jueves, 2 de junio de 2011

3882.- ANTÓNIO OSÓRIO

António Osório (al centro), con su nieto Pedro y su yerno Pedro Borges Graça,
en Salamanca (Foto de A. P. Alencart)



António Osório (Setúbal, Portugal 1933). Nombre ineludible en la poesía portuguesa contemporánea. Ha sido traducido al italiano, francés, español e inglés. Obtuvo el Premio Municipal de Poesía (Lisboa, 1982 y 1983), el Premio PEN Club (1983), el Premio Fundación Inés de Castro (2009) y el Premio Sociedad Portuguesa de Autores / Radio Televisión Portuguesa, por A Luz Fraterna, como mejor libro de poesía (2010). Entre sus libros de poesía están: A Raiz Afectuosa (1972); A Ignorância da Morte (1978); Emigrante do Paraíso (1981, antología); Décima Aurora (1982); O Lugar do Amor (1981); Adão, Eva e o Mais (1983); Aforismos Mágicos (1985); Planetário e Zoo dos Homens (1990); Oficio dos Touros (1991); Crónica da Fortuna (1997); Bestiário (1997), Libertação da Peste (2002), Casa das Sementes (2006, poesia escolhida) y A Luz Fraterna (2009, poesia reunida).






Traducciones de Alfredo Pérez Alencart





PESO DEL MUNDO

La poesía no es, nunca fue
mera enumeración u orden
de exhuberancia, bondad,
altura, ni arado
o dádiva sobre suelo
preñado de muertos.

Ni el arrepentimiento
de Dios por haber creado al hombre
con el rostro de su memoria,
al lado de sus gusanos.

Tampoco resuello de los que aman
abriendo la puerta franca
del cuerpo y lloviendo sobre la tierra,
o cargan como tortugas
el peso del mundo.

Ni reverencia a un tigre,
por la maligna ligereza de todas sus patas,
por la somnolencia junto a la estirpe
también aprisionada
en la obstinación de ser tigre.

Es el milagro de un arma
total, de una sola palabra
reduciendo el átomo a la inocencia plena.





EL REPOSO DE LOS HOMBRES

La felicidad está donde la ponemos.
Es necesario reentrar al paraíso.

Pequeña, animosa selva de olmos,
bulbo vivaz de begonia. Beso
que no agota sus soberanías.

El imperio de saciar sólo la sed.
La sombra que un ciego aún escruta.





UN JOVEN MATRIMONIO

Que Dios esté en comunión con vuestro amor,
María y João, y con vuestros veinte años.
María, alta diosa egipcia,
grácil gitana: ¿qué haría contigo
Leonardo, si conociera tu entregada sonrisa?
João, ángel creyente
en la poesía, tálamo de ambos:
Miguel Ángel, si lo conociera, ¿a él haría de Adán?
Oh cosa interminable, el pleno deleite de los jóvenes.





TRES LLAVES

Dios tiene tres llaves: la de la lluvia,
la del nacimiento, la de la resurrección de los muertos.
(TALMUD)


Tres llaves.
Haber vuelto, al menos, tres veces.

En Atenas, oyendo
a Sócrates. A lo largo de los caminos
dejando epitafios sobre la piedra
de los túmulos. Vivir, quedar
de memoria en memoria.
Y en un vistazo
haber reencontrado los ojos de Ulises.

En Florencia, contemplando
a Botticelli, Leonardo y Miguel Ángel.
Quererles tanto
como a la propia vida.
Pertenecer a aquellas casas,
al suelo. Ser agua de ese río,
que me llevase.

En Lisboa, cartógrafo.
Dibujar el otro lado del mundo.
Amar como suyas
las nuevas constelaciones.
Y, al menos, haber oído
—dicho por él— un fulgurante,
atormentado soneto de Camões.





INQUISICIÓN

Pregunto por qué escribo
versos, qué crueldad
o locura padezco y doy
en heredad, avergonzado
por mala, impúdica acción.

Pregunto por qué revuelvo
el error inicial, el día, la noche,
por qué crecí y me arrugué,
fui viejo siendo joven
y ya viejo un joven me volví.

Pregunto por qué escribo
versos con un látigo, tan débiles
y humildes, esclavizados,
e introduzco en una sola gota
la creación de la lluvia y la muerte de las semillas.

Pregunto por qué planto
árboles como desafío y angustia
y me atormenta la perfidia,
el canibalismo de uno y otro,
el alma frustrada de los animales.

Pregunto por qué no perdono,
ni admito ni tolero
lo que no sé y, peor, aterra
y no dejo, ni a Dios ni a mí, en paz
en la unidad calcárea de todas las palabras.





CASA DE LAS SEMILLAS

Es triste no poseer una casa de semillas.
No adelanta amar esas partículas allí ociosas,
ni desear que nidifiquen sin granizo
e irrumpan como la llama de una vela.

Es triste pagar un precio por lo que ha de nacer,
que el bersín pierda el color alazán penetrando en la tierra
y el trébol de Persia alimente la boca del ganado.

Es triste que no rechacen esa densa, pródiga,
obstinada servidumbre, la vitalidad apasionada por el sol,
y no hagan, como un campesino, sus cuentas,
exigiendo a Dios y a los hombres el salario de la trama.






RESURRECCIÓN DE LEOPOLDO PANERO

… vendados los ojos,
espera la resurrección de la carne
aquí, bajo esta piedra.

LEOPOLDO PANERO (“Epitafio”)

A José Bento


I

No, Panero, no creo
en la resurrección de la carne.
No esperes debajo de esa piedra:
Dios tuvo siempre el rostro
de un hombre incorruptible
luchando contra sus demonios.
Lázaro, que todo supo y nada
dijo, yace a tu lado.

Es mejor restituir a los otros
nuestros quince años,
la esperanza de que sean luminosos
y sobrevivan como semillas de lucerna
y escribir, como tú, versos
que detenían el fuego y la nieve divinas.
Y amados como si en ellos
aún resplandecieses tus ojos
y la fe que los abrasaba, limpios de ceniza.


II


Y, no obstante, Panero, desearía
matarte la sed con un panal de miel,
con hierbabuena e hinojo despertarte el olfato,
la vista con los ojos que amabas, azules,
el tacto con la propia piel, recién nacida.

Desearía, sí, pudieses decir
que presenciaste la transfiguración
del Dios de los muertos en Dios de los vivos
y que Él sufrió más que su Hijo
para salir del sepulcro, y te ungió
los huesos purificando la íntima lepra,
y que tu alma penetró en el cuerpo
como la primavera dentro de un nido.








PASAJE SUBTERRÁNEO

Admirable quien frente al
relámpago no dice: la vida huye

BASHÔ


Aquí tienes,
te entrego mi alma.
No digas: la vida fue efímera

Intenta escribir en mí,
papiro anidando en agua
sus raíces.

Hablaré por ti
de trescientos años, menos del insecto
rastreador, sobre la tierra.

Entra, oye,
calienta tu esterilla,
produzca cada palabra un dios.

Ocultémonos en este espantapájaros:
apodérate del mendigo ciego,
del cráneo desafiado por los pájaros.

Es bueno que no teman,
que se posen sobre nosotros, que sepan
que vivimos entre fantasmas.

El espantapájaros: máscara
de ambos, poseída
por uno, dos crucificados.

Y analfabetos de la noche,
depauperados por vientos, nieblas,
la sombría irradiación lunar.

Mira alrededor:
viñas por abejas punzadas,
dejémoslas saciar.

Y un caracol suba por nosotros,
recorriéndonos con su piel
íntima, femenina.

Ahora utiliza este pasaje subterráneo
aquí en París sobre el Arco del Triunfo
donde deseo oigas a un joven cantando.

En el torso de la guitarra,
chaleco salvavidas, transporta la suya, la mía,
la tuya incomunicable melancolía.

Trae tu esterilla
Y oye a este joven, lejos de los cañones de Austerlitz,
oye su voz digna de tus versos.

Él no dice: dios está ausente,
las hojas secas se amontonan
y todo está desierto.

Todavía canta buscando
lo imposible, rendija luminosa.
Sale y sigue su camino.








LA MUERTE DE JORGE DE SENA

Every poema an epitaph.
T. S. ELIOT



Escribir versos es como recordar
a un poeta que acaba de morir.
Seguir el desnudamiento del mar, resalarlo.
Ansiedad vituperando el diluvio.
Cuerpo que despide, amando, su adolescencia.
Verse en un espejo, oscuridad de un túnel.
La energía solar de la viña en la primavera
y, a su lado, la persistencia de las cosas dañinas.
El pelo dado a sus hijos, dóciles y ciegos, conejillos.
La lividez, consumición del cáncer.
Judas antes del grito preparando el lazo.
Un zorrito arrastrado, de noche, por la ciudad,
por un grupo de jóvenes, su terror.
Y parábola indescifrable como la de Cristo,
él mismo secando (¿por qué?) la higuera maldecida.







APARICIÓN


(1)

El primer acto de amor
difícil, mucho, y facilísimo: todo
se sabía. Sólo
los animales no necesitan
esconderse: otra
su inocencia.

(2)

Dieciocho años deben bastante
a tus veinte, cigarra
de aquella noche.
Abriste la puerta
del cuarto y de tu cuerpo
y en la sierra hubo una fiera
ondeante, mordiente, las rodillas
broncas de mi casa.
Brillaba todo, circuncidado,
hombre en otra mujer parido.


(3)

En el sótano, próximo
a la cisterna. Después, sobre el cedro,
junto al olivo del paraíso
y a su follaje cómplice.
Nunca entendiste tal deseo
-en verdad lo temías-
de que desnudos fecundáramos la tierra.






PRIMERA NAVIDAD

Primera Navidad
sin que hagas el pesebre.
Todos los años comprabas
algún pastor, un animal
y los magos de Oriente repetías.
María, José, y el Niño,
la cuadra.
Por ahí comenzaste. Y a ti
coloco a su lado, a ti y a mi Padre,
luz del Espíritu Santo en la paja.







LA GRUTA DE LA ANUNCIACIÓN

Si nuestra alma puede transportar el cuerpo
dos mil años atrás hasta la gruta de la Anunciación,
si la grava de las excavaciones revela el hollín
de las chimeneas abiertas en las paredes y cántaros
y frascos para óleos y ungüentos,
si la tierra de la promisión es un laberinto de túneles
en busca de una nueva, misteriosa Creación,
si su vientre es un pozo de agua, de grano,
vino y aceite, fragmentos de grafitos araméicos
y el cuadrante cósmico y el zodiaco en torno al Mesías,
si el pueblo de Nazaret lo expulsó llevándolo
hasta la cima del monte para tirarlo
y arrastrado fue por su Padre hasta el lago de Galilea,
si los olivos y los rebaños padecían la sed
como el polvo de las montañas y las cisternas
eran silos de gotas infinitamente preciosas
por la fe leudadas como pan en el bautismo
--es porque concibió esos pequeños ramos
que representan la vida eterna y esa cruz
que se encuentra en los ábsides, diagrama
del círculo que los astros describen en su movimiento,
y yace en el suelo subterráneo de las cosas y de los mártires.







POESÍA

Aquí te convoco,
aquí te me apareces,
aquí te anoto
y respiro:
botella de oxígeno.





Mi agradecimiento al amigo poeta y traductor
Alfredo Pérez Alencart, por enviarme la documentación




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