009).





CUANDO LA TARDE

El cabello suelto como el dibujo de una galaxia,
las ganas de correr hacia el nudo mismo
cuando la tarde se piensa noche
dentro del código de la siembra.
Atenazado por el viento,
ese papel trae un reflejo dorado
que te nombra.

                                                  (Inédito)




TEMBLOR AGAZAPADO

Vas a recorrer la mínima sensación del futuro
en el temblor agazapado que te desborda.
Y vas a soltar, como una promesa, los vicios
que nombran aquella luz inabarcable.
Vas a pensar el corazón furtivo de la piedra
cuando los barcos enumeren lo soñado,
voces que tramarán con el espejo
tu revés de plegaria y frutos.
Vas a decir, frente al andamio de las cosas,
que la sangre te desafía largamente
o que murmura el bosque
cuando la tarde
inunda el deseo más claro.

                                                            (Inédito)
     



POCILLOS

Ahí quedan los ojos,
cerca del remolino fugaz y temerario
que alimenta la mirada de los pocillos
en tanto crece, como dádiva del sueño,
tu boca
para nombrar eso que el mundo no sabe.

                                                           (Inédito)






AMOROSA CALIGRAFÍA DE OTOÑO

En la penumbra de la casa
una línea que va desatando
lo complejo del misterio
vuelve a probar que tu mano resiste.         

                                          (de “El tatuaje de las voces”)





LOS MAGOS DE LA SIESTA

                                                            A Ignacio y Gastón Patuto


Construyen la mejor visión de lo real y despiertan
a la marcha sanguínea con héroes impulsivos,
un juego de identidades que perfora
el diminuto bosque de adrenalina.
Saber de su raro mutismo
vale tanto como la palabra de los dioses
o la sonrisa teñida por el vino
cuando la mesa familiar colma nuestra espera.
Hay veces en que los pedales confunden
al pobre conejo y nadie busca salidas
con el agobiante calor
trocando sueño por agua.
Que los brazos de un soldado aparecen
detrás del modular, sin el color de la victoria;
que la Ferrari olvida su terco destino
de rayar el cielo a pura cilindrada.
Vamos a convertir en peces
el misterio del conejo hecho de alarmas
que siempre hablan del mágico perfume
donde cabe la pasión por la vida. 

                                                      (de “Como podría decirse del viento”)



                     

CONOZCO LA SALIDA, GEORGIE

Hay que desarmar la biblioteca del siglo
y pensar dos minutos en Babilonia.
Enseguida borrar los pasos de Chiclana,
de Nicanor Paredes, de Servando Cardoso
y poner luz en la garganta de Quiroga.
Con la memoria de Funes recuperar los caballos
que denotan al atardecer una fuga perpetua.
Celebrar en Ulises el amor prodigioso,
como si la máscara del amor nos condenara.
Sentir el hambre de la llanura en Acevedo
y los labios de Emma Zunz, vengativos.
Imaginar a Caín lejos de Abel, sin golpes.
Que Dios retorne como pájaro de sombra,
lloviendo secretamente varias lunas
en el gastado camino de los muertos.
Música, fuego y leones para inventar el vino
cerca de Heráclito, de Spinoza, de Whitman,
de Stevenson, de Poe, de Kipling.
A través del aleph espiar al unicornio herido.
Todavía jugar en Islandia con el mar de ceniza.
Conozco la salida, Georgie:
Mañana volaré a Ginebra.        

                                                           (de “Como podría decirse del viento”)




ELLA DECIDE

Menos mal que por dentro
uno es enteramente libre
y alcanza el perdón de las cosas
para negar el firme avance
con que toda muerte
decide.




LA TEXTURA DEL RÍO

Mirar aún el humo de los caballos
en espiral, como jugando frente al niño
que fue locomotora y piedra.
Mirar la textura del río
colándose por el callado jardín de la noche
hasta la rubia melena de quien lastima
con su ligero dolor y no responde.






CÉSAR, DE AGUACERO Y RECUERDO

Cuánto ha mentido este mundo
desde las pupilas irritadas al dolor mismo;
de una vereda a otra, a otro umbral.
Y cuánto hay de quieto en la vida….
Aborrezco el número infame
ante la fuerza del corazón.

Ay de nosotros, César.
Ay del espanto, del confín celeste
y de la hora que no sirve.





MUJER

Toda la ternura del mundo
y el collar innumerable, secreto
que enhebras con la luna.
Sueño de malva y rocío,
allí donde mi poder se abandona
sutilmente al vértigo.
Siempre llevo la tristeza
a tu fuente: como un poseído
que infama la noche, demorándose.
He conocido el barro mutante,
húmeda esperanza tuya
para recobrarme.
Escribo lejos del miedo
que llega con el día:
mujer.




POEMA X

Jugar abeja
en tu rastro silencioso.
Enumerar labios
fuera del diálogo
triste que reparte el mundo.
Llover memoria
y no regresar…




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