domingo, 6 de noviembre de 2011

5087.- ENRIQUE BANCHS


Enrique Banchs (Buenos Aires, 1888 - 1968) fue un poeta argentino. Publicó cuatro libros a comienzos del siglo XX y luego guardó silencio hasta su muerte. En el conjunto de su obra -Las barcas (1907), El libro de los elogios (1908), El cascabel del halcón (1909) y La urna (1911)- cultivó formas clásicas y diáfanas, inspiradas en el Siglo de Oro español. Su último libro de poesías está compuesto de sonetos, una forma lírica poco frecuente en los años en que escribió y dejada casi completamente de lado por los poetas posteriores. Banchs no se apartó de la vida literaria, pero no volvió a publicar poesía a lo largo de más de 50 años. Fue miembro de la Academia Argentina de Letras.
Su fama de gran poeta de nuestras letras, en ellos sustentada, se acrecentó con los años, y hasta adquirió cierto carácter legendario, mientras el escritor no sólo se resistía a reeditar sus obras sino que se mantenía en un silencio apenas interrumpido por la publicación de algunos esporádicos textos en verso y en prosa, Sin embargo, no se apartó de sus colegas ni de la vida literaria. Actuó en la Sociedad Argentina de Escritores, de la que fue presidente, y en la Academia Argentina de Letras, institución que en 1973 editó su Obra Poética.





Sombra

Si la muerte es final, total olvido,
el alma, en ese sueño no sentido,
nada es, pues no sabe que ha vivido;
nada, pues de sí misma está vacía.

O, acaso, sombra es de lo que ha sido,
y en vena vana hay eco de un latido
y oye caer en ilusorio oído
hojas secas de extinta melodía.

Sombra. Sombra de todo lo perdido,
reflejo que por siempre ha recogido
fugaz amor e instante de agonía,

y por siempre, en el Tiempo detenido,
sueña que es cierto su vivir mentido
porque espera la muerte todavía.










EL ODIO

Tornasolando el flanco a su sinuoso
paso va el tigre suave como un verso
y la ferocidad pule cual terso
topacio el ojo seco y vigoroso.

Y despereza el músculo alevoso
de los ijares, lánguido y perverso
y se recuesta lento en el disperso
otoño de las hojas. El reposo...

El reposo en la selva silenciosa.
La testa chata entre las garras finas
y el ojo fijo, impávido custodio.

Espía mientras bate con nerviosa
cola el haz de las férulas vecinas,
en reprimido acecho... así es mi odio.









Balbuceo

Triste está la casa nuestra,
triste, desde que te has ido.
Todavía queda un poco
de tu calor en el nido.

Yo también estoy un poco
triste desde que te has ido;
pero sé que alguna tarde
llegarás de nuevo al nido.

¡Si supieras cuánto, cuánto
la casa y yo te queremos!
Algún día cuando vuelvas
verás cuánto te queremos.

Nunca podría decirte
todo lo que te queremos:
es como un montón de estrellas
todo lo que te queremos.

Si tú no volvieras nunca,
más vale que yo me muera...;
pero siento que no quieres,
no quieres que yo me muera.

Bien querida que te fuiste,
¿no es cierto que volverás?
para que no estemos tristes
¿no es cierto que volverás?

El cascabel del halcón (1909)









Cancioncilla

Malva,hiedra y mejorana,
digan todas: es Enero.
Y la abuela hila que hila
los vellones tempraneros.

-Dame más lana, hija mía,
que hacer una toca quiero.
-Madre, por el valle fui
y he querido los corderos.

Malva, hiedra y mejorana,
digan todas: es Enero.
Y no curaban del hato
la pastora ni el mozuelo.

-Ve, la mano se me cansa,
y el huso vacío vuelvo...
Alzaba al hablar la abuela
a la luz los ojos ciegos.

-Dame más lana, hija mía,
que hacer una toca quiero...
Y alzaba al hablar la abuela
al cielo los ojos muertos.

Malva, hiedra y mejorana,
digan todas: es Enero.
La pastora, la pastora
se ha cortado su cabello.

En las manos de la abuela
puso su tesoro entero,
todo su cabello de oro
en los temblorosos dedos.

La abuela al hilar decía:
-¿Qué lana parece helecho
y seda y agua de fuente
y vegada de trovero?...

Malva, hiedra y mejorana,
digan todas: es Enero.
A ver hilar a la abuela
bajó un ruiseñor del cielo.








Entra la aurora en el jardín


Entra la aurora en el jardín; despierta
los cálices rosados; pasa el viento
y aviva en el hogar la llama muerta,
cae una estrella y raya el firmamento;

canta el grillo en el quicio de una puerta
y el que pasa detiénese un momento,
suena un clamor en la mansión desierta
y le responde el eco soñoliento;

y si en el césped ha dormido un hombre
la huella de su cuerpo se adivina,
hasta un mármol que tenga escrito un nombre

llama al recuerdo que sobre él se inclina.
Sólo mi amor estéril y escondido
vive sin hacer señas ni hacer ruido.

La urna (1911)







La senda de los manzanos

Daban sombra a la senda los manzanos,
y cual templos con cálices de aromas,
maduraban los árboles lozanos
la carne blanca y dura de las pomas.

La hierba amarillenta, el puente roto,
las condecoraciones del sol manso
sobre la charca verde y sobre el soto
y la canoa quieta en el remanso,

eran como reposo para el alma
la mendiga de calma
en la senda con sombra de manzanos.

Rodeábanme, al mover paso tardío,
mariposas y sol, silencio y río,
en la senda con sombra de manzanos.







Sombra de árbol

¡Amigo de los pájaros!: tú eres
y por esa humildad de fortaleza
Gracias, sombra sagrada de los árboles
como la casa mía por lo manso
Ahora te derramas en mis brazos,
sombra, y siento un humor como de aurora
sobre la hierba nueva de los prados
que hay en tus ramas bellas como brazos
y una serenidad grave de lago
He parado mi planta en el camino
pones sobre el asombro de mis ojos...
Para el fin de la vida y del trabajo,
como un sudario todo de armonía,
tenga tu gran serenidad, hermano.

El cascabel del halcón (1909)



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