viernes, 19 de noviembre de 2010

1980.- CARLOS HERNÁN RAMÍREZ CASTRO


Poeta y escritor colombiano, nacido en 1973. Realizó estudios de literatura en la Universidad Nacional de Colombia. Actualmente se desempeña como profesor de literatura. Su libro Cuentos de las noches largas. Los textos que componen esta sección corresponden a una selección hecha por el autor.






Ante las cenizas

Sombra,
fuego extinguido,
cenizas húmedas de llanto
y el humo que se eleva silencioso.
No era un gran incendio,
sólo fue un amor.

Bogotá, octubre de 2003








Misión

Consumada mi misión y mi derrota,
emprendo con pasos decisivos
una nueva ruta.
El duelo por la gloria no obtenida
seguirá su propio curso,
su camino está dentro de mí.

Bogotá, enero de 2004









Maleza

"Recoged primero la cizaña,
y atadla en manojos para quemarla;
pero recoged el trigo en mi granero"
San Mateo 13: 30

Nadie ha venido a socorrer mi voz,
ha descendido al infinito
llevando consigo los rumores del placer.
Los días de gozo han culminado
y ha sido arrebatado el ensueño de un mañana.
El cielo me ha desposeído
de todas mis raíces.
El sitio que ocupaba mi existencia
ya no se encuentra más en los en los surcos
de esta era.

Han acabado mis días mortales
fulminados por relámpagos divinos.
Rojas granizadas, enviadas desde el cielo,
remueven los campos
abonando sarmientos y trigales legendarios.
Mi raíz no es de este terreno
ni mi fruto sustancia de ambrosía.

La humanidad es tierra húmeda
donde se desbrozan cultivos inmortales.
¿Qué será entonces de la cizaña florecida,
de la maleza surgida involuntaria
entre vides y espigos indolentes?
Mi raíz no es de este plantío
ni mis hojas se alimentan con su lluvia.
Mi fruto no es sustancia de ambrosía
ni mi tallo incienso de los dioses.

Soy maleza a la sombra de un plantío eterno.
Soy marchito
en la implacable penumbra antes del alba
en que habrá de ser mecida la cosecha.





Perdido ayer

"Todos mis ejércitos soñados
sufrieron derrota"
Fernando Pessoa, "Lisboa revisitada"

Apagadas están todas las luces que pendían
de los muros del ayer.
Oscuro está el mundo y ciegos somos
los aún sobrevivientes.
Apagado el viento que empujaba nuestras vidas
/a los sueños que vendrían.
También oscura es la memoria,
y parece haber vacío
en las ventanas donde ayer habitaron
los rostros y las voces.
Las esquinas despobladas estremecen
un recuerdo, cubriéndolo de angustia.
y es como vivir en un tiempo
antes que Dios ordenara el caos.

Pero, con todo... yo sé que hubo vida.
Yo sé que las miradas a lo lejos poblaron
de sueños los caminos de la tarde,
y hubo palabras como ríos que viajaban
hacia el tiempo.
En canciones juveniles navegaron nuestros sueños,
y las cálidas noches que forjaron nuestro cielo
eran la prolongación de la vida otros hombres,
Pioneros de la senda de la vida.
En otras tierras nos añoraba una mujer
que prometía la esperanza.
Y la risa en nuestros sueños nos decía
que siempre habría más tardes, más sueños,
más noches cálidas
y conoceríamos los hombres, el cielo misterioso
y las mujeres de lejanas tierras y los paisajes
de tras la montaña...

Ahora que la vida toda es noche fría
y material empresa,
se desprenden del olvido las sombras antiguas
que habitaron clandestinas esos tiempos tan felices.
Y duelen las nostalgias misteriosas
que acecharon, sin ser vistas, nuestras almas juveniles.
Pero yo no quiero dolor en mi rutina,
por eso ansío colocar la línea roja (luminosa), estricta,
la inviolable división entre los ayeres y estos días.
Me obliga mi carne mentirosa, mi razón cobarde,
el fantasma que me habita desde el perdido ayer
y ahora me derrota.
Me obliga la sombra mi alma melancólica,
extraviada en una pradera fantasmal
que no figura en el mapa de mi nueva vida.
Me obliga la ausencia de promesas
de otras tierras y otros lechos,
me obliga la falta de misterios
(aún para el recuerdo)
que no me ocultan ni prometen hombres,
mujeres ni cielos
ni palabras como ríos
ni caminos para el viento,
y, ni siquiera, mirada de los sueños.

Bogotá, 1998.




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