viernes, 27 de agosto de 2010

690.- KEPA MURUA


Kepa Murua, (Zarautz, 1962) es un poeta anómalo: independiente, clásico y vanguardista, lírico y comprometido con la realidad. Autor de, entre otros, Cavando la tierra con tus sueños o Un lugar por nosotros, recientemente ha publicado el libro de aforismos poéticos La poesía y tú. Dirige la editorial Bassarai y la revista virtual Luke. J. Lezama ha dicho de su obra: "Poesía como un camino al conocimiento, que no reniega del lector, que lo atrapa con sus gestos, y lo sorprende con el tono y los matices que muestra y oculta a su vez a la hora de describir los sentimientos de amor y dolor especialmente, soledad y existencia de la palabra con el que el poeta justifica las necesidades creativas del hombre."

LA OBRA DE KEPA MURUA:

Poesía:
-Abstemio de honores
-Cavando la tierra con tus sueños
-Siempre conté diez y nunca apareciste
-Un lugar por nosotros
-Cardiolemas
-Cantos del dios oscuro
-No es nada
Ensayos:
-La poesía y tú
-La poesía si es que existe
-Del interés del arte por otras cosas
Otros
-Cuando cierre los ojos
-Poemas del caminante





Porque esperas humillada, háblame
de aquella arruga, de aquella palabra
que aguardabas durante meses.
Porque sabes de la fuente y nada del fuego
dime de la hipocresía que encierra el deseo.
Desnuda como estás, háblame del amor
si es que existe, esa tu belleza hundida
y arrogante. Cuántas veces traicionada,
cuántas rendida con la mentira de unos ojos
preparados para ello. Amor, dime
por qué los abrazos son iguales y nerviosos
como el infinito. Háblame de aquel beso
hondo, pero que a nada sabe.
háblame de la memoria que descubre
tus palabras, olvidándolas por dentro.
Una vez más y desnuda como estás
háblame de la verdad en unos brazos
llenos de desprecio, y cuántas veces
creció la esperanza en tu huida
hacia delante. Háblame del aliento,
que nos quema. Dime si son verdad
Las palabras que sobreviven
al recuerdo y por qué te sientes
Tan despreciable y tan vieja.




El baile de los ciegos

Cuando miro en tus ojos
una bandera engastada en el infinito
una ola sin fuerza en la orilla
y un atardecer gris sin sueños.
Cuando me acerco a tus ojos
peces boca arriba, palabras de odio
a punto de explotar a lo lejos.
Cuando en tus ojos me meto
Siento el disparo de una bala
que nunca sé dónde cae.
No tienen cicatrices tus ojos.
No hay cielo que toquen sus heridas.
Daño y dolor son al mismo tiempo.
Cuando sufro porque no encuentro
un mapa al descubierto
temblando como un ciego que camina
entre las ruinas de un edificio sombrío.
Cuando miro en tus ojos
lo que nadie se atreve a ver en los míos
una ceguera infinita.



Siempre conté hasta diez y nunca apareciste

Fueron noches de granizo desnudo, de temblor
en el humo del deseo. Días de ayuno y lucidez.

Imaginaba el recorrido del llanto en las trampas
de la noche. La quietud en la memoria
de una pesada cárcel que esperaba a lo lejos.

El rencor de saberme preso en otro cuerpo
distinto al tuyo. Liberado en otro gesto,
y defendiéndome en otro perfume.

Pero sé que no fue más que un sueño.
Corría desnudo por la habitación del aire.
y sentía que volaba, mas no era libre.




El grito

Ha sido en la mañana cuando la puerta
sonó con palabras que nos llevaron al miedo.
Ha sido después de dormir muy poco
cuando entraron las voces provistas de armas.
Ha sido todo muy rápido; parecían fantasmas
de sigilosa sombra, toros de sangre y de negro.
Ha sido cuando hablábamos como niños
temerosos de reír en alto.
Ha sido en la encrucijada del amor humano,
cálido y fértil cuando descansa.
Ha sido la mentira piadosa
que posamos en sus manos, el frío
del invierno en unos pies descalzos.
Ha sido el abrazo de un inesperado dolor
cuando callaron los candados de la puerta.
Ha sido como recurrir a la historia
leyéndola desnudos, creyéndolos forzados.
Ha sido la respiración, de tantos años juntos
de tanto amor lastimado. De tanto grito.





A solas con la palabra

A menos que prefieras vivir de rodillas
con las palabras mutiladas. Mudo
con el silencio del otoño en entredicho.
Que descubras el oscuro cielo
de las frases convencionales o la repetición
de los gestos más cómodos,
no podrá rozar el mar tu pecho,
no podrá encontrar el deseo
su lecho y sentir una nueva mirada.
A menos que mantengas el corazón callado
huyendo de las palabras que se rebelan a diario
no podrás volverte loco, ni morir
para resucitar de nuevo.
No podrás enfrentarte a las palabras
que por todas partes te buscan
con denuedo. La voz toma de la mirada
lo que ven los ojos y la angustia
que en verdad nos devuelve al miedo.





Una traición jamás es un beso

Son los poetas los peores amantes.
Sometidos al vaivén de las palabras
no fuerzan ningún músculo porque nunca
aguantaron diez minutos en brazos
de sus amantes. Necesitan las cartas
marcadas del ingrato deseo
y de una hermosa traición si riman los versos.
Los poetas son vagabundos en el oficio de amar,
pobres si se trata de ofrecerse, miserables
ante un salto al vacío.
Si suspiran nace el amor confuso, si callan
es que jamás han dejado de amarte.
Te incluyeron en el silencio de las palabras,
en el miedo de su muerte te quisieron más que a ellas.
Que en el universo de los poetas
jamás una traición se paga con un beso.



Peceras legan la sangre

Maneja la luz esta habitación a su antojo.
Desde que te marchaste con la ciudad a cuestas
negros han sido los amaneceres, fieros
los cuerpos besados, odiadas las resacas,
difíciles los retratos delante del espejo.
Pero la luz continúa acechando la memoria
y la resistencia del corazón.
En el veneno de una piel sentida
los restos de un itinerario perdido
acuden en silencio. ¿Qué olor es el del amor?
¿A qué huele el dolor cuando duerme?
La realidad cicatriza en el momento
cuando sin pretenderlo, recordamos
desde el primero al último de los sueños.




El deseo de llorar

Con el deseo de llorar a oscuras
las lágrimas no hay que recogerlas
con la lengua de una en una.
No hay que secarlas con las manos
Nerviosas cuando caen.
Hay que dejarlas que sigan su rumbo
hasta desangrarse en el inconsciente.
No, las lágrimas del amor
No son lágrimas si saben a uno.
Son agua como un deseo mil veces
perdido al tocarlas con los labios.
Son muerte y silencio compungido
con el temblor del cuerpo un día de lluvia.
Hay que llorarlas con su carga de odio.
Beberlas con el mayor de los desprecios
pero nunca de una en una,
sino con su sabor encerrado en la boca
guardarlas en la palma de la mano.





El sueño último

Un sueño sucumbe dolido
con la memoria de algo que se pierde
irreconocible y lejano.
Es el día último, convencido de que cada palabra
Levanta el susurro que nos protege
del sufrimiento a la vuelta de la esquina.
Se tiene miedo a amar por hacer daño.
En un mundo miserable la mentira no tiene sentido.
Se teme al sufrimiento que se desconoce
y se utilizan las palabras como si fuera verdad
el engaño. Pero sólo los que hemos visto
el último sueño, vivimos por recordar
aquello que se pierde.



La poesía y tú


Mi vida en un instante, parado y silencioso,
la poesía es azar



La poesía como una cortina de opio
nos devuelve a la vida y nos habla
para reírnos con la muerte: soy un campo
y la araña recorre la piel entre el sol y la nevada.



La quiero y cómo decirle que la amo
si son dos entidades diferentes.
Pasa otro tanto con las cosas y los objetos.



Si vieras sus ojos sabrás por qué espero.
El último beso fue el más violento.
Se acercaba y se reía como si fuera parte
de un secreto. Hay personas que son vírgenes
por fijarse en todo.



Es terrible el miedo a uno mismo
y más terrible estar solo.
¿A cuántas personalidades debo aspirar
para dejar de hablar?





Nada ha cambiado, el discurso es el de hace
años. Sólo la poesía ha evolucionado,
en la poesía las palabras adquieren su verdadero
sentido.





ANTES DE CONOCERNOS

Deja las cosas sobre la cama,
déjalas sin darle importancia.
Deja tus recuerdos.
Deja tus sueños
tu tristeza con ellos.
Frío es el calor que nos daña
si piensas que la vida
tiene sus lamentos
como se olvida lo que duele.
Deja contigo esos fríos
en la cima del fuego.
Coloca las cosas inútiles
que tan importantes eran.
Déjalo todo como si nada.


(Del libro ‘No es nada’, recién publicado
por el sello Calambur)





EL FRIGORÍFICO VACÍO

Un día de primeros de año,
con el frigorífico vacío, es la alegría
una ciudad triste que se aleja y bosteza.

Sus últimas monedas, que por esas fechas
buscan trabajo en una ciudad
que no duerme ni te acepta.

La noche de un año maldito
para olvidar sus blancos ojos
en una ciudad de falsas promesas.

Junto al fuego, ateridos de vergüenza,
los amaneceres grises en un banco frío
de enero y la ciudad que aún no despierta.

Con el árbol de las luces apagadas
y la sien de los enfermos en un lugar
cualquiera, que de todos nos aleja.

Entre cartones y bidones de fuego
en el sueño de un rincón perdido.
Esta ciudad que respirar no nos deja.




LA BUENA LETRA

Cuando no tengas algo a mano
sueña con un verso.

Si te han abandonado como a un perro,
mira por la ventana y piensa
en que mañana será un nuevo día.

No llames a ese desconocido que se desnuda
con las ventanas abiertas
de su cuerpo enfermo.

Cuando en ese momento.
Cuando no tengas nada más que el recuerdo.




AQUEL OTRO PELLEJO

Se juraron amor para siempre.
Se juraron fidelidad hasta que la muerte
hiciera acto de presencia.
Se juraron tratarse con respeto y dignidad.
Él habló de ternura. Ella
de la amabilidad y algún que otro reproche.

Se prometieron jóvenes y felices.
Se prometieron con aquel futuro
que tenían por delante.
A imagen y semejanza de los galanes
y actrices de antaño,
se prometieron amor sin avergonzarse.

Y ahora ella gime con los ojos morados.
El cuerpo del delito, como si tocara
otro pellejo que sólo a ella le pertenece.
También tiene miedo.
Sabe que la próxima vez no tendrá tanta suerte.

Y ahora él ni se da por vencido ni se arrepiente.
La próxima vez reconocerá el grito
su dolor y su espasmo.
Lo juro por mis muertos, dice.
Lo juro por el odio que te tengo, puta.

Donde se prometieron pasión ahora vive el odio.
Donde hubo luz, el temor y el engaño.
Los ojos de los niños miran asustados.
Los dedos palpan las heridas a tientas.
También mañana, si hoy no hemos muerto.




EL POETA ANCIANO

Esa sed que te arrastra la mirada
de tus ojos, cuando enfermo,
miras a tu pueblo a oscuras.

Una última ráfaga de luz
con tu rostro y la mirada de tus hijos
que crecen con ese odio que os traga y te lleva.

El recuerdo de lo que escribiste en un rincón
de tu cara enferma y extenuada
que en los labios cerrados y resecos se renueva.

La muerte son esos días en coma, sin paladar
ni gestos obscenos, que con una última palabra
sostiene un vaso de agua.

No tiene sentido lo que escribiste.
Ningún poema fue mejor que otro.
Creías en las palabras como otros labraban la tierra.

Esa ausencia prolongada de tus ojos
para descubrir esa armargura
que a tus hijos arrastra y quema.

La muerte es un tema como otro cualquiera.
Una versión celeste que a los poetas acompaña
su biografía entera.





DONDE DECIRTE

Si pudiera decirte tan sólo que las palabras
hacen daño y que tarde o temprano
se olvidan, no te lo diría.

Si supiera quererte como se ama
a quien no se tiene o está lejos,
te rogaría que me olvidaras.

Si hubiera una palabra más alta que la otra
donde decirte que las palabras
son como los hechos, te lo diría.

Pero dónde, dónde puedo encontrar
lo que nadie busca y existe,
si en nada ni en nadie creo.





AUTORRETRATO CON SUEÑO

La pobreza de sentirnos humillados,
sobrios de vida, ebrios por el deseo,
tocados con una vestimenta raída.
La miseria de escuchar nuestras voces
recordando viejos tiempos. Saboreando
momentos intensos y felices caminando
entre rastrojos.

De ser adúlteros deslizándose
en extrañas camas. Un beso con la lengua
de una devoción compartida, pero triste.
El precipicio de la furia, el abismo
de nuestro pulso cuando despertamos
con el sexo humillado entre las piernas.

La rareza de sabernos huérfanos
en los claros de la noche, entre la luz
y la escoria de nuestros desencajados rostros.
Envejecidos por el viaje osado del tacto
y la nostalgia. Empequeñecidos como todo placer,
que inhumano, aparece y desaparece,
en un instante.

Como la vida misma que en gestos prohibidos
se descubre a solas y sin palabras
uniendo su desnudez al irreconocible aliento.
El alma combada hacia la tierra.
Los dientes largos. Y el recuerdo desnudo
de un abrazo imperecedero sobre el frío suelo.






COMO SI EL MUNDO

En esta próspera ciudad, los días pasan
si los minutos descubren desesperados
la eternidad de las horas.

Es un lugar perdido en el mapa
entre pájaros y piedras a la deriva
un grito en alguna sombra cercana.

Los días pasan en esta ciudad desprovista
de pasiones
porque ese daño que palpita,
crece por segundos
como una ausencia que se desmorona.

Es el cadáver maquillado
en una habitación abandonada
con una ventana al fondo.

Un sueño que robado a la memoria
en humedad terca pero leve
descubre el rostro, como si nada.





HA PASADO TANTO TIEMPO

Escribir de aquello que fue
como la eternidad que creímos
reconocer en el amor.

Sentir un te quiero y pensar
que es para siempre,
aun sabiendo que no lo es.

Engañarnos si en el ardor de las sábanas
vemos huir a la piel del frío
que nuestro sueño desnudo viste.

El amanecer con los ojos abiertos
y ese respirar que siente y dice:
estoy dormida, estoy contigo.

Y saber que las horas dibujan el paso
del cuerpo, como una traición o un beso
como solemos hacerlo a menudo.

Recordar con palabras fugaces
aquello que en la incertidumbre del abrazo
guardó la ilusión del tiempo.

Y cubrirnos con la mirada si mi mano
toca tu mano. Y esa sombra sigilosa
mansamente nos descubre, unidos.





DECIR HOY ES DECIR ADIÓS

No tengo miedo de amar.
Miedo de perder mi hombría.
Decir hoy es decir adiós
a cualquier hora del día.

Necesito calentar mis penas
en la herida de mis semejantes.
Limpiar mis dientes
con cloroformo y agua bendita.

Decir hoy es decir adiós
en algún punto de la vida
por lejos que se encuentre.

Sin alambradas ni fronteras
y con destino a cualquier parte
decir algo y encontrar a alguien.

La memoria necesita del recuerdo
como hoy es la esperanza
lo primero que se olvida.






LAS PALABRAS DEL SILENCIO

Por las calles del cuerpo
camina el hombre solo, una vez más
a solas con su sentimiento,
con la cabeza hundida entre sus pies.

La ciudad es como el pueblo.
Desear algo es decir no te quiero.
Pero nada es como es.
Nada es como parece ni lo pensábamos.

Por las calles del deseo
los perros ladran a la lluvia,
el frío y la niebla construyen juntos
un nuevo muro de Berlín.

¿Por qué decimos una cosa
si quisimos decir otra?
¿Por qué no nos rebelamos
frente a lo que no queremos?

Por la calles de la ciudad
despierta la soledad su misterio.
Con las manos en los bolsillos
palpa su vencido cuerpo.

Siente algo cercano a la vergüenza.
Cierra los ojos para no ver
al silencio que le rodea.
Quedan las palabras en el suelo.






EDIFICIOS ANÓNIMOS

Derribaréis una casa con gente dentro.
Abriréis las ventanas del amanecer
con vuestros gritos. Amenazaréis
al atardecer con que caiga la noche.
Nos señalaréis con el dedo.
Con vuestras órdenes, locos de atar
y de rabia, nos llevaréis como a enfermos
a un lugar en las afueras de cualquier parte.
Diréis que somos pobres e insignificantes
porque olemos como huelen los escombros
que cubren edificios de otro tiempo.
Acabaréis con todo. Con todo lo imposible.
Las ruinas nos sepultarán vivos
y los perros, afónicos de rescate,
ladrarán al vacío. Con todo.
Sólo entonces hablará el hombre.
Anónimo y sin atributos.

Edificios anónimos es del libro
Las manos en alto. Todos los demás
pertenecen a Un lugar por nosotros
(Germanía, 2000).

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