jueves, 30 de abril de 2015

LEONTIA FLYNN [15.830] Poeta de Irlanda del Norte



Leontia Flynn 

(Nacida en 1974) es una poeta de Irlanda del Norte. Ella creció en Ballyloughlin, al sur del Condado de Down, entre las ciudades de Newcastle y Dundrum, cerca de la reserva natural de Murlough y Royal County Down Golf Club.

Estudió Literatura en Inglés de Queen University de Belfast, seguido de una maestría en la escritura y la política cultural de la Universidad de Edimburgo. Más tarde regresó a la Reina para completar un doctorado.

A partir de febrero de 2014, que es el poeta Seamus Heaney-in-Residence en el Hotel Bloomsbury en Londres.

Flynn ganó un Premio Eric Gregory en 2001. Su primer libro de poemas These Days (Jonathan Cape) se publicó en 2004 y ganó el Premio de Poesía Adelante a la mejor primera colección. También fue finalista del Premio Whitbread Poesía.

Bibliografía:

These Days Jonathan Cape 2004. ISBN 0-224-07197-1.
Drives Jonathan Cape 2008. ISBN 0-224-08517-4.
Profit and Loss Jonathan Cape 2011. ISBN 0-224-09343-6.


Hay pájaros en mi cuento

En el linóleo naranja y marrón que reviste el cuarto de juegos
mi yo infantil está jugando (pues sí) con muñecas.
Una ola de ternura salada se lleva a mamá de donde está,
la arrastra de golpe a una orilla lejana y vertiginosa
para devolverla a su lugar cuando le pregunto ¿puedes silbar?

Desde que cayó por la madriguera de conejo invisible
(a través del aislamiento, la histeria y los Cuentos de viejas)
para convertirse en madre y ama de casa, todo ha sido un poco raro.
Contempla un momento a su hija gordita, la penúltima,
luego frunce los labios: fiu-fiu, fiu-fiu, fiu-fiu.

Fiu-fiu, fiu-fiu, fiu-fiu, fiu-fiu, fiu-fiu.
En la descripción del puesto de trabajo se establece claramente
que cuando una niña pequeña te solicita que silbes, accedes.
Y mi respuesta épica cuando para y me pregunta por qué:
sigue silbando, mami, hay pájaros en mi cuento.

Desde que mi madre pasó a través del espejo invisible
a la maternidad a tiempo completo, cada día una corriente distinta erosiona
su noción de sí misma – pero ¡sí! piensa, ¡claro que hay pájaros!
Virando tierra adentro, todo alborozo y brillantes ojos hambrientos
bajo el sol del mediodía, volando sobre el estuario, ligeros como chispas.

(Leontia Flynn en Profit & Loss, Jonathan Cape, 2011)
(traducción de Steve Burdiel y Ángel Talián)



There’s Birds in my Story

On the orange and brown linoleum lining the playroom
my infant self is playing with (that’s right) dolls.
A wave of salt tenderness picks up my mum where she stands,
carries her off with a lurch to some far, giddy shore
then sets her back on her feet when I ask can she whistle.

Since my mother fell down the invisible rabbit hole
(through the isolation, hysterics and Old Wives Tales)
into stay-at-home motherhood, things have been pretty weird.
She regards for a beat her fat second youngest child,
then purses her lips: ‘Whee-whee, whee-whee, whee-whee.’

‘Whee-whee, whee-whee, whee-whee, whee-whee, whee-whee.’
The terms in the job description clearly state
that when a small child requests whistling, you oblige.
And my epic response, when she stops to enquire just why:
Keep whistling, mummy, there’s birds in my story.

Since my mother stepped through the invisible looking glass
into full-time mum-dom, each day some current frets
at her sense of self – but yes! she thinks, there are birds!
Wheeling inland, all whoops and bright hungry eyes
in the noon light, over the estuary, flying lighter than sparks.


El disquete 

Príncipe entre los nombres imprecisos, el disquete
yace varado, entre nubes de polvo, en el primer cajón de la mesa.
Un náufrago en una playa de clips
o bajo un viejo extracto bancario – los pequeños importes
menguando a poco, luego a menos, luego a nada de nada.

Qué joven es para estar tan anticuado.
La pestaña metálica brilla todavía, la suave cubierta negra
elegante como un traje de mujer o un bolso de noche.
Lo cogeré con el pulgar y el índice
y lo introduciré con un clac en la ranura rectangular.

Del oh-tan-reciente y asombrosamente inútil pasado;
el momento anterior al momento anterior a ahora
cuyo código se ha perdido. Las palabras que golpeaban parpadeantes
como un pájaro frenético contra el cristal de la ventana
conducen de vuelta al gesto de la mano

suspendida sobre el teclado, como el espíritu sobre el agua.
Como los gritos y quejidos que surgen de la mina
tras el chasquido de la viga, el disquete
es la carta de amor encerrada en su sobre todavía.
Es la lápida – en blanco – que marca su extraña tumba.

(Leontia Flynn en Profit & Loss, Jonathan Cape, 2011)
(traducción de Steve Burdiel y Ángel Talián)


The Floppy Disk

Prince among misnomers, the floppy disk
lies stranded, in drifts of dust, in the top desk drawer.
A castaway on shingly paper clips
or under an old bank statement – the small withdrawals
dwindling to little, then less, then nothing at all.

How young it is to be so obsolete.
The stainless-steel clip shines, the neat black case
still sleek as a woman’s suit or evening purse.
I will take it between my finger and my thumb
and post it with a click through the squarish slot

Of the oh-so-recent, stunningly useless past;
the moment before the moment before now
whose code is lost.  The words that tapped and flashed
like a frantic bird against a window pane,
translate back to the gesture of the hand

stalled on the keys, like the spirit on the water.
Like the shouts and groans that issue from the mine
after the prop has snapped, the floppy disk
is the love-note still sealed in its envelope.
It’s the marker – blank – above its own strange grave.



COLETTE 

i.m. Séan Milne

Desde que su nombre cayó como una losa en aquella conversación de mujeres
el fantasma de la hermana de mi madre me persigue.
Se me aparece desde 1939
con un vestidito blanco y merceditas impecables
agarrando los guantes que se le caerán en la calle Donegal.

Se agacha a recogerlos. La calle Donegal, el Oeste,
es una habitación vacía en la Casa de la Historia de mi familia:
el silencio femenino, el lugar sellado de la ciudad.
Se baja de la acera, en esas calles de 1940 donde ya circula
algún que otro camión. Mi madre nace un año después.

Justo un año después, el mismo día. Su tarta de cumpleaños
está glaseada de negro y endulzada con cenizas negras;
las llamas de las velas son puntos de oscuridad
tan apagados como los ojos de su hermana muerta aquel día
en la calle Donegal. El nombre que cantaron: su nombre.

Colette, Colette. La expiación de mi abuela
para tan escandaloso desconsuelo
es postrar su vientre, como una flor, en el altar del cielo.
La Virgen sonríe y se inclina a consolar su frente.
Tras mi madre, da a luz a siete hijos.

Colette, Colette: tu nombre es un hipido de dolor,
un golpe sordo dentro de un armario vacío.
Semilla de la pérdida, que brota más allá del día
en que enterramos tus zapatitos, amarillos ahora con los años,
como un parto de nalgas en la tierra de la tumba de la abuela.

 (Leontia Flynn en Profit & Loss, Jonathan Cape, 2011)
(traducción de Steve Burdiel y Ángel Talián)


COLETTE

i. m. Séan Milne

Since her name dropped like a stone in the women’s talk
I am haunted by the gohst of my mother’s sister.
She comes to me out of 1939
in a little white dress and and pristini Mary Janes
clutching the gloves she’ll drop on the Donegall Road.

She stops from the kerb. The Donegall Road, the West,
is a disused room in the family’s House of History:
the distaff wing, the city’s sealed-off place.
She steps from the kerb to the not-quite-lorry-free roads
of 1940. Next year my mother is born.

Next year to the day. My mother’s birthday cake
is iced in black and sweetened with black ashes;
the candle-flames are little points of dark
as dim as her dead sister’s eyes that day
on Donegall Road. The name they sang: her name.

Colette, Colette. My grandmother’s atonement
for being so provocatively bereaved
is to lay her womb, like a flower, on heaven’s altar.
The Virgin smiles and leans to soothe her brow.
After my mother, she begets seven sons.

Colette, Colette: your name is a hicup of grief,
and a hollow knowck inside an empty closet.
A sede of loss, it sports beyond the day
we tuco your little shows, now yellow with age,
like a breech birth in the soul of granny’s grave.

CARL DENNIS [15.829] Poeta de Estados Unidos


Carl Dennis

Carl Dennis (nacido el 17 de septiembre 1939), es un poeta americano y educador. Su libro    Practical Gods ganó el año 2002 el Premio Pulitzer de poesía.

Nacido en St. Louis, Missouri, el 17 de septiembre de 1939, Dennis asistió a Oberlin College y a la Universidad de Chicago antes de recibir su licenciatura de la Universidad de Minnesota en 1961. En 1966, Dennis recibió su Ph.D. en literatura inglesa de la Universidad de California, Berkeley. Ese mismo año se convirtió en profesor asistente de Inglés en la Universidad de Buffalo, donde ha pasado la mayor parte de su carrera. Dennis también ha sido miembro de la facultad del programa de posgrado en Warren Wilson College. 

Dennis ha recibido varios premios por su poesía, además del Premio Pulitzer, incluyendo una beca en el Centro de Estudio de Rockefeller en Bellagio, Italia, una beca Guggenheim (1984), un Fondo Nacional de las Artes Fellowship en poesía (1988), y el Premio de Poesía Lilly Ruth (2000).

Dennis es el hermano del compositor estadounidense Robert Dennis.

Bibliografía:

A House of My Own (George Braziller, 1974)
Climbing Down (George Braziller, 1976)
Signs and Wonders (Princeton University Press, 1979)
The Near World (William Morrow, 1985)
The Outskirts of Troy (William Morrow, 1988)
Meetings with Time (Viking Penguin, 1992)
Ranking the Wishes (Penguin, 1997)
Practical Gods (Penguin, 2001)
Poetry as Persuasion, an Essay for Writers (University of Georgia Press, 2001)
New and Selected Poems, 1974-2004 (Penguin, 2004)
Unknown Friends (Penguin, 2007). ISBN 978-0-14-303875-7.



El dios que te ama

Debe ser inquietante para el dios que te ama
Sopesar cuán más feliz serías hoy
Si hubieses podido avistar tus muchos futuros.
Debe ser doloroso para él verte los viernes por la noche
Conduciendo a casa de la oficina, satisfecho con tu semana –
Tres buenas casas vendidas a familias dignas de ellas –
Sabiendo como sabe perfectamente qué habría pasado
Si hubieses ido a por tu segunda elección en la universidad,
Conociendo el compañero de cuarto que se te habría asignado
Cuyas ardientes opiniones sobre pintura y música
Habrían prendido en ti una pasión de por vida.
Una vida treinta puntos por encima de la vida que vives
En cualquier escala de satisfacción. Y cada punto
Una espina en el costado del dios que te ama.
No quieres eso, un hombre espiritual como tú
Que intenta salvar a su esposa de las decepciones del día
Para que pueda guardar su empatía para los niños.
¿Y querrías que este dios comparase a tu mujer
Con la mujer que estabas predestinado a encontrar en el otro campus?
Te duele pensar en él tras la conversación
Que habrías disfrutado allí valorándola mejor
Que la conversación a la que estás acostumbrado.
Y piensa cómo este amante dios se sentiría
Sabiendo que el siguiente hombre en la fila para tu mujer
La habría satisfecho mucho más de lo que tú nunca podrás
Siquiera en tus mejores días, cuando te esfuerzas de veras.
¿Puedes dormir por las noches sabiendo que un dios así
recorre su habitación de nubes, atormentado por las posibilidades
de las que tú te libras por ignorancia? La diferencia entre lo que es
y lo que pudo ser permanecerá viva para él
incluso después de que dejes de existir, después de que cojas frío
al correr en la nevada a por el periódico de la mañana,
perdiendo once años que el dios que te ama
se sentirá obligado a imaginar escena por escena
a no ser que vengas al rescate imaginándole
no más sabio de lo que tú eres, para nada divino, sólo un amigo
no más cercano que el amigo real que hiciste en la universidad,
al que no has escrito desde hace meses. Siéntate esta noche
y escríbele sobre la vida a la que puedes referirte
con total autoridad, la vida de la que has sido testigo,
que desde tu punto de vista es la vida que has elegido.

(de Practical Gods, de Carl Dennis, Penguin Books, 2001)
Traducción de Ángel Talián.




The God Who Loves You

It must be troubling for the god who loves you
To ponder how much happier you’d be today
Had you been able to glimpse your many futures.
It must be painful for him to watch you on Friday evenings
Driving home from the office, content with your week—
Three fine houses sold to deserving families—
Knowing as he does exactly what would have happened
Had you gone to your second choice for college,
Knowing the roommate you’d have been allotted
Whose ardent opinions on painting and music
Would have kindled in you a lifelong passion.
A life thirty points above the life you’re living
On any scale of satisfaction. And every point
A thorn in the side of the god who loves you.
You don’t want that, a large-souled man like you
Who tries to withhold from your wife the day’s disappointments
So she can save her empathy for the children.
And would you want this god to compare your wife
With the woman you were destined to meet on the other campus?
It hurts you to think of him ranking the conversation
You’d have enjoyed over there higher in insight
Than the conversation you’re used to.
And think how this loving god would feel
Knowing that the man next in line for your wife
Would have pleased her more than you ever will
Even on your best days, when you really try.
Can you sleep at night believing a god like that
Is pacing his cloudy bedroom, harassed by alternatives
You’re spared by ignorance? The difference between what is
And what could have been will remain alive for him
Even after you cease existing, after you catch a chill
Running out in the snow for the morning paper,
Losing eleven years that the god who loves you
Will feel compelled to imagine scene by scene
Unless you come to the rescue by imagining him
No wiser than you are, no god at all, only a friend
No closer than the actual friend you made at college,
The one you haven’t written in months. Sit down tonight
And write him about the life you can talk about
With a claim to authority, the life you’ve witnessed,
Which for all you know is the life you’ve chosen.



Invitación

Esta es tu invitación para el acto del Noveno Grado
de la Escuela Secundaria Jackson Park
8.00 p.m., noviembre 17, 1947.
Macbeth, obra de William Shakespeare
y dirigida por el Sr. Grossman y la Sra. Silvio
puesta en escena por el curso de arte de la Srta. Ferguson.
Bastante esfuerzo se ha puesto en ello.
Docenas de alumnos optaron por quedarse después de clases
semana tras semana junto a sus profesores
justamente por montar esta única función,
un regalo para sacarlo un instante de lo usual.
Aunque Ud. se haya mudado deseará retornar.
Jackson Park queda, si acaso lo ha olvidado,
al final de calle Jackson arriba en la colina.
Si duda recordará que Macbeth trata de la ambición.
Es la pieza para Ud. si acaso ha intentado
alcanzar la meta a como dé lugar. Y si así no ha sido
de seguro le hará sentirse satisfecho.
Poco tiempo que perder queda a la llegada.
Tantos caminos ya listos están para llevarte
dentro del vacuo mundo al que llegas cegado con promesas.
Muy poco ha de volverte a aquello que has perdido.
Solo trata de llegar temprano.
Declárate esta vez enfermo en el trabajo.
Pospone vacaciones uno o dos días.
Prepárate a encontrar la ruta abandonada,
las señales de tránsito oxidadas, la escuela a oscuras,
las puertas cerradas, las ventanas quebradas.Así es como la ingresado el desafío.
¿Supones que el país pudo ser conquistado
si acaso los pioneros no querían estar solos?
En algún sitio los alumnos leen los diálogos
que no puedes recordar. En algún lugar, hace unos días
la invitación se fue, esta única que lees
en tu falda en el ático, el contenido de un baúl
apilado a tu lado. Olvida el pasaporte.
No requieres ya mismo viajar hacia París.
Europa se será aún más bella
una vez que completes el viaje comenzado
hoy.

(De Meetings with Time, 1992)



Parque Delaware, 1990

Estos cinco estudiantes de la China
que preparan su almuerzo en un rincón del grill
tal vez intentan resistir la gran tentación
de sentirse huérfanos, recordando a sí mismos en cambio
como también a veces en casa estaban solos
y alegres de ser olvidados por la autoridad.
Este país, podrían comentar,
tal vez hizo sentir tan extraños
a los colones que primero llegaron de Europa,
los extraños que vendieron sus viejas tierras en la patria
por un pasaje hacia una tierra de la cual cuanto sabían
eran solo rumores. Tal como a los indios
que sabían lo que el suelo significaba para ellos
al despertar con la vista de los cerros
camuflada por claros, graneros y hortalizas.
Este parque podrá ser
aquel donde sus niños jueguen
como si los bancos fueran hechos para ellos,
como si poseyeran el sol y las nubes,
como si la lluvia, así la única que comienza ahora a caer
los decepcionara solamente como un amigo podría
por razones que aceptan sin saber.
Este día, podrían comentar
mientras juntan sus mantas, no prueba
que la vida es aquí fría e inhóspita.
El hombre que los mira hace una hora desde el banco
un día no será ningún misterio.
Será posible entender lo que está pensando
así como podrían entender los pensamientos de un extraño en la China.
Hoy día el parece saber, confiado y lejano.
Un día podrá verse confuso y delicado
en busca de auspicio. Y seguirán su camino
Con esa compasión que ahora no pueden ofrecer.

(De Meetings with Time, 1992)



Tía Celia, 1961

Una vida sin desasosiego, esto es algo
que deseo predecir a un generoso
valiente joven como tú. Mas para ser feliz
necesitas de suerte, aquella que yo tuve
en hallar a tío Harry tras haber renunciado
a encontrar un hombre que me cortejara.
Aquela suerte ciega al visitar una prima en Pittsburgh
la primavera de 1930, en seguirla
camino a la lectura en el club socialista,
en sentarme atrás del hall junto de la salida,
en ignorar mi charlina y correr a buscarla,
en chocar en la silla, en caer.
Una torpe niña impulsiva ayudada de paso por un hombre
que se volvió alegre y filosófico.
No fue gratitud cuanto entonces sentí y ahora siento.
Más bien una mezcla de asombro, de alivio y de temor
Al pensar en la joven que era entonces
con esa suerte que la mayoría tiene,
de perder por pulgadas el encuentro fortuito,
la charlina no descuidada, la reunión cancelada,
el viaje a Pittsburgh pospuesto una semana
para así estar en casa en el día de su madre.
La gente te dirá que hay muchas buenas vidas
en espera de cualquiera, cada una magnífica en su propio sendero
y quizá estén en lo cierto, pero en mi opinión
la una está a kilómetros por sobre las demás.
De otro modo no me habría sido tan fácil encontrarla.
De otro modo aquellos que de ella carecen
no podrían contarnos tan claro de su pérdida
mientras sigan viviendo de lo mejor posible
sin quejarse. Nobles vidas; y hermosas,
y felices como mejor lo pueden.
Mas para la felicidad inmerecida,
No es posible buscar ese tipo de suerte,
aquello es algo diferente.

(De Ranking the wishes, 1997)




Todo cuanto he deseado

Quién diría que Mrs. Gottlieb, una mujer de espíritu
no tenía razón al decir a nuestro curso del liceo
que la gente lograba cuanto en verdad quería
tal como en su caso, al menos, y en el mío.
Habría aprendido griego de habérmelo propuesto
El diccionario y la Gramática en mi estante
fueron así símbolos de un deseo no tan fuerte
como para ponerlo en práctica. Debí haber ido a Bali
y ver la danza del fuego que describió mi amiga
tan vívidamente que adquirí un mapa de la isla,
folletos de estadía, una remera de algodón para el clima.
Tal vez pensara que habría sido más aquí feliz
haciendo otras cuestiones, algo menos pesado que viajar,
algo más. Tal vez yo no deseaba esa otra elección
de amante compañía con tanta intensidad
para hacerla a ella quedarse.
Tal vez quería los siete años de retiro que siguieron.
Es como si hubiese querido explorar lo que fuera
que estancaba el flujo del sentir desde el corazón
a la lengua con sólo esforzarme,
podría haber extraído el cieno de la corriente de la vida.
Debo haber tenido otros proyectos en mente,
otras ideas para ordenar las necesidades de mi especie
de acuerdo a una fórmula personal no puedo ya llamar a gritos
pero que sin duda pude si lo hubiera querido.
Debo querer mantener esta cuestión abierta
como el asunto del que igual soy el jornalero
que da cuenta del trabajo en la viña al romper el alba
o aquel que sin excusas se rezaga al crepúsculo
esperando que este sea el lugar donde el último sea el primero.
Debo alegrarme de ignorar si mi paseo esta tarde
marca el fin de un día completo o de un día de espera.
Debo alegrarme que la bandada de gaviotas
graznando sobre la escuela en formación cerrada
pareciera apartada de su azul mundo propio
sin llamarnos a retiro en medio de la acción.

(De Ranking the wishes, 1997)




Entero

¿Debo renunciar a la salvación
y suponer que la unidad de la vida no es la misma
que siempre he asumido, pero las veinte casas
que se alzan en mi cuadra? ¿Cuál casa guarda las horas
requeridas cada mes por la única conciencia de la cuadra
que no quiere ser la imagen entonces, mientras se rellena la ranura?
Confortable entonces despertar antes de la caída
y ojear la luz tras las cortinas
siempre prendidas en los estudios de mi vecindario,
prueba de que la cuota de temprana escritura en el bloque
va camino a su término y yo puedo dormir
o conducir al mercado campesino en busca de mercadería
desde que el comprar es también una categoría de acción inusual
y los espacios continúan en blanco sobre la plancha del contrato.
No es necesario ser el primero, no es necesario aumentar
el margen de experiencia más allá de lo dado.
Una vida sin emulación, una muerte que es tranquila
en tanto acepto el fin de mis muchos proyectos
y mis sueños de gloria. La calle
me sobrevivirá. Mi sombra retornará a ella
y mi alma también, aunque más pequeña de cuanto imaginaba,
no más grande que ese saltamontes sobre un arbusto del camino
que ayuda a un jardín a hallar su cuota de chirridos.

(De Ranking the wishes, 1997)




El crepúsculo

Ahora que un año ya ha pasado desde que tu enemigo
de la infancia, la implacable diabetes,
finalmente te derrotara, es tiempo que aparezcas
en los sueños, tu visión recobrada, tu molesta barba
en paz estilizada, tus cejas de profeta
arrugadas ya antes por la injusticia del mundo,
suave, como ocupas una silla junto al lecho.
Habrás que contarme del alivio que sentí
cuando tu corazón renunció tras un día de hospital
fue algo natural, natural para un amigo
contento de que le hayas dado el sueño por fin
a un cuerpo que nunca fue leal,
a un sirviente tramando aún nuevas traiciones.
Con las suaves maneras de doctor junto a la cama, dirás
que si acaso te envidiaba una porción extra de simpatía
no tenía por qué avergonzarme.
Tu soledad debió parecerme un foso
muy grande de llenar, en tanto los deberes más factibles
pedían la atención, y yo quise hacer la diferencia
para ver en aquellos en mi entorno la prueba de mi poder.
Ya es tiempo de arrepentirse, tu fantasma ha de explicar,
y tiempo de creer que el futuro ofrece alternativas
más amplias que aquellas ya ofrecidas
para hacer correcciones y seguir.
Estoy escuchando el discurso que hube de hacerte
acerca del perdón que en tu corazón había
aún si yo estaba lo suficientemente bien para desear
simplemente pasar mi tiempo libre en un compañía más alegre.
Con amigos sin retrospectiva, distantes, postrados a la muerte,
está vinculando mi error al error que Milton, tu héroe,
atribuyó a la pareja que destruyó el Paraíso.
La herencia, estoy esperando decirte, está compuesta
por muchas voces, y de estas una sola
podrá etiquetarse como derrota, una voz egoísta
pidiendo por el suelo en un coro de voces
cuando el alma se convoca lo bastante alejada de la calle
para oírse a si misma debatiendo.
Sólo un acicalado locutor que alega
que el ajeno sufrimiento es un lozadal
merece evitarse, como sea puras nuestras intenciones.
Una voz que más a menudo de lo creíble
cae para persuadir a los otros, y cuando así sucede
las hojas entonces se sienten pequeñas y mezquinas.

(De Practical Gods, 2001)




En el bus a Utica

Hasta hace un año conducía yo mismo a Utica
como siempre lo he hecho al ir donde tía Jeanninne.
Mas desde el último verano, y por una mala experiencia
con alienígenas, prefiero el viaje en bus. ¿Cree Ud.
que seres más avanzados que nosotros de cuando en vez
nos visiten desde algún lugar del universo?
Tampoco yo, hasta que la experiencia me indicó lo contrario.
Fue una noche del último otoño tras la sesión del Rotary.
Me había quedado, maestro de capítulo, a corregir mis notas,
así que no me sorprendió al llegar al estacionamiento
ver solo mi auto, aunque las sombras
sostenidas sobre él y una fuerte fragancia que no supe definir
-picante, cenicienta, metálica- fuera algún indicio.
Mis pensamientos iban a cualquier lado
reviviendo en la sesión el voto de ayuda a un restaurante
a inaugurarse en cierto barrio peligroso.
Así que el elemento de sorpresa era de aquellos cuatro,
tres que me empujaron al abrir yo la puerta
y uno que nos condujo hacia afuera del pueblo
hasta un claro donde había una nave de tres patas
grande como un van detenido. En su luz azul verdosa pude
ver bien sus rostros. Iguales a los nuestros
pero con ojos más grandes y brillantes e irregulares frentes
con mechas desde las cejas y cabellos de erizo.
No mostraron rudeza ni gritos ni empujones.
Sólo gestos muy suaves indicando sentarme
y mantener la calma al subir en silencio a la nave nodriza.
Recuerdo luces rojas en el andén de entrada
un hall oscuro, una sala con camilla donde al fin entendí
justo antes de bajar que no habría discusiones
ni sombra de dudas sobre el destino del universo,
ni mensajes que entregarles a mis buenos terrícolas.
Al despertar de la droga que me dieron
estaba en mi carro en el parking del Rotary
con una gran jaqueca como si me hubieran fuertemente
masajeado una semana algún par de gigantes. Ahora ya estoy bien
a pesar que mi idea de la vida fue alterada. Jode
pensar que los seres nos hayan elegido a nosotros, seguros y pedantes
Cuanto podrían sacar: lo mismo que conocemos
de lombrices marinas disecadas o bandadas de gansos.
Pensemos que su ciencia es al menos pura
no la búsqueda de una colonia en la Vía Láctea.
¿Cree Ud. que me hayan insertado un micrófono?
¿Por eso está callado? El temor será más dañino
que ellos mismos. Sea valiente. Ábrase.
Cuénteme algo que no confesará a sus amigos.
Sin duda lo verían como un extraño, excéntrico.
Si Ud. espera un diálogo aún más agradable,
más sensible que este que sucede
sentado junto a Ud. en un bus destartalado,
podría estar de acuerdo. Alguna vez también así esperé.
Ahora, puede ver, agarro lo que venga.

(De Practical Gods, 2001)




Piedras sepulcrales

Es fácil reírse de los tumbas en su afán de impresionarnos,
pero no de las lápidas modestas con sus breves inscripciones:
“amada esposa”, “amado esposo”, padres o hijos
o amigos. Una piedra en el Parque Forestal de Buffalo,
justo a pasos de la tumba de Millard Fillmore,
dice apenas. “No está aquí, no está aquí”,
bajo el nombre de una dama, sin fecha de nacencia o de muerte,
no está aquí si buscas su espíritu, nos dice la más simple lectura,
habiendo ascendido su espíritu a su verdadero hogar.
Además la connotación de la frase altera el modo
de la cierta finalidad del deseo: orar.
Pueda su esencia estar activa en una paz cualquiera
no enterrada aquí. Es eso o el llanto por la pérdida:
En cualquier lugar que ella esté, no está aquí ya no está
vivida y sana, fundiendo una luz alrededor
por arreglar nuestros espíritus. Como si en las piedras tan desgastadas
para leerlas, su silencio pidiera abandonar las ganas de recordarlos
y concentrarse en el deseo de yacer
calmados en sus lechos mortuorios, a los transeúntes, amigos y familia
que aprisionan el suelo en postrer bendición.
Cualquiera podrá atestiguar del final, o no hacerlo.
Podrá visitar la tumba y tratar ciertas cosas privadas.
Ahora que estás lejos puedo perdonarte.
O ahora que estás quieto puedes tú perdonarme.
Sólo una parte de mí estuvo en contra tuyo.
Lo mejor se mantuvo al lado de los otros,
y estaba casi lista para salir a la escena
al llegar el momento y dar un discurso tan sincero
como agrias palabras que a codazos tomaban la tribuna.
Escucha. Puedes dormir más tarde. Mientras no ayudes
el sueño no te alcanzará de forma alguna
si aún eres la persona que tú solías ser
y entiendas cuánto se te necesita,
cómo una señal tuya podría liberarme.

(De New Poems en New and Selected Poems, 2004)




Buenos Modales

Ninguna nota en este libro de la temprana conquista de América
comprado en el aeropuerto, así no hay manera de saber
a cuál tribu se refiere cuando menciona a una
que creía que los cansados extranjeros caras pálidas
habían cruzado el mar para aprender buenas maneras.
Pero cualquiera sea su nombre, asumiendo la exacta afirmación,
habrán sabido de su error en uno o dos meses.
Ningún hecho, sólo interpretaciones, como dice Nietzsche,
pero algunas interpretaciones concluiremos
mientras otros permitan continuar a nuestra tribu
haciendo lo que mejor saben hacer, nuestros curas y profetas
transmitiendo buenos modales a la próxima generación
como pasos de un baile o receta de un elixir.
Gracias por venir a visitarnos de tan lejos esta tarde
por la cena de tortillas de pescado, nueces y cerezas.
Tomaremos vuestro silencio como tímida aprobación
Tomaremos vuestro rechazo a una repetición
como falta de preparación, no de intenciones.
Desean ser educados, pero no saben como.
Y si algún error de cálculo
que delate una intención de hacernos daño
creemos que son capaces de arrepentirse a tiempo.
Esta es la tienda donde pasarán la noche
soñando con la aprobación de vuestros dioses
así como nosotros en los suyos.
Que tengan buenas formas más altas que conversiones
que crean poseer todos los cultos a manejar
y agradezcan que otros dioses les tiendan una mano.
Esto es para los dioses que enseñan buenas modales
como en un buen ejemplo, no herir jamás los sentimientos
alegando haber tenido que apartar su perfección
del recinto del ser para hacernos espacio,
a nosotros, criaturas lejanas a lo perfecto. Esto es en cortesía
en consideración a sus malas espaldas y piernas temblorosas
Evitémosle limpiar el polvo de los rincones
para que puedan en verdad agradecernos nuestra ayuda.

(De New Poems en New and Selected Poems, 2004)

Publicado por
Juan Cameron