jueves, 23 de junio de 2011

3971.- JUAN CABÁRCENO


Juan Cabárceno. Burgos (España), 1988

Licenciado en Periodismo por la Universidad de Navarra. Ha vivido en Praga y en Londres, donde fue miembro del grupo de teatro experimental FEAR (Fellow Artist). Como dramaturgo ha escrito varias piezas cortas —interpretadas, en la mayoría de casos, por FEAR— y como poeta es el autor de Achtung! (inédito) y Tribu (inédito). Es el coordinador de la revista de cuento literario BRV (brave & breve).






Recordando una felación adolescente

Carmín. Toy Story. ¿Y tú qué quieres ser?
Viajar en autobús era una experiencia.
Y la sierra estaba nevada pero no había nieve
suficiente sobre las pistas.
Macarrones otra vez pero nada importa.
Es el momento más puro, cinco mil pesetas
pueden llevarte al final de los días o a Barcelona
si todo falla.
Viajar en autobús es una experiencia y
el amor es sólo lo que uno quiere que sea,
y el amor es sólo lo que dicen las revistas
y la música no tiene por qué ser independiente
y las grandes multinacionales nos gustaban.








De lo bueno lo malo

Sólo así podía conseguirse que la voz por un lado
y la imagen por otro adquirieran, cada una, un valor autónomo.
Xavier Rubert de Ventós

Es una habitación.
Es una habitación desangelada, sola, una habitación en llamas
que se propaga, que quema al fuego, que apaga el agua,
es la habitación del crimen, una charca de motel
con nombre de diosa en la A-62.
Fango entre los dientes.
Es allí donde follan las prostitutas, las mujeres, las hermanas,
las hijas y las novias despechadas o a punto de despechar.
Y es el lugar más hermoso del mundo.
Y es el lugar más solitario del mundo.

Y tienen las cortinas manchas de semen verde,
y pintalabios, y debajo del armario vacío hay una nota de suicidio
que nadie leyó jamás, menos el interesado.

Y eso sirvió de poco.

Es un espacio sin trincheras, es un espacio que nada tiene que ver
con la libertad, con los padres de la patria,
con las cosas que nos hicieron estudiar los curas y los huesos de las cunetas.

Es sólo una habitación de motel, caro por lo demás,
donde copulan las putas y los adolescentes
despiertan a la vida con un esputo parecido a la esperanza.








Generación sacrificada
(a Houellebecq, sin abrazo)

Asunto asqueroso pertenecer.
Ser por descarte, comodín, nueves y ochos —no
barajes así que te las cargas—.
Hace años que no se fuma en la cafetería de la facultad.
Cada vez hay menos repetidores.
Se pierden los valores
o se recargan.
Los teléfonos son, hoy en día, una inversión más sabia
si llega a compararse con la amistad.
Nosotros venimos del cuero,
del rocanrol incompatible con el politono.
Esbirros cerveceros, cambia de acera
que ha llegado a tu barrio la sombra del fracaso,
el enemigo acérrimo del Corte Inglés.
La Generación Sacrificada.
Los de la mirinda, los de la aceituna, los del palillo
y los del celta,
los de las cosas que recuerdo y no te creerías y déjame
en paz niñato, que yo soy joven,
que yo soy joven contra la voluntad de la tele,
contra los retrovirales,
contra todo lo que significa la red social.









Tras un viaje al Burgo de Osma

¿Dónde estabas, Claudio? Dónde estabas cuando salimos
del bar, y hacía frío, y alguien dijo que ya no habría
ningún sitio
—ya no queda ningún sitio para nadie—
y volvimos a la casa, rodeada de otras casas sin techo,
muros erectos contra nada, contra nadie
y que tardarían, sin embargo, mucho tiempo en caer
todavía.
Muros de adobe, muros de mierda como dijo Laura,
quien, por cierto, no quiso acostarse conmigo pero
accedió a enseñarme un pecho porque le dije
que yo era, después de todo, un hombre lisiado,
un demente,
una persona que sólo era feliz embriagado por la casuística,
un tipo que leía a Claudio Rodríguez poco,
que apenas pasó por la universidad
y un hombre, en suma, capaz de amar el adobe
con el mismo estupor que luego,
entonces,
mostraba frente a ese pecho blanco,
frío,
demasiado lorquiano para ser poético.
Demasiado hermoso para aquella tierra de Osma.






Camiones

Son camiones. Van. Ninguno regresa de su infierno.
Esponjas del asfalto y hombres gruesos, manidos,
que desconocen su carga, el fin último de su viaje.

Son camiones. Constantes y terribles como pesadillas,
constantes y terribles como pesadillas.

Constantes y terribles. Como pesadillas.






Cicatrices

Párvulo y lotero. Roto
según cómo se mire, estoy
contigo aquí,
en la fiesta interior de nuestras fiestas;
los fastos de otros años,
y he tocado tu piel
tu piel de mimbre,
y sentido que había demasiados
eventos por grabar sobre el papel:
las explosiones
de soles sin nombrar,
los ancianos que lloran en la cárcel,
los vasos en los pecios
todo el miedo del mundo
y las cosas que sé que escribiría
y que, con todo,
están escritas ya mucho mejor.


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