martes, 28 de abril de 2015

JOSÉ-CHRISTIAN PÁEZ [15.800] Poeta de Chile


José-Christian Páez 

Nació en Santiago de Chile, el 8 de noviembre de 1962. El año 2010, recibió la nacionalidad española por opción, manteniendo la nacionalidad chilena.

Desde que en 1977 formara parte del equipo que editaba la revista escolar Juventud Chilena, ha escrito en revistas, diarios y periódicos de Chile, Argentina y España. Durante su residencia en Buenos Aires colaboró con Casa Chile, publicación que desde el exilio buscaba terminar con la dictadura de Augusto Pinochet y reinstaurar la democracia en Chile. De regreso en su país natal ejerció como crítico literario en los periódicos antidictadura Fortín Mapocho (1988-1990) y El Siglo (1996-2000), y antes de viajar a España, en Tiempos del Mundo (2000-2001).

Continuó su labor periodística en Barcelona. En junio de 2005 comenzó a colaborar en el periódico El Hispano (sería su redactor jefe de la sección Latinoamérica hasta julio de 2006) y, en noviembre del mismo año, en El Triangle. En enero de 2006 asumió la edición general del naciente periódico Wanafrica, labor que ejerció hasta octubre de ese año. En enero, pero esta vez de 2007, fue contratado por la empresa Red Digital XXI (propietaria de El Debat) para dirigir Tribuna Latina, diario digital que diseñó, proyectó y ejecutó hasta enero (15) de 2008.

Como escritor, ha publicado cuatro libros de poesía (Boceto por una joven muerte, 1986; Narcisiones, 2000; Amoris, 2000; Desaparecidas muertes para la muerte, 2000), una novela (666 hijos de la ceguera, 1998; segunda edición en España con el título de 666 Los Hijos de la Bestia, 2005); un diccionario (Diccionario biobibliográfico de escritores chilenos jóvenes y autoeditados, 1999) y una autobiografía (Autobiografía, 1999). En 1995 fundó Ediciones del Gallo que, hasta la fecha, ha editado trece títulos.


TUMBOS COTIDIANOS

Ahora que los sueños se dividen
y no hay en la ley que cobija a vuestras manos
otro destino para vosotros que la madre:
ahora que vuestras almas pequeñas y puras
se alejan de mis días
me pregunto si puedo quereros
si desde la noche ciega y vacía
puedo con todos mis latidos
hijos míos amaros
Estaréis toda brisa
si volvéis a mis ojos cansados al florecer el alba
o seréis como la escarcha
si a los secos resplandores del amor ausentáis
Ahora que los labios que engendraron vuestras vidas
no se besan
vuestras palabras vuestros juegos vuestras risas
se arrastrarán por mis sentidos
como pesados lagartos
Trozos de mi corazón se desgarran
Oh hijos
se dividen los cuencos de mi amor
y ya no soy el mismo:
me lleváis el otro.


LOS HIJOS QUE NO CRIASTE

Los hijos que no criaste
serán para ti como hombres extraños
llevarán tu presencia envuelta en una sombra
y pondrán ante ti su cara como un espejo
alimentando el pasado que ya no fue
Los hijos que engendraste con adioses
te mostrarán el mundo del vacío
y seco de virtudes caminarás
como un fantasma desnudo
invisible entre sus manos
Los hijos que no criaste
serán la maldición de tu ternura
los ángeles caídos de tu alma
los prisioneros que con su libertad
construyen cárceles para tus sentimientos
Los hijos que no criaste
siembran ceniza y polen sobre la tumba
que será tuya cuando amanezca
y grite el nuevo día que al fin has muerto
vivo entre los muertos
muerto entre los vivos
Porque no muere aquel que no vivió en los hijos
cuando ellos ya existían
en la tenebrosa duda de su corazón
No muere quien vivió como un muerto
Pero los hijos de la sombra
siembra ceniza y polen
por si un día florece,
por si un día las almas se unen
y así deja la tumba y construye los templos,
donde viva el amor y el deseo
de unos hijos hijos
y de la vida agitando
sus nuevos amaneceres.



LOS HIJOS

Cuando la muerte golpea la vida que llevo dentro
pienso en vosotros mis hijos
y la sombra ya no detenta ni viga ni cuchillo
¡Oh hijos adorables como la hierba que estalla en aromas!
cuando corréis hacia mí como libélulas
mi vida se hace copa de latidos
se lava mi corazón destrozado
vuelve a gemir la tierra como al primer vagido
y la ventisca apresurada se detiene a la ventana
Se necesita una luna y a la ujer fértil
a dos soles puros como el ave que gotea cielo a nuestras cabezas
para vivir y existir en las catedrales de los cuerpos
Cuando la muerte golpea
busco altares de oración y de agradecimiento
y os encuentro a vosotros hijos amados.



SOLSTICIO

Estoy amando la vida
desde tu vida naciente hijo mío
desde tu alma en mi alma almada
sobre la dicha del tiempo
Estoy amando de amores
donde tus ojos contemplan
cómo la noche ilumina sus barcas
Como si el sueño me fuese
desde tu vida a mi vida.



COMO SIEMPRE

Amanece y siento que la puerta se abre
Miro desde la noche que es mi noche y comprendo
que es sólo un murmullo
sólo el sueño y la soledad que entra
Siéntase a la vera de mi corazón
a contemplar labores cotidianas
Conversamos como siempre en silencio
Ella absorbe mi alegría
desmenuza mi tristeza sabe que me recuerda
una playa caminada de la mano del amor
y de los gritos y gaviotas de hijos incansables
La puerta se cierra con lágrimas
Es inmensa la noche y pequeño el amanecer
Ella me consuela como siempre prometiendo su partida
antes del crepúsculo antes de la otra noche
antes de todos los antes que pueda imaginar y soñar
Pero sé que es sólo un amparo de risas invisibles
Que vendrá el crepúsculo y la noche
y ella estará fingiendo un temblor de frío
para que la acurruque... como siempre.





Átame a la tierra

Átame a la tierra
para que nunca más quiera irme.

Átame con tus besos.
Átame con la fragancia de tu piel.
Átame con la brisa cálida de tus caricias.
Átame con tu amor que envuelve
mis sentidos y mis pensamientos.

Átame para no huir de tus manos
ni de la locura de tus pechos enardecidos.

Átame para morir junto a ti
y no temer al abrazo de la noche
cuando aullando venga a borrar los recuerdos.

Átame porque no tengas otra forma de amarme.
Átame y en el delirio
acaricia las alas que por tu amor insomne
crecieron hasta cubrir el cielo.

Átame, no tengas miedo,
que sabré quedarme en tu regazo
y en la tormenta ampararé tus miedos.

Átame para no dormirme.
Quiero despertar cada amanecer
como uno más de tus sueños.










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