Lucía Rosa González (1954, La Palma, Islas Canarias, España) ha dirigido la revista literaria Pequeños Poetas, los grupos de teatro El Roque y Ana Mª Samblás. Actualmente imparte clases de Lengua y Literatura en el Instituto Eusebio Barreto (La Palma). Ha publicado los libros de poemas Casta de rosas ausentes (CajaCanarias, Premio de Poesía "Pedro García Cabrera" ) De dónde el vuelo (Ediciones La Palma). Sueños de qué mundo (Editorial la Palma, finalista del Premio Internacional de Poesía de S/C de La Palma), El libro de teatro Otro son, otra danza (Centro de la Cultura Popular Canaria), los libros de cuentos infantiles Donde el volcán nace (Editorial Interseven), La niña de pimienta seca (Editorial Interseven), Javier es una estrella (Editorial Interseven) y el libro de teatro infantil Adónde van las brujas (Editorial Interseven).
Acaba de publicar el poemario PÁGINAS TRASLADADAS (Editorial IDEA, Año 2011)
LOS POETAS
Fue anoche que a mi sueño
entraron los poetas encendiendo una vela
para solidarizarse con la tierra,
ante el inminente peligro
que la amenazaba.
Tenían sus dudas los poetas;
sueño adentro, abordaban
a un meteorito responsable
de un posible temblor.
Llevaban torbellinos
de imágenes futuras en los ojos,
las pestañas marchitas
y el corazón abierto.
Era intuitiva su preocupación,
no científica, y, con el deseo
de aclarar dudas a la memoria colectiva,
quedaron solos
ante la leve luz lejana.
El alma de los poetas, tan amplia
y tan mágicamente iluminada,
puso la tierra en papel celofán.
Ante tal transparencia, la amenaza retrocedió.
Abrazándose, los poetas
sollozaron.
(Manifestaciones así, de gozo,
son casi intolerables para los poetas:
significa que las satisfacciones
permanecen en ellos un escaso segundo.)
Después, se consumió la vela. También la noche.
Solos como en la nada
vi que brillaban los poetas,
más tarde se esfumaron.
II
Al amanecer, los poetas
aún permanecían en mi sueño.
Respiraron arena
antes de que saliera el sol.
Vi cómo gateaban anegados
en urea y arrastrar sus testículos
en la sombra de la luna que se iba,
rastreaban el semen sudoroso
de un perro tísico.
—Juntos por los despojos,
por los malolientes despojos
de los perros, decían.
(Los poetas existen en la conciencia,
habitan en el subconsciente,
van a contracorriente,
silencian la normalidad
y hablan poco;
liban la escarcha de las rosas,
encienden los volcanes
con signos que el tiempo descifrará,
tiran piedras al mar
y escrutan las entrañas ocultas de la noche.)
Pude haberlos librado
de la visión apocalíptica de la tierra,
de la contemplación ficticia de sus almas.
Mas la pasión violenta de ese rato
diluyó
el encanto bestial de los poetas
transformados en voz,
felizmente ignorados por la muerte.
La imagen en mi sueño
se asentó tan intensa
que ahora que no están
la evoco y los contemplo
como contemplo el cerco
del cielo inalcanzable.
De Sueños de qué mundo
DEBE SER POR AHÍ
¿Dormir es estar muerto?
Pues hablemos del sueño.
De los barrancos
que nos despertarán
si corren por sorpresa.
De los escalofríos que sentimos
cuando reptamos en el fondo
con los gusanos
que se ahogarán sin duda.
Del coro de palomas que nos entran
volando por el pecho;
enfermarán de lodo,
de corazón, de vísceras, de escombros,
de rabia como perros.
Se infectarán
de nosotros que vagamos de noche
en el barro con los ojos abiertos,
esperando
inútilmente el sueño.
Debe ser por ahí la inexorable muerte.
Inédito
LA ESTRELLA POUND
“Ezra Pound: santo laico, poeta loco, murió
en Venecia en brazos de su hija. Sólo fue
un incendiario que trató de quemar el mundo
con sus versos.”
Manuel Vicent
Desde la estrella Ezra
Pound detecta su nota necrológica.
Enrejado en la jaula lee: Venecia.
El sublime final del universo
es un principio
de voces que nos mecen en el tiempo.
La eternidad eterna es un banquete.
Aunque el mundo está roto por las puntas,
él es el centro de la mesa tierra.
Pero es el ramo erguido continente,
los tulipanes rojos florecientes,
el brillo de los ojos,
de los ojos de Pound.
Degusta tulipanes en la cena,
en homenaje a D. H. Lawrence,
el centro de la cena
ya son los tulipanes de la boca,
y es Yeats la estrella de la noche
y es Dorothy la luna del jardín,
la luna del jardín de Pound.
Ya no hay jardín sin Dorothy
en los ojos de Pound.
Un rojo tulipán le sabe a Yeats,
a poema naciente,
el que transforma Pound, metaboliza,
corrige, imprime, reimprime,
versos del paraíso de los versos
son poemas del cielo de los mundos.
Pare Joyce el Ulises
y el universo mudo oye un canto
que es un reto del Pound abrazador.
La aceptación del reto de los otros,
el otro de los otros son el otro
tras los otros de Pound.
Navegamos tocados por los cantos del Otro.
No hay barreras para la estrella Pound:
los versos son la prosa del poema.
Dorothy, amante, tulipanes, Yeats,
los ojos milenarios del poeta
son la estrella exhibida, la estrella inofensiva,
con los ojos exentos de locura
en St. Elizabeth´s.
Enrejado en la jaula lee: “Eliot”
que comparte su jaula de poeta
porque el alma es así.
Y es miércoles ceniza color nube,
la biblia es la ceniza de los miércoles,
dice Eliot a Pound, el lanzador de estrellas.
¿Qué alguien que no es mono
canta un canto coherente,
doce años metido en una jaula
en St. Elizabeth´s?
Las voces que escuchamos
abriendo socavones en el tiempo,
¿proceden de los dioses de la jaula?
Si he de morir, oh, Pound, maestro mío,
con ojos, boca y manos
llenos de tulipanes,
la jauría celeste que nos ata,
doce años atada a la jauría
con la barba y los ojos de tus dones:
el don de tu locura visionaria.
Inédito
Manuel Vicent
Desde la estrella Ezra
Pound detecta su nota necrológica.
Enrejado en la jaula lee: Venecia.
El sublime final del universo
es un principio
de voces que nos mecen en el tiempo.
La eternidad eterna es un banquete.
Aunque el mundo está roto por las puntas,
él es el centro de la mesa tierra.
Pero es el ramo erguido continente,
los tulipanes rojos florecientes,
el brillo de los ojos,
de los ojos de Pound.
Degusta tulipanes en la cena,
en homenaje a D. H. Lawrence,
el centro de la cena
ya son los tulipanes de la boca,
y es Yeats la estrella de la noche
y es Dorothy la luna del jardín,
la luna del jardín de Pound.
Ya no hay jardín sin Dorothy
en los ojos de Pound.
Un rojo tulipán le sabe a Yeats,
a poema naciente,
el que transforma Pound, metaboliza,
corrige, imprime, reimprime,
versos del paraíso de los versos
son poemas del cielo de los mundos.
Pare Joyce el Ulises
y el universo mudo oye un canto
que es un reto del Pound abrazador.
La aceptación del reto de los otros,
el otro de los otros son el otro
tras los otros de Pound.
Navegamos tocados por los cantos del Otro.
No hay barreras para la estrella Pound:
los versos son la prosa del poema.
Dorothy, amante, tulipanes, Yeats,
los ojos milenarios del poeta
son la estrella exhibida, la estrella inofensiva,
con los ojos exentos de locura
en St. Elizabeth´s.
Enrejado en la jaula lee: “Eliot”
que comparte su jaula de poeta
porque el alma es así.
Y es miércoles ceniza color nube,
la biblia es la ceniza de los miércoles,
dice Eliot a Pound, el lanzador de estrellas.
¿Qué alguien que no es mono
canta un canto coherente,
doce años metido en una jaula
en St. Elizabeth´s?
Las voces que escuchamos
abriendo socavones en el tiempo,
¿proceden de los dioses de la jaula?
Si he de morir, oh, Pound, maestro mío,
con ojos, boca y manos
llenos de tulipanes,
la jauría celeste que nos ata,
doce años atada a la jauría
con la barba y los ojos de tus dones:
el don de tu locura visionaria.
Inédito
EN LO VERDE OCULTO
Mi caballo es el otro.
En lo verde distinto
del viejo limonero se detiene.
El caballo volando no es el mismo.
Aunque agita las alas,
finge que vuela
como diablo desnudo
en lo verde oculto.
Mas le pesa la cola.
Debería no mirarlo
y comerlo,
pero no sé cuál es éste o el otro.
Planea.
Apoya su pequeño corazón
en el aire
y besa mi mente con sus sinlabios
de insecto.
Se alimentará de mí como
de flor
y seré su gran gala.
A sus alas aspiro.
(Libélula)
De la revista literaria La fábrica
y la revista digital Hartz
Publicado por las afinidades electivas - España
LA LLUVIA HORIZONTAL
La lluvia horizontal
engulle la montaña.
La montaña está dentro
del vientre de la lluvia.
Su organismo de lluvia
rebosa tierra oscura.
Entonces, nuestros pasos
de niña en la montaña,
¿caminan en la lluvia?
¿Resuenan con la lluvia horizontal?
¿Llegarán al océano?
¡Los pasos son tan cortos! ¿Se ahogarán?
Demasiado voraz es el océano.
Oh, lluvia engullidora,
los nidos de las grajas,
¿están en esta lluvia que es tu savia?
El orín de los perros de montaña,
¿cae desde tu nube?
¿Y el canto de los mirlos?
En la errancia de seres tan dispares
por el tiempo borroso,
¿existe concordancia?
SONIDO DE ÁRBOL
Hueco cielo profundo,
¿te quedaste sin fondo relumbrante?
¿A quién cediste tu honda resonancia?
¿A este viejo castaño lapidado
por niños invisibles o verdugos?
¿A este viejo castaño
cuyas hojas descienden y se alzan
en posición de ola
sobre el barranco?
La noche alzó su lengua lamedora
hacia las crespas piedras.
Podría haberse oído el ruido del arroyo,
pero el arroyo solo discurría
como filo de viento en nuestra mente.
¿Acaso el pensamiento del castaño
trascendía la sed,
inventándose el agua inexistente
como arroyo de sueño
en nuestra mente seca?
Las piedras retumbaron
en el hondo barranco.
¿Lo que se oyó fue el cielo?
¿Su carcajada?
¿O fuiste tú, castaño?
SOGAS
Son sogas anudadas.
¿El fuego de los tiempos las desata?
Los nísperos, la fruta, la acritud,
¿pueden romper los nudos?
Las hojas de los nísperos,
que caen encorvadas
sobre la piel crujiente de las niñas,
¿describen cicatrices?
Sogas inexorables.
Prohibido tocar hojas.
¡Prohibido tocar piel!
En el lugar del crimen,
corretean la cabra y los cabritos.
Si el lobo los devora, ¿volverán?
En tu cerebro ocultos, encendidos,
como arcos voltaicos,
¿y los devorará?
¿Es el infierno, dios?
Pues permita que el fuego
queme los crudos nudos.
¡Sonoros latigazos!
No hay más recuerdos nítidos
en el tiempo musgoso.
LA BRUJA TOCADORA
La mujer del clavel en la garganta.
Mujer o salamandra.
La bruja tocadora.
Con el ganado fiero guardado en su maldad
es una rigidez sobre los besos
tan tiernos de las niñas.
¡Vieja gata que araña!
¿Ejércitos de alambre tus pezuñas?
¿Son uñas o pezuñas?
Las lapas afiladas de tus patas
hacen burbujas frías con mi sangre.
Salve, bruja de hierro.
Ahora que mi infancia se diluye,
¿harás que brille el diablo del espejo?
LEJANA CALIDEZ
Lo oí antes del alba:
un llanto no creado con el mundo.
La figura de un cactus
con algo entre sus púas
goteaba incesante. ¿Ese era el llanto?
Antes del nacimiento,
en el barranco seco,
el eco de las grajas en los riscos
erizaba las viñas y la higuera.
La piel de las ortigas avivaba
la urticaria del viento.
El granzón de la tierra
punzaba el nacimiento.
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