martes, 5 de octubre de 2010

1401.- ETNAIRIS RIVERA


Etnairis Rivera nació en San Juan de Puerto Rico, Puerto Rico, en 1949. Pertenece a la Generación Poética del 75. Escribe desde temprana edad; publicó sus primeros poemas en la prensa literaria a los 15 años. Su poesía, que le ha valido importantes premios, ha sido traducida al inglés, francés y portugués, y publicada en diversas antologías y revistas de poesía puertorriqueña e internacional. Escribe relatos, ensayos, y guiones para programas culturales televisivos. Dicta talleres de creación literaria. Es Catedrática de Literatura Hispánica en la Universidad de Puerto Rico. Ha publicado los libros de poemas: Wydondequiera, 1974; María Mar Moriviví, 1976; Canto de la Pachamama, 1976; El día del polen, 1981; Ariadna del Agua, 1989; Entre ciudades y casi paraísos, 1995; El viaje de los besos, De la flor del mar y de la muerte, 2000; Intervenidos (poemario antibélico dedicado a la lucha del pueblo de Vieques, 2003).



La loba

En fin, que no hay respuestas simples al aullido solitario de una loba.
Debí nacer en la manada, donde la orfandad no existe.
Cómo habría de descifrar los signos en las múltiples vestiduras de la soledad,
la altivez mortal del que comió de tu mano y atrás dejó el amor sin despedida,
como una choza maloliente.
Cómo hacer recuento de los nombres incontables del amar que van a morir tan lejos.
Debí cerrar puertas y entendimiento, la piel desbocada y sin bridas, el corazón maltrecho,
y hacerme de la idea que no escuché su aullido…auuuuu





El preferido de la diosa

Pero de todos los pájaros,
de sus nombres y siglos, de sus continentes,
de sus cantos y elementos,
eres tú, el de ahora, el de este instante
irrepetible,
el pájaro en tu cuerpo, en tus ojos,
el pájaro entre tus piernas, en tus pensamientos,
el pájaro de tu boca que despierta sueños y lluvias,
el pájaro aquí donde me encuentro,
el que deseo,
el preferido de la diosa,
la temible seductora que nos enlaza
y nos hace olvidar la muerte,
el preferido.




Volver al mar

Es mejor volver al mar
y frente a semejante dios hallarte libre.
El beso al fin lo trae el fluir de cada día,
en algún momento sin prisa,
cuando menos lo esperas o lo sueñas.
Es mejor saber que creer en el amor
o en promesas de hombre loco.
Saber que el alba nace en la piel de los amantes furtivos
así como en el corazón de los eternos amantes,
los que insisten en el reencuentro.
Es mejor volver al mar para todo,
para olvidar y celebrar,
y frente a semejante dios desnudarte
con placer y sin temores, festiva y sin complejo.
Es mejor volver al mar
y frente a semejante dios
hallarte libre.






El beso

El curso de este afán es el de un beso
que ha dado tantas vueltas.
Aquí el amor ahora,
allá el desamor más adelante,
afán gustoso que en la piel estalla
Y ordena el rumbo cada día,
afán de ave que emigra
y busca el viento que le acomode.
Un beso desata lluvias,
levanta aromas antiguos en el ombligo
donde los poetas recuentan la vida.
Un beso amanece pegado al cuerpo
durante meses, hasta que parte el hilo
y se despeña.
Un beso renace de su ceniza
y funda flor en otro templo.





Un Hombre Hermoso En Mi Boca

La idea permanece lozana
de mis luces hacia adentro.
No cambias la piel del deseo
porque las líneas del ojo se marquen con rabia.
Oh tiempo, dios ingrato,
para mí, un hombre hermoso en mi boca.
Lo demás es río que pasa?






Canto De La Pachamama (I)

He querido escribir, más que nada vivir
intensamente,
estar en el aroma, en la médula de las cosas.
Tantos fantasmas dijeron amarme
y sobre ellos me derramé como la lluvia de anoche.
La que ame fantasmas se convertirá en lluvias,
largas lluvias en la aurora.
Irán enamorándose los árboles, la apasionada tierra de tu espacio
y te poseerán los duendes mensajeros de la celosa señora soledad
y será ella el sol que entra por tu mañana
y el agüita mansa que se filtra y ocupa tu casa vacía
y la fibra misma de tu pétalo y tu camino.
Hay una pena, es cierto, mas hay un gozo entrenado en el misterio,
en la lengua tibia de la poderosa señora soledad.
He querido romper el miedo y vivir
y estar siempre cerca de algún cuerpo caluroso,
mas ya no sólo se pierden trenes ni poemas
ni billetes del imperio
ni lentes para ver de lejos en la noche
cuando ya no te llevan de la mano.
Ahora se pierde el cansado nombre de sumisa.
Llámate flor, llámate fruta, hija de ti misma,
amor predilecto de la sabia señora soledad
y viste sus túnicas y collares de semillas y corales
y ciñe su cinta ancha a tu cabeza
y deja que tu pie camine familiar en su sandalia
y que tu soleado ojo conozca el desierto
intensamente, igual,
enteramente, como a las lluvias que amanecen.






Canto De La Pachamama (II)

Este niño no tiene padre reconocido
ni se parecerá a nadie en particular.
Excluiremos de su alimento al miedo.
Nacerá de la buena familia del solo vientre de su madre.
Ya le contará ella que la preñaron los Andes,
la olorosa esperma del río,
la noche vaga entre los montes, la limonada,
una cálida brisa que le llegó do Brasil.
Le contará que siempre amó perdidamente
hasta las piedras.
Este niño encarna, se va durmiendo en su planeta.
Viajará en la dimensión espacial en el cuerpo de su madre
a nacer en el presente.
Puerta del misterio la mujer, puerta entre los mundos,
infundida del rayo, casa de los espíritus que renacen.
Este niño encontrará a su padre en el corazón de su camino;
lo llevará a su frente, a su perfecto cielo,
a su padre vestido de luz.
Este niño de la nueva raza
se alimentará del alba transparente.
Habitará el arcoiris la mitad del año.
Será niño el sur de la montaña.
Habitará la mar la otra mitad del año.
Será niña el norte de las aguas.
Nacerá de la buena familia del solo vientre de su madre.






El Puma

Antes de comenzar el camino de la vida, sueño con el puma.
Salgo de una aldea progresista, busco la salida.
Y allí, la vía de tren en medio demarca los mundos.
El camino lleva a la selva, que no es oscura, que se abre
como la más apetecible, encantada, invitante flor,
olor de diosa, de árboles y lianas, de sol y lluvia
donde se casan las brujas en soledad.
En soledad de una selva que vivifica, sigiloso el puma se acerca.
Su imponente espíritu ancestral me toca
y con su cabeza procura caricias, secretos, gemidos.
Sé que viene a despertar el canto perdido en la aldea
y con su tibia lengua bautiza mis manos, mis ojos, mi vientre, mi espalda.
y con su húmeda fuerza eleva mi energía a la cima.
Allí la danza es rito de nuestros cuerpos que ruedan por la tierra
Y sienten, como imán, la esencia penetrada.
Soy el puma y él la humana hembra.






Esa Blanca Flor

Esa blanca flor,
que en la mañana al abrirse,
hace de tu día una celebración,
trae el ilusorio encanto de una beldad enloquecida de deseo.
Ávida de la más desesperada estación de fuego,
esa blanca flor conoce todos los secretos del éxtasis
posibles de alcanzar en la tierra,
cuando se ha bebido de la ardiente copa
el espumante hechizo de los cuerpos.
Ah, pero sus pétalos, de cristalino azul,
de embriagente verde tornasolado,
de mar de paraíso,
colmarán la esperanza en el tiempo de vida de un beso.





La Casa

El vacío de las sombras destechó mi cabeza
y la casa quedó dolida, suspendida en el asombro.
La casa, con cuerpo de hombre alto y acento del sur,
quedó tocada de ese rayo raro de locura,
insomne estancia del deseo,
brazo mordido de pasión, como medalla de guerra.
Sorpresa es la sombra, el vacío,
la cabeza que huye e intenta los más recónditos escondites.
Perseguida por la dolencia, mi cabeza está rota,
abierta al cielo, por donde se cuela alguna nube,
escindida en cuatro puntos cardinales y dispersa,
por la tempestad azotada, hecha polvo del tiempo,
disponible a cierta especie de muerte.
Mi cabeza destechada pulsa un desvarío.
¿Quié dijo, otra vez, que fue el amor?
El amor y su amanate conflictivo,
enredado en la sombra de un vacío, lento rato vacío,
que dejó sin techo mi casa.





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