domingo, 27 de julio de 2014

MARCO ORNELAS [12.513]


Marco Ornelas

Marco Ornelas (León, Guanajuato, México  1978), poeta y ensayista. Estudió Derecho en la Universidad La Salle; también ha recibido cursos de literatura en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Guanajuato. Fue seleccionado para la antología Ocho voces de Guanajuato, publicada por la Universidad Iberoamericana, plantel León (2000). Becario del Instituto Estatal de la Cultura de Gto., en el área de literatura, jóvenes creadores (2001). La editorial Azafrán y Cinabrio publicó su libro de ensayos: El mito de Proteo (2008). Obtuvo Mención Honorífica en el concurso de Poesía libre León, Gto (2009). Asistió al taller de poesía Aprendiz de Brujo con el poeta Sergio Mondragón en (2010). En (2011), la editorial San Roque en conjunto con Los Otros libros, publicaron su libro de poesía El concierto Reconciliatorio. En (2011) La editorial La Rana de Guanajuato, publicó su poemario: Variaciones de la voz alcanzando el tono. En (2013), la Universidad Iberoamericana, León, publicó uno de sus cuentos en la antología Poquito porque es bendito. 




Degollado sol que para cumplir con tu destino,
haz hecho trizas la luz.
Antes de la madrugada has llegado,
eres el libro que contiene el oráculo,
la conjura de la sangre, 
el verso que dice: 
vayas a donde vayas, nunca escaparás de ti mismo.







Dicen que detrás del muro está la playa,
la esperanza en hojas de lirio,
el amanecer.
Desde aquí,
solo contemplo la noche,
la lluvia: ataraxia musical del sinsentido. 







En esta tarde de oración

A Gabriel Zaid


En esta tarde de oración,
el paisaje dispersó con sus colores mi desdicha.
Abrí la ventana al valle 
y un roble con hojas amorosas me extendió su alegría.  






Hijo del derrumbe 


1

En los despojos del tiempo, 
tu ojo cansado mira sangrando.


2

En tu corazón joven,
la esperanza late hacia el naufragio.


3

Estás bajo la roca, como el colibrí de las edades,
aplastado.


4

Hijo del derrumbe,
tu fundación ha sido el desencanto.







I

Las palabras se encienden y se apagan.
Luciérnagas en la noche,
las palabras son como el rastro de una mujer hermosa,
el poeta es ciego
y amorosamente las busca a tientas.




II

Larga borrachera con sabor a tu nombre.
Ardiente sol de hombre que se abre paso entre las playas femeninas.
Tu cuerpo es la tierra inexplorada,
tu vientre la plegaria húmeda donde la esperanza germina.
Soy el ciervo que bebe en tu laguna,
las manos del explorador.
Entre aroma a licor
desciendo.
Tu paisaje es mi ebriedad,
el delirio del viajero que ha reencontrado su destino. 










El concierto reconciliatorio, de Marco Ornelas


“Para descifrar los signos del amor  
transformé mi pensamiento en notas musicales 
donde la razón fue ruta de extravío 
la música dilucidará ahora lo inefable”


Por Víctor Sosa 

La poesía es el arte de hacer cantar a las palabras. Íntimamente ligada en sus orígenes a la música, a la danza, al ritual, la poesía —aunque hoy desligada del rito— sigue manteniendo el vínculo con lo musical, lo rítmico y la homofonía de las formas verbales que el lenguaje construye a manera de partitura. Cantar y contar, ha dicho Machado, son las dos funciones de la poesía y el poeta es aquel que sabe, ante todo, escuchar la música de las palabras.

El poeta Marco Ornelas, en El concierto reconciliatorio [Guanajuato: San Roque, 2011], nos propone unas partituras de paisajes que son, también, pasajes y puentes, vínculos de reconciliación con el objeto amado.

Estamos ante un poeta que tiene muy presente la relación entre palabra y música, entre sonido y sentido, entre tiempo musical y espacio escritural.
Su libro se divide en partes que remiten a los tiempos o movimientos de un concierto: Preludio, Clásico, Jazz y blues, Pop, Epílogo, pero también a géneros, preferencias, nostalgias y referentes subjetivos que vinculan la música con el concilio del amor. Leemos en una de sus partituras-poema:




Reducir-la-sinfonía-del-amor
a sonata
implica
mutilación.



Para el poeta el amor es una sinfonía, es decir, una multiplicidad de instrumentos, combinaciones sonoras, timbres, voces, en suma: un universo, un cosmos. Imposible reducir esa complejidad a otra forma que no sea ella misma.

Pero además del tema amoroso como hilo conductor de este poemario Marco Ornelas toma muy en cuenta los elementos visuales del lenguaje, y entonces juega con la tipografía, diseña sobre el blanco de la página, enfatiza los caracteres con las cursivas, el doble espacio o los versos que se precipitan en vertical cascada. En ese sentido, es coherente con la idea del lenguaje como objeto poético, no sólo sonoro, musical, rítmico, también visual: un cuerpo que toma forma en ese vacío espacio temporal de la creación.

Por último: la brevedad, la limpieza en la escritura que avanza con fluidez, son algunos de los atributos de esta concisa muestra tan concertante como reconciliatoria.





EL MITO DE PROTEO, DE MARCO ORNELAS


El mundo contemporáneo se distingue por la velocidad de sus transformaciones, así que muy bien puede llamarse la “Era de Proteo”, dios de lo móvil y de la constante creación. Tal es la tesis de Marco Ornelas (León, 1978) en El mito de Proteo. Ensayos sobre la autenticidad, disponible en formato PDF en la Galería de Armas (Círculo de Poesía).


El primer ensayo de El mito de Proteo.

Sueño postizo

No somos nuestros sueños. Algunas veces he sentido que mi vida no es lo que anhelé, no es lo que mi infancia proyectó. En algún tiempo remoto el filósofo estagirita profirió: zoom politikón (el hombre es un animal político [sociable]). Esta máxima incuestionable se puede comprobar a lo largo de todo el histórico drama humano. El ser humano nace en sociedad, se despliega en ella y llega a su muerte también en el seno de la misma. El hombre es un fruto de la comuna. Anhelamos con respecto a otros, deseamos lo del vecino de enfrente, queremos todo lo que nos venden. Deseamos ser como alguien, en suma, pretendemos todo lo que los otros son y tienen. Un anhelante del otro, y lo otro, es el hombre. Las instituciones como las iglesias y los Estados, crean paradigmas de hombres. Estos poderes, uno espiritual y el otro material, deciden que es lo bueno y que es lo malo, valoran a los hombres. Cada una de estas esferas de poder elabora axiología y represión, libertad y castigo. Pero en si, todo círculo de poder crea modelos de hombres; hasta los “fundamentalistas” del Islam (no todos los islamistas sino los terroristas aclaro) crean su modelo a seguir “el mártir de la guerra santa”. La persona humana en la comunidad-poder, crea los valores.

Tristemente agradecemos a nuestro Dios que estamos mejor que el otro, que no estamos como el vecino con una enfermedad terminal, agradecemos al Señor, que tenemos mejor carro que el de enfrente.

Tristemente agradecemos a nuestra divinidad que no estamos como otro país que vive guerras civiles y terrorismo.

Tristemente agradecemos al Supremo Creador por la miseria del otro; si existe otra persona a nuestro lado, que este peor que nosotros en enfermedad, economía o cualquier otra circunstancia nos consuela. Nosotros hombres, somos unos aciagos, agradecemos por la miseria que tiene el otro y no nosotros. Nuestro éxito o fracaso depende del encuadramiento que tengamos con las instituciones de poder, del beneficio que obtengan ellos de nosotros. No somos tratados como personas en su auténtica dignidad. El Tener ha apabullado al Ser. Se me ha objetivado, se ha tratado y trata a los hombres y mujeres como objetos. No somos fines en si mismos como pretendió Kant, somos tratados como medios de teleologías diversas, servimos como medio de explotación sexual, económica y laboral. Nos servimos del otro como animales en celo, la meta es satisfacer nuestra concupiscencia. No soy mi sueño, porque mi sueño no me pertenece, le pertenece al círculo de poder manipulador; a la ingente mano que dirige las piezas. No somos nuestros sueños, porque la masa no tiene sueños, le fabrican sueños ajenos en la industria del círculo de poder.

El fracaso descansa su estrépito en la envidia. La frustración estriba en pretender el encuadramiento con las instituciones de poder. Pretender alcanzar todo lo que posee el otro es inútil, como tratar de ser como el prójimo. Somos únicos e irrepetibles, nadie es como nadie, ninguna huella digital es como otra; pretender todos los bienes de todos conduce a la avaricia. La avaricia conduce a la búsqueda fallida, a la búsqueda sin respuesta, al pantano del vacío.

Toda muerte es única, como todo problema es único para el que lo vive, no hay muertes buenas o malas, sólo hay muertes, no hay problemas grandes o minúsculos, hay problemas. No podemos vitorearnos por el malestar del otro, agradeciendo a Dios porque no estamos en tal o cual situación, es mejor cruzar el umbral de la condición humana y percatarnos de que somos miseria y grandeza. Sufrimiento y plenitud. Lo mejor es compadecer, padecer con el otro, entender y tolerar antes que gritar vivas al señor Dios, porque no estamos sufriendo como los otros. Todos los hombres tienen momentos de plenitud y sufrimiento, esto constituye el aforismo humano. No creo en la divinidad castigadora, rechazo vehementemente al Dios jugador de ajedrez que mueve nuestras piezas y decide nuestro destino. La libertad es lo esencial en la persona. La libertad nos crea, nos hace humanos. Desde que mi conciencia me apaleó por todo lo anterior, he tirado los sueños postizos a la basura, he depositado en el escusado mis anhelos de niñez imbuidos por los círculos de poder. Ahora todo lo que pretendo ser es “Yo mismo”, aprender a estar en mi situación y de ahí partir para edificarla como yo decida. Mis héroes en esta óptica bajaron del pedestal, dimito a ser un mal personaje de ellos. Prefiero crear mi propio personaje, acepto vivir una vida marcada por mi y sólo por mi, renunció al “se dice, se usa y se hace”. Me convence más emular algunos actos de mis admirados filósofos, escritores y poetas, que intentar una mala fotostática. Es irrefutable, vivimos en sociedad, nos influenciamos unos de otros, pero todos y cada uno somos diferentes. Me rebelo a ser un producto manipulado, a ser una masa manipulable. No somos nuestros sueños, y rechazo de manera categórica ser un sueño postizo.








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