Charuan Bezrokov
Charuan Bezrokov (Ciudad de México, 1994). Aspirante ingenuo a Cabalista, se contenta con escribir poesía. Es estudiante ya desesperado de Letras Hispánicas. Envidia con devoción a Huidobro.
Om
Perfeccionando el arte de la meditación profunda
–tarea nada sencilla en un lugar con tanto ruido–
logré ver en una ocasión
lo que fui antes de lo que soy ahora
reflejado en un ojo de agua
que improvisé en la bañera
a falta de un verdadero oasis para el ensimismamiento.
Tuve espantosas visiones:
Fui un cangrejo plateado
en una playa de esas en las que a veces
se pierden los náufragos.
Se vuelven locos de tanta arena
y de beber tanta leche de coco.
Mi espíritu filantrópico me inclinaba
a ofrecérmeles para que se nutrieran con
mi cuerpo antiguo, pero entre más creía aproximarme,
más alejado estaba de esos pobres agonizantes.
Morían insolados con un puño de arena en la boca.
Fui piedra sin montaña
y me aburría mucho
haciendo las veces de portería
junto a una roca femenina muy guapa
que tristemente estaba muy lejos para poder platicar.
Hace poco fui fenómeno de circo
y maniobraba bolas de fuego,
equilibrando un monociclo en la cuerda floja
cantando con voz de barítono
mientras los leones y los tigres
se me lanzaban como dardos anaranjados
y ni siquiera un bigote tocaba mi carne.
Era un acto de lo más espectacular.
Siempre se acababan las entradas.
Fui Ethon, el águila mítica
que devoró
la ardiente entraña de Prometeo
que era de los únicos bondadosos
en aquellos tiempos.
Sorbí el primer fuego con el pico
y por una tarde pude jugar a ser dragón.
Fui Mongol
y sentí la embriaguez febril
de cabalgar endemoniadamente con la horda,
como gota de la ola fatal
que inundó 33 millones de kilómetros
con 100 millones de habitantes
durante 164 largos años de Kan, Kan, Kan.
Gengis Kan
Ogodei Kan
Kuyuk Kan
Möngke Kan
Kublai Kan
Temur Kan
Toda la dinastía del Gran Kan,
hasta que llegaron las armas de pólvora
y volvieron inútiles nuestras flechas
y caballos de viento.
Fui ave exótica y me enjaularon.
También fui un famoso alquimista italiano del XVIII
y Huidobro escribió una novela sobre mí.
En cierto sentido yo mismo fui Huidobro,
pues en sus meditaciones
–bastante más oscuras que las mías–
concluyó que él era la reencarnación
de ese mago Cagliostro.
En algún lugar de Francia o Chile
hay una película perdida sobre estas cuestiones.
Fui otros entes interesantes:
Aguja de pajar,
fantasma de tumba abierta,
el agujero donde enterraron a Lorca después de fusilarlo,
el pie de bruja que atrapó al diablo en la casa de Fausto,
sombra de campanario que congregaba paloma gris,
grito de fiera desconocida en la selva,
tortuga prehistórica en una pecera,
general de un batallón de moscas de fruta,
cabeza degollada de mantis macho,
sacerdote solar de una pirámide egipcia,
tocón de pino que nunca germinó de nuevo,
Y tantas otras cosas
que no recordé después del trance.
Cuando abrí los ojos ese día,
entre una espesa pantalla de incienso,
los mantras de mi ensueño
todavía rebotaban en las esquinas.
Me sentía como una presencia de múltiples voces.
el agua de la tina temblaba.
Sólo pude preguntarme
si lo que seré después
se preguntaba por lo que había sido antes
y de esa meditación futura
se desprendía lo que era yo en ese momento
y lo que soy ahora.
La pregunta se perdió entre la espuma
y no volví a indagar jamás en el misterio de mis ancestros.
Precipicios
Hombres caen de los edificios,
se suicidan felices de la vida
tarareando una canción
mientras el viento desfigura sus rostros.
Hombres caen de los puentes colgantes
y se hacen uno con el asfalto
de la ciudad que ríe.
Un dardo fulminante atraviesa un pecho
y por la abertura que genera,
los fantasmas comienzan su huida
y su travesura.
Espían a la gente
por las ventanas abiertas de sus casas,
cuando se queman la lengua
con el primer café de la mañana
o cuando Otto,
el gordo que vive en el segundo piso,
destruye a sus hijos ojiazules ojerosos,
mientras Iga, la esposa,
revisa su peinado en el espejo roto del baño.
Hombres caen de los acantilados de concreto
y vuelan con el yodo, las bolsas de basura
y las burbujas de los parques.
Ambas materias frágiles, jabón y carne,
revientan en un plop insonoro,
y la niña sigue soplando su juguete,
y los alemancitos lloran a su redondo padre
mientras Iga se pinta las uñas de rojo.
Los hijitos se besarán mutuamente los moretones,
vestigios de la única caricia paterna.
Castigarán su blanda carne una vez al día
para que esos regalos morados y amarillos
no hagan plop mientras sueñan.
Niños caen de las azoteas,
aeropuerto de moscas,
las marcas huyeron con la noche,
cuatro ojitos de hielo miran pasar los aviones.
Cantos a la incoherencia
Filamento azul
luna de plata
los mineros encuentran una gema
El poder
de las palabras
lo sabían
los cabalistas
Adornarse con espadas blancas
es como tener plumas y alas
y no poder conquistar una montaña
La centella de Hiperón
puede elevarnos hacia la sabiduría
o sumirnos en irremediable sombra
Es preferible la seguridad de un claroscuro
Bicornia embestida
capote que ondea como oriflama de guerra
se desgarra mínimamente la tela
y comienza a inundarse la plaza
con los vítores de la marabunta
24500 versículos
obsesionarían a cualquier exégeta
Las piedras sólo aguardan
–sus armaduras perfectas
nos engañan–
Mandíbulas definitivas
de Komodo
se cierran
en la extremidad de un profeta apócrifo
Para qué predicar en tierras tan lejanas
«porque no importa donde se haga mi palabra»
dice
«el viento la propagará como la yesca propaga la flama»
Reguemos semillas
en los campos
en las altas maravillas
Reguemos semillas
de trigo
y de salvado
De avena
de girasol
puñados desbordantes
de cebada
y garbanzo
Que se yerga la mies dorada
que se alce la espiga
y replete el buche
y brinde sombra
Aerolito
ave dardo guijarro aéreo
Nada de eso
es lo que cruza el cielo
verticalmente
hacia el vacío
Es Ícaro
mártir de todos los pájaros
La vidente mueve sus cartas
En sus ojos con cataratas
puedes ver la transformación de larvas
en mariposas de alas negras
«Llévese esta gallinita ciega
y hágala correr por el patio
para que ese duende que espera con el cuchillo en la mano
no deslice el filo por su cuello
y llene su tonel de vino tinto»
Huidobro
con tu espíritu aún andariego
manifiéstate en alguno de mis versos
y en ese preci(o)so momento
justificarás inmediatamente
toda mi poesía
No ardas todavía
dama cilíndrica azul
No estoy listo para ver cómo
las lenguas del fuego desvanecen tu perfil
y sólo dejan cenizas en la suela
un último grito de humo
y la pestilencia de unos dedos
grisáceos
No seas yesca efímera
Aprende la entereza del carbón
y convive con el fuego
consumiéndote sí
pero rechazando su afán
de instantánea desaparición
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