jueves, 26 de febrero de 2015

EDUARDO CERECEDO [15.079] Poeta de México


Eduardo Cerecedo

Eduardo Cerecedo (Tecolutla, Veracruz, México   12 de febrero de 1962) es un poeta mexicano ganador del Premio Nacional de Poesía Alí Chumacero en 2011 y el Premio Nacional de Poesía Lázara Meldiú en 2012, entre otros. Ha sido colaborador en temas de cultura y literatura en diversas publicaciones en México.

Su poesía ha buscado instalarse en el corazón del hombre mismo para saberse de tiempo al hablar.

Es licenciado en Lengua y Literaturas Hispánicas y tiene Maestría en Letras: Literatura Mexicana, ambas por la UNAM.

Desde muy joven ha practicado la docencia y ha impartido diversos talleres relacionados con la literatura y la creación literaria en instituciones públicas y privadas, entre ellas el Faro de Oriente en la Ciudad de México, la Facultad de Estudios Superiores Iztacala de la UNAM y la Universidad Iberoamericana Ciudad de México con el taller de Escritura Creativa.

Dentro de su trabajo como crítico literario ha colaborado en publicaciones como las revistas de literatura Bulimia de camaleones, Letras Independientes, Génesis y recientemente en la la revista Bitácora.

Conduce el programa de radio Memoria y Celebración: Vuelo de palabras en Radio Faro 90.1 FM, en Faro de Oriente.

Eduardo Cerecedo es catalogado un promotor incansable de la literatura contemporánea y ha participado en la creación de múltiples libros realizados por jóvenes escritores. Dentro de su obra es frecuente encontrar temas relacionados con el mar y la naturaleza debido a su aprecio y nostalgia pues vivió gran parte de su infancia en la cercanía de una zona costera en el Golfo de México. 

Obras

Su obra se encuentra editada en más de sesenta libros entre antologías, coautorías y colectivos. Hasta el momento se han publicado más de una docena de libros de su autoría que son:

Cuando el agua respira (plaquette), Cuarto Creciente, núm. 14, 1992.
Temblor mediterráneo, 69 Ediciones, 1993.
Atrás del viento, Conaculta/Fondo Editorial Tierra Adentro, 1995.
Marea del alba (plaquette), Praxis, 1995.
La dispersión de la noche (plaquette), 1998.
La Tinta del Alcatraz (La Hoja Murmurante, núm. 297), Toluca, 1998.
Luz de trueno, Daga, Carmesí Coagulada, 2000.
Agua nueva, Ediciones Marea, 2004.
Hoja de cuaderno, Cuadernos Mexiquenses, 2005.
Nombrar la luz, Las Fridas, Ciudad Nezahualcóyotl, 2007.
Festejar la ruina, EFE, 2011.
La misma moneda, Casa del Poeta Alí Chumacero, 2011.
Condición de nube, EFE, 2012.
El caracol vanidoso, Chicome EDITORIAL, 2013.

Reconocimientos

Premio Nacional de Poesía CREA, 1988.
Premio Nacional de Poesía Juegos Florales San Juan del Río, Querétaro, 1999.
Premio Internacional de Poesía “Bernardo Ruiz” 2010 en el Estado de México.
Premio Nacional de Poesía Alí Chumacero 2011 en el Estado de México.
Premio Nacional de Poesía “Lázara Meldiú” 2012, Papantla, Veracruz.



Colina de viento

Una colina de viento se levanta
de esta hoja, reducto de esa fronda
llameante en su follaje, comba de trazos
nocturnos, vuelos, aleteos erigen
ese verdor de siglos. Desde aquí
alzo la vista, desenmaraño el día
para tensar lo desvanecido en el instante.





AQUÍ NEW YORK
                                      A Ítalo Fabricio


Un laúd de cristales reblandece lo frío de la madrugada,
Nueva York en mis ojos se extiende.
Tic-tac mi pulso, hermosa joya, compañera, temblor
de lejanía.
Un rebaño de voces ausentes pulen el metal
del guardarropa: sombreros, gorras, guantes afelpan
la mirada.
Se desvanece la sensación de coñac.
El vaso sobre la mesa sentencia mi estómago.
He metido la mano al aire que la alfombra roja vence,
pequeña sabana la estancia domina un ligero  cabalgar
de olores,
mi saliva sabe a bosque, a tabaco.
El cristal escurre tu nombre que instantes antes escribías,
el tiempo llega y cumple lo deseado en derrumbe.
Estoy en New York y la ciudad empieza la blancura del mes
equis y la ventana se abre.




OPEN/CLOSET

Azul rey las cortinas, breves torres penden un beige
como cielo
surtidor la madera, insinuados escudos del acero, polilla
de humo asoma el resquicio del alba.
Aquí, sin dormir escucho,
veo, siento queda la noche, desgaja la lámpara, la enciende
pompa de jabón al aire semeja la lluvia de vidrio, el viento
alcanza la blancura, instante de ruido, altura.
Oscuro agente desborda de cuchillos su furia,
ablanda las paredes, pequeño resplandor de sierras.
En el cuarto de arriba alguien a puesto a Chayanne a todo
volumen.
Me agarro de las cortinas,
presiono el círculo open/closet, caigo sentado al piso,
me limpio la nariz
con el  made in japan (etiqueta de tela), lo mojado escurre en
la pared al unísono, la calefacción hace lo suyo en su interior.



CONDICIÓN DE NUBE de Eduardo Cerecedo. Nota y poemas.


Por Gilberto Prado Galán

Distinguimos tres claras vertientes en la palabra poética de Eduardo Cerecedo: un poderoso empeño analógico, el diálogo fecundo y amoroso con la naturaleza  y una admirable concisión que permite de manera paradójica potenciar el poder sugestivo de la voz lírica: “La madrugada nos golpea con los trenes/de niebla que fabrica el sueño”. La respiración y el tono poéticos crean una atmósfera de admirable plasticidad que induce al lector a evocar escenarios y a sentir, como una presencia oblicua, la voz del mar, el susurro del agua cadente (en los dos sentidos que esta palabra convoca) y el latido de las manos de Dios en sus pasmosas versiones cósmicas: “Al centro de la ventana se hunde el gran árbol del día”.  La otra visión de la poesía de Condición de nube es la percepción elástica del fluir temporal, como ocurre en el poema “Fronda”: “Alzo la vista, desenmaraño el día/para tensar lo desvanecido del instante”.

Condición de nube confirma y fortalece la trayectoria poética de Eduardo Cerecedo: un río verbal escrito bajo la clara sombra, como diría el poeta, de la meditación y del silencio.

SELECCIÓN DE POEMAS.

PERTENECEN AL LIBRO GANADOR DEL PREMIO INTERNACIONAL DE POESÍA “BERNARDO RUIZ”  2010, ESTADO DE MÉXICO


RAPSODIA  A LA LLUVIA

I

Llega junio con mujeres abundantes, mujeres ovulando, de bocas repletas de grosella,

música su follaje donde el verdor llega hasta lo amarillo del día,

lo abren, se miran en las horas espejeantes. Surtidor de sensualidad desborda el tiempo,

cauce de aromas, el jardín sus piernas. Las piernas brillan con fresca armonía,

también sus cuerpos de hojas llenos para saciar los ojos.

Llega junio y los pájaros son nubes que el viento recoge en la fronda de la tarde, ahora

roja por el mes, abierto por la mujeres que me mueven la memoria: follaje de flamboyanes,

de esa premura de algo.

No venteo nada, percibo claro el río de los tallos, palpando lo rugoso de la espera en este

claro de la página por volverse un saurio en la imagen crecida del lenguaje.




II

Algo toca el mar, una luz tierna nace: la espuma, red de levante. Una escarcha de brisa

deja como escultura el movimiento de la luna.

Llama o flama que las rocas adelgazan hasta hacer de sus cuerpos un filo que ha de cortar

el mediodía con el viento.

Un faro pare la ausencia de la lluvia al incrustar en lejanía,  el correr del agua por los tallos

de las matas de plátano.

El agua también alumbra parte del tiempo que se disgrega por el manglar. Donde la música

apaga el esplendor de gargantas.

Apenas observo la noche en tus ojos, una lluvia se divisa, ahora cielo la noche.




III

Bajo el mangle  miro como el agua trepa el rubor de la  tierra en élitros, pájaros aíslan

un bebedero que la noche dispersa cuando llueve.

El manglar es una isla que la noche empuja para que la luna empape de peces la marea.

Ahora candelas para entibiar mi corazón.

Arrecia la lluvia, agua por todos lados, por todas partes chorrea el mar su salitre. Aquí

se esculpe la estancia, que me lleva a un solo camino: la infancia. Lámpara que en la noche

una pira por donde asciende la rotación del agua por el golfo.




IV

Llegó junio y el cristal por el que veo el tiempo es golpeado por la música de Bach y sobre

la mesa, la novela de Eusebio Ruvalcaba divide la luz tenue de mi habitación,  que una

veladora adorna con su calor la voz del escritor que bebe un appleton, con agua mineral y de

hielos repleto.

Salud poeta por, una vez más, aumentar el silencio a la noche. Se va junio con sus aguas apretadas

en el vientre y un abrazo al de Guadalajara desde esta costa del Golfo de México,

sin mayor pretensión que estas palabras escogidas bajo el cielo de junio reclamando su nombre.






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