miércoles, 3 de noviembre de 2010

1712.- ESTHER PEÑAS DOMINGO


Nace en Madrid (1975). Licenciada por la Universidad Complutense, en la Facultad de Periodismo, donde acabó sus cursos de Doctorado, en la actualidad cursa la licenciatura de Historia por la UNED.
Ha publicado un libro de poemas, De este ungido modo, en la editorial Devenir, y con prólogo de José Jiménez Lozano, Premio Cervantes 2002. Además, está incluida en una recopilación de jóvenes poetas, Los jueves poéticos, publicada en la editorial Hiperión, y colabora con un texto en una compilación de textos solidarios, Desde otro punto de vista, publicado por el Ministerio de Trabajo y Asuntos Sociales.
Ha trabajado en numerosos medios de comunicación en España (prensa y radio) y, hoy en día, es responsable del Departamento Digital de la Agencia de Noticias Servimedia.

-POESÍA:
De este ungido modo (2005).
Los jueves poéticos (2007).
Penumbra (en preparación, 2010).
Trovadores de silencio (en preparación, 2010).

-NARRATIVA:
Los silencios de Babel (2008).
Entrevistos (2008).

-OTROS:
Desde otro punto de vista (2003). Prosa poética

sobre la discapacidad.
La exposición Internacional de los 80 (2006),

disco de Fernando Márquez, para quien compuse
algunos de los textos de las canciones aquí recogidas.
Prólogo de Eterno femenino.






DE ESTE UNGIDO MODO

Sabré buscarte donde la luz del sol
no llega
y uno tiene que ir a tientas,
en oscuro,
con el tacto que intuye
como báculo,
con el temor de la amnesia presente,
a cuestas con la emoción
que desabrocha el latido.
Sabré encontrarte en la memoria
de los días con sentido
prendiendo la claridad que tuve,
(tengo)
que tendré
porque supe anidarte con el rigor cándido
del estigma que mira y alimenta su anhelo
echando pan a los ojos
vivos de recuerdos,
echando pan a los ojos
silentes de ánimo,
echando pan a los ojos
hinchados de historias
que no se cuentan
porque no podrían explicarse.
Tal es el sendero de lo íntimo.

(De De este ungido modo, Devenir, Madrid, 2005, pp. 19-20).






A Garbo, 10 años después

Mujer de rostro enigmático
y piel de ropa limpia
oliendo a nenúfares inexistentes
que yo no he visto.
Mujer en viento oeste
abofeteando corazones frágiles
que sucumben al encanto vetado
de la venustidad adyacente.
Atentos.
Mujer despiadadamente bonita
se acerca.
Desistan banales intentos
de frenar su estela.
Que nadie ajuste su paso.
Mujer enorme de espíritu
arrecia.
Avisa la extrañeza
del rumor que cuestiona si existe,
del silencio que interroga que cómo existe,
y la razón se nubla porque no comprende
la lógica de la décima musa.
Es ella.
La sonrisa en explanada
brota atónita y nerviosa;
las manos la cercioran.
Viene.
El arrebato de la vida que se ofrece
la celebra.
Atentos.
Mujer bella
cruza el agua.
Llega
mojada
a la hora en que los débiles
pelean por recibirla tras el séquito de flores
que entristecidas desdicen estando cerca.
Peligro.
Mujer gretogarbosa se seca.
No encuentra
quien dispute su inteligencia,
sonrisa que languidezca su pena
ni besos que alejen la fatalidad
que lleva inscrita.
Silencio.
Mujer única muere.
Se decreta duelo por siempre.
Sólo queda
de su estancia
el recuerdo en su ausencia.
Atentos.
Se desgrana el enigma.
Mujer distinta
permuta
leyenda por felicidad.
Qué cosas.
Fue dichosa
en el mito
esta
mujer
eterna.
Atentos.
Hoy, de nuevo viene.
Hoy, sin demora, Garbo nos regresa.

(Extraído del libro ‘La vereda íntima de lo blanco’)





Ya no es tiempo de poesía.
Lo digo como pequeño poeta
a pie de templo.
La palabra no eclosiona,
nadie concede el tiempo que requiere
para que su fulgor nos hiera.
Porque la palabra ya no sacude
ni siembra una tortuosa ingeniería
de diálogo.
Porque ya no hay voz intravenosa,
ya no hay otro yo que responda
desde dentro,
con quien hablar obviamente a solas;
no se estila porque fatiga y a veces tunde,
uno mismo se derrota.
Porque la palabra ya no engendra palabra,
hoy no es tiempo de poesía.
Brota mecánica serpenteando
obstáculos en este limbo de inocentes apariencias.
Ya no se canta,
ya no se reza,
ya no conversa.
Converso uno de sí mismo,
la poesía se hace vieja
apresada en las páginas más gloriosas
escritas por el hombre,
sin que los hombres se reconcilien
ante ella
ni se emocionen
ni les recorra
lo desconocido
como corriente que genera pálpitos
y despierta muertos.

(Extraído del libro ‘Poeta a pie de templo’)





Lo exacto
no siempre es lo matemáticamente perfecto,
el perfil químico en estado puro,
la energía base de equidad absoluta.
Lo exacto son esos ojos tuyos
que me libran y confirman
y me están atentos.
Lo exacto es tu pálpito
acelerado ante mi urgencia
laxo en la tribulación
como pan de sonrisa horneada.

No es inhiesto, lo exacto.
No es robusto, lo exacto.

Más bien te diré de dónde procede:
del cierzo de tus pechos,
hontanares de pavesas encendidos
y del final del sendero dorsal,
en el valle hondonado al que llego
despacio, tras mostrar el salvoconducto
del enamorado feroz.

No es severo, lo exacto.
No es despiadado, lo exacto.

De ahí procede,
del latido que conmina persistencia.
No es bujía científica,
ni un baremo de frialdad, lo exacto.
Se descuelga de ojeras invencibles
y manos cuarteadas, pertrechado
desde el hambre de tu ombligo
cuando me cuidas.
En sostenido y sin palabras, Palabros.

Me sé en ti, riguroso vendaval de amor conjugado,
que es amar
no de soslayo, sino con preámbulo y epílogo de lo exacto.

(Extraído del libro ‘Poeta a pie de templo’)





¿QUE NOS SOSTIENE EN EL DESASTRE...?

¿Qué nos sostiene en el desastre
cuando el plomo arrasa
el corazón
y lo lamina?
¿Qué sonido quiebra,
qué palabra socorre
y se hace fuerte cuando todo
tiemble?
Vendrá el frío
y del abrazo sólo quedará
sombra humedecida.
Vendrá trayendo hiedra
y se engarzará en el latido
hasta que apenas sea audible.
Y el desastre refulgirá
-único en su potestad-
arrollando el propósito.
¿Qué aliento,
qué presencia
sostendrá entonces
el cuerpo derrotado?.






DESDE EL DESTIERRO

Desde el destierro,
tierra que levante polvo;
desde el dolor de esta muerte,
luz que ilumine el egoísmo oscuro;
desde el temor de no estar vivo,
recuerdos que avalen el presente,
voz que insista,
aliento que no pierda el beso,
paso de arena,
palabra en burbuja,
dibujos de una infancia
que confirma.
Desde mí,
la plenitud de una potencia.








EL POLVO DE ARENA CUBRE MIS LABIOS

El polvo de arena cubre mis labios
secándolos de horas que anuncien
sintaxis, pueblos, semillas… una galaxia;
el polvo carga de silencio
mi boca, gruta desértica
en la que nada nace,
ni gigantes, ni luz de sueño, ni agua
que restituya, que instruya el modo,
la pauta;
todo llega a la lengua mudo
y el nudo de la ferocidad
se empequeñece ante el polvo
que no siendo, casi no es,
pesa entre los dedos.
La arena abrasa el ánimo
y entorpece el deber de continuar indemne,
se pega al paladar y sólo lo nulo le llega,
pero ni sonrisas, ni promesas, ni canciones
(dónde hay música si huyó la luz).
Infinito y devora,
las formas, estrechas, indescifrables,
quiebran.
Es esta arena y su polvo,
es este polvo absoluto, inagotable.






SI TRATO DE NO PENSARTE

Si trato de no pensarte
tal vez desnude esta ansiedad
que me mastica.
Si te evito,
si te evito en el pensar
quizás sobreviva este instante.
Después,
vendrá el fracaso,
inexorable,
y tendré que comenzar de nuevo,
de nuevas desfallecida
en el obsesivo pulso
de que no estés
y convencerme de que no me importe




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