jueves, 18 de agosto de 2011

MIGUEL ÁNGEL BERNAT [4.455]



Miguel Ángel Bernat 



(Madrid, 1954) 
Sus profesores, Lourdes de Francisco y Antonio Morales, le acercan a la literatura y la poesía. De su mano, lee a Juan Ramón Jiménez y más tarde Antonio Machado y García Lorca. En estos años de infancia, es espectador admirado de las obras de la compañía de teatro infantil “El Ratón del Alba”, fundada por el director teatral Carlos Aladro. De su adolescencia y primera juventud, datan sus lecturas de Teilhard de Chardin, Lin Yutang, sobre Ramakrishna y Ramana Maharshi, del que traduce sus “Cuarenta versos o Ulladu Narpadu” y fragmentos de su opúsculo “¿Quién soy yo?”. Lee asimismo a D.T. Suzuki, “Ensayos sobre Budismo Zen”. Hacia 1980 traduce al poeta budista Ryokan, “Un vestido, un bol”. Y ya más recientemente poemas de Gary Snyder para el libro “La mente salvaje”, así como “Moral laica” de Robert Louis Stevenson. 

Sus libros de poesía incluyen: “Informe de la carretera abandonada”, “El refugio de las fieras”, “El río”, “Constelación”, “En la tierra”, “Almas distantes”, “Padre e hijo”, “En el viento”, “La belleza del silencio”, “Estela”, “Hojas de luna” y “Petirrojos de los tiempos modernos”. Asimismo es autor de varios cuentos, entre ellos “Cuentos de un mar antiguo”, “El buscador de perlas” y “La oración del árbol”. Su obra también se refleja en las antologías “Ocho poetas raros, conversaciones y poemas” y “Campo abierto, antología del poema en prosa en España”. 

Su voz no es una voz personal, no es brillante, sino gastada, como una puerta que el viento abre al anochecer. De uno de sus últimos libros proceden estas palabras: “Escribo con una letra que no es la mía, en un lenguaje que no conozco, poemas que dicen quién soy”. O también, sobre un cuadro de Pieter Brueghel, “Cazadores en la nieve”, estas otras: “Vuelvo a casa con los perros y los cazadores en la nieve, vuelo con las urracas en el cielo oscuro de nieve, patino sobre el hielo, no soy yo, soy otro, otra cosa, quizá soy, simplemente; Pieter Brueghel me ha llevado allí”. En sus poemas hay una entrega, “lo que somos no nos abandonará”, en sus poemas habita la tranquilidad. 





La muerte forma parte del paisaje. La muerte es 
una flor de la vida. 
¿No es así en el cuadro de Andrea Mantegna 
"El tránsito de la Virgen"? 
Los apóstoles parecen los pétalos de una flor. 
El canto de varios de ellos y el color del cielo nos llevan 
a la serenidad. 
La muerte, ¿no es el buen gesto que completa los afanes 
de una vida? 
La composición entera, la pena y la canción de estos 
hombres, la muerte como una muestra del carácter y 
temple de la mujer, ¿no erigen una rosa perenne? 








Una acuarela de Turner. Sobre la ciudad de 
Lausana. Una puesta de sol. El sol bañando 
en su luz a los ciudadanos. 
Antes de entregarse a la noche, portadora 
de paz, los hombres y las mujeres se bañan en 
esta paz del crepúsculo como verdaderos 
bienaventurados. 
Parecen ciudadanos de la paz, esa hermosa 
patria. Entregados a esa tarea fértil de 
vivir y recorrer las paces sucesivas. La paz 
de la mañana, de la tarde, del crepúsculo y 
la noche. Y Turner nos lo recuerda. 






Tengo el gato hexagonal: un lado es de color verde, es como una colina al atardecer. Se une al lado siguiente por un pequeño puente. Un puente casi sin luz a cualquier hora del día, en silencio siempre. La sombra del puente es el tercer lado, todo es negro ahí. En el cuarto lado del gato hace sol. En ese lado tiene los ojos. Hay allí unos árboles, un camino que se pierde en el lado quinto, pero no veo los ojos, quizás estén entre las hojas brillantes de ese pequeño roble. En el quinto recodo oigo una voz de mujer y me habla esto: -No tengo miedo de vivir aquí. El cuerpo de la mujer es el quinto lado. El sexto es su alma, no entre ventanas o rejas. Paseo y me muevo por y entre las aristas y sitios de este animal, sin decirle que estoy aquí. 






Mi familia vive en un castillo de cristal. Llevan allí cierto tiempo. Me escriben a veces. Les va bien. Mi hermano ha crecido mucho. Mi padre se sube a una escalera y baja a la noche, le sigue gustando comer arroz. El castillo está en lo alto de una colina. Hay un valle blanco a sus pies. Vuelan pájaros alrededor del castillo, pájaros ominosos, muy negros. Si uno de ellos se posa sobre las almenas, mi madre le limpia el polvo con un plumero. El pájaro la observa en silencio. Mi madre le dice cosas bonitas: -hola pájaro. 
En el valle no hay un sólo hueso de héroes que hayan intentado llegar al castillo. Todos los que han intentado llegar han llegado. Los que no resistieron el castillo murieron en él o lo abandonaron. A veces mi madre encuentra un hueso en la despensa. Acaso es un hueso de héroe. En el guiso de su caldero de oro echa ese alimento de sustancia fácil de describir. En el lento viaje de mi madre un héroe se podría estremecer. 






Miguel Ángel Bernat: <i>Estela / Hojas de luna</i> (Libros del Aire, 2011)
Poemas del libro, Estela / Hojas de luna (Libros del Aire, 2011) 

FRAGMENTOS DE ESTELA 

(…) 

La noche 
está en paz 

no encontraréis 
en este libro 
de la noche 
sino paz 

una suavidad 
entre 
las ramas 
de un mismo árbol 

estoy aquí 
en el aire de la noche 
sin mi cuerpo humano 
no sólo con él 
con mi cuerpo universal 

entre las flores de invierno 
los caminos de piedra 
y las huellas 
de la escoba en la arena 
sus humildes dibujos 

su inesperada caligrafía 
es un nuevo nido 
para el Señor 

(…) 

El presente es mi hogar 
este presente 
infinito eterno 

tan denso 
como la sangre 
ligero 
como pluma 

No me preocupa 
encajar 
la llave en la puerta 

la llave es mis pasos 
y la puerta 
cualquier rincón del camino 

como una gota 
en manos 
del buen arquitecto: 

el arco del puente 
logra completar el círculo 
gracias a lo que no recordaba: 
su reflejo en el agua 

(…) 

Sin necesidad 
de moverme 
escucho el silencio 
que me lleva 
hasta 
el último rincón 
del universo 

Todas las imágenes 
y pensamientos del mundo 
se reflejan y caben 
en una gota de agua 

al caer la noche 
la gota se evapora 
en mí 

En el silencio 
brillan como estrellas 
todos los poemas amados 

Miríadas y miríadas 
de pensamientos 
cascadas e inundaciones 
de ideas 
los pensamientos 
de toda la humanidad 
desde sus orígenes 

millones billones trillones 
de pensamientos 
un número inconcebible 
de pensamientos 
se remansa 
y alcanza la paz 

un momento de silencio 
que es como si pasara 
mi mano por tu frente 
puede lograr eso 



POEMAS DE HOJAS DE LUNA 

Toda la gente 
de la que nadie habla 
Viviendo 
mirando el sol 
diciendo hola 
cogiendo un resfriado 
cogiendo el autobús 
Viendo un cuadro 
leyendo un libro 
teniendo una revelación 
de su yo verdadero 
antes de morir 


No hay queja 
no hay conversación 
no hay pensamientos 
que manchen la noche maravillosa 



“Ésta es tu casa”, 
dice a la luna 
la gota de rocío 


Por la tarde, en el metro, 
junto a nosotros 
un hombre descalzo, 
quizá un franciscano, 
no tener yo limpia el mundo, 
sus pies confiados 
nos llevan a otro nivel 


A los pies 
de una figura de Buda 
espera el momento 
de ser cosido 
un botón 


La frescura de la mañana, 
la claridad del agua 
en el pecho del pecador, 
la luz de la piedad 
y de la luna 








Dad de comer a los animales. 
A las ardillas dad nueces y avispas. 
A los barcos mástiles y sal. 
A los orangutanes color marrón. 
A los gorilas color negro. 
A los soldados dad pan y un collar de perlas para que 
sepan regresar. 
A las vírgenes dad sed y agua. 
A las mujeres hijos y luz. 
A la amada el horror. 
A los hombres dad una isla. 
Al sabio un ataúd, no necesita más. 
Al ladrón dad una horca para que aprenda a sustraerse 
a la muerte. 
Al rey otra corona para que sepa que su reino no es de 
este mundo y tampoco del otro. 
A los que se alimentan de raíces y frutos dad raíces y 
frutos, pero advertidles que no han de envolverse de 
amor porque éste celebra la carne. 
A vuestro primer hijo dad un hermano para que no os 
anuncie que sois polvo y cenizas. 
A los gatos dad una habitación y él labrará allí, en cada 
paso, el templo que habitará después de muerto. 
A las montañas dad sus nombre verdaderos y así no 
bajarán a despedazaros. 
Al pobre dad sangre y carne y agua y seda para que 
sepa que todo es nada. 
Al rico dad ropas en jirones por las que el viento entre 
y dance para que sepa que nada es todo. 
A las corrientes de agua y a los ríos dad vuestra 
compañía para que su canto de agua se convierta en 
canto de carne. 
Si los dioses que habéis labrado os son adversos, sed 
generosos y destruídlos. 
Dad de comer a los animales. 
Si los dioses que os preceden y gobiernan os son 
adversos, os son propicios. 
Dad de comer a los animales. 
Si los dioses que habéis creado os son adversos, 
finalmente no tenéis por qué ir contra ellos, ¿por qué 
habríais de inquietaros? el daño que un hijo puede 
hacer a su padre no es un gran daño, lo sabe el padre. 
Dad de comer a los animales. 
Andad con cuidado en las encrucijadas, antes de partir, 
dad allí de comer a todos los animales. 

(extraído de "El refugio de las fieras")



Al cabo, una mujer encuentra mi mirada y algo 
que es suyo reconoce en mí. Su vejez, su juventud, 
algo suyo. Su soledad, su búsqueda, algo suyo. Que 
está en mí, acaso sin yo saberlo, que está en noso- 
tros ahora que nos encontramos, y ella lo ve y lo 
hacemos crecer, y yo lo busco y nos pertenece. Nos 
acercamos, con algo en nuestros ojos más próximo 
que el reconocimiento. 

Este encuentro, el reconocimiento de dos partes 
del mismo río que se pertenecen. Este encuentro, 
nacido de la sed, del azar, de otro azar que la sed 
inspira. 

Nuestro reflejo es orlado por las montañas. Altas 
en el agua, altas en el aire, calladas en el corazón. 

(extraído de "El río") 










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