miércoles, 9 de noviembre de 2011

JULIO CÉSAR GALÁN [5.135]


Julio César Galán 

(Cáceres, 1978). Doctor en Ciencias de la Educación. Ha sido lector de español en la Universidad de Argel, profesor en la Universidad de las Islas Baleares y actualmente lo es en la Universidad de Extremadura. 

Autor de los siguientes poemarios: Tres veces luz (La Garúa, 2007), Márgenes (Premio de poesía “Villa de Cox”, Editorial Pre-textos, 2012), Inclinación al envés (ERE y Editorial Pre-textos, 2014) y El primer día (Isla de Sitolá, 2016). 

Además ha publicado como heterónimo: Gajo de sol (Abezetario, 2009) y La llanura (Premio de poesía “Vicente García de la Huerta”, IES Suárez de Figueroa, 2016) de Luis Yarza; ¿Baile de cerezas o polen germinando? (Ediciones Idea, 2010) de Pablo Gaudet; Introducción a la locura de las mariposas (Tigres de papel, 2015) de Jimena Alba; y Limados. La ruptura textual en la última poesía española (Amargord, 2016) de Óscar de la Torre. 

Entre sus textos teatrales cabe destacar: Eureka (Ediciones del Unicornio, 2014) y La edad del paraíso (ERE, 2016).




Tres veces luz
Editorial la garúa, 2007


LA HONDURA

A Gonzalo Rojas

LLegaron paralelos a la orilla.
Se vieron en las ondas como desdoblamiento
el uno del otro: cuerpos interiores
que traspasan edades para formar esencias,
paisajes temporales del placer y la angustia.
- Fuíste su espejo y su final:
sin posesiones y sin sacrificios.
Tus fondos se ajustaron a la arcilla
y te alzaste desde tu hondura en él
como rosal de espumas,
donde la aurora otra luz no admite.



Los brazos cíclicos

Porque sólo se empieza si se desata un río
en el cuarto creciente de la muchacha:
-Vibro en lo blanco y voy hacia ella,
o si el mar viene de una caracola
cuando se tañe el corazón que se rompe en nubes.

Porque unos brazos sienten como las aves los eclipses de luz
y se desatan como un río en el cuarto creciente de la muchacha
y la muchacha crece en esta sala del quinto pabellón
junto a la aguja varada en el brazo:
cúbrete y danza, dice la memoria.

Brazos de la frontera, brazos en las preguntas y en los vuelos,
brazos de retirarse hacia donde estuvimos
y en su rapto las calles desaparecen porque son quimeras.

Porque unos brazos rugen y se enroscan por las caricias
la noche en que el espíritu de la hembra es fruta y pan
y deja que despunten sus secretos y sus orígenes, y el mar
se inmortalice en la mirada que descubre y admira
entre los peces escalpelos y las mantis termómetros.

Unos brazos que gozan de su piel cuando están bajo el agua ardiente
o de un cuerpo y recorren largas horas su curso
para prenderlo en el cuarto creciente de la muchacha
y lo sube y varía en cada sensación hasta hacerse sublime y noble
y se blinda para elevarse y se eleva con cuanto fulgurece
en cada gota y en cada chispa,
y es amar y es amor: si quien riega ya limpia.

Del poemario inédito El inventor de sí




La parada de los monstruos (un acercamiento)

1. Días extraños, extraña fruta

Es el reverso de las leyes lógicas, la inclinación a un envés oscuro,
el desajuste entre nuestras razones y las de ellos,
si bien es la congoja de lo impuro: algún ojo sin párpados,
algún hombre con cara volandera, alguna trapecista de circo
por el hilo del aire. (Por qué vibran cenizas en el aire).
(Por qué resuena Hurt interpretada por Johnny Cash).

Entonces, esta tienda de chillidos: testigos mudos y extranjeros.
El mal fue siempre fascinante.
Se podía morir la gente normal: en el primer pase un desfile
de ataques de pánico.
La estrella con charquitos de bilis. Algún aborto (casi). También algún charquito
de bourbon en el corazón.
Observa los mastines nevados en el portón del odio.
Y el mal, el mal, el mal. Y el corte de los iris: la vista sangra.
Tod adelgazó el tiempo para quitarle espanto a los ojos sensibles: 64 minutos.
El horror hasta el delirio y la poesía. Lo bello es una forma del horror.
La Censura pretende que disfrutes en calma. El miedo es una sala de hospital
(tú lo probaste pero no pongas nada de ti en este análisis).
Los actos puntualizan al monstruo. Nunca hagas lo que esperan de ti.
Punto de fuga, rostros puros, encrucijadas del extremo:
relea usted Hop Frog de Poe, después David Lynch hablará con sus engendros.
Después Tim Burton hablará con sus engendros.
“The killer in my is the killer in you”: resuena otra canción,
imagino que viene de las rocas de la llanura.
Después de la inocencia casi todo es ficticio. Pero es mejor así. Después el tiempo es ahora.


2. Este es un mundo donde los malos sí ganan

Pero antes de escribir mira por la ventana: la ciudad, y amarás aún más la escritura.
Pero ¿quiénes son los monstruos? -La trapecista y el enano. ¿El circo y el escaparate?
La rusticidad de la cámara enlaza el lustre lírico al diente de los celos:
el brote de una flor en flash back o la expresiva raíz de la burla,
la ternura de la cicatriz que cobija el recuerdo del proscrito,
el travelling que aprieta la garganta y afuera los normales, el hábito, la gran crítica:
nauseabunda, amoral. ¡Oh! Prohibida, prohibidla. Se podía morir la gente normal.
Pero ellos viven para que nosotros podamos existir. El tiempo para algunos
gira demasiado deprisa. El tiempo para algunos.
Esta inmortalidad artística es un percance de forense.
Pero antes de escribir mira por la ventana: la ciudad, y amarás aún más la escritura.
También ellos: con perfiles caninos, la costumbre de sabueso de fallos,
el estornudo por lo diferente.
Pero vamos a lo importante: no son los planos de experto del terror
ni su maña teatral,
es el cine silente, el otro cine, el misterioso Tod: el Cadáver Viviente Hipnótico,
son las secuencias que cruzan la frente hasta el final del cerebro,
recorriendo esa parte de nosotros que se perfila como
lagartos en la roca, como un sicario por el túnel azul de la noche.
Son las imágenes, estas imágenes: el fósforo astillado
por el hombre gusano como el Príncipe Radian y el cigarrillo abierto en humo,
ese dios que relumbra por el viento…
hasta esos decorados interiores: máscara y pantomima en las afueras.

(-Y pose usted, mister Brodwing: -¿Con cuál de mis caras?)
Pero antes de escribir mira por la ventana: la ciudad, y amarás aún más la escritura.
Son escenas que agrandan las pupilas: el enano y la bella: Hans y Cleopatra.
Koo Koo agita sus plumas, las siamesas palpitan desde su clarinete,
Frieda ve la traición y el truco: el banquete de bodas.
El líquido viscoso en la Copa de la Amistad
y la codicia. “La aceptamos, una de nosotros, una de nosotros”…


3. Conclusiones abiertas: la crueldad debe empezar por uno mismo.

Así, la reina de los aires por la mujer gallina: las verdades casi siempre son tristes.
Así, se alarga la sonrisa
del payaso y la calidez de Venus: el final siempre es el principio.

http://www.dvdediciones.com/vacacionesaun_juliocesargalan.html




Julio César Galán. 
Inclinación al envés.
Pre-Textos. Valencia, 2014.


Acercarse a Inclinación al envés, el arriesgado experimento del poeta extremeño Julio César Galán, supone compartir los principios sobre los que se sustenta. Por una parte, una poesía que despliega una apuesta de vanguardia y, por otra, la disposición a jugar con los niveles semánticos y los géneros.

En lo estructural, Inclinación al envés, decidido a respetar un rígido orden, está dividido en tres rondas o partes: “Vuelos en códigos compartidos”, “Voladores de luces” y “Ella, los pájaros”.

Efectivamente, los títulos de cada una de las partes, así como los títulos de los poemas contenidos en ellas, remiten a los pájaros, temática en la que se sustenta la colección “El pájaro solitario” (y en la que se inserta esta obra). Dedicar a las aves una colección de poesía es, como poco, una rareza. Bien, pues dentro de esta rareza surge una extrañeza mayor: este libro.

Las aves, los pájaros, funcionan como amalgama precaria de una sucesión de piezas que se remiten a algo más profundo, intuido a lo largo el libro, y cuya comprensión racional nos es huidiza. La estructuración del mismo finge un orden que contiene una cierta vorágine. Vorágine que, sospechamos, trata de relatar la biografía del autor, cuidadosamente oculta en capas de alegoría.

Es Inclinación al envés un libro complejo, extraño y, contra ello, sorprendentemente acogedor. Su exotismo nos introduce en un estado mental diferente, pero no alienante, como podríamos temer, sino hospitalario. El libro es una tierra nueva en cuyo confort nos gustaría permanecer.

Ya desde el prólogo, cariñosa e imaginativamente escrito por el también poeta Juan Andrés García Román, se genera una dinámica de guiños que nos invitan al juego. Este primer texto se escribe desde un tiempo futuro (en efecto, 2044, nada menos). Está cargado de humor y finas ironías (como que casi todo esté esponsorizado, las universidades, los periódicos, las ciudades, incluso) y anuncia algo que todos tememos: la extinción del género poético. Realiza una sutil semblanza de Galán, que refleja la amistad y complicidad entre ambos, prologante y prologado.

Los juegos del libro continúan con la inclusión de simbología variada, tachaduras, que buscan simular una escritura en proceso, como si el poemario no hubiera cerrado nunca su escritura. Simula por lo tanto que estamos ante una colección de bocetos.

No contento con todos estos requiebros, Julio César Galán incluye un cuerpo de notas, como si de un ensayo se tratara. Las notas funcionan como un libro paralelo al principal, del cual brotan. Dentro de este “segundo libro” conviven referencias reales con heterónimos (del propio autor) y paradójicas asociaciones libres con audaces saltos lógicos. Todo ese juego estimulante nos crea dudas y produce una zona difusa entre lo real y lo inventado de reminiscencias borgianas. Nos invita a un acceso entre cortinajes, a trascender los abrigos del armario más allá del cual se abre un nuevo mundo, que vivirá durante la lectura del libro en esas páginas. Un propósito, desde luego, muy ambicioso, y a mi juicio logrado con creces.

Pero Inclinación al envés es más que esto. Tras semejante profusión de juegos, tras esa enorme matrioska en que se convierte, aparece un versificador extraordinario. Gracias a una exuberante y precisa elección de las expresiones y el léxico, su poesía vuela alto. Aunque la clave de su obra, la piedra angular que sustenta este arco de crucería, es el ritmo con el que los versos se suceden, apoyado en una gran eufonía.

Algunos ejemplos:


“Desaprender la rosa y los rayos durante noches,
preguntarse de nuevo qué es esto, qué
es aquello, quién es quién.
Empezar…”, pág. 33.



“…es la melena rosa del cometa,
la pupila supersónica de la liebre,
una mujer que pasó sin esfuerzo.”, pág., 35.



“ …a devolverme
el lápiz, la cometa,
la bici con plumón y serpentina”, pag. 41.


“Y abre los brazos y también recuerdo los contornos borrados, la soledad a solas, el tumulto de ser muchos de todas las maneras.”, pag. 49.


“Oíamos crecer las plantas del parque y el cuerpo del gorrión se derramaba
[en el aire y en la vista
en ascenso de infancia * tras el hospital,
aleteando la luz * bajo las metamorfosis de los muertos.”, pag. 50.


Y podríamos seguir incluyendo una decena de fragmentos más.

En ocasiones, lo rítmico, la asociación libre es relevada por sentencias que nos devuelven a la senda de la lógica y del pensar recto, proporcionándonos relampagueantes iluminaciones. V.g.: “… si algo se aprende al enfermar es que el dolor no enseña nada”, pag. 52.

Inclinación al envés supone un conjunto de poemas potentes, a veces literales, a veces pródigos de enigmáticas y delicadas referencias. Comienza con un juguetón chiste, una broma sofisticada, pero lleva dentro lírica y malabarismos semánticos que satisfacen el deseo de buena poesía. Y de esto último va sobrado. No es sólo el libro de un tipo culto e inteligente, sino además de un instintivo versificador. Al lector el sentido final de muchas de las imágenes empleadas  –cuya gestación desconoce- se le escapan, pero esas referencias crípticas a la propia biografía aumentan el dulzor de su misterio.

Posiblemente sea una obra limitada a lectores exquisitos y poetas (tal vez no todos los poetas). Los versos inacabados, por ejemplo, los completamos a nuestro gusto, sin parar de disfrutar, especialmente para los que gustan de la vanguardia sin empacho.

Ahí resuenan el experimentalismo de principios del siglo XX, tal vez también un poeta como Saint-John Perse (citado en el cuerpo de reales/imaginarias notas), la energía de un Whitman, la siniestra contundencia de Héctor Viel Temperley; los poemas se suceden con distintas variantes rítmicas, mostrando el misterio de los raíles estéticos, por los que se obligan desde el primer verso a discurrir, hasta alcanzar esos finales absolutamente redondos.

También resuena un regreso a la poesía vanguardista y simbolista de los años setenta. Tal vez Julio César Galán no comparta estas referencias, pero en ocasiones los poetas arrastran adherencias de otros autores que finalmente despliegan en sus versos de una forma no del todo consciente.

Debo destacar un poema que me parece excelente. Su título es “Cuerpo del Gorrión”. En él coinciden todos los rasgos que caracterizan el poemario con especial excelencia. Hay mezcla de géneros, crípticas referencias, composición muy cuidada de la sintaxis y sorpresa en la elección de las imágenes. Al fondo de él late pasión.

En cualquier caso, en las tres partes en que se divide el libro se encuentran motivos constantes para gozar del lenguaje y los barrocos usos del encabalgamiento y todo tipo de recursos: mezcla de voces, partición del verso, utilización de la sangría…

En definitiva uno sabe que todos los juegos, las ironías, sirven de cobertura a una poesía que tiene una enorme potencia, que revela verdades que necesitan de un rebajamiento, como lo necesitan los licores demasiado intensos.

En lo físico, este gran libro, si lo buscan en las librerías, acabará por ser en sus manos un librito, un objeto delicado y bello con aspecto de breviario, que -no podría ser de otro modo- ha sido cuidadosamente editado por Pre-Textos. Como decíamos está incluido en la ya prodigiosa colección “El Pájaro Solitario” y muestra el trabajo que se hace desde Valencia. Es una pieza más de una editorial cuya altura supera el precario estado de nuestro mundo cultural y hace que todos crezcamos.

Inclinación al envés es, pues, un gozo que da para muchas relecturas entre su riesgo, su carácter festivo, su vitalismo y la complejidad fructífera de sus símbolos; diluye esa sensación, que se ha ido sendimentando, de que vanguardista equivale a fárrago. Galán es un poeta que conoce la alquimia de la seducción. Porque preguntémonos qué ha dado mejor que las vanguardias el siglo XX, qué otro legado superior ha dejado. Este libro sigue esa senda. Y gracias a la pericia de su autor, triunfa.

INCLINACIÓN AL ENVÉS, JULIO CÉSAR GALÁN, EDITORIAL PRE-TEXTOS, VALENCIA, 2015.






JULIO CÉSAR GALÁN: EL PRIMER DÍA
(Isla de Siltolá, Sevilla, 2016)

por FERNANDO CID

EL TODO POR EL TODO
         El tiro de gracia: Para escapar de las celebraciones sin fundamentos, vayamos al grano. ¿Qué aporta El primer día? ¿Por qué sobresale de los demás? ¿Puedo reflejar esta aportación en unas cuantas páginas? ¿Es posible demostrarla en pocas líneas? ¿Podríamos hacerlo con otros autores más alejados en el tiempo como José María Fonollosa o Francisco Pino? ¿Qué hizo que Altazor supusiera uno de los libros de poemas más innovadores de su época? ¿Qué relación guarda esto de la aportación con lo sublime, la excelencia, la transgresión, el descubrimiento…? Vayamos a la cuestión teórica (pedagógica): por ejemplo, Limados. La ruptura textual en la última poesía española (Amargord, 2016). Pensemos en que el prólogo de esta muestra de poesía lo realiza Óscar de la Torre, heterónimo de Julio César Galán, y que podría tomarse en gran medida como su poética. Pensemos en que El primer día va más allá de estos Limados o como yo los definí allende aquellas páginas, Poéticas del afuera.
        ¿Por qué? ¿Qué es aquello que marca la diferencia? A lo largo de las 180 páginas de El primer día vemos diferentes transgresiones. Empecemos por las retóricas: la reunión, conjunción y conmoción que provocan las diferentes muestras de reescrituras, notas a pie de página, las marginalias en los laterales de los poemas, las versiones, los autoplagios, la mezcla de tiempos (fechas) y espacios (escrituras presentes y caminadas, al modo de Hospital británico de Héctor Viel Temperley), los degradados, las lexicalizaciones, los tachados, los poemas dentro de los poemas, las palabras dentro de las palabras. En fin, todo un arsenal que por estos lares ni por otros no se estila y crea estilo.
        Pero ¿cuál es su diferencia?, si esta ya no representa en sí misma una divergencia significativa; pongamos varios ejemplos: ¿qué hace que las versiones o las reescrituras ya presentadas por Leopoldo María Panero, sean una aportación en Julio César Galán? Pues que en este último poeta se hace de manera sistemática y no esporádica, como marca de estilo. Además y lo más importante en este sentido, es que ese recurso que se integra eficazmente y expone una nueva dimensión del poema. Para ejemplificar aún más esto: acérquense al poema, “Pequeña formación del universo”, en el que tras una mezcla de palabras sueltas al modo de la poesía visual (un primer movimiento, así lo define Julio César Galán), el mismo poema aparece —en un segundo movimiento— más organizado y con la representación de una supuesta reescritura y todo su armamento retórico, y por último, en un tercer movimiento, el poema se expone con sus medidas exactas y claras, sin añadidos ni juegos. En realidad, este poema refleja, desde su representación mental hasta su conclusión, sus diferentes estratos. Ahí está la grandísima diferencia, la aportación. Además y como consecuencia: es inevitable que esas reescrituras, esas variaciones, se sostengan en parte a partir de lo tachado, de palabras con diferentes tipos y tamaños de letras, en los degradados, etc.



          Más: Las notas a pie de página y la marginalia. Cierto, otros autores han utilizado de una manera directa o indirecta las notas a pie de página. Volvemos a un primer nivel diferenciador de El primer día: su profusión; segundo nivel: su variedad; tercer nivel: su excelencia. ¿Por qué excelencia?, además de completar el poema, de exponer textos de calidad; además, tenemos por un lado el juego: vean/lean el poema “Oda al blanco casi”, tan solo formado por notas a pie de página; por otro: la parodia, es decir, la consideración del error como elemento creativo y visible (ahí está el poema ‘Lectura de Una temporada en el infierno’, en el que se juega con la caricatura de las malas traducciones o los misreading); tercer lado del triángulo: elemento relacionado con el anterior, me refiero a la entrada de los co-lectores (co-creadores o como los denomina Julio César Galán, lectocreadores): Salocín Rasec y su diálogo con el autor en cuanto al error como forma de creación. Si se muestra el error, ya no tiene que ser considerado de esa manera. Estamos ante una ruptura sin precedentes al considerar la esencia de la literatura: el ideal de perfección como un deseo a lo Bouvard y Pécuchet y no una realidad. Enseñar los fallos a modo de auténtica perfección. Julio César Galán parece preguntarse: ¿quieren saber qué es la creación literaria? Pues un cúmulo de errores, de pruebas, de ensayos y un resultado final (NO SOLAMENTE EL RESULTADO FINAL). Y de la marginalia: ¿qué autor ha puesto todas esas glosas y de ese modo? (hay que felicitar al diseñador y a la editorial por un resultado tan bien hecho y tan complicado de llevar a cabo).
         Mucho más: Nos encontramos con “la mezcla de tiempos (fechas) y espacios (escrituras presentes y pasadas)”: antes mencioné a Héctor Viel Temperley y su excepcional Hospital británico. En El primer día estamos ante una escritura de 20 años como deja claro la “Nota del autor”, de tres libros reducidos a tres partes, de sus primeros poemas que son los últimos, desde 1996 hasta 2016. En realidad, la sensación que da una segunda lectura de este libro de poemas es que estamos ante un solo poema, ante poemas encadenados que crean una estación poética y vital. Las formas viejas con las nuevas crean vínculos de azogues. Todo esto hace que lo autobiográfico se mezcle con lo ficcional; que lo pasado se incruste en el futuro y el presente sea uno y de todas las maneras; que al pasar por una calle antigua, en su pared se vislumbren imágenes de lo pretérito.
          Lo más de los más: Los poemas dentro de los poemas, las palabras dentro de las palabras. El adentro y el afuera, lo especular que refleja el propio cristal, ese juego de espejos de la escena final de Ciudadano Kane que es El primer día. Así tenemos un carácter reflectante, una comunicación transversal, la mise en abyme, el desdoblamiento… El escritor se transforma y sentimos su acto de lectura; y sentimos la polisemia y la polifonía. Desde un punto de vista genérico, en estos campos creativos nos encontramos con la visión del texto poético como algo no perfilado en sí mismo, unido a la noción de proceso y de metamorfosis (cuestión que afecta a los papeles identitarios del autor y del lector), generando un espacio múltiple e interactivo, heterogéneo y proteico, dinámico y circular; semejante al non finito escultórico de Miguel Ángel, Leonardo de Vinci y Rodin, las rupturas del discurso a lo Godard o la construcción inconclusa de Enric Miralles. Estos poemas plantean el proceso creativo, el reflejo de lo imperfecto, de lo inacabado o la entrada de diferentes tipos de lectores como vías expresivas. El valor de la ruina como valor estilístico y vital muestra la intención de reflejar el desarrollo formativo del texto poético.
           El todo: Lo teatral, lo ensayístico y lo narrativo es lo poético. Toda la diversidad de capas de El primer día hace que vaya desde el versículo tradicional con sus conjunciones en impares, pasando por la versiprosa y la prosa, a veces, hasta en un mismo poema. Incluida la parodia de todo esto.
          El todo por el todo: Poesía Especular (el poema dentro del poema), Poesía de la Lectura (la crítica hecha poesía), Poesía de la Otredad (el espacio de los otros) y Poesía del Non finito (el proceso es el fin como Julio César Galán dijo). ¿De este libro surgen todas estas vías? ¿Ahora sí está clara su aportación? El lector, si quiere, puede confirmarlo o negarlo.







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