jueves, 21 de abril de 2011

BEATRIZ GIMENO [3.730]


Beatriz Gimeno

Beatriz Gimeno Reinoso (Madrid, 9 de mayo de 1962)1 es una política y activista española en favor de los derechos LGBT. Fue la presidenta de la FELGTB (Federación Española de Lesbianas, Gays, Transexuales y Bisexuales) entre 2003 y 2007, precisamente durante el período en que se aprobó el matrimonio entre personas del mismo sexo en España y Madrid fue elegida como sede del Europride 2007. Es diputada por Podemos de la X Legislatura de la Asamblea de Madrid.

Beatriz Gimeno estudió Filología semítica y poco después tuvo un hijo. En 1985 se trasladó junto a su familia a Sevilla, y en 1988 comenzó a asistir a reuniones de una asociación feminista, primera de las muchas en que posteriormente llegó a militar. En 1990 se enamoró de una compañera militante. Al regresar a Madrid se une a COGAM (Colectivo de Gays, Lesbianas, Transexuales y Bisexuales de Madrid), y en 1995 comienza a centrarse en la FELGTB (Federación de Lesbianas, Gays, Transexuales y Bisexuales de España). También ese mismo año conoce a Boti García Rodrigo, con quien comienza una relación que culminará finalmente en boda. En la FELGTB ocupa el puesto de Secretaria General hasta que en 2002 se convierte en la Presidenta de la asociación tras Pedro Zerolo. Abandonó el cargo el 6 de marzo de 2007 para pasar a ser vocal de cultura dentro de la FELGTB, promocionando los estudios LGBT en la cultura y la universidad; su sucesor al mando de la FELGTB es Antonio Poveda. Beatriz Gimeno es colaboradora del diario digital El Plural.

Feminista lesbiana

Gimeno ha señalado la existencia de un 'machismo gay' dentro del movimiento homosexual, debido al cual las mujeres serían 'doblemente discriminadas' por su condición de lesbianas y mujeres. Ha publicado diversas obras especializadas sobre el tema del feminismo lésbico.

El matrimonio entre personas del mismo sexo en España

Durante la tramitación de la ley para aprobar el matrimonio entre personas del mismo sexo en España, Gimeno, en su calidad de Presidenta de la FELGTB, arremetió contra la postura del Partido Popular y de la Iglesia Católica, que se oponían tajantemente a dicha regularización de las parejas homosexuales. La FELGTB convocó una manifestación multitudinaria, coincidiendo con la celebración del día internacional del orgullo LGBT, para festejar la aprobación de la nueva ley.

Obra

Gimeno Reinoso, Beatriz (2002). Primeras caricias: 50 mujeres cuentan su primera experiencia con otra mujer. Ediciones de la Tempestad. 978-84-8198-521-4.
Gimeno Reinoso, Beatriz; García Rodrigo, Boti (2004). ¿Seré lesbiana?. Proyectos y Producciones Editoriales Cyan, S.L. 978-84-95440-64-8.
Gimeno Reinoso, Beatriz (2005). Su cuerpo era su gozo. Foca Ediciones y Distribuciones Generales S.L. 978-84-9784-103-0.
Gimeno Reinoso, Beatriz (2006). La liberación de una generación : historia y análisis político del lesbianismo (2006). Editorial Gedisa, S.A. 84-9784-103-4.
Gimeno Reinoso, Beatriz (2009). La luz que más me llama. Olifante. Ediciones de Poesía. 978-84-85815-82-1.
Gimeno Reinoso, Beatriz (2009). Deseo, placer. InÉditor. Colección Imaginatio. 978-84-936971-3-6.
Gimeno Reinoso, Beatriz (2012). La prostitución. Edicions Bellaterra. 978-84-7290-566-5.


DETENIDA

Inmóvil para que no me duela, detenida,
quieta, para que el aire, al respirar, no abrase los pulmones,
para que la vida no carcoma de muerte la piel que me sujeta.
Contenida, detenida, estupefacta, idiota,
indiferente a todo.

La saliva en la boca cegada a cualquier beso,
humillados los músculos,
las lágrimas derramando el lacrimal
en la lengua las quejas.

Contendré con disciplina el propio corazón de la existencia
que pugna por salirse de mi misma
y por vencerme.








La luz que más me llama se publicó en Olifante Ediciones de Poesía en 2009

Desde los poemas amorosos más definitivos de la segunda mitad del s. XX (escritos por dos poetas de la generación del 50: Gil de Biedma y Julio Antonio Gómez, también homosexuales) y hasta hoy mismo, en que leo y convivo La luz que más me llama, no he conocido poeta en lengua castellana que trate los temas del amor y del erotismo con un arrebato, sencillez, profundidad, verdad y transparencia tan radicales como lo hace Beatriz Gimeno en este libro. Bienvenida a las cumbres de la poesía.

Ángel Guinda

Beatriz Gimeno logra, desde una poética clásica, con recuerdos elegantes y sencillos, no extridentes, entregarnos un texto de erotismo fulminante en el que también la nostalgia, el dolor, la vida y la muerte son invocados junto al amor: esa luz que a veces ilumina la felicidad y que, en otras ocasiones, se apaga y es oscuridad.

Violeta Barrientos



La Luz Que Más Me Llama

Yo lo ignoraba todo de la vida.
Era muy joven
y mis labios besaban dulces pieles que no se me negaban.
Nadie me hablaba del dolor que yo no conocía
y el amor lo intuía vagamente
porque todo bastaba cuando el deseo crecía.
Los besos entonces no mataban, ni herían las palabras,
el placer sospechado era posible,
vivía, puedo decir bien alto que vivía.

¿Qué pasó?
No lo se.
Las playas son las mismas,
los cuerpos aun son jóvenes, el deseo es audaz
-tal como entonces, quizá más-
mis muslos aun aprietan caderas poderosas,
y sin embargo mi aliento se extigue lentamente
y hieden ya todos los puertos donde arribo.

Me duelen los recuerdos de otros días,
las risas, los olores,
el deseo que dejé de cumplir por lanzarme al camino.

Ahora soy piedra inmóvil en mi casa,
esposa austera y fiel, madre amante y tirana,
oscura sombra de mi misma,
aburrimiento tenaz, desidia,
-he dejado de ser-
se ha apagado la luz que más me llama.


*

Como todos vosotros he soñado marcharme
y me he visto caminando muchas veces.
Como todos vosotros, me he parado y he vuelto,
al fin y al cabo, siempre encuentro el camino de regreso.
A mi favor contad que mil veces he emprendido el camino
que ya es más de lo que todos vosotros habéis hecho.
En mi contra, ya sabéis, el miedo me ha podido
y he dejado, cobarde, que transcurriera el tiempo,
y he rehecho mis pasos cada vez que he partido.
Y aquí estoy.
Y ahora por fin, cuando el tiempo ha matado el tormento,
partir puede no ser siquiera necesario.
Dónde voy a marcharme, dónde voy a ocultarme,
si vaya donde vaya me llevaré conmigo.


*


Si es que hoy vas a venir hasta mi casa
como has dicho que harías esta tarde,
hazlo ahora, hazlo pronto
porque ya, en un minuto, he de cambiar de casa.

Si te retrasas, para cuando al fin vengas,
de mí, aquí, ya no habrá nada
ni nadie que recuerde mi nombre, ni mi aroma.

Yo no te he de buscar allí donde me mude,
viviré solitaria lo que quede
y, por encima de cualquier otro amor,
recordaré tu olor, recordaré tu nombre.


*


¡Qué tarde negra la que estoy viviendo!
Llueve.
El tiempo se sume despacio en la tormenta.
Deseo insatisfecho de una mujer que no me pertenece.
Certeza del desastre.
No hay silencio ni calma en esta tarde
ni paz que permita que me duerma.
El viento golpea con furia los cristales.
En el borde mismo del abismo me revuelvo
y comprendo que todo está perdido, terminado,
mi tiempo con ella está acabado.

Es ahora, cuando atisbo el final,
el desastre que yo misma he provocado,
cuando por fin me calmo satisfecha.
Nada me pertenece,
no hay nada por hacer ni por vivir.
puedo dejarme arrastrar por la corriente,

Y descanso, al fin descanso.


*


Arrancaré la tierra a dentelladas para llegar a ti.
Esperaré.
Dejaré que el sol salga mil veces
y que otras mil se ponga,
que los días destierren la juventud que queda,
que el tiempo me haga vieja
-también tú te harás vieja-
Esperaré mil años, te seguiré de lejos,
recorreré tu calle, me instalaré en tu acera,
esperaré que salgas y me veas,
recogeré tu odio si me odias, tu desprecio,
sobreviviré a tu indiferencia.
(Mientras tú me ignoras yo trabajo
para hacer mío el mundo en el que habitas)
Te vi y te amé, ¿qué más puedo decir?
Esperaré, te dije, y así ha sido.
Aun estoy aquí, siempre, esperando.


*


A estas alturas de mi vida,
cuando ya cien amantes pasaron por mi cama,
sin aplacar mi ansia ni mi urgencia,
ha tenido que ser este pequeño cuerpo tuyo,
tan parecido al mío,
tan alejado de aquel que yo soñara
el que enroscara las horas en los días,
el que fijara mi tiempo y lo parara.
Después de tanto tiempo, sólo a ti te lo he dicho
y quiero que lo entiendas,
no tengo yo costumbre, ni palabras
sólo la pasta dura de este silencio hosco.
Ahora, lee en mi mano si te busca,
lee en mi celo cuando tiemblo
lee en lo que callo y no te digo,
en lo que aprendo.
Y tú, amor, dame lo único que busco:
ese pequeño cuerpo tuyo
y enróscalo en mi miedo


*


Acuéstate mi amor,
deja que pase el tiempo,
que el viento suene,
que todos los pasos se alejen de nosotras.
Deja que se preocupen los sonidos
por nuestro oscuro silencio.
Deja que la calle sea la calle,
que los hombres se afanen,
que la tarde se acabe bruscamente.
Deja que las mujeres hablen de nosotras,
que las nubes descarguen,
que caiga la tormenta.
Túmbate aquí a mi lado,
esfuérzate y trabaja,
y convénceme de que soy
la única razón de tu existencia.




de “Al menos flores, al menos cantos”

Invisible

En las tardes de luces que ya no iluminan
me siento a escribir con el corazón seco.
En la habitación pequeña del alma quejumbrosa
me esfuerzo en la escritura de aquello que es más mío
para así poder ser ante los otros.

Extraigo lentamente lo que vive en lo oculto
y lo enredo despacio en mis palabras.
Dejo caer la vergüenza, lo mismo que la ropa
Lo pongo todo encima de la mesa
como una estrella falsa a la que todos miran.

Abalorios baratos,
reflejos opacados de luna en los cristales sucios
En realidad no estoy sobre esa mesa.

Me devoro y me muestro devorada,
escindida, ahogada en el mar de las palabras.
En mi sólo está el hueco de la vida,
el río que se pierde entre tumbas sin nombre.

Silencio roto sólo por esa que me mira
cuya palabra llega a pesar de los ecos
que ahora también callan.


Domingo

Los domingos se abren reducidos a polvo,
la ciudad queda atrás convertida en tormenta,
el cuerpo se acomoda al paso misterioso de las horas.
En domingo, mi cuerpo y la ciudad respiran al unísono.

Desde temprano, el corazón se aquieta,
la sangre se endurece,
la cabeza descansa de la angustia,
el oído se aguza hasta escuchar el paso de una hormiga
que sale de mi ombligo.

Por la mañana soy una tortuga de caparazón duro
que avanza torpemente contra el tiempo
y que se desmorona según pasan las horas.
Por la tarde, empapada de miedo me acerco hasta un café.
Un domingo de otoño a media tarde
en un café de barrio que se sume en un tiempo desolado
quién podría esconderse de sí misma.
Yo no puedo.

Miro a la camarera de las manos bonitas
y sueño que le digo que una caricia suya podría darme la vida.
Pero callo porque he aprendido que no todo puede pronunciarse libremente
y porque sé que en domingo
las palabras se sitúan siempre al borde del abismo.

En domingo la ciudad y yo somos dos amantes
encerradas en una habitación de hotel con el suelo gastado
y los cristales sucios.


El infierno en mí

El infierno soy yo y no me engaño
y es la memoria de los días azules de la infancia,
la imposibilidad de abrirme el pecho y fijar el olvido.
El infierno es el miedo creciendo entre las ruinas,
es el esfuerzo constante en la palabra justa,
el dolor de la palabra escurridiza que se evade entre niebla
que se convierte en agua y que se pierde.

El infierno son mis pies vacilantes caminando un desierto
y reconocer en mí el inútil empeño en caminarlo.
Es la caricia fría que intento y que no excita,
el beso vacío de saliva que me ofrece cada boca que abro,
la carne ciega y agotada. Es el silencio.

El infierno soy yo en esta tarde,
sacándome paciente las entrañas en un lamento antiguo
que no conmueve a nadie,
destinado a la nada, como todo lamento en esta tierra.

El infierno es el instante de después
cuando ya no cabe el arrepentimiento
y todo lo dicho ya está dicho
y es inútil dolerse de que caiga la noche.

El infierno es cada puerta cerrada por mi mano,
Cada ventana tapiada con ladrillos
Son todos los paisajes arrasados por el fuego
Las bocas calladas por el miedo
de las que yo aun me compadezco.

El infierno está en mi  -y no me engaño-
Yo habito en él, y él va conmigo.


*


Cuando ya no esté aquí,
Y no estén mis ojos, ni mis manos
Ni los huecos abiertos a tus besos
Ni quede la memoria de mi infancia,
Sonarán todavía las palabras salidas de mi boca.

Las palabras escritas con consonantes duras
que lancé contra el mundo con mi lengua de piedra.
Y quedará lo claro de mi alma que quiso iluminar los días,
Y la cólera roja explotando las horas,
Y como una lagartija, quedará la impaciencia
Reptando por el suelo.

Quedará sobre el barro el aliento del beso
Y lo sólido reposará bajo la tierra:
El resto transparente de mis uñas,
los dientes que mordieron labios
Lo que quede de mis huesos frágiles
Que quisieron ser alas sin lograrlo.

Y ceniza, habrá ceniza.
Ceniza de la noche hacia la noche,
de la risa contigo en las mañanas,
ceniza del dolor,
ceniza de mis piernas caminando
ceniza del cansancio.

En algún sitio de este mundo,
Cuando yo me haya ido
Aun quedará el hueco de mi cuerpo sobre el suelo
Y la sombra del tuyo sobre el mío.


Obligatorio ser feliz

Declaro que es urgente ser feliz.
A partir de ahora es obligatorio despejar el corazón y la cabeza,
Desde hoy mismo es imprescindible librarse de la pena,
Raspar este dolor tan aferrado a la conciencia que se ha hecho cuerpo y órgano con ella
Abrir de par en par las puertas,
Y de ahí, del exterior, elegir lo más claro

Desde esta misma tarde queda establecida la obligación de ser feliz
De ser contigo, de ser conmigo misma,
De dejar que se pierda para siempre el recuerdo malsano del  dolor ya podrido,
De encontrar otras rutas que soñamos que existen,
de caminar despacio disfrutando el camino que nos marcan los pies.

Ahora mismo, ya, tenemos, tu y yo, la obligación de ver salir el sol,
de verlo ponerse,
la obligación de mirarnos a los ojos  y  reirnos
De leer el periódico, de tomarnos juntas un café,
de respirar despacio, de comernos un pollo con las manos
y de acariciarnos luego con esas mismas manos.

Me impongo la obligación de no morirme a cada paso,
Te impongo el deber de seguir viva
De caminar erguida por la vida,
De librarme del miedo que me pesa en la espalda;
De liberarte a ti, para que no te mueras en mis brazos.

Desde esta tarde misma estoy obligada a responder al teléfono si suena,
A ser amable, a ser sincera, a no esconderme, a no llorar por las esquinas.
A encender las luces por la noche
y tener buenos sueños, de ovejas y  de lobos que se quieran.


Si nos lo han quitado todo

Si nos lo han quitado todo
si no vamos a hacer nada por las vidas robadas y perdidas
en la oscura marea de los días que no nos pertenecen.
Si nos lo han quitado todo, hasta la furia,
la santa indignación, la rabia, el poético afán por la justicia,
la buena ira, la irritación, la cólera amarilla
que ya animaba a otros hace mucho;
Si nuestra sangre es mansa como un arroyo helado
si está estancada, si envenena las venas cuando pasa
si ya no somos nada, si no estamos;
Entonces tiende al menos tu cuerpo junto al mío
y sólo por justicia, no me niegues lo que pido.


La ciudad de la abundancia

No nos levantará la rabia de la tierra
ni nos impulsará la ira a conquistar la ciudad.
No nos levantaremos entre cantos de justicia
a derribar murallas que nos cercan
porque nos han dicho que la ciudad es nuestra
y eso nos ha bastado.
Porque es cierto, todos vivimos dentro.
Y quien no vive dentro vive fuera, pero tiene una casa,
y si no tiene una casa tiene una cama
y si no,  tiene una manta.
Y si no tiene una manta tendrá al menos un cartón.
¿Quién no tiene un cartón para cubrirse el cuerpo,
para abrigarse cuando hace frío en la ciudad de la abundancia
y las noches se alargan y caen como cristal sobre los cuerpos?

Y porque todos tenemos al menos un cartón
no nos levantará la rabia de la tierra,
porque nos han dicho que el cartón es nuestro
y eso nos ha bastado


Decir que No

Brindo por el día en que aprendí a decir No.
Brindo por el día en que me negué a todo,
en el que esculpí la conciencia como si fuera roca
y en el que tallé la rabia sobre la noche maga.

Brindo por el día en que vomité la ira sobre los otros, fuera,
sobre la arena tibia o los bosques morados,
incluso sobre la vida inesperada
que aun puedo encontrar al doblar un recodo.

A todo eso aprendí a decir No.
Y ahora, si digo No
tendré que temer el beso que me aplaca
porque también al beso tierno hay que negarse.
Desde ese día mi boca dice No a todo,
incluso a las dulces melodías de mañana,
y a la alegría, especialmente a la alegría.

Aprendí a decir No porque conozco el alba
y conozco también el cielo rojo de la tarde,
porque puedo caminar entre las ruinas
pronunciando palabras que la gente no escucha
y aun así no puedo dejar de pronunciarlas.

Si amaneció ese día en que dije No
y después no tuve miedo a la venganza
es porque he aprendido a estar completamente sola,
en la derrota, sí, y en la victoria,
porque ahora soy capaz de negarme a todo
y de abrazarlo todo al mismo tiempo.
Brindemos pues por todo lo negado.
Brindemos entonces por todo lo vivido.





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