martes, 29 de julio de 2014

ALEXIS ZAPATA MEZA [12.553]


Alexis Zapata Meza 

Nació en Montería, Colombia, en 1952. Estudió antropología en la Universidad del Cauca. Participó del taller literario dirigido por Bruno Mazoldi, en la Facultad de Humanidades de la Universidad del Cauca, Popayán. Participó en la dirección de la revista de cuento y poesía Monexca. Forma parte de las tertulias literarias del grupo "Los Ultimos Zenúes".




LIBERTAD 
                                    
La libertad es el camino que le esconden al esclavo
para que se quede sin ilusión mirando el cielo.
Es esa migaja de pastel que no te atreves a coger
para que no te aplasten la mano.
Pero es el temor a la tiranía el que te hace libre
de la esclavitud.
Es la piola de mico con que espantas a la pureza
para que no te babeen la frente.
Cuando no percibes la libertad es la esclavitud
la que te la hace añorar.
Es el esguince que le haces al puntapié
para que no te borren las pisadas.
Mejor es estar en descampado con los libres
que bajo techo con los esclavos.
Es el quite que le haces a la maldición
para que no le resten lo que le falta de vida.
Tu libertad, proclámala;
tu esclavitud, escóndela.




De Sinuanerías


Exordio

Diego no es gota de aire falsa
balsa en agua floja,
ni es flota de lágrimas duras,
piedra, diente roto, sangre vana,
es caimán con penumbras en la boca
que traga aires como piedras
aguas como sangres
sangres como huesos.
Rosa María, es la sangre triste
que se alegra entre los dientes del caimán
los dos son el río Sinú
que se levantan con el paraíso
y acuesta con el infierno
surcando el rostro de ojo en ojo
como de pena en pena.
¡Ay de las alegrías que viven
como zumbido de mosquitos!

Diego en los gestos es más palabra
en las palabras, más aliento
en el aliento, más viento
en el viento, agonía
de la que baja al pozo
a quebrantarse las alas.

Rosa en las palabras es más gesto
en los gestos, más historia
en la historia más nostalgia
en la nostalgia, emoción
de la que asciende a la conciencia
a mostrar la sangre en silencio.






Canto primero

Diego Molina dice a Rosa María:
¡Calla a ese hambre!
¡Que no grite más en el patio!
Dile que con sus ojos de babilla
me está reventando
el bahareque de la casa.

Rosa María, contesta exaltada,
¡Diego, si ese animal rabioso
se está comiendo hasta los bindes!

Sin el tinto de madrugada
con el que sacude el vacío
los instantes gotean
y el hombre cabecea sus tristezas.

Oye, dice a su mujer,
esta tierra sin maizales
es dura e ingrata.
¿Qué dices Diego?
Que esta tierra, Rosa María,
reseca de la maldad
es un alacrán resentido.

Son los demonios, Diego,
sobreviven en todo caso;
no conocen otra forma de ternura
que la bondad entre las garras.

Yo soy, Rosa María, un reptil
o cosa engatillada y resistente
que ni suda ni gime
abandonada sobre peñascos
hervidos por el sol.

Aún en tu dureza siempre dejas
un gajo de noches húmedas
guindando dentro de ti

Lo que soy es corteza carrasposa
de totumo antiguo
con más días de los que utilizo.

No creas que es muy gracioso,
Diego, echar vientos de piedras
contra el silencio del mundo
sin saber que demonios se despiertan.

No es nada, Rosa María,
que con uno de esos piedrazos
hayamos dado, ¡vayan a saber!,
en donde la ansiedad nos guíe.
La franqueza es también herida
que despierta en la oscuridad
para hacer visibles los caminos.

Así es Diego, si tú llevas






María Barilla 

Es una ceremonia descomunal
que insinúa la eternidad.
No fue serpiente la que nos dio el pasaporte
para descifrar la cerrazón del infierno,
ni fue tigre ni fue caimán, fuiste tú María Barilla
la que se atrevió a enfrentar nuestro silencio.
Cuando en la rueda del fandango sudabas
la sal triste de nuestra sangre no te saciabas,
te devolvías en los poros para volvernos a sudar.
Sudabas y resudabas porque te fastidiaba
nuestro olor a bestia triste.
¡Como salvar tu cuerpo! varita de caña dulce
si tu pollera se abría pidiendo cielos
en medio de las espermas de este infierno.
¡Oh, María Barilla! ¡Oh, María Barilla!
Fue en la hora en que le negaron al Sinú el perdón
que la tierra tuvo que parirte
para que tu cuerpo nos pudiera revivir.
En vano enderezar tu talle si fue por ese quiebre
por donde abrieron la puerta
que nos espantó a la tristeza.
Perico Barilla la trataba como a una menor de edad
a quien con darle un chupetín se contentaba.
Llagaba, se acostaba, respiraba, la usaba
y se dormía. Por la mañana
se alistaba y salía.
Una mañana se alistó y salió para no volver.
María juro que no iba esperar a la muerte
para que la tratara como a cualquier persona.
Juró que ella se ganaría la muerte
con el sudor de su cuerpo en el ritmo.
Podía perder una, pero no dos veces.




1 comentario:

  1. Alex ...... añoranzas cimarronas!!!!!

    sidneypot@hotmail.com

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