GUILLERMO RIEDEMANN (Reumén, Chile, 1956): Poeta de sostenido oficio en el campo de las letras. Cursó estudios en la Universidad de Chile e integró el Colectivo de Escritores Jóvenes durante los años '80. Con el seudónimo de Esteban Navarro publicó los libros: Poemas desde Chile, Venezuela/ 1981; Para matar este tiempo, 1983; Mal de ojo, 1991; La manzana de oro, 1993; Salto al vacío, 1998. En el 2007 publica Hombre muerto, utilizando su nombre civil. También participó en la publicación de "10 años de poesía", 1984, antología de la joven poesía chilena en colaboración con la periodista Cecilia Atria; "Poetas de Nicaragua" 1987, antología preparada junto a Diego Muñoz para Ediciones del Grupo Literario Tranvía. Su obra la podemos encontrar en diversas antologías.
91
Yazgo en la cuneta yazgo ebrio
Duermo tumbado contra el muro
A las puertas de la mal amada
Que pasa el cerrojo por dentro y yace
Ovillada en el terror
La lluvia no cae fina ni grácil ni leve ni cae
Sobre el único zapato que me queda.
92
Con la cabeza entre los hombros
Y los ojos hundidos en el suelo
Eres invisible a pesar de la última sombra
Antes del odiado amanecer
Es imposible encontrar el rumbo
Ya no el camino hacia una casa
Que decidió apagar todas las luces.
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Tanto lo amó que hizo
De la seducción un vestido
Tan fácil de desnudar sus pechos
En el momento menos esperado
Para ella parecía un juego
El ronroneo de una gata en celo permanente
Saltando por los peldaños de la escalera
Tendiéndose de labios rojos sobre la mesa
Un baile feroz de pies a cabeza
Una mirada voraz a ojos cerrados
Para que él se hundiera como tragado por el mar
Devorado por la pasión que acabó con ella
Y la hizo preguntarse si alguna vez
Si alguna medianoche lo amó de veras.
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Amó usted alguna vez a una mujer
Más de una vez más de un millón de veces
Pero mentiría si le digo que recuerdo alguna vez
Por lo menos a una.
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Pónganse en marcha
Nuestro destino es la tierra prometida
Días y noches siguiéndome
Sin revelarles nunca el secreto
Los únicos sobrevivientes serán
Aquellos nacidos en el desierto.
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Los poemas breves son una trampa
Fácil caer en la celada
Difícil por no decir imposible
Salir para intentarlo de nuevo
Son poemas para la santa paciencia
De los chinos de los vietnamitas
De cualquiera que tenga los ojos rasgados
Pero no de este lloriqueo tan occidental y moderno
Lo nuestro es poesía menor
Y si se puede con pocas palabras será mejor
Nada de profundas miradas ciegas ni respiraciones
A nariz tapada por el olor de la escoria y los cadáveres
Nada de visiones provocadas por el dolor
O las botellas vacías o los libros llenos
De sabiduría al alcance de unos pocos
Llegó el minuto de sentarnos a contemplar
Cómo el mar se rebalsa por todos lados.
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Qué hubiese sido del sicoanálisis
Digamos qué hubiese sido de la interpretación
De los sueños si el viejo sigmund
No hubiese recordado nunca uno
Qué hubiese sido del complejo de edipo
Si el pequeño sigmund hubiera visto
Primero desnudo a su padre.
98
Wolfgang amadeus mozart
Wolfi nació el año 1756
Sigismund schlomo freud
Sigi nació el año 1856
Ahora lo entiendo todo.
99
Me espía por encima del hombro
No la veo pero sé que me espía
Se levanta a medianoche y baja
Las escaleras de puntillas
Sin encender ninguna luz
En medio de la más completa oscuridad
Desciende y cruza la sala apretando los labios
Conteniendo la respiración
En absoluto secreto se acerca por mi espalda
Y mira por encima del hombro
Movida por un impulso incontrolable
Cada noche hasta averiguar acerca de qué
Y de quién escribo.
100
No peco de nada si digo
Que la ciudad del vaticano
También conocida como santa sede
Es el estado más rico del mundo
La primera vez que fui fue la última
Sin aliento hasta el ahogo subí
Hacia la cúpula de la basílica de san pedro
Por una escalera que gira y se estrecha
Como si ascendiera al cielo
Hasta llegar por fin al mirador
Desde donde se ven los hermosos jardines
Del representante de dios en la tierra
Miguel ángel me dejó
Con tortícolis en la capilla sixtina
Y no era quien para negarme a comprar
Uno que otro souvenir en las tiendas del museo
No sabía que en el puente que cruza el tíber
Vendedores ambulantes africanos
Me ofrecerían lo mismo a precio de saldo.
101
Y ahora cómo me lo saco de encima
Cómo lo expulso cómo lo saco
De adentro si se supone que lo cubren
Tres o cuatro metros de tierra.
102
Hay horas en la madrugada
En que las palabras están de más
Y escuchamos el canon de pachelbel
Hasta conciliar el sueño.
103
Música de naves centrales de iglesias antiguas
Pesan como un leve sopor sobre los párpados
Frío de noches de sábado tan enamorados
En una calle ciega y sin embargo
Con todo el porvenir que sería nuestro
Podemos caer heridos de muerte
Heridos de una enfermedad incurable
De gripe de dolor de desvarío
Heridos de vivir enamorados en noches
De sábado y música de viejas iglesias
Que también podían ser nuestro hogar.
104
Un vuelo en helicóptero no tiene nada que ver
Con el amor salvo que ella que no es la más hermosa
Pero debería serlo como si fuese un sueño
Aparece en vuelo con los brazos extendidos
Hacia nadie hacia mí hacia el cielo
En el mismo minuto en que me doy cuenta
Que será imposible verla salvo un milagro
Pero tampoco creía en milagros
Pero tampoco creía en milagros
Modigliani tampoco veía bien amadeo
Necesitaba lentes y dejar de beber pero
También supo de ella aún antes de que existiera
Y la pintó hasta la obsesión y miró sin embargo
En sus ojos pequeños como en dos pozos profundos
Modigliani tampoco voló en helicóptero
Y hubiera preguntado qué tiene que ver una cosa
Con la otra qué tienen que ver esas aspas con el amor
Esos brazos girando en dirección al cielo
Imposible para cualquiera salvo un dulce milagro.
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Tú encontrarás al dictador en los libros de historia
Hijo mío sabrás de él por las fotografías y los cuentos
Que tu abuelo te dirá junto a la chimenea antes de dormir
Confiemos en el pueblo nuestro señor que todo lo sabe
Y todo lo puede en cuanto se lo propone.
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No vamos a vernos la suerte entre gitanos
Tú tienes algo que contarme ya déjate de eso
Para qué ocultas lo evidente si yo no soy tonto
Te crees que soy tonto acaso
Ya levántate y explícame qué hacen esos
Calzoncillos tirados en el suelo.
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Que no se diga después que no supe amarte
Que no supe entender tu idioma y tu mirada
Y que no se insinúe siquiera alguna falta de interés
Bien sabes cómo se alborotaba mi pecho frente al tuyo
Pero tocarte significaba destruir todas las naves
Y quedar a la deriva para siempre.
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Leemos en los diarios de esta prensa libre y democrática
Que los viejos demócratas se reúnen y dialogan
Claro que dejando fuera a los demonios comunistas
Para darnos una nueva democracia estable y eficiente
Donde todos seamos libres para pensar y decir lo que queramos
Siempre que no se nos ocurra pensar como comunistas
O socialistas que vienen a ser los mismo.
47
Nadie sabe a ciencia cierta dónde nació
Y menos dónde murió
La verdad es que pocos lograron verle con vida
O conocieron personalmente su rostro
Más bien dicho no podríamos afirmar que vivió
Entre los años que comúnmente se señala
Tal vez algún error en las fechas
Incluso se sostiene que sería sólo una invención
Producto de la febril imaginación de un simple mortal
Que escribía poesía para matar este tiempo.
Quién podría decir la última palabra
Ni cristo colgando de la cruz
Ya ven cada día son menos los que creen
El hombre va por mal camino
A no ser que se decida a tomar el toro por las astas
Ojalá estemos todos de acuerdo en el toro
Y sepamos bien cuáles son las astas.
Del libro Mal de ojo (1991)
LA ELEGIDA
.........................................A Karin Eitel
Ella tiene la manos
Atadas a la espalda.
El ceño sin amparo
Abiertos los ojos apenas
Bajo el reflector que la enceguece.
El pelo desordenado tiene
Sobre su limpia frente.
Su mirada es triste
De norte a sur.
Su tristeza es larga
Arida primero
Luego llena de bosques
Y esos bosques llenos
De pájaros tristes.
Su tristeza es hermosa
Sin embargo
Bajo su limpia frente.
Ella tiene los labios
Delgados la comisura
Reseca los pómulos
Abultados de tanto golpe
Y habla por esos labios
Y su voz es alta
Hasta tocar el cielo
Y baja llena de valles
Y esos valles llenos
De voces que enmudecen
Ante su limpia frente.
Todas las cámaras del país
Enfocan sun rostro
Todos los crucificados del mundo
Brillan en su pupila.
Cientos de miles
De televisores encendidos
Repiten sus ojos a los largo de chile.
Cientos de miles
De ojos suyos mirándonos.
Cientos de miles
De nosotros abren los ojos
Para besar un día su limpia frente.
ESTAS SON LAS MAÑANITAS
Te regalo una manzana de reumén
Una perdiz que salta en el potrero
Un poquito de musgo del bosque
Te regalo el cerezo al que me trepaba cada tarde
Te regalo una honda y un puñado de piedrecitas
Te regalo un nido lleno de huevos
Un avellano una rama de maqui
Que te deje la boquita negra.
Te regalo una madrugada entre el barro y la escarcha
Con establos y vacas y tarros de leche humeando
Te regalo una enfardadora
Un mediodía de trilla y de sol
Te regalo una liebre asustada
Te regalo una pichanga con los campesinos sin zapatos
Te regalo un caballo sin montura.
Te regalo una estación de trenes
Un castillo de madera en antilhue
Una locomotora a vapor entrando a un túnel
Te regalo un canasto con tortillas de rescoldo
Te regalo un puente y un río
Y un tren llegando a temuco al anochecer.
Te regalo un cerro abrigado de árboles verdes
Y pájaros chercanes lloicas tordos y zorzales
Te regalo un perro que va solo por la calle
Un patio de manzanos y pasto más alto que un niño.
Te regalo una chimenea ardiendo en el invierno
Te regalo un libro de miguel strogoff
Te regalo el olor a trenes que traía
Mi padre pegado en los ojos
Te regalo un pelota de fútbol
Una puerta por la que no entraba nadie.
Te regalo un pajarito que se escondió del viento
En el cañon de la estufa
Te regalo ese viento
Te regalo una noche de tormenta
Y el libro todo el amor de neruda
Te regalo una guitarra
Te regalo un tren detenido bajo la lluvia en dichato.
Te regalo las obras completas de miguel hernández
Mi admiración por el ché
Mi admiración por los agujereados a balazos
Te regalo una casa en colón oriente
Te regalo el pedazo de pan que mi hermano
Traía en un bolsillo al salir de prisión.
Te regalo un cuaderno de poemas
La palabra ternura la palabra libertad
Te regalo un día mirando el mar en isla negra.
Te regalo la luna que habrás mirado
Pensando en alguien que pensaba en ti
Mientras miraba la luna
Te regalo lo imposible para que sea posible
Te regalo los ojos y las hojas y los pájaros
Que aletean felices cuando nos besamos
Te regalo un sueño que tuve
Era de todos el país te hacía el amor
Y la vida tenía sentido.
PEQUEÑO POEMA
Tú estás en valparaíso
Yo estoy en santiago
Al medio está casablanca curacaví
Según por donde nos vayamos
Esta til-til la calera no sé
No conozco bien todos esos pueblos
Tú estás en valparaíso
Yo estoy en santiago
El mar golpea fuerte en las torpederas
En los muelles
El sol golpea firme en mi cabeza
Tus ojos se pierden en el infinito
Mirando hacia el oeste
Mis ojos arden con el smog y la tristeza
Tú estás en valparaíso
Yo estoy en santiago
La sirena de los barcos cruza la mañana
Y sube por los cerros
Y sube por los edificios
El ulular de carro bombas y policías
Y autobuses por avenida grecia
Tu recuerdo emprende el viaje
Por la ruta 5 o la 68
Mi memoria dibuja tu rostro
Y sale a buscarte en sentido contrario
Pero es completamente inútil
Pasamos de largo hacia ninguna parte
Tú estás en valparaíso
Yo estoy en santiago
Entonces ciertas calles caminadas
Hasta bien entrada la noche
Dos cervezas dos extraños dos enamorados
Dos niños muertos de miedo
La alameda la canal san carlos
Un beso en la mejilla una mirada fugaz
Tú estás en valparaíso
Yo estoy en santiago
Y al medio la violeta dijo
Hay un abismo sin música ni luz
Pero lleno de tus ojos
Lleno de un universo camino de la nada.
Del libro La manzana de oro (1993)
I
Ella me alzó en los brazos
Me besó en la mejilla y dijo
...........-cómo estás
Yo quería decirle
...........-mal por favor
...........llévame de aquí
Pero no se lo dije
Nunca se lo dije
VI
El me siguió por la playa enfurecido
Yo quería arrancar
Que tú hicieras algo
Pero no arranque
Tú no hiciste nada
Y él me dio un golpe
Con su mano húmeda de arena
En medio del pecho me lo dio
O en medio de la cara
Mientras ellos recogían sus toallas
Y se iban
VIII
El me dijo
.........-vuelvo en dos días
Dios semanas dos meses dos siglos
El campo inmenso el silencio absoluto
Y el abuelo sentado sobre un tronco
A la sombra de un manzano.
XXV
El tendía un poncho sobre sus rodillas
El Rey de Copas
Yo me sentaba a sus pies
El Caballo de Bastos
Pasábamos la tarde entera jugando
La Sota de Espadas
El se dejaba ganar
El Siete de Oros
Y yo era feliz
XXVIII
Esa casita se llama fogón
Alrededor del fuego
Pasamos los días de lluvia
El más viejo de todos cuenta historias
Y esconde papas bajo la ceniza
Después comemos esas papas
Con gusto a humo a sudor a tierra
Cuando cae la noche
Cubrimos las últimas brasas
Y salimos de esa casita
Pero los ojos quieren
Quedarse allí para siempre.
Del Libro Salto al vacío (1998)
El Conductor Ebrio
da vueltas sin destino
por la ciudad abandonada.
Fuma por allí a las cinco
del amanecer de la ciuad perdida.
Deja el atomóvil,
camina de prisa, camina aterrado
buscándola.
Pero en las calles de la ciudad
de la noche no hay un alma.
Rompe a llorar y, entre lágrimas,
sentada en la tierra la ve
oculta tras un árbol
junto al estero.
El Dipsómano
escucha reventar las fichas de Dominó
en la mesa de los hombres
que juegan en la noche
como niños que juegan con las estrellas.
Quién no agoniza
inclinado sobre la barra,
sentado frente al zumbido de la nada,
golpeando el desamparo
con las fichas estrelladas de la noche vacía.
El Poeta
hace el amor
sin saber lo que hace.
Torpemente abre la casa secreta
de una niña de 17 años
en el atardecer de la primavera.
Sangra en un hilo esa casa.
Son hermosos de una manera
que no volverán a vivir
y la pequeña muerte
les sopla las mejillas con rubor.
El Suicida
se levanta una mañana como otra,
un día cualquiera para el resto
del amanecer del mundo dormido.
Se pone su mejor camisa,
sus mejores zapatos y anuda
en su cuello la corbata
que tal vez le regaló un hijo
alguna tarde que no recuerda.
Pasa un peine por su pelo,
ordena su pelo frente al espejo
que no lo volverá a mirar.
Del Libro Hombre muerto (2007)
1
Para qué me miras cuándo vas a dejarme
Qué quieres ver qué quieres escuchar
Que ya no conozcas y no hayas visto más de un millón
De veces al levantarte al salir de la ducha
Después de lavarte los dientes
De frente y perfil me miras y con un espejo espías
La parte de atrás de mi cabeza lo que llamamos nuca
Nada nuevo bajo el sol nada nuevo bajo la ampolleta
De cien watts los mismos ojos de siempre la misma
Irritación en los bordes y para qué decir la papada
Idéntica como una gota de agua a otra gota de agua
Cayendo por la garganta de la llave del lavamanos
Entonces es mejor que dejes de hablar puro blabla
Por años como disco rayado como disco digital sombrío
Un poco de silencio que dure mil años un poco de
Humildad palabra desusada cuando te paras de frente
Y me interrogas con esa mirada que se me parece tanto
Tampoco estaría mal dejar de sentir unos dos siglos
Por lo menos tiempo suficiente para que alguno
O alguna se dé cuenta y lo agradezca
A quién le va a importar este atado de sentimientos
Blandengues si ya no le importó a nadie en los milenios
Que dibujaron el cielo con planetas y accesorios
Eso es un poco de silencio un poco de vacío que no
Insensibilidad palabra demasiado larga que nada tiene
Que ver con la ausencia de sentimientos como diría
Lihn en la celebración de sus cincuenta en el goethe institut
Y si no fuese suficiente para abandonar la obsesión
De mirarme cada mañana y cada noche como una luz
Que se enciende y se apaga sin interruptor
Prueba hacer sentadillas hasta que crujan los huesos.
23
Entonces éramos tan modernos
Que intentábamos seducir a las hijas
De los amigos y besarles la boca aterrada
Dar de puntapiés a las puertas
De las casas que osaban dormir en paz
Y destrozar con una navaja suiza
Los vestidos de cualquier pudor
Besábamos la boca sucia de rouge
De las adictas sin nombre ni hogar
Y jalábamos la tapa del excusado del bar
De la mala muerte
Entonces éramos tan modernos
Que poníamos sobre nuestro sexo
Las manos temblorosas de nuestras ahijadas
Y nos botábamos a dormir en las terrazas
Eramos tan libres tan poetas
Que nuestras bocas olían a letrina.
77
Yo también quise escribir la tierra baldía
Uno que otro soneto a orfeo
Una temporadita en el infierno
El hombre imaginario por lo menos
Me soñé un bandido poeta
Un bohemio de ajenjo y opio
Me vi a la manera del barbudo maricón
A la manera del pastor de ovejas
Una especie de copia al carbón
Del granuja en el hotel leningrado
De la pequeña argentina depresiva por qué no
Seguidor del tísico inglés romántico
Del que las emprendió con un aullido
Del ebrio de gales el de baltimore
El de la ligua escribí cuatro juramentos
Más tiesos que pata de perro muerto
Fríos gato por liebre sin asunto
Para terminar como empecé
Juntando palabras con los dedos del corazón.
83
Como decía en esos días el mundo
Se pulverizó frente a la ventana de mi casa
Pasaba horas en el cuarto de baño
Sentado sin hacer nada más que retorcerme los dedos
Las manos me dolían como atravesadas por clavos
No era un sollozo era un quejido que se revolcaba
Como animal herido como animal muerto en vida
La explosión destrozó todas las ilusiones
Una hilacha de sangre corría desde mis manos
Un río de manos chorreaba por mi sangre.
133
Lo primero que hice fue caminar
Más de seiscientos kilómetros ida y vuelta
Por el cuarto de cocina que no tiene
Más de seis o siete metros de largo
Me detuve sólo para rellenar
El vaso con el vino que salí
A comprar para él apenas colgué
El teléfono hasta vaciar la botella
Me miraban a la orilla del camino
Mujeres de delantales blancos
Hombres que pasaban montados
En sus bicicletas en sentido contrario
Me miraban los vecinos y mis hijos
Estáticos y mudos bajo el dintel
En el kilómetro seiscientos setenta vi
Las primeras luces
Que no eran faroles sino velas
Alrededor de su ataúd frío
Y no paré hasta llegar junto a la puerta
Que movía el viento como si fuera su madre
Lo segundo que hice fue acercarme
De puntillas y poner el vaso vacío
Sobre su pecho cerrar los ojos decirle
Que venía a despedirme aunque
No pudiera escucharme siquiera
Que venía a despedirme que me dejara
Llorar junto a su hermoso cadáver
Lo tercero es este absurdo poema.
SELECCIÓN DE Alejandro Lavquén
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