viernes, 29 de julio de 2011

VERÓNICA YATTAH [4.355] Poeta de Argentina




Verónica Yattah 

Nació el 1° de febrero de 1987 en la Ciudad de Buenos Aires. Participó en el taller de Abelardo Castillo y en el de Enrique Solinas. Fue parte del Grupo Alejandría, desde sus comienzos en el 2005, hasta el 2007. En el 2008 fue elegida, junto con otros, "Poeta Revelación" por la Revista Plebella y recibió una mención del FNA por el cuento "El placard", que integra la antología Concurso de Cuentos 50° Aniversario del Fondo Nacional de las Artes. En el 2009 publicó Ella salta la espuma de las olas (Ediciones Del Dock) y Los perros también se van (Viajero insomne editora. Buenos Aires. 2014).
Su blog es: ellasaltalaespumadelasolas.blogspot.com





Era común
que la abuela
besara mis pies.

Yo me hundía
en la alfombra, pelos tupida,
el baile,
tocadiscos extraño
el de mi abuela;
viejo, antiguo
funcionando
como ella
que no dormía
la siesta
para hacernos bailar.





Una lata de dulces
refleja cuatro colores dorados
y un gusto – pálpito
a maravillas pasadas.

Remotas certezas
las de la niñez.
Incluso el empacho
sabía a esa incertidumbre
de nombres
que no decían:
"esto me basta,
es todo lo que puedo dar".






También acompañada
resuelve el mar
ser azul y sus olas,
cada vez que el horizonte
la empañan.

Cada vez que el horizonte se dilata,
ella mira cómo la línea
invade el cielo y lo achica.

Hasta que surgen
la noche y sus miedos,
la mano mojada.

Ni gata ni conejo,
no hay nada animal en mí
esta tarde.

El sol se fue,
son las seis pero es invierno
y nada animal hay,
sino olor caliente
entre las paredes,
entre las sábanas.

Miro hacia fuera desde la cama:
ni día ni noche,
son las seis
y además es domingo.

La gata duerme las estaciones
a mis pies.
Yo sigo durmiendo
por si en sueños la alcanzo
y nos convertimos en hermanas.





Las abejas,
los montes,
los lirios.

Tal vez el amor
sea regresar
con una luciérnaga
entre las manos
y encontrar
a quién mostrársela.





El día se vuelve espuma
a la noche, en la habitación.
merman pies sucios
como la ciudad.

Giro alrededor de un campo amarillo,
de cuatro paredes
pero mío,
y los pies flotan como bailando en el aire.






La gaviota vuela la superación del cuerpo,
la veo dibujar círculos y más allás.

A la gaviota no la asustan
las nubes grises a lo lejos
(al contrario),
expande extasiada
un palpitar,
se acercan a ella
otras.

La gaviota vuela la liberación
mientras yo vuelvo
a refugiarme
de la lluvia.





Estoy empapada
de olores,
perfumada.
Húmeda de deseos
comer sandía roja,
escupir sus semillas
en el pasto.
Y que crezcan árboles
de sandía sólo para mí
y para los míos.
También pastos y sombras,
mar en invierno,
no sólo cemento.
Mar para ver el agua
que avanza y retrocede
y vuelve todo espuma.





Verónica 2 AM

El día se vuelve espuma
a la noche, en la habitación.
Merman pies sucios
como la ciudad.

Giro alrededor de un campo
amarillo,
de cuatro paredes
pero mío.
Y los pies flotan
como bailando en el aire.





Una mujer sola
en un bar
dibuja volutas de humo.

Al niño lo esperan
pesadillas más remotas
que el miedo a la oscuridad.

En la mesa
restos de café
y un sonido de puertas
balanceándose.

Un sonido
que todo lo abandona.





Me pedís que te ate el pelo...

Me pedís que te ate el pelo.
Con el inicio del viento y los álamos
balanceándose cerca del muelle
decís "haceme un peinado".
Tomo tu cabello como a un racimo de uvas.
Como a uvas de una naturaleza muerta
entre seguir mirando y atacar
hundo mis dedos en tu pelo,
lo envuelvo con mis manos.
Ahora queda libre tu nuca
y tu columna vertebral
es el camino de una gota.
Hasta disolverse, esa gota de agua
recorrerá tu espalda.
Es un descenso que estremece.
Entonces suelto tu pelo y te abrazo quién sabe
si por primera o por última vez.

Los perros también se van. Viajero insomne editora. Buenos Aires. 2014.





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