lunes, 6 de diciembre de 2010

2348.- MARIANO PEYROU


Mariano Peyrou (Buenos Aires, 1971) vive en Madrid desde 1976. Es un poeta español en lengua castellana, músico y licenciado en Antropología Social. Ha vivido en la Residencia de Estudiantes con una beca de creación artística. Su obra aparece en diversos recuentos y antologías de la poesía reciente.


Obra poética

La voluntad de equilibrio (Fundación María del Villar, 2000).
A veces transparente. Bartleby Editores, 2004.
De las cosas que caen. Bajo la luna,2004.
La unidad del dos. EDUCC, 2004.
La sal. Pre-Textos, 2005.
Estudio de lo visible. Pre-textos, 2007.








UNA MONEDA PARA LOS MÚSICOS

Que levanten la mano los que estén a favor
de no viajar nunca a ningún lado. Aquí
huele a hierba recién cortada y el clima
cambia con rapidez. Si uno se queda en casa
con suficiente insistencia, la escalera
puede llegar al extranjero, por no mencionar
que estoy oyendo hablar en alemán ni
las exposiciones itinerantes. Han vaciado el
lago, todo es diferente excepto el lago, que
sigue siendo una enorme extensión homogénea
pero de tierra. Cambia el paisaje. Las estatuas son
diferentes, los árboles, la gente, y sobre todo
las barcas. Ya deberías ponerte la camisa.




CHICAS DE PELO CORTO

Se oyó una voz que pedía agua.
Era yo. Era una de esas noches
completamente orientales. Un amigo
preguntó, angustiado, si había algún
guionista en la sala.

Esa será mi consigna para momentos de crisis.

Todos comenzamos a interpretar,
aprovechando las últimas vacaciones.
Mientras tanto, no lejos de ahí
entrenaba el equipo femenino.

Y vuelta a empezar. ¿Qué más
hace falta para hablar del peso?
Entonces se levantan los objetos alados,
las moléculas, todo está hecho
de contrastes como si fuéramos románticos.

No era tan difícil. Salió a la primera.
Creo que tú me ponías nerviosa.




HE TRATADO DE SER LEVE

Subo y abro la puerta, estoy
muy inspirado. Aquí
falta algo. Es mediodía,
no tengo ganas de seguir
con el recuento. Los marineros,
los antiguos cazadores, una bizca
preciosa que escapó en el último
escalón, todos sabían manipular
sus barajas. He tratado
de suavizar mis tendencias naturales.
Un animal infalible espera que suene el disparo.
En lo más alto, comienza la carrera.




EL PLACER

Para poder dormirse, intenta recordar
todas las veces que estuvo en París.
Cuando olvida alguna, muere un animal
doméstico, o se seca
una planta en la terraza.

Ahora necesito viento, diría
si dominara el francés o cualquier lengua
moderna, para no pensar, para al menos
mantenerme en pie hasta el próximo
capítulo. Si me contaras otra mentira...

No importaba nada que se hicieran novios
y se ahogaran en el río,
pero me recomendó por escrito
que me concentrara en el libro y dejara
de mirar a la lectora de enfrente,
que se acariciaba el pelo como si se fuera a ahogar.




LA ESCUELA DE VENUS

Todo empezó con la visita de un hombre
que contaba anécdotas de tortugas y tiburones,
de islas tan distintas de las que yo
conozco. En la embajada se estaban
poniendo nerviosos. El futuro tira
con tanta fuerza como el pasado
y no es menor su carga de melancolía,
lo entenderás durante el próximo eclipse.
Pronto oiremos la última
llamada para los pasajeros.

¿Y entonces qué harás, si no
puedes seguir mirando desde el fondo
de la fiesta, protegida
por el ritmo y las luces de una celebración
no sentida, entre gente que te conoce
pero no sabe o no puede corresponder
a tus deseos, mientras las otras
van saliendo, siempre en orden?





DE: LA VOLUNTAD DE EQUILIBRIO

CONVIVENCIA

Parecen más, pero sólo
son veinticuatro horas. La primera
puede ser azul pálido, sal,
horizonte; la segunda es sin duda un
cesto vacío, la tercera dos cestos vacíos
o un cesto por la mitad (es casi lo
mismo); para la cuarta desembocamos
en cualquier otro plano, por ejemplo en el
recuerdo del día en que se arranca
un pedazo de corcho de un árbol con
la idea de regalarlo a la vuelta del campo;
en la quinta jugamos al ajedrez, yo
suelo ser alfil; la sexta y la séptima
son un resbalar jabonoso y lunático;
la cera de las velas, todos los atributos de la
cera de las velas abundan en la hora
octava y sellan lo que será la primera
parte siempre que estructuremos a partir del número
tres (se recomienda el tres, es tanto más
justo y cómodo, a la humana medida);
entonces la novena, o nona
si uno tiene mal gusto, será otra vez
azul o rosa pálido pero menos, y algo de
hastío, de círculo, como cuando
estamos sentados en esos lugares desde los que
es tan evidente que la tierra es redonda,
y así la décima puede consistir en preguntarse cómo
es que tardaron tanto en darse cuenta;
todo va rodando por el círculo
enjabonado: claro, es tan fácil pensar así ahora,
autocrítica en la undécima; y atravesamos
la duodécima dudando si no hubiera sido
mejor trabajar con el dos, al fin y al cabo
la decimotercera parece algo nuevo
o recién barnizado; la decimocuarta confirma que
la estructura es binaria: ahora se ve que son las horas
las que nos vienen buscando; por ejemplo la
decimoquinta, una rubia que baila
y nos pide bailar; no importa
qué hayamos contestado, ya van
dieciséis y se intuye la costura, se siente la proximidad del ombligo;
la decimoséptima es la hora de entender, incluso
la televisión se justifica; Bach
sabía de todo y la decimoctava lo trae con su brisa,
las matemáticas son sólo el esqueleto;
una medusa se evapora en la arena,
ya es la decimonovena y sin embargo hace frío,
soledad, desde tan cerca no te veo mientras
la vigésima nos sigue empujando cruelmente,
nos sigue la vigesimoprimera, corremos
escapando del tiempo
que no quiere alcanzarnos sino hacernos correr;
durante la siguiente sufriremos un breve
ataque de epilepsia sentimental,
y la vigesimotercera traerá la voluntad de
equilibrio, para esto recomendamos la puesta
de sol o el amanecer (son las dos
puntas del mismo ovillo) pero con
mesura porque la vigesimocuarta será
un semáforo y una banda
de Moebius sobre la que ya no
hace falta jabón para que sigamos
deslizándonos siempre por el mismo día,
deslizándonos siempre por el mismo día
hasta que algo alguna vez se rompa y sea mañana,
que es el ayer del próximo amor.



¿Y SI FUERA EL DÍA?

¿Y si fuera el día la mentira, y estuviera
en la serenidad la distorsión,
en casa el enemigo?
Hay una continuidad en el
sueño similar a la de la vigilia.
A veces se manifiesta. Ocurre entonces
la caída lenta que está más allá de los
relojes y la prudencia (pero un cigarrillo
es un reloj, un caracol es otro, un
corazón; y más allá de la
prudencia están los asteroides, o
Finlandia y todas las veces que resbalaré en el
hielo). Ahora hay que confiar en
lo que no se entiende, elegir el
recipiente más adecuado para
contener el desconcierto. Un
poema puede ser bastante capaz, aunque
siempre será mejor usar el mar o la fogata.
O la caricia. Se extienden
las pupilas en la oscuridad, palmas que se
abren para acariciar la decepcionante
espuma tras la cual está ella,
está él. La caída de su
párpado es una ola que se
rompe, un movimiento de
bailarina antes de dejar la escena.
Mi cuerpo está fuera de mí.

Yo defiendo lo leve, lo menor.
Es mi trabajo.
Mi trabajo es estar ahí
sentado, contando mentiras. Mi
trabajo es contener un mar.
No hay nada tan inútil. Nada
tan bello como lo que no sirve.



ELEGIRÍA SIEMPRE

Elegiría siempre la mucho más
sutil tortura del más abstracto de ambos. Resumiendo:
está el vulgar despertador con su catálogo
de ademanes excesivos, sus fuegos de
artificio, su apego a lo concreto, y está el otro despertador, el
metafísico, que con su silencio
grita, que con su grito ilumina y
nombra un río que asciende una
montaña. Para empezar elijo siempre las ocho y veintiséis y no las
ocho y media, por si eso indicara algo, la apuesta de Pascal. Para
seguir veo una buena cuota de
locura en un reloj; para empezar, es tan
ingenuo disgustarse porque se hizo tarde: el
reloj es la tierra girando, nunca le vas a
ganar; para seguir, veo muy extravagante eso de llevar
una metáfora de la rotación en la muñeca.

Cualquier hora. Una
lluvia que cae desde abajo. Los ojos como
platos rompiéndose contra el radiador o la persiana.
Elegiría siempre recorrerlo al revés.
También la lluvia es la máquina del tiempo.



ESOS NOVIOS

Qué bien, acaban de dar las
tres, confirmo en la mesilla que
son exactamente las
tres, qué suerte ya que
no podría ser mejor hora, las
tres, es coincidencia casi milagrosa; pero qué
increíble, hay una hora aún más excelente, ya son las
tres y uno.



INTERRUMPEN

Interrumpen el juego para
invitarme pero les
contesto que estoy mejor
tomando notas en un cuaderno que ellos nunca
verán y no les importa. Ellos
juegan y yo juego. Me
parece que el cuaderno se
termina y que tendré que
interrumpir mi juego y
pedir otro cuaderno. Pero a quién
dirigirme si todos
juegan en el reloj y no
sé quién manda más, si la aguja grande o la pequeña.


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