domingo, 29 de agosto de 2010

ROBERTO BOLAÑO [730]


Roberto Bolaño Ávalos

(Santiago de Chile, 28 de abril de 1953 - Barcelona, 15 de julio de 2003) fue un escritor y poeta chileno. En 1999 fue galardonado con el Premio Rómulo Gallegos por su novela Los detectives salvajes, ganadora también del Premio Herralde de Novela en su edición de 1998. 

En México, junto al poeta Mario Santiago Papasquiaro (quien serviría de modelo para Ulises Lima en Los detectives salvajes) fundó el movimiento poético infrarrealista, que, surgido a partir de reuniones y tertulias en el Café La Habana de la calle Bucareli, se opuso radicalmente a los poderes dominantes en la poesía mexicana y al establishment literario mexicano, que tenía a Octavio Paz como su figura preponderante. 


El movimiento infrarrealista tuvo como guías la ruptura con lo oficial y establecerse como vanguardia. Si bien se agruparon bajo el apelativo de infrarrealistas alrededor de quince poetas, Roberto Bolaño y Mario Santiago Papasquiaro fueron los exponentes estilísticamente más sólidos, destacando ambos por una poesía cotidiana, disonante y con varios elementos dadaístas, género que Santiago cultivó hasta el final de su vida pero que Bolaño fue abandonando poco a poco por la prosa, aunque él mismo nunca dejó de reconocerse a sí mismo como poeta. 

Respecto a su relación con este movimiento, comentó el escritor Juan Villoro "Se podría sostener que el infrarrealismo lo determinó como escritor de la misma forma que el alejamiento de la corriente le permitió iniciar su carrera como novelista. México para él fue central, porque lo determinó como escritor (...) el México nocturno, el México de las calles, del habla cotidiana, de un destino quebrado y a veces trágico y el humor lo cautivaron. No es casualidad que sus dos novelas más grandes las haya centrado en México, Los detectives salvajes y 2666." 

Obra poética:
Tres (2000), poesía.
Los perros románticos. Poemas 1980-1998 (2000), poesía.
La universidad desconocida (2007), poesía (póstuma)



RESURRECCIÓN
La poesía entra en el sueño
como un buzo en el lago.
La poesía, más valiente que nadie,
entra y cae
a plomo
en un lago infinito cono Loch Ness
o turbio e infausto como el lago Batalón.
Contempladla desde el fondo:
un buzo
inocente
envuelto en las plumas
de la voluntad.
La poesía entra en el sueño
como un buzo muerto
en el ojo de Dios.



LOS DETECTIVES HELADOS

Soñé con detectives helados,
detectives latinoamericanos
que intentaban mantener los ojos abiertos
en medio del sueño.
Soñé con crímenes horribles
Y con tipos cuidadosos
que procuraban no pisar los charcos de sangre
y al mismo tiempo abarcar con una sola mirada
el escenario del crimen.
Soñé con detectives perdidos
en el espejo convexo de los Arnolfini:
nuestra época, nuestras perspectivas,
nuestros modelos del Espanto.


LOS PERROS ROMÁNTICOS

En aquel tiempo yo tenía veinte años
y estaba loco.
Había perdido un país
pero había ganado un sueño.
Y si tenía ese sueño
lo demás no importaba.
Ni trabajar ni rezar
ni estudiar en la madrugada
junto a los perros románticos.
Y el sueño vivía en el espacio de mi espíritu.
Una habitación de madera,
en penumbras,
en uno de los pulmones del trópico.
Y a veces me volvía dentro de mí
y visitaba el sueño: estatua eternizada
en pensamientos líquidos,
un gusano blanco retorciéndose
en el amor.
Un amor desbocado.
Un sueño dentro de otro sueño.
Y la pesadilla me decía: crecerás.
Dejarás atrás las imágenes del dolor
y del laberinto
y olvidarás.
Pero en aquel tiempo crecer hubiera
sido un crimen.
Estoy aquí, dije, con los perros románticos
Y aquí me voy a quedar.



EL CIELO ES EL INFIERNO

...un puro espíritu se acrece
bajo la corteza de las piedras.

de Nerval


Me detengo frente a un cielo rojo,
sin interrupciones,
bajo una tormenta equidistante.

Las aves han huido, junto a lobos y alacranes.
Un sonido, espeso como el pensamiento,
me revela:
Ya no hay otro día, la muerte ha comenzado.

Me despierto en una habitación vacía;
las paredes son cubiertas por espejos y colores
que se quiebran en la acción de las palabras.

Los recuerdos se han desvanecido:
el alcohol, el tabaco, la vejez.

No me da la cara ni comenta su final,
aunque entiendo que muy pronto
nos veremos.
Entre las montañas, oigo los tambores
que me dan la bienvenida.

Camino sin tocar la arena; dos sujetos
me reciben
y me esparcen la pintura negra sobre el cuerpo.
Uno de ellos palmotea un giro rápido;
otro me aconseja discreción.

Me despido ahora, sin pensar
en lo que viene,
sin sentir ni recordar.

Me despido ahora, como siempre,
entre una voz que no se escucha,
el mayor de los silencios
y mi irrevocable entrada al horizonte.

de Antología visceral: ficciones
dentro de ficciones



EL AROMA DE LA PÓLVORA

para Auxilio Lacouture


Hordas de animales disfrazados,
bestias inequívocas;
el espacio en llamas
vuelve la mirada ante el asco y la deshonra.
El aroma de la pólvora
no llega al tupido cuarto
donde son ocultos libros antiquísimos,
inestables años de mi buen Señor;
testamentos devenidos en amor
y el rumor acuoso de albañales rotos,
o resquebrajadas

alas de hada simple,
con menores aspavientos
que el de un exterminio desolado
de esta sombra que me cubre
y que parece que soy yo…

La ira del oriente, el llanto de las madres
ante el triste ocaso de las balas, de la sangre;
no respiro ya,
no me veo en libertad, jugando a conversar
a especular de poesía,
tristemente poesía,
mientras el ornato de las tierras vuelve
y no regresa, más que en forma de cadáver
mutilado por las aves de carroño.

Pasa el tiempo como un plan sin límites,
sin ordenación ni plazo adicto al vicio de mentir.

Sobre la llanura el giro, o remolino,
cubre de arenisca mi garganta…
Sin sed desciende el arte,
entona el amargado anciano desde las cenizas,
elevando el brazo en señal hereje y poco digna…

Dos monedas caen, insignificantes caen,
ruedan uniformes, rumbo al obligado
sitio de torturas.

Camino hacia la cima inestimable:
veo el edificio en lucido canto, el color desvanecido
en sólida putrefacción.
Hare hare… Cientos de árboles quemados,
solo el esqueleto,
cambian posición sin apreciable movimiento.

El silencio extiende el manto, hasta el ave
permanente,
siento el ánimo y respiración,
oigo pensamiento,
ramas que se trizan hace días,
el grito de una ola,
de un soldado herido a filo de cuchillos;
bombas incendiarias surcan una nube esteta,
suicida…

No hay más forma en combatir, señuelo
o tiniebla absurda.

La lucha ya no existe, acaso el fragor inasible
de una dignidad cansada,
eterna, más allá de los intentos
por exterminarla,

una dignidad de héroes,
una dignidad de mártires,
una dignidad de dioses…


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no importa hacia donde te arrastre el viento
(Sí. Pero me gustaría ver a Séneca en este lugar)
La sabiduría consiste en mantener los ojos abiertos
durante la caída (¿Bloques sónicos
de desesperación?) Estudiar en las estaciones
de policía Meditar durante los fines de semana
sin dinero (Tópicos que has de repetir, dijo
la voz en off, sin considerarte desdichado)
Ciudades supermercados fronteras
(¿Un Séneca pálido? ¿Un bistec sobre el mármol?)
De la angustia aún no hemos hablado
(Basta ya. Dialéctica obscena)
Ese vigor irreversible que abrasará tus derroteros


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En el Distrito V con los sudacas:
¿Aún lees a los juglares? Sí
Quiero decir: trato de soñar
castillos y mercados cosas de ese tipo
para después volver a mi piso y dormir
No hay nada malo en eso
Vida desaparecida hace mucho
En los bares del Distrito V
gente silenciosa con las manos en
los bolsillos Y los relámpagos


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Estos son los rostros romanos del infierno
Prefiero vivir lejos de todo, dije
No ser cómplice Pero esos rostros contemplan
aquéllo más allá de tu cuerpo Nobles
facciones fosilizadas en el aire
Como el fin de una película antigua
Rostros sobreimpresos en el azul del cielo
Como la muerte, dije

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De sillas, de atardeceres extra,
de pistolas que acarician
nuestros mejores amigos
está hecha la muerte

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Ahora paseas solitario por los muelles
de Barcelona
Fumas un cigarrillo negro y por
un momento crees que sería bueno
que lloviese
Dinero no te conceden los dioses
mas sí caprichos extraños
Mira hacia arriba:
está lloviendo
Roberto Bolaño. Publicados en Regreso
a la Antártida Rimbaud vuelve a Casa, Press. 1983.




Siete Poemas Breves

I

Cae fiebre como nieve
Nieve de ojos verdes


II

Se ríen los trovadores en el patio de la taberna
La mula de Guiraut de Bornelh El cantar oscuro
y el cantar claro Cuentan que un catalán
prodigioso...
La luna... Los claros labios
de una niña diciendo en latín que te ama
Todo lejos y presente
No nos publicarán libros ni incluirán muestras
de nuestro arte en sus antologías (Plagiarán
mis versos mientras yo trabajo solo en Europa)
Sombra de viejas destrucciones.
La risa de los juglares
desaparecidos La luna en posición creciente
Un giro de 75o en la virtud Que tus palabras
te sean fieles


III

Guiraut Sentado en el patio de la taberna
Las piernas cruzadas Has salido para digerir
contemplando el cielo Los tejados grises
Las chimeneas humeantes
de los primeros días invernales
Las niñitas rubias morenas pelirrojas Jugando


IV

En primavera salían de los bosques
y recibían a los hombres
Tersites Inmaculado el mármol
atraviesa descripciones lamentos estados
totalitarios Algo tan lejano a la risa
de los comerciantes (Salían de sus bosques para hacer
el amor) Con campesinos que alababan grandemente
sus cabalgaduras atadas a los árboles bajos o paciendo
en los claros Una Grecia en blanco y negro Y anos dilatados
estrechando vergas notables Tersites las amazonas
un atardecer que persiste a las descripciones y los besos


V

Tal vez no ame a nadie en particular dijo
mientras miraba a través de los cristales
(La poesía ya no me emociona) - ¿Qué? Su amiga
levantó las cejas Mi poesía (Caca)
Ese vacío que siento después de un orgasmo
(Maldita sea, si sigo escribiendo llegaré a sentirlo
de verdad) La verga parada mientras se desarrolla
el Dolor (Ella se vistió aprisa. Medias
de seda roja) Un aire jazzeado una manera de hablar
(Improviso, luego existo, ¿cómo se llamaba ese tipo?)
Descartes Caca (Qué nublado, dijo ella,
mirando hacia arriba Si pudieras contemplar
tu propia sonrisa Santos anónimos Nombres
carentes de significado


VI

Nadie te manda cartas ahora Debajo del faro
en el atardecer Los labios partidos por el viento
Hacia el Este hacen la revolución Un gato duerme
entre tus brazos A veces eres inmensamente feliz


VII

En la sala de lecturas del Infierno En el club
de aficionados a la ciencia-ficción
En los patios escarchados En los dormitorios de tránsito
En los caminos de hielo Cuando ya todo parece más claro
Y cada instante es mejor y menos importante
Con un cigarrillo en la boca y con miedo A veces
los ojos verdes Y 26 años Un servidor

*Publicado en
Le Prosa
Revista de Escritura Literaria / 3
Director: Orlando Guillén
México, febrero de 1981.




Atole*

Vía a Mario Santiago y Orlando Guillén
los poetas perdidos de México
tomando atole con el dedo

En los murales de una nueva universidad
llamada infierno o algo que podía ser
una especie de infierno pedagógico

Pero os aseguro que la música de fondo
era una huasteca veracruzana o tamaulipeca
no soy capaz de precisarlo

Amigos míos era el día en que se estrenaba
<
>
así que ya se lo pueden imaginar

Y Mario y Orlando reían pero como en cámara lenta
como si en el mural en el que vivían
no existiera la prisa o la velocidad

No sé si me explico
como si sus risas se desplegaran minuciosamente
sobre un horizonte infinito

Esos cielos pintados por el Dr. Atl, ¿los recuerdas?
sí, los recuerdo, y también recuerdo
las risas de mis amigos

Cuando aún no vivían dentro del mural laberíntico
apareciendo y desapareciendo como la poesía verdadera
esa que ahora visitan los turistas

Borrachos y drogados como escritos con sangre
ahora desaparecen por el esplendor geométrico
que es el México que les pertenece

El México de las soledades y los recuerdos
el del metro nocturno y los cafés chinos
el del amanecer el del atole


El burro*

A veces sueño que Mario Santiago
Viene a buscarme con su moto negra.
Y dejamos atrás la ciudad y a medida
Que las luces van desapareciendo
Mario Santiago me dice que se trata
De una moto robada, la última moto
Robada para viajar por las pobres tierras
Del norte, en dirección a Texas,
Persiguiendo un sueño innombrable,
Inclasificable, el sueño de nuestra juventud,
Es decir el sueño más valiente de todos
Nuestros sueños. Y de tal manera
Cómo negarme a montar la veloz moto negra
Del norte y salir rajados por aquéllos caminos
Que antaño recorrieran los santos de México,
Los poetas mendicantes de México,
Las sanguijuelas taciturnas de Tepito
O la colonia Guerrero, todos en la misma senda,
Donde se confunden y mezclan los tiempos:
Verbales y físicos, el ayer y la afasia.

Y a veces sueño que Mario Santiago
Viene a buscarme, o es un poeta sin rostro,
Una cabeza sin ojos, ni boca, ni nariz,
Sólo piel y voluntad, y yo sin preguntar nada
Me subo a la moto y partimos
Por los caminos del norte, la cabeza y yo,
Extraños tripulantes embarcados en una ruta
Miserable, caminos borrados por el polvo y la lluvia,
Tierra de moscas y lagartijas, matorrales resecos
Y ventiscas de arena, el único teatro concebible
Para nuestra poesía

Y a veces sueño que el camino
Que nuestra moto o nuestro anhelo recorre
No empieza en mi sueño sino en el sueño
De otros: los inocentes, los bienaventurados,
Los mansos, los que para nuestra desgracia
Ya no están aquí. Y así Mario Santiago y yo
Salimos de la ciudad de México que es la prolongación
De tantos sueños, la materialización de tantas
Pesadillas, y remontamos los estados
Siempre hacia el norte, siempre por el camino
De los coyotes, y nuestra moto entonces
Es del color de la noche. Nuestra moto
Es un burro negro que viaja sin prisa
Por las tierras de la Curiosidad. Un burro negro
Que se desplaza por la humanidad y la geometría
De estos pobres paisajes desolados.
Y la risa de Mario o de la cabeza
Saluda a los fantasmas de nuestra juventud,
El sueño innombrable e inútil
De la valentía.

Y a veces creo ver una moto negra
Como un burro alejándose por los caminos
De tierra de Zacatecas y Coahuila, en los límites
Del sueño, y sin alcanzar a comprender
Su sentido, su significado último,
Comprendo no obstante su música:
Una alegre canción de despedida.

Y acaso son los gestos de valor los que
Nos dicen adiós, sin resentimiento ni amargura,
En paz con su gratuidad absoluta y con nosotros mismos.
Son los pequeños desafíos inútiles -o que
Los años y la costumbre consintieron
Que creyéramos inútiles- los que nos saludan,
Los que nos hacen señales enigmáticas con las manos,
En medio de la noche, a un lado de la carretera,
Como nuestros hijos queridos y abandonados,
Criados solos en estos desiertos calcáreos,
Como el resplandor que un día nos atravesó
Y que habíamos olvidado.

Y a veces sueño que Mario llega
Con su moto negra en medio de la pesadilla
Y partimos rumbo al norte,
Rumbo a los pueblos fantasmas donde moran
Las lagartijas y las moscas.
Y mientras el sueño me transporta
De un continente a otro
A través de una ducha de estrellas frías e indoloras,
Veo la moto negra, como un burro de otro planeta,
Partir en dos las tierras de Coahuila.
Un burro de otro planeta
Que es el anhelo desbocado de nuestra ignorancia,
Pero que también es nuestra esperanza
Y nuestro valor.

Un valor innombrable e inútil, bien cierto,
Pero reencontrado en los márgenes
Del sueño más remoto,
En las particiones del sueño final,
En la senda confusa y magnética
De los burros y de los poetas.

*Incluídos en
Los Perros Románticos. Poemas 1980-1998.
Editorial Lumen, S.A.
Barcelona, España, 2000.




ICEBERG


I

Mi idea de la perdedora que la muchacha
conozca a la muerte
pierna fuera de las sábanas
como su Chile tocado por la luna

Camino astado de conocimiento la puerta
se abre
y el tipo sonríe como imbécil su slip
abultado por la luna

Como Dios conoce a los perdedores
ella ha reconocido la llegada de la muerte
el momento Chile su instante de soledad

Su pelirroja su solidaridad un Chile debajo
del toque lunar
un momento puro el encuentro
de la desnudez y su soledad

Cuerpo tirado sobre las sábanas
mi idea de la perdedora:
por entre las nalgas baja un hilillo de semen
como luz propia

Su pelirroja grita en tiempos verbales pasados
y ella se viene a través de la idea dedo
que en el culo toca la estalactita

Poética por ascensión pelirroja por ascensión
un delta visual que compone su Chile erecto
tocado por la luna que la sujeta

Mientras se viene grita se estremece idea fija
otra vez indecible
como cuerpo ensartado que compone
transpiración como velo

Las manos bajan el calzoncillo
y aparece Chile su horror
su grito blanco como el calzoncillo
tocado por la luna

Su ojo azul se voltea y ofrece la grupa
un hilillo de semen como luz alba enferma
que cubre la raya rosada y el ojo marrón

Del culo el ojo oscuro cubierto de leche
como alba su razón tocada por la leche
como cinta franja línea que aún grita

Sus propios tiempos verbales caóticos
para componer la figura
De su pelirroja ensartada
que se viene hasta la estalactita


II

Idea fija otra vez indecible
el hilo espeso es una luz propia

Su Chile su arcoiris inmóvil como pulmón
de tiempos verbales oscuros

Tocada por la luna su venida su sujección
de un eje ondulante

El momento Chile el momento erecto
de su pelirroja y de su soledad

Camino astado su idea acoge a la perdedora
a través de un eje ondulante

Pelirroja por ascensión la espalda las caderas
rasguñadas sujeta a soledad

Como una alambrada la idea horizontal
ha permitido un eje ondulante

Tocada por la luna su momento Chile
que la penetra como pulmón

Reconociendo la fuga la inmóvil
que dice toca el cualquier lugar ensangrentado

Barcelona, 1981.




UN RESPLANDOR EN LA MEJILLA

Y Utopía fue el veterinario,
el hombre feroz, la vieja en silla de ruedas
cercada por sueños,
y los personajes de los sueños incompatibles
se fueron masacrando uno tras otro,
hasta dejar un stock de pesadillas vacía.
Y Utopía fue un reflejo opaco en el interior
de un vegetal.
Vitrinas, maniquís desnudos, ebrios tirándoles
besos a las nubes.
Un laberinto de escaleras eléctricas
por donde vagaban unos niños extraviados
que tenían el corazón maravilloso
hasta la náusea.

¿De todo eso que vi realmente?
¿Con qué ojos tremendos contemplé el olor puro
de aquella muchacha sencillamente
parada en la entrada de un circo? Sólo recuerdo
haber estado demasiado tiempo
en un cuarto blanco leyendo novelas
policiales; casi toda mi vida mientras
tú me mirabas desde una ventana redonda,
como de baño público, y los adolescentes se reían
como si acabaran de salir del desierto
con los bolsillos llenos de dinero gratis.

Dinero gratis, dinero gratis, amor gratis,
un resplandor inconcebible en la mejilla.
Soñadores transformándose a sí mismos
pero incapaces de convencer a una muchacha
de que la aman.
Nubes gratis y vacías, restaurantes gratis y vacíos,
automóviles fríos rumbo a las playas doradas
del Pacífico,
visiones de Michelangelo para todos,
ojos que se cierran con la velocidad de la luz,
y su armonía, estrépito de cisnes,
estrépito de humedad.

Comida gratis, bebida gratis, lluvias divertidas
e interminables como las novelas de Victor Hugo.
Hospitales gratis, desiertos gratis,
animales gratis, deseos de caminar sobre las manos,
de ponerse una corona de espinas
eléctrica y luminosa.

Blue-jeans rayoneados de ternura,
escenas de teatro en la orilla del mar prolongadas
hasta el infinito, tres años de asco y amor,
tres años de enfermedades infantiles
enmierdadas con precisión, y los duros arbolitos,
pero los duros arbolitos, mientras los duros arbolitos
como lanzas florecían.

Y gemí, y dije ya no sé qué decir, la oficina está vacía,
los submarinos explotan como fetos
en las fosas del Atlántico,
alguien me acaricia el pelo y dice
que ya está igual de largo que el suyo,
y yo tuerzo el cuello como un solitario cigarrillo
aplastado en la noche enorme y la miro,
esperando volver a sentir en los párpados
la tibia obsidiana de los sueños,
cuando en las mañanas nos abrazábamos
sin querer despertar, perdidos
en las llanuras de escamas,
mientras cae nieve y el frío sonríe
desde un cenicero absolutamente limpio,
y no queremos despertar,
y no sabemos qué decir: los labios partidos,
la cara blanca del invierno manchada de lipstick.

La velocidad se detiene, mira hacia todas partes,
enloquece a las fechas. Un anarquistoide muerto
bajo las ramas plateadas de un sauce.
Encima de él la primavera violeta. Fuera
de ese cuadro una muchacha sueña
renacimientos atroces.

Y está bien, está bien, ya púdose prender
la chimenea y cerrar puertas y ventanas.
Ningún brillo va reemplazar nada.
No habrán formas de arder que completen
esta nube cargada de lluvia
No habrá viento contra este resplandor acuático.
Ni callejones violetas
ni suaves caderas antiguas. Ese jaleo al subir
las mil escaleras del ojo abierto:
automóviles llenos de Sol estacionados
en todas las esquinas de tus venas. Una sonrisa sin
contexto, una mano crispada fuera de la foto.


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Ahora paseas solitario por los muelles
de Barcelona
Fumas un cigarrillo negro y por
un momento crees que sería bueno
que lloviese
Dinero no te conceden los dioses
mas sí caprichos extraños
Mira hacia arriba:
está lloviendo

1983








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