domingo, 27 de julio de 2014

JULIA CONEJO ALONSO [12.512] Poeta de Castilla-León


JULIA CONEJO ALONSO

Nacida en Tarrasa (Barcelona). Ha residido prácticamente toda su vida en León. Trabaja como profesora de Lengua y Literatura en un Instituto de Secundaria de León.
En 2011, la obtención del premio Joaquín Benito de Lucas que convoca el ayuntamiento de Talavera de la Reina permitió a Julia publicar su primer poemario Muñecas recortables, que fue publicado en la colección Melibea y supuso el principio de un nuevo y singular cauce poético. En el año 2012, de nuevo Julia Conejo vio premiado su buen hacer literario, obtuvo el prestigioso premio que organiza la institución Alfonso el Magnánimo de Valencia, su poemario, Peces transparentes, era publicado en la editorial Hiperión y en 2013, la editorial gaditana Origami, publica en el número 36 de la colección La Casa del pintor, el nuevo poemario de Julia Conejo, ¿Para qué sirve el frío?.



POÉTICA

No soy, como Celaya,
artesana del verso.
No busco plenitud en las palabras
ni la inmortalidad.

Soy egoísta y manipuladora:
Utilizo el lenguaje
cuando lo necesito,
cuando me falta el aire,
cuando noto que ha dejado de trotarme
la sangre por las venas.

Igual que los diabéticos
se inyectan insulina.

No es arte, ni altruismo.
No es conciencia social,
ni egolatría.

Es solo instinto de supervivencia.

de "¿Para qué sirve el frío?".





EN UN ATASCO

Me insulta una mujer desde la acera
porque he invadido
-perdida en un atasco-
su derecho al paso de peatones.

Tengo el tiempo contado
y el pelo sin peinar.

La dependienta, que observa mi retraso,
me mira mal
y me hace una advertencia.

Mi cabello se va enredando más
mientras la escucho.

Y se me olvida, otra vez,
en que año estoy
de mis muchas infancias superpuestas.

de "¿Para qué sirve el frío?".




MEDALLAS QUE PERDIMOS

Todos somos enanos malcrecidos
arrastrando a paladas decepciones
de hierro
que pesan en la espalda
como tres universos infinitos.

Nadie ha ganado el premio.
Ni recordamos ya con qué medallas
Soñábamos
cuando veníamos corriend

Todos llegamos a la meta
en el último puesto.

"de Muñecas recortables"






HAY EN MI PIEL UN EXCESO DE TERNURA 

Se me escapa el cariño a borbotones. 

No puedo sujetarlo. 

Se me cae de los ojos, 
de los labios. 

Como se cae la miel de una tostada 
cuando no se ha distribuido bien. 

Siento deseos de besar las palabras 
que se apoyan casualmente 
en mis oídos. 

El impulso inaudito 
de acariciar con suavidad furiosa 
cualquier objeto que caiga 
entre mis manos: 
un sacacorchos, 
un libro de poemas, 
una factura del banco, 
una mirada. 

Hay en mi piel un exceso de ternura. 
Una acumulación exagerada 
de abrazos contenidos
que podrían -si fueran exportables- 
erradicar las carencias afectivas 
que oscurecen 
en decenas de países 
el mapa de la infancia. 

"de Muñecas recortables"




EL HAMBRE DE ESTAR VIVO

Algún arroyo ha tenido
que brotarte del pecho
en las tibias mañanas de verano
que peinaron tus sueños.

Algún sordo rencor
has debido de escupir
entre los pliegues absurdos que el dolor
ha dibujado
a la orilla del río
en el que agonizaban
docenas de cangrejos.

No hay oración que te hayamos escuchado,
ni recuento de imágenes amables
que alivien el avance
implacable de las llamas.

Y no te hemos oído gritar
que estás aquí, 
como siempre, 
despejando las hierbas del camino,
aunque tu silueta
sea sólo una sombra que se va desgastando 
poco a poco
al rozar las paredes.

No te hemos visto mordiéndote las uñas
hasta arrancarte los dedos
uno a uno.

Ni hemos sentido tu piel erosionada
con los zarpazos
del hambre
de estar vivo.

de "Muñecas recortables"





PAISAJE CON NIÑAS

Esther y yo.

Escondidas dentro de una llanura interminable.

El suelo es ocre,
a juego con los gorros.

Los abrigos abrochados hasta arriba.

Lo mismo que los labios,
que no recuerdan ya cuántas palabras
van a tener que guardarse entre los dientes
algún día lejano.

Los ojos no aparecen en la foto,
porque están recorriendo no se sabe
qué países de piel de caramelo.

Esther y yo.

Dentro de una llanura interminable.

de "Peces transparentes"





HERIDAS

Ya sabes,
no es sencillo
caminar todo el día con las heridas puestas.

Donde acaba el dolor
-si es que termina-
nace el cansancio de arrastrar las cicatrices
a la vista de todos.

Pero no aceptes nunca
la ofrenda fraudulenta
de aliviarte del peso
que te harán muchas veces.

Nadie quiere cargarse con heridas extrañas.

Guárdalas en bolsillos,
tápalas con sonrisas
o exhíbelas, si las piernas te respaldan,
con sus muescas
y con sus desniveles.
Sin esconder ni un solo palmo de fracaso.

Ya lo sé, es complicado
moverse por el mundo con las heridas puestas.

Aún así, 
no te las quieras despegar  como si fueran
una calcomanía.

Algún día, te pasarás la mano por la piel
y no sabrás distinguir lo que está liso 
de lo que está mordido.

de "Peces transparentes"




HAMBRE

No me preguntes por qué no tengo hambre.

Pregúntale al cerezo,
al granjero que cuida las gallinas,
a las migas que caen desde el mantel
al suelo
y se arrepienten en el último segundo.

Pregúntales a las cajeras del supermercado,
al repartidor de pizzas,
al temporero que viaja cada año
a recoger tomates
a Almería.

A mi no me preguntes.

Si el hambre se me escurre
entre las comisuras de los labios,
no es por falta de ganas de comerme
tres veces
el centro de la tierra.

Es que desde hace tiempo,
todo me sabe a miel de alcantarilla
y al agua que remueven
en los charcos
las ruedas de los coches.

A mi no me preguntes.

Mi lengua sigue viva. 

de "Peces transparentes"








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