Raquel Fernández Menéndez
(Salas, Asturias, 1993) cursa el Grado en Lengua Española y sus Literaturas en la Universidad de Oviedo. En 2013, su poemario Libélula (Ediuno, 2013) mereció el III premio en el concurso literario que convoca su misma universidad. Varios de sus poemas han sido también recogidos en la antología Poesía, alma del mundo (Círculo cultural de Valdediós, 2014), y en revistas como Fábula, El alambique o El coloquio de los perros. Dirige un blog, Un desván azul, donde cabe todo lo que le viene a la cabeza.
Libélula, Oviedo, Ediuno, 2013.
TARA
En tu cielo también debe de haber
lirios arropando tu cuerpo
y libélulas que vuelan
sobre tus ojos de luz.
La vida tiende sus trampas
como aprende el destino
a vencer cada una.
En el piano de Ludovico,
como aquella vez en primavera,
cuando así sonaban muerte y vida,
también debe de haber una casa.
Time lapse:
el amor de un animal
es un caballo con vocación de funámbulo,
esperanza fatal de todo lo perdido,
belleza y verdad.
Conocías el amor
y apretaste aun así la rosa negra.
Tu muerte es un grito pelado
contra amaneceres inmensos,
la prueba más certera
de que tiende la soledad
hacia la cortina de la primavera.
Walk:
en tu cielo también debe de haber
un manto, dos ángeles buenos,
un mar, las tijeras para cortar
las cortinas a la primavera,
un peine para los cabellos de la tristeza.
Un peine para los caballos funámbulos,
la libélula a la que yo vería morir aquel invierno.
(De Libélula)
AUTOBÚS DE MEDIODÍA
Podría fijar mis ojos en la mujer rubia
y los suyos, con sombra rosa y rímel,
me hablarían de la desdicha de un marido.
O podría enfocar la gran bolsa del negro
sentado detrás para reconocer la pobreza
y creer en la fuerza de unas manos.
O mirar al hombre que está enfrente,
y al único diente que le queda,
para saber de la marginalidad,
o sucumbir a los arrabales de la soledad.
O que mis ojos se reflejaran en la pantalla del móvil
de la madre del niño que no se calla,
o en los del hombre de barba y gorro de Coca Cola
a quien acaban de despedir
y en su llegada a casa verá los ojos de su mujer,
que no conocerán los míos.
Podría, no conociendo sus nombres,
conocer sus miradas y sentir su miedo,
pero también mis ojos son un candado oxidado
que todo calla.
(De Libélula)
LIBÉLULA
Una libélula es como un tornillo que vuela
Ramón Gómez de la Serna
Gritar contra la noche
era conocer la luz de astrolabios
proyectando la eternidad de una libélula.
Conocerte, cavar senderos en el sueño
más oscuro y en el atardecer más claro,
imaginar deseos como tornillos
anclados a una tierra que nada
dice.
Gritar era también Oviedo iluminado
bajo el cerco de Xanadú,
y la capa de nieve cobijando sus alas.
Ese Oviedo, Unreal city, al que sobrevivimos.
Kublai Khan, tú sabes las veces que intenté
huir a ciudades distintas y acabé viendo morir
a una libélula en este jardín sin árboles,
pero tengo de su vuelo la luz
que sobrevive por encima del cemento.
(De Libélula)
MASSIMO BONTEMPELLI LE PREGUNTA
A ALFONSINA STORNI: '¿Y USTED QUÉ
HACE, SEÑORITA?' Y ELLA LE
RESPONDE: 'DIRIJO EL TRÁFICO
EN LA VÍA LÁCTEA'.
Dirigía el tráfico en la Vía Láctea,
y mordía las estrellas aunque buitres
amenazasen desde dentro.
Era el miedo el color del pelo. Sonríe
la mujer que aparece en los retratos,
mas rauda la carcoma ataca
el blanco nocturno de los dientes.
¿Y a ti? ¿Te pintó el lobo los labios de rojo?
¿Rociaron sus colmillos tu pelo de color dorado
como la última foto de la poeta?
No estar, no esperar nada.
Tan solo el mundo con sus pozos,
el autorretrato barroco.
Dirigir el tráfico de la Vía Láctea,
mientras el mar con sus olas
espera bravo a nuestros pies.
(Inédito en libro)
que bueno, buscandome a mi te encuentro a ti, argentino de origen asturiano, de campo de caso, y me hablas de Alfonsina, que dirige el trafico en la via lactea... gracias!
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