jueves, 11 de marzo de 2010

057.- HUGO IZARRA




VIGO. ESPAÑA


Es autor, bajo pseudónimo, de los poemarios Eyacula, que algo queda, Gominolas para los patos y La soledad es una puta con dientes de oro, además de la novela inédita Prohibido tirar de la anilla. En la actualidad, trabaja en su último libro de poemas: Manual de primeros exilios.




CHELSEA HOTEL Nº3

Janis frunció el ceño
cuando vio mi cicatriz.

¿Qué ocurre?, pregunté;
¿Es que ya no te gustan
los hombres con heridas?

No me gustan las historias
que se repiten, dijo ella.

Y apoyó su espalda
en la ventana y miró
hacia otra parte.

.
CABALGAR LA MAÑANA ENTRE BOSTEZOS

Ocho y diez o puede que ocho y cuarto.
Y diciembre, que es rígido y cruel y perseverante,
ha vuelto a dejarse caer por la ciudad
y se entretiene haciéndose notar
—tal vez porque no es grande,
su presencia es más notoria—
en cada partícula de existencia.

La lluvia nos azota en diagonal
y aún es de noche, y el ruido acostumbrado
ha comenzado a instalarse ya por las aceras:
los pasos, las persianas, los motores de los coches,
las válvulas que rugen, las voces de los niños,
el abrir y cerrar de cremalleras, las miradas
nos inundan y nosotros no podemos
hacer más que contenernos.

Rostros proletarios, somnolientos,
cabalgan la mañana entre bostezos,
—algunos son blancos, pero los he
visto también azules y amoratados—,
encendiendo sus luces y sus cuencas
tras las lunas empañadas por el frío,
saliendo de los parkings, esperando
su turno para incorporarse al tráfico.

Algunos parecen impacientes por llegar,
otros caminan ateridos con la cabeza baja,
plegando el cuello, fumando e ignorando
invariablemente la sombra breve que,
tímida y fugaz, proyectan sin querer
sobre los escaparates.


.
Todo acabará cuando llegue agosto


Todo acabará cuando llegue agosto;
la voz de los cantantes, el tacto de las hojas,
la felicidad engañosa de ciertas promesas.

Porque todo termina donde empieza agosto;
la enfermedad y la furia, el amor y la inocencia,
las tarrinas de helado de mascarpone y fresa.

Empezará otro agosto, este agosto.
Ya no habrá más lágrimas en terminales,
ni pornografía entusiasta, ni invisibles.

Llegará agosto, el verdadero agosto,
y lo que ayer nos sacudía el corazón
hoy sólo nos hará menear la cabeza.

Todo acabará cuando llegue agosto,
porque todo termina donde empieza
agosto, afortunadamente.

.
URTICARIA CALIFORNIANA



De camino al sol
tan dorado de California,
en la cama de nuestra
habitación doble en el
Hotel Congress —siempre
el más barato— comeremos
puñados de snacks salados
de esos que, según tú,
saben como a ortiga.

(No olvides que te odio
cuando dices
palabras como inconspicuo)

Y beberemos refrescos,
también, fríos pero sin gas
en las peores estaciones de
servicio de Arizona y, como
siempre, insistirás en que
crucemos la frontera
cuanto antes.

(No olvides que no te aguanto
cuando sugieres
que somos seres unisexuales)

Nosotros florecemos en julio,
como esas plantas hostiles
que crecen junto al asfalto
a pesar de todo.

Sin envidiar, por suerte,
a las personas
normales.

Desde las dos alas de la planta trece
se domina la ciudad entera, bajo la bruma
otoñal que hoy la hace parecer un espejismo.

Los enfermos adivinan la ciudad entre la niebla,
se imaginan, inevitablemente, volviendo a sus casas;
una chaqueta encima del pijama y dinero para un taxi.

Están hartos de la vida carcelaria, de ser uniformados,
innombrados, numerados, tratados como coches viejos:
a los presos, por lo menos, les permiten estar solos.

Las enfermeras no tienen la culpa, pero te llaman
catorce-dos. Dicen: Analgésico para la catorce-dos.
Llamad al celador para que cambien a la catorce-dos.

Hoy se va la cinco-uno. Todos se van antes que tú.
Hombres y mujeres vestidos de azul claro, familiares
elegantes con caras de sueño y dolor, hoy tan radiantes.

Y tú, catorce-dos, desde el lugar donde se domina todo,
desde el centro neurálgico de la ciudad de los enfermos,
observando a los coches encender sus luces de niebla.




* * *
DR. INSOMNIO



I told the joke about the woman
who asked her lover: “Why
is your organ so small?”
He replied: “I didn't know
I was playin’ in a cathedral”

(Vicki Calling)

Ella —¿quién si no?—
volvió a llamarme a las
3:30 de la mañana para
preguntarme si dormía.

«Sólo hasta que llamaste»,
repuse, y le colgué otra vez.
Pero volvió a insistir, y, sin abrir
los ojos, esperé a que se cansase
y luego desconecté el teléfono.

Sé que el viento
ondulaba el cortinaje
porque hacía viento y
porque aún conservaba
las cortinas. En realidad,
todo fue mucho más simple:
con sus faldas, me hacían
cosquillas en los pies.

Era como no estar solo.




* * *
Escrito por Hugo Izarra
Same thing in reverse



«Esto toca a su fin», ella advirtió.
«Tus piernas siempre serán tan
blancas», pensaba él, ausente;
ensimismado en su propia voz.

Su madre le daba de comer en
la cama, empujaba el tenedor
dentro de su boca. Observó:
«Hijo mío, qué piernas tan
blancas tienes».

Sólo entonces fue consciente
de todo cuanto había perdido.
Habían pasado ya más de
seis años.




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Escrito por Hugo Izarra
viernes 25 de julio de 2008
Domine mundi



A qué ese afán de
domesticarlo todo,
de dominar a las especies,
de domar al lobo y al león,
de enderezar al perro,
de aburguesar al gato.

A qué tanto interés
por hacer hablar a las urracas
y saltar a los delfines, por ver
a los osos montar, ridículos,
en monociclo, por amaestrar
al paciente tigre de Bengala.

Qué insólito complejo milenario
empuja al hombre a civilizarlo todo
por la fuerza; a construir zoológicos,
circos, jaulas y mataderos. A demostrar
su dominio apabullante sobre las cosas
de forma tan poco civilizada.




* * *
Escrito por Hugo Izarra
jueves 24 de julio de 2008
El Cielo no tiene la respuesta, dice el Oráculo



A los que miran al cielo, desafiantes,
el Oráculo responde amablemente:

El Cielo no tiene la respuesta;
el Cielo es sólo otro elemento
más del decorado, tal vez más
brillante y mudable que el resto,
pero no es mucho más que eso.
Así que desistid de una vez:
Dejad de buscar respuestas aquí,
el Cielo no es lo que pensáis.

El Cielo es un invento de la iglesia,
una publicidad exitosa, un sacrilegio
místico y absurdo como Jesucristo.
El Cielo tampoco tiene la culpa de
vuestros problemas ni os ayudará
jamás a resolverlos. Así que dejad
de culpar al Cielo, por amor santo.
El Cielo es una ilusión ridícula,
advierte el Oráculo.




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Escrito por Hugo Izarra miércoles 23 de julio de 2008
El amor es crueldad accidental



Pido perdón a los mosquitos
que murieron estrellados
contra el cristal de
mi parabrisas,
y a las mujeres que
me amaron, y yo amé,
en mayor o menor medida.




* * *
Escrito por Hugo Izarra martes 22 de julio de 2008
La fábrica de corchos



A Rosa Bruch.
Gracias por todo.
Había tomado el camino equivocado,
me desvié y conduje algunos metros
por un sendero de grava, hasta llegar
a algo parecido a un desguace y me
detuve allí. Buscaba una gasolinera.

Había un letrero colgando de la fachada.
Decía que aquello era una fábrica de corchos,
pero no había nadie allí. Sólo sol y grava,
ni una sola señal de vida aparente.

Me equivocaba otra vez. Cuando intentaba
maniobrar, vi a dos perros encadenados salir
de una caseta, pero no vi comederos ni bebederos
allí y el sol abrasaba cada cosa que tocaba.

Me acerqué al perro pequeño y lo desaté.
Fui hasta el más grande y solté también
su cadena. Les dije: «Venga, corred. Id
donde queráis. Poneos a la sombra».
Pero ninguno de los dos se inmutó.

El mayor miró primero al pequeño
y después me miró a mí a los ojos,
como intentando decirme: Mira a
tu alrededor, grandísimo estúpido.
¿Adónde crees que nos vamos a ir?

Tenía razón. Así que volví a atarlos a
los dos y regresaron al interior de su
caseta y me marché de allí, sin mirar
atrás, como si nunca hubiese estado
en aquella fábrica de corchos.




* * *



Escrito por Hugo Izarra
lunes 21 de julio de 2008
Ruinas hostiles



La decadencia se manifiesta también
en Ciudad Hostil de múltiples formas:
en edificios céntricos, inminentes ruinas,
que se tienen en pie con el único objeto
de incordiar a arrendadores impacientes;
pero también en las personas, como en
la vieja que arrastra con dificultades el
carro de la compra o la drogadicta que
pide una ayuda para comer o el sintecho
que lee la prensa de otros años, porque
cada vez le gusta menos el presente.




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domingo 20 de julio de 2008
Ruinas villanas



Declaro Villa Somier ciudad ruinosa y podrida:
Poco importa que algunos filósofos de verbena
apunten que su arquitectura civil es admirable;
sólo aquí restauran las cubiertas de ruinas del
medievo con tela asfáltica, valiente ignorancia.
Por no hablar del jónico impostor de las columnas
que sostienen los portales de tantos edificios,
o del apestoso coliseo donde puntualmente se
congregan miles de desalmados, para disfrutar
del espectáculo atroz de la tortura animal.




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Escrito por Hugo Izarra
sábado 19 de julio de 2008
El tiempo se ríe de los hombres poderosos





Los hombres poderosos, los dueños del dinero,
han llegado a Villa Somier a bordo de sus enormes
coches de lujo -negros, plateados- siempre veloces
por el carril de aceleración, apartando a los demás
conductores con ráfagas de luces, intimidándoles,
porque tienen prisa por conquistar el mundo.

Los hombres poderosos, los dueños del planeta,
comprueban nerviosos la hora en sus relojes de
oro, mientras observan el sol precipitarse por
entre las colinas. Hay algo que ni siquiera ellos,
los gurús de la opulencia, podrán administrar:
No existe dinero aquí para comprar el tiempo.




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Escrito por Hugo Izarra
viernes 18 de julio de 2008
Variación sobre el aliento de los perros





El aliento de los perros en verano
es áspero y sonoro como el serrucho
desgastando lentamente la madera.

El aliento de los perros en otoño
es melancólico y cruel igual que una
puesta de sol para un hombre ciego.

El aliento de los perros en invierno
es cálido y tierno como el abrazo de
un abuelo, como el pastel de carne.

El aliento de los perros en primavera
es tan desagradable que hace que las
mujeres ansíen la llegada del verano.




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Escrito por Hugo Izarra
jueves 17 de julio de 2008
Pecados de la carne





En el país de los pequeños petroglifos
había dos lesbianas grandes, —que
eran también grandes lesbianas—,
muy amigas de llorar y criticar
y de abrazarse en espacios
abiertos, siempre las dos
juntas sobre la hierba.
De las dos, una era más
joven y menuda, y la otra,
más callada, estiraba unas
medias de rejilla, sin pudor,
sobre las piernas enrojecidas;
sus muslos parecían roast beef.




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Escrito por Hugo Izarra
miércoles 16 de julio de 2008
Lanzadoras de cuchillos, no seáis tan crueles con los enfermos



Lanzadoras de cuchillos,
no seáis tan crueles
con los enfermos.

¿Por qué no
disparáis más cerca
de sus órganos vitales?

Tened compasión de ellos,
lanzadoras de cuchillos;
apuntadles al corazón.




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Escrito por Hugo Izarra
martes 15 de julio de 2008
Nebulosas



La memoria se vuelve un poco frágil
alrededor de aquellos días, supongo
que porque entonces no ponía tanto
interés en coleccionar cosas bonitas,
pero ciertas imágenes aún perduran
con la intensidad de las descargas,
como la lluvia artificial de aspersores
regando el asfalto blando de agosto,
que lo hacían brillar como si fuese un
mar sintético, y aquel cielo ambarino,
o puede que fuese ocre, derramando
el tiempo sobre nosotros igual que un
inmenso muro de lodo, de fango lento,
que no buscaba más que sorprenderte.




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Escrito por Hugo Izarra
lunes 14 de julio de 2008
Starling Patrol





Bandadas de pájaros
—no importa qué pájaros—
desplazándose en el aire
con la exuberancia de
algunas prostitutas.

No diré que gráciles y
frondosas, pero imprevistas,
inundan el cielo y danzan
agitadas por el viento
cálido del Este, que
hace que todo huela
a pan de centeno.




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Escrito por Hugo Izarra
domingo 13 de julio de 2008
La ciudad nos observa con ojos tranquilos



La ciudad nos observa con ojos tranquilos
porque tú y yo somos elementos en concordia
y cada paso que damos estaba ya escrito en el
Gran Libro de los Pasos y es gracioso vernos
así, como si siempre hubiésemos sabido dónde
acertar con el pie, dónde poner cada palabra.

Aquí, entre la gente que avanza y corre y empuja,
tú y yo somos dos estatuas de piel tan diminuta,
representando un papel para nosotros mismos.




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Escrito por Hugo Izarra
sábado 12 de julio de 2008
El fin justifica los miedos



Los hay que están dispuestos
a huir de la soledad a cualquier precio,
durmiendo con el televisor encendido
o dejándose caer en brazos del primer
ser humano con que se tropiezan.

Hay desdichados también
que, por no saber, buscan el amor
en el lugar más inaudito, a la salida
de las iglesias, entre hombres y mujeres
trajeados que lanzan granos de arroz.

Y seres extraños que piensan
que conservar tradiciones y ritos
ancestrales y ridículos, como fiestas
de aniversario, es el precio que han
de pagar por sentirse acompañados.

El fin justifica los miedos
porque elimina a víctimas y testigos,
pero las pruebas sobreviven, como fatal
profecía, para advertir a los que vienen
detrás de nosotros, espuma del tiempo.




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Escrito por Hugo Izarra
viernes 11 de julio de 2008
Algunos poetas suben al cielo sin chaqueta y otros no





Después de escuchar a las viejas preconizando
con vehemencia las virtudes del Linimento de
Sloan, de observar sus extremidades como
si fuesen de otro, de sentir el bombeo de
la sangre concentrado en las muñecas,
el poeta C.B., existencialista sombrío
desconvencido y pragmático, invitó
a todos sus amigos a desalojar el
local y, poniéndose la chaqueta,
les deseó buena suerte y subió
a su casa a descansar con los
gatos. A admirarse la tripa
velluda, pálida y blanda.
A escribir algo, versos
sueltos, lo que fuese,
por malo que fuese.
Porque era triste
que un escritor
no escribiese.




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Escrito por Hugo Izarra
jueves 10 de julio de 2008
Jóvenes y honrados



Empezamos a robar muy jóvenes,
(no tendríamos más de doce años)
a escondidas y de noche, en salones
con moqueta gorda, bandera y chimenea,
mientras dormían nuestros captores
que eran rubios y gordos y no
hablaban en nuestro idioma.

Tú querías el dinero para comprar
gominolas. ¿Te das cuenta ahora de
lo gracioso que era todo? Robábamos
para comer, como los ladrones honrados,
pero nos sentíamos miserables como ratas.

Yo cogía las monedas grandes del bote de
los peniques para comprar discos extraños.
Aquel dinero inglés quemaba en las manos;
tenía grandes remordimientos después,
me imaginaba a la policía registrando mis
maletas en la aduana del aeropuerto, haciendo
miles de preguntas, llevándonos a los dos
a la sala oscura para interrogarnos por
separado. Pero nunca nos llegaron a
coger. Creo que lo hicimos bien.




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Escrito por Hugo Izarra
La vida solitaria de las gárgolas



Son aves raras en las ciudades de provincia
pueden contarse con los dedos en Ciudad Hostil,
pueden contarse con más dedos en Villa Somier.
Se ven tan ridículas y extrañas allá arriba,
en los tejados de los viejos edificios,
mirando siempre la misma escena
con los mismos ojos de bronce
con los mismos ojos de piedra
en posiciones incómodas
vertiginosas y acróbatas.
Como intentando justificarse,
como intentando demostrar que,
por mucho tiempo que pase, por
anacrónicas que resulten en la Era
del Cristal, del Aluminio y del Hormigón,
son parte activa, a su manera, de este gran
teatro aberrante, absurdo y contemporáneo
en que hemos convertido al mundo moderno.




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Escrito por Hugo Izarra
martes 8 de julio de 2008
Desde luego que no



Al margen de esporádicos sobresaltos,
vivíamos felices en aquel cobertizo de madera
que tenía una ventana orientada hacia poniente
y olía a maíz y a fruta, y a los dos
nos servía de escondite.

Bebíamos gaseosa mientras leíamos viejas
revistas de la abuela, ediciones antiguas
del Reader's Digest, omnipresente,
intentando encontrar, en vano,
la gracia de sus tiras cómicas.

Y comíamos ciruelas negras, escupiendo
el hueso en servilletas de papel absorbente.
Y por las noches, cuando papá traía aquellas
chocolatinas estupendas, que entonces se
llamaban Raiders y ahora son sólo Mars,
nos preguntábamos si siempre
iba a ser así.




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Escrito por Hugo Izarra
lunes 7 de julio de 2008
Por algo octubre es el décimo mes



Los adultos dicen que los niños
tienen la llave, pero yo tengo un
llavero y no voy a ninguna parte.

Se dice también que los jóvenes
son la respuesta al futuro, por
poco resolutivos que parezcan.

Parece que los mayores también
tienen derecho a vivir, aunque en
menor medida. Y así anda la cosa.




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Escrito por Hugo Izarra
sábado 5 de julio de 2008
Cirros, cúmulos y estratos





Cirros, cúmulos y estratos,
toda esa mierda que inunda
el cielo de manchas, descargas
eléctricas, tormentas de verano;
¿por qué tenemos que
escribir sobre ellas?

Hay más poesía
en los gases de combustión
que expelen los tubos de escape,
en los cielos con claros purpúreos,
en el monóxido de carbón, en
los eclipses radiactivos.

Restamos mérito
al hombre inventor.

Y eso está mal.





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