viernes, 22 de julio de 2011

4216.- JAVIER PÉREZ-AYALA


Javier Pérez-Ayala (Madrid, 1970). Poeta y editor del Grupo Editorial Pérez-Ayala (Está formado por los sellos editoriales: Editorial Poesía eres tú, Ediciones Amaniel y Ediciones Rilke.)







SUPERMERCADOS

Me aburren los supermercados,
siempre hay que esperar a la salida.
Las cajeras tienen cara de cansadas
y, delante de mí, siempre hay una señora
que pierde el tiempo
porque no tiene nada que hacer en su casa.

Ya no tengo paciencia, creo que antes
tampoco la tenía, por eso mi poesía
se desbarata en los estantes
de un supermercado.

Me pregunto si habré caducado
y tendré que esperar que el dependiente
me sustituya por otro producto.

Los supermercados son como mi vida,
después de una larga espera
lo único que hago es pagar.


[http://elarlequindehielo.obolog.com/poesia-javier-perez-ayala-870628]




Algo acerca de nada

Nada en la concavidad de la mano,
nada en la mirada, nada que importe,
nada en el sur, tampoco nada al norte,
nada en el invierno, ni en el verano.

Nada en los vagones del suburbano,
nada en los taxis, ni en ningún transporte,
ningún viaje, nada en el pasaporte,
nada lejano, ni nada cercano.

Nada en la mente, al menos coherente,
no suena nada, ninguna llamada,
nada que parezca ser consecuente.

Nada en el silencio de la mirada.
Me pregunto si será suficiente,
ser nada, ni tener nada de nada.









Peso luego existo

Que pesen sobre ti los días,
no hasta hundirte en la tierra,
sólo lo suficiente
para que no te arrastre
el primer soplo de viento.

Que pesen las manzanas de Newton
y que se atraigan los cuerpos
y graviten los astros
en nuevos amaneceres.

Que pese la primavera
sobre las estaciones,
para que sufran
de hipocresía los desengaños.

Que pesen los eneros
sobre los inviernos,
para que no olvidemos
otro año que espera.

Que lo importante
es pesar sobre la tierra,
no pesar mucho, ni pesar poco,
tan sólo pesar.






La insoportable levedad del ser

No quiere una respuesta,
ni siquiera busca una pregunta.

No consigue deshacerse
de la insoportable
levedad de su ser.

Está observando
lo vano de su empeño
frente al espejo.

Su pensamiento
ha encontrado
el suicidio del sentido común.

En mitad de la hecatombe
le ha asaltado una duda:
“Cariño, ¿Estoy guapa?”







A veces, por no decir siempre

A veces pasa, a veces sin bandera
a veces sin principios, sin receta,
como escudriñando algo que la inquieta,
que la seduce, que alarga la espera.

Pasa sin nombre, pasa traicionera,
pasa arrodillada, pasa escueta,
pasa rápido buscando la meta,
como una extraña, como forastera.

Pasa buscando un mármol grabado
pasa despierta y se siente dormida
pasa como un dedo en vidrio mojado

A veces simple, a veces aburrida,
otras como horizonte accidentado.
A veces sucede: Pasa la vida.







Nuestros zapatos

Hoy que tus zapatos
siguen caminando solos por la acera,
quizás echen de menos
el taconeo por los bulevares de Madrid.
Lo sé, porque ayer, mis zapatos añoraban
el repiqueteo de tus zapatos al andar,
que con los míos formaban
esa sinfonía al caminar.

Hoy, como ayer,
mis zapatos,
desde la punta hasta el tacón,
echan de menos a los tuyos.









Promesas

Cuando tengas frío,
cobíjate en mis brazos.
Cuando busques compañía,
acuérdate de mí.
Cuando te duela,
acuérdate del alivio de mis manos.
Cuando estés cansada de problemas,
yo te los niego.
Cuando necesites tiempo,
te doy el que no tengo.
Cuando sientas todo,
acuérdate de que no soy nada.
Cuando quieras conocer la decepción,
pídeme una promesa.
Cuando me quieras,
mírame a los ojos
y huye lo más lejos que puedas.









Esa persona se ha enamorado de ti

Esa persona se ha enamorado de ti,
y no es extraño que suceda
porque el amor esta flotando,
en las esquinas de las calles,
en los bares, en la poesía,
en el arte, en el tiempo,
en las estaciones,
el amor esta en el aire.

Le he intentado decir que se equivoca,
que no es prudente enamorarse,
que sólo le puedo ofrecer sencillez
y algún que otro desengaño,
que ese momento, el del amor,
se me ha quedado anclado en el pasado.







Días de colegio

A golpes de silbato subíamos a clase,
un vaso de yogurt nos servía de plumier
en los pupitres.

El cuaderno de ortografía
nos obligaba a escribir
nuestras peores frases:
mi mama me mima.

La consigna de la semana
presidía la clase
A medio día comíamos
con comida del colegio
o con comida de casa.

Por las tardes Pepita
nos traía cacao con galletas,
luego la ruta de autobús
nos llevaba a casa.

En mayo: con flores a María.
El ángelus a las doce.
A formar en filas:
a cubrirse ya, firmes ya.

Así trascurrían nuestros días de colegio.
Con el tiempo lo normal
fue estar loco o ser poeta.









Cuando apriete el frío

Cuando apriete el frío
(y créeme que lo hará)
cuenta las ocasiones
para salir ahí afuera.

Cuando sufras de amor
(y créeme que lo harás)
recuerda que te queda
la dignidad de tu silencio.

Cuando pase el tiempo
(y créeme que lo hará)
agradece lo que viviste
y que estas aquí un año más.






Hay un hombre

Hay un hombre tendido en una cama,
cerca, en la mesa, reposa un Neruda,
tapa su boca su mano desnuda,
hay algo que se pierde en su mirada.

Quizás sea el cansancio de la jornada
o que ahora se enfrenta a una duda,
el caso es que aborda una verdad cruda:
que la soledad es su extraña aliada.

Hay un hombre solo, que sufre de ausencia,
siente una sombra creciendo en su pecho
se extiende deprisa hacia su conciencia.

Esa tarde el doctor dio algo por hecho,
que su tiempo se agota con violencia,
ahora se derrocha sobre su lecho.








Insólito

Lo insólito no es que ese hombre
se formule esa pregunta,
sino que halle la respuesta.







Septiembre, así sí

Así sí, con la mirada altiva,
las manos abiertas,
silbando “Over the rainbow”
y un ligero ritmo al andar.

Volverlo a intentar,
con la brisa clara de septiembre
sabiendo, que se ha paseado un año más.

Perder una batalla,
no es perder la guerra,
ni sentir, un lujo
para los que desean estar vivos.

Seguir aquí
es habitar el camino.
Así sí, septiembre,
te hace sentir vivo.


“Ese rostro casi violento”





Autorretrato

Ese rostro casi violento,
esa mirada desgarbada,
ese continuar adelante,
porque lo pide la jornada.

Ese amor no correspondido,
esa escritura sofocada,
ese corazón encendido,
esa presencia desalmada.
Ese continuar en la brecha,
ese salirse de la sala,
esa existencia insatisfecha,
ése es Javier Pérez-Ayala.







El asesino

Hoy he sido bueno, hoy no he matado a nadie.
Sin embargo, me persiguen las sombras
de mis anteriores crímenes.

Lo confieso, soy el asesino.
Después de todo, sólo basta
una bala rebotada para matar
la fragilidad de algunos cuerpos.

El asesino,
a quemarropa o certero,
que no ofrece a la víctima
ningún consuelo.

No uso un patrón
ni una medida,
sólo mato
porque estoy preparado
para ello.
Nunca mato
por dinero.

Te he elegido
porque estás leyendo esto,
tú serás la víctima
de mis desaforados versos.




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