martes, 7 de diciembre de 2010

2356.- JORGE BUSTAMANTE GARCÍA


Jorge Bustamante García nació en Zipaquirá, Colombia, en 1951. Poeta, cuentista, ensayista, traductor, editor, antologista de poesía rusa. Obra poética: Invención del viaje, 1986; El desorden del viento, 1989; El caos de las cosas perfectas, 1996; los ensayos Henry Miller: entre la desesperanza y el goce, 1991 y Literatura rusa de fin de milenio, 1996. Marco Antonio Campos afirmó:“En sus mejores versos Bustamante fija aquellos instantes que cayeron como llanto en agua ágil, el fracaso que disminuye y ensombrece el alma, las inutilidades de los regresos, los sueños que se olvidaron en alguna esquina de una ciudad por la que se pasó, las sombras del “recuerdo de algo, de nada, de nadie”, la música de unos “ojos verdes de muchacha/ fugaces para siempre/ a sus dieciséis años”, los rostros de la infancia que se han desvanecido, lecturas, como la de Proust, que son “una manera/ de aprender muriendo”, pero donde se hallan asimismo la conformidad con lo que se ha tenido: las amistades, el vino, la poesía, la risa, el mar, las piedras que nos hablan... La suya es una voz, muy del altiplano colombiano, muy del altiplano mexicano, dicha a media sombra, discreta como leve aire”.








TRISTEZA POR LA PATRIA

Me hablan de un país
Y yo pregunto si será, acaso,
Un país el permanente exilio
Donde sólo se escucha el silencio.
Qué país es ese donde las amapolas
Amanecen con sueños abiertos
Mirando los sueños de los hombres
Romperse contra el paisaje.
Me hablan de un país de millones de fantasmas
Que deambulan como locos intentando recuerdos
De cuando fueron reales en medio de la sangre
De cuando tuvieron sed en medio de la guerra.
Cuál será ese país del que me hablan
Donde los poetas se desgarran y cantan
Cantan desgarrados mientras los tiros suenan
Por las calles locas de la locura loca.
Me hablan de un país
Y me dicen "pero si ese es su país"
Y yo les digo que sí, que cómo no,
Que ese es mi país, el del silencio.







INSTANTES DE OTOÑO

Todo parece cierto: la luz
Sobre los barcos efímeros
Los años extensos
En parques de invierno
Ese tren de palomas
Que atropella el vacío.
¿Qué será de este instante
Cuando te hayas marchado
Cuando no exista el mar
Ni el extravío en los ojos?.
Después ya nada. Sólo el murmullo.
Un coro feroz de eucaliptos y bosques.
El recuerdo de algo, de nada, de nadie...
Apenas la lluvia, el amor y la muerte.
Instantes de otoño vislumbrando el abismo







YA NO ESTÁN LAS PALABRAS

Qué será de ese rostro que se desvaneció
para siempre en los días de infancia
de esos ojos que palparon el futuro
y lloraron
de esos labios que pronunciaron
palabras intangibles
sobre la improbabilidad de las cosas.
Nada es ya cierto ni será
sólo queda el latido de los seres:
un puente con viento
y una roca hecha añicos
que contenía alegre
la historia del mundo.
Nada es ya cierto ni será
sólo acaso tu cuerpo
en el rumor del vacío
en el chirrido del tiempo.
Ya no están las palabras.





Música inútil

Hay una música que siempre he escuchado
en Bogotá en Kaunas en Moscú en el Caúcaso
La he escuchado en el bosque de Orsay
descendiendo del Irazú en Zipa
en la humilde casa de Anselmo.
Una música que me abordó en un hotelucho
de New York
en un prostíbulo de Popayán
en la quietud del valle del Yaquí
en el trajinar demencial de ciudad de México
Es quizás la música que escuché
desde el comienzo en ese coche azul
desde donde miraba el cielo:
música de nombres lugares
desmembrada sobre senos abruptos
palpitación de cuerpos
sonidos de cal manos cuerdas
y la misma música siempre
acá y allá y en todo
suena como el tiempo desde todos los instantes
mata y da vida huye y regresa
es tan inútil como la voz del viento









Posdata

Todo ha sido cierto en este viaje
Lo que no ha sucedido y lo que fue y lo que será
Lo que salvó el amor en el borde del abismo
Lo que nos dejó la lluvia y el verano
Lo que nunca tuvimos y nunca deseamos
Lo que quedó por fuera de esta voz
Por fuera de estas líneas que quisieron
Convertirse en canto en verso
Y apenas llegaron a silencio








En el dulce abismo del tiempo

Antes de sentirse vencido
saberse de antemano fracasado
Esta certidumbre te impedirá
escribir libros espurios
páginas que se desmoronen
a la segunda mirada
palabras que se pierdan
para siempre
en el dulce abismo del tiempo



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