viernes, 29 de octubre de 2010

1657.- IGNACIO ESCUÍN BORAO


Ignacio Escuín Borao nació en Teruel en 1981. Licenciado en Filología Hispánica, ha llevado a cabo diversas actividades en el ámbito cultural: fue fundador y director (1999-2006) de la revista literaria Eclipse, dirige en la actualidad la Editorial Eclipsados (fundada en 2004, es una de las editoriales más importantes de Aragón, centrada especialmente en obras de jóvenes autores aragoneses) y, desde el año 2005, coordina el ciclo de encuentros de poesía “Este jueves, poesía” en la Universidad de Zaragoza. Es colaborador habitual de El Heraldo de Aragón y de la revista literaria Turia. Ha elaborado varias antologías: Noreste, La verdadera historia de los hombres (junto con el poeta David González), Ocultación transitoria (con el profesor Antonio Pérez Lasheras). Es autor de varios libros de poesía (la cual ha aparecido también en antologías como Poesía para bacterias o Voces del extremo: poesía y conflicto), aunque también ha escrito relatos, principalmente publicados en las antologías Cuentos a patadas (2008) y Resaca/Hankover (2008). Ambos géneros le han valido la obtención de varios premios literarios.

-POESÍA
Profundidades (2005).
Pop (2006).
Couleur (2007).
Americana (2007).

-PLAQUETTES
Ejercicios espirituales (2005).






V

Hay varias cosas difíciles de entender
tan pronto estás arriba como abajo
te quieren o te odian
y pasar desapercibido sólo es posible
para algunos.
Para entenderlo hay que saber qué suelo se pisa
y cuál es el lugar indicado para ello.
Los que vienen detrás
saben que nada es eterno y luchan
por pisar donde yo piso.
Yo os regalo mi baldosa,
tomadla.
Y tened cuidado, es una trampa:
después de está querréis otra.
Por desgracia para mantenerse en pie
existen dos opciones:
irse muy muy lejos
o morder para sostenerse.

Ignacio Escuín Borao, Americana,
Ed. Leteo, León, 2007







CAUSA

Si nos preguntamos dónde empieza y termina un poema o al fin la poesía, dónde están los límites (en el tamaño del papel o en el alma), dónde empieza y termina el género, dónde se encuentra el poeta... ¿a qué hora anochece?
(De Pop)






...sabes que eres un poquito insoportable...
El canto del loco

Te empeñas en decir que nos quedan muchas cosas por vivir y lugares a los que viajar, pero a mí me asusta volver al no vales para nada, porque puede ser verdad o quizá porque pueda yo creer que así sea. Y te empeñas en llamar y en pedir nuevas oportunidades, nuevas miradas y más días, pero los dos sabemos que no es posible resucitar tiempos pasados y Lázaro esta vez no va a levantarse y no va a caminar. Una vez tus gestos me hicieron sentir transparente y apenas pude comprender que nada tenía que ver mi actitud en todo aquello. Nada. Sólo era importante y significativa la segunda presencia, la que dejó de ocultarse tras la cortina o debajo de la cama en un exceso de confianza fuera de toda lógica. Mientras decías no sirves para nada, necesito a alguien que me entienda perdiste el favor de la resurrección, así que anda, deja de llamar y olvídate de mí.

(De Pop)







III

De 8 de la tarde a 8 de la mañana
los tipos duros de Hollywood siempre recuerdan a sus madres
los han hecho así, como las piedras.
Clint Eastwood llorando como una Magdalena ante la atenta mirada de su madre.
Mil o dos mil patadas en la tripa a actores baratos de reparto le ha costado cada estatuilla, es el sueño americano ¿no lo entiendes?
Sólo tienes que tomar cuanto quieras, sentirte así más grande, gozar de las ventajas del país libre.
El deseo americano, ay, el deseo más grande, el anhelo con el que rompes las placenta, con el que vives y rezas cada día. El deseo de una madre que no pone trabas, que no conoce límites porque ha nacido en el lugar más libre de la tierra.
De 8 p.m. a 8 a.m.
conozco el deseo americano, la mirada yankee desproporcionada, las desproporcionadas tretas del gigante cuando el sol se oculta a las 20 horas en Missouri o en Milwaukee, Minnesota o Minneapolis, se encienden todas las luces, luces más potentes, nada tienen que ver con las nuestras, nada, se encienden y no las apagan hasta que amanece, larga, excitante, incandescente noche eterna, yo te deseo.

(De Americana)




I

Días turbios y de tormenta tocan, hermano, botella de ron vacía sobre la mesa, labios y garganta seca, nos hemos cargado el planeta entre el humo de mi coche y tu bote de laca y qué, nos da igual. Yo pienso mil veces el nombre de Yakarta y algunas veces me ríe y la mayoría me asquea. Deja el país tú, cobarde, huye y haz que sea yo quien quede tranquilo, de Indonesia sólo conozco el nombre y de aquí todas las mezquindades y sus respectivos mezquinos, turbios todos como el día, hermano, muy muy turbios y muy torpes también, incapaces. Me quedaría por la tele y esas series de adolescentes encendidas quizá también por la lengua, la de cada una de ellas, pero no sé. Yakarta contiene las letras de la libertad, ya, karta, tara, rata, y al mismo tiempo esconde nombres que no puedo leer, soy torpe también, incapaz de leer esas letras. Un paraíso o un infierno se esconden tras el nombre de Yakarta, gente de otros rostros y otras lenguas quizá igual de encendidas que las nuestras. Yakarta, dieciséis millones de tíos y tías encendidos, el cielo o el infierno tras la respuesta. Sí, no, sí, no, sí, no, apenas un día para decidir, turbia tormenta, botella vacía, botella llena.




IV

Todo poeta que se precie escribirá un poema largo sobre la devastación de New York city tras el 11-s, quizá también sobre el metro, Central Station o los hoteles de lujo de Park Avenue. Sobre el mito que circula sobre aquellos que caminan por la quinta y no miran a la cara a quienes se cruzan también escribirán, también, y mentirán y lo harán profundamente porque cómo miran los de la quinta, se te comen con sus ojos americanos, sus dientes neoyorkinos afilados.
Yo también he estado allí, saboreando el brunch de Tribeka y los ribs del Soho, caminando por la quinta mirando como ellos, comiéndome con los ojos a las fans de Britney Spears, de la coca-cola con vainilla y la crema de cacahuete. Estuve también en la zona zaro, cero coma cero de tolerancia, cero con cero a aquellos que se fotografían sonrientes, yo estuve aquí donde murieron tres mil, yo estuve en el lugar que profanaron y ahora es santo y seña de mi venganza, de mi golpe de poder contra el mundo. Cero coma cero dice el termómetro de Times Square, estáis todos muertos en esta ciudad, mirad más a aquellos que se cruzan, utilizad vuestros ojos, coméoslos.


V

Dime que conoces la noche americana
la del flexo encendido quemándote la vista, esa versión muy nuestra de la noche que muestran los films de Hollywood.
Dime que sabes poner luz en la noche, que conoces el secreto para ahuyentar el miedo, los ataques nocturnos televisados,
con sus bombas, sus comentarios y sus palomitas.
Dime que has descubierto el secreto, dime que vas a ser americano.


VIII

Les aprietan tanto las faldas porque sus caderas han de alojar al próximo dueño del mundo.
Pisan tan fuerte esas aceras que se sienten poderosas y les excita mucho que los demás lo sepan, y lo sabemos, vaya si lo sabemos, vaya si sabemos su secreto.
Su secreto es el dinero, a raudales lo tienen, a puñados lo quiero para plantarme delante de una de ellas y decirle: el próximo dueño del mundo llevará mi sangre.

De Americana (León, Ediciones Leteo, 2007)








DESOLATION ROAD

El amor también había sido un tema central
aquel otoño en los bares de copas
con la música comiéndonos las entrañas.
Desolation Road esquina Passion Square,
una avenida como mi corazón
-de ida y vuelta- adornada con robustos árboles
sin hojas, que dan sombra
y en los que ella siempre descansa,
reposa en sus troncos
y desaparece y regresa
siempre en mis sueños, cada noche,
cada vez que cierro los ojos
y su melodía me despedaza una vez más.

Unos días felices y tristes
como no habrá otros
creyendo en ti y pensando que la verdad
es sólo un buffet libre, un self service universal,
apoyado en tus palabras
a sabiendas de que en ellas
y en su paraíso tenía yo mi infierno.

Recuerdo de mis días en Desolation Road
el vaivén de las hojas caídas y la danza
de los cuerpos entre ellas, la voz de Dylan
y esa sensación de nausea constante.
Y la espera,
con los ojos muy abiertos
de quien aguarda un milagro
que nunca llega y sigue vivo.

(Poema inédito)






CANCIÓN DESESPERADA EN LA PUERTA DE UN PRESTAMISTA
(POSMODERNA AUTODESTRUCCIÓN I)

Imagine un mundo sin fantasmas, sin sombras,
pequeños círculos vitales, el café de las seis
de la tarde, el de las siete de la mañana,
mañana no te querré o no sabré hacerlo
subirán tanto los impuestos que mi círculo
se anulará en el tuyo. Imagine, si puede,
un mundo sin sombras, déjese llevar
por la fuerza concéntrica de las miradas
y el deseo. Mi espacio anulado nos anula,
cómo vivir contigo si no puedo pagarme
mi suelo, mi amor, mi hambre.

(Poema inédito)





MECHANICAL WONDER

Se va el verano como se va el amor
y todo lo demás se va
y los jóvenes de pieles bronceadas
se funden en abrazos y besos dulces
y se aferran unos a otros
cuando caminan por las calles
y arrastran sus sandalias por el asfalto
aún caliente como sus cuerpos.
Esta es su aportación a la modernidad,
ellas y ellos calzados iguales
los talones desgastados pidiendo guerra,
sus cuerpos bellos encendidos
y no sabría ya a cuál amar más.

Pero no nos engañemos,
enamorarse no es tan fácil
es hacer a alguien único entre el resto
y yo podría encontrar toda la belleza del mundo
en todos sus cuerpos.

Y camino junto a ellos
y viajo con ellos en el tren, en el autobús,
y los miro despreocupados
sin un hogar propio al que volver cada noche
en estado de gracia, sin dinero
o con el dinero justo para ser felices
y no querer más, y tanta belleza
que podría amarles hasta quedar agotado.

Llenan las plazas, los paseos
y los bares y hay mujeres jóvenes
que beben coca-cola y marcan los vasos
con sus labios carmín
como marcan a los hombres jóvenes afortunados.
Y yo me deslizo de un lugar a otro
viendo todo esa alegría
ese gran contenedor de belleza
en el que vais a convertir el mundo,
todo gracias a esa mecánica maravillosa del amor
que nos enloquece.

(Poema inédito)




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