lunes, 20 de septiembre de 2010

MOHSEN EMADI [1.190] Poeta de Irán



MOHSEN EMADI


El poeta, escritor y traductor Mohsen Emadi (محسن عمادی) nació en Sári, capital de la provincia de Mazandarán, en el norte de Irán, cerca de las orillas del mar Caspio, el 29 de octubre de 1976. Escribe poesía desde su infancia y ya en su juventud publicó poemas en varias revistas de su país, aunque éstas no fueron recogidas en un libro hasta que Clara Janés publicó en España su primer poemario bilingüe, en farsi y castellano: La flor de los renglones (Lola Editorial, Zaragoza, 2003). En 2007 publicó en su país una antología de sus poemas, No hablamos de sus ojos (از چشمهایش نمی‌گفتیم).




Mohsen Emadi leyendo uno de sus poemas

en el Museo del Vino del Monasterio de
Veruela (Aragón) durante el IX Festival
Internacional de Poesía del Moncayo
(31 de julio de 2010).<(Foto: Albert Lázaro-Tinaut)



. Estudió informática y cine, y se considera discípulo y seguidor de otro importante poeta y escritor iraní, Ahmad Shamlou (احمد شاملو, 1925-2000), gran estudioso del folklore autóctono. Creó y dirigió varios sitios web iraníes, como elsitio oficial de Ahmad Shamlou y The House of World Poets, y editó una antología en farsi, La casa de los poetas del mundo (خانه شاعران جهان, 2007), que recoge poemas de más de cien poetas modernos de diversos países, y otra de mujeres poetas afganas, Canciones de amor y guerra(آوازهای عشق و مرگ, 2008). Prepara una antología de poesía finlandesa en farsi con una beca de la fundación finesa para la literatura FILI.



Como traductor, ha vertido al farsi, sobre todo, poetas eslavos, entre los que figuran los checos Vladimir Holan y Vítězslav Nezval, la polaca Anna Świrszczyńska, la rusa Katia Kapovich y el serbio Vasko Popa. También ha traducido a su lengua poemas de Clara Janés, del rumano Nichita Stănescu, el turco İlhan Berk, la palestina Nathalie Handal y los estadounidenses Denise Levertov y Mark Strand.
Se considera anarquista y ateo, y es miembro del Movimiento Verde iraní, enfrentado con el régimen teocrático y totalitario instaurado en Irán. Actualmente trabaja en su tesis doctoral en el departamento de Cultura Digital de la Universidad de Jyväskylä (Finlandia).

Albert Lázaro-Tinaut

CON MI AGRADECIMIENTO A MI AMIGO ALBERT LÁZARO-TINAUT
QUE ME HA FACILITADO LA DOCUMENTACIÓN SOBRE MOHSEN EMADI


LOS VERSOS DEL CAPITÁN

Farsi

Traducción de Clara Janés



Los principios de la belleza
acabaron con los dinosaurios.
Me lo decía un cangrejo
mientras me arrancaba los ojos con sus canrejas
para que no viera que no llegabas.

Y no llegaste
no te pusiste el vestido amarillo, no te soltaste el pelo,
que mi tumba no era hermosa,
que mi losa no concordaba con los principios de la belleza,
que no te gustaba mi tumba.
Y yo rompí la tumba de piedra,
rompí mi muerte
y me convertí en una botella de refresco
hecha por unas manos creadoras de belleza de tu tiempo,
para que entre muchas botellas
me compraras en una tienda
y, por casualidad, mis labios de cristal estuvieran rotos
e hirieran tus labios


y tu me bebieras,
bebieras tu propia sangre,
y entoces tiraras, mi cuerpo, mi losa,
a un cubo de basura cercano,
escupieras una gota mía,
insultaras al vendedor y
dijeras que soy la bebida mas amarga de tu vida
y supieras que tu sangre es el trago mas amargo de tu vida.

Destruyeron mi raza los principios de la belleza,
amargó tu tarde
una bebida de buena pinta
¡perdóname!

Con el Sí
me sacas del agua,
me abres
y me llamas.
Con el No
me tiras al mar
hasta que en otro siglo
otras personas
otras manos me saquen del agua
si no ha llegado mi fecha de caducidad.

Entre Sí y No
nacen y mueren los piratas
Entre Sí y No
hay un mar de tormentas
un mar que atrasa mi muerte,
una muerte que llega en un No
que llega con un Sí
una muerte que no llega contigo
ni llega sin ti.

Todos escriben el testamento
los libros de geografía son los testamentos de los muertos
y los libros de historia, el testamento de los que vendrán
y las páginas de noticias el testamento de los presentes.

¡Ven!
¡siéntate en las líneas de mi silencio!
¡rompe mi cuerpo de cristal!
¡quema mi corazón de papel, mis palabras!
¡y caliéntate con una frase imperativa!
¡y no tengas miedo de la noticia escondida en una frase imperativa!
¡no te asustes del imperativo del beso,
si trae noticias de unos labios secos,
desesperados por besarte, arrugados!

La muerte viene con una frase indicativa
y se esconde detrás de cada frase imperativa.
Recoje toda tu existencia,
¡en otra frase
en una condicional
con un ah!
¡Intenta que no sea imperativa!
¡Intenta que no sea indicativa!
¡Ah, cuanto te quiero!
grítalo de tal manera
que huya el indicativo,
que huya imperativo,
que muera la condición
y yo nazca como un ah
¡como un tú!



Soy un tema interesante
para todos los antropólogos.
Igual que lo fueron los esqueletos neandertal,
para fechar la vida del ser humano.
Conmigo pueden fechar la vida de la pena.
¡La pena del último neandertal
el último Marco Polo
el último pirata!
¡La pena del último Don Quijote
y el último molino de viento!
Escriben:
Se tiró al agua para que ella lo cogiera.
Entre estas hojas no hemos encontrado ninguna señal
y es una pena que su rastro,
el rastro de aquella época,
haya desaparecido.

Y vosotros me veis
en un museo de historia natural.
A mí y al que provocaba el lamento de los antropólogos,
a mí y al que dibujó la última pena.
¡La pena del último pirata
la pena del último antropólogo
porque ya no existía la historia antigua
ya no existía yo
ya no existía ella!

¡Los piratas robaron los Sies y los Noes!
¡Los almacenes de sus barcos estaban llenos de tesoros
de Sí y de No!
¡Los almacenes de sus barcos estaban llenos de certezas únicas!
Y finalmente en una época sin certeza
murieron.
Igual que yo
en una botella de refresco
que un día fue arrojada al mar
que un día fue pirata.

_________________________________________
MOHAMED FARSI
Es fundador y director de varios sitios web iraníes como: Ahmad Shamlou's official website y The house of world poets y una antología persa, incluyendo más de 100 poetas modernos.



El Poema
Mohsen Emadi
para Reza A’lameh-zadeh

1

Las palabras son el cementerio de las cosas.
El trote de un caballo en estas líneas
es un sonido que desde mi infancia no oía.
Tu risa se marchitó durante mi adolescencia.
Escribo
como si peregrinara a la ciudad de los muertos.
Si el tiempo acaso pudiera dar marcha atrás,
los murmullos de mi padre resonarían
en los oídos de este texto, el sonido de una bala
molestaría el sueño de estas líneas
y un poema de crin salvaje marcaría el paso
en una habitación cerrada por años.
Las palabras se han colocado a lo largo de las descoloridas líneas de una casa:
aquí está la ventana,
más allá de la ventana, un patio. Nadie sabe
qué pesadilla despierta el poema. Ve
a veces, en la ventana, la mirada de la novia del vecino,
a veces el columpio y la bicicleta,
o el muro con sus dibujos sin valor.
Los contempla
hasta que cobran vida.
Sólo entonces, inhalando y exhalando cosas vivas
vuelve a dormirse.


2

Hace años que los murmullos de mi padre
se perdieron en el texto del sueño
y el poema encendió tres mil velas,
modeló tres mil barcos de papel
y los ofreció todos al mar.
Ahora que ya he hecho mis maletas
y espero el primer tren
que no tendría que devolverme aquí,
el poema monta en bicicleta;
temblando y con precipitación
pedalea sobre baches y charcos,
toca el timbre de una puerta, contempla los susurros y los sollozos
con miedo a que le oigan.
Pero los susurros suenan a tan alto volumen
que es imposible oír el pitido de un tren.
Estoy todavía en la estación
y el poema en Khavaran1
protege a los muertos de estos años pasados
de la mirada de los guardias.


3

Hace un año
el poema se coló por entre una alambrada
donde los soldados patrullaban por las colinas de tu pecho,
robó tus labios,
tus manos;
y te recreó pieza a pieza.
Este año, los soldados vigilaban casi nada:
tu cuerpo ya robado hace tiempo.
En la estación
mi banco lo ocupa un muerto
cuyo nombre el poema desconoce.
(tampoco aprendería el tuyo.)
Balas y sangre caliente
encuentran su camino en estas líneas—
no hay papel que pueda detener esta hemorragia.
La estación está a rebosar de pasajeros que están muertos.
Los pelotones de ejecución
y las sogas
no esperan ningún tren.
A regañadientes, los enterradores
tocan los timbres de tres mil casas.
Tres mil bicicletas abandonadas
ensucian los callejones.


4

El poema no está parado ante un pelotón de ejecución.
Tampoco el pelotón de ejecución
sabe hacia dónde, en el poema, tiene que apuntar.
Ellos sólo han subido el precio de los servicios básicos,
el alquiler, y los gastos del entierro.
No puedo comprar cigarrillos para tres mil muertos
pero puedo devolverles la vida.
No quiero que el poema
los devuelva a un cementerio
que ha dejado de existir,
sólo quiero recordar
que todas las bicicletas abandonadas ya se habrán estropeado,
que nadie volverá nunca a escuchar el repique de sus timbres.
Los muertos se quedarán en la estación
y si el poema puede asegurar un billete para cada lector
se lo enviará en el primer tren de ida.
En mi país
tres mil muertos en una estación es normal.
Tres mil muertos en un tren es normal.


5

En las estaciones de frontera
ellos arrestan nuestras lenguas.
Nuestras palabras se estropean cuando cruzan esa línea.
Yo me suelto de tus manos fuera de la estación,
el pitido del tren apresura mis palabras.
Las palabras han ocupado todas las cabinas,
tienen tres mil pesadillas.
Mis palabras son jóvenes,
apenas tienen treinta años,
pero se han ido acumulando
capa a capa
bajo este uniforme de preso.
El amarillo no fue el color de mis zapatos de la escuela,
tampoco era rojo el color de mi hucha-tocino
ni azul el color de mi primera bicicleta.
Las palabras han crecido con los colores de tu uniforme;
eran una manada de caballos huyendo
un arco iris que tú arrancarías
y enviarías con una larga curva por los aires
haciéndolo caer en el barro y la basura
en las esposas, en la oscuridad y en la orden de disparo.


6

No estoy en esta larga línea esperando pan y leche.
Estoy aquí para rendir a mi lengua
Todo lo que atraviesa la frontera llega a ser más ligero.
Espero aquí a ser traducido.
Una bicicleta va por mis fronteras
sobre baches y charcos.
El poema tiene en cuenta conjunciones y preposiciones,
la distancia entre yo y yo,
mi a-ante-cabe-con-contra mi.
Llueve
sobre conjunciones y preposiciones,
sobre relaciones.
En la lluvia
la distancia entre nosotros se ensancha,
y a esta distancia, Khavaran se va alargando.


7

En mi lengua
cada vez que de pronto nos callamos,
nace un policía.
En mi lengua,
detrás de cada bicicleta asustada
se sientan tres mil palabras muertas.
En mi lengua
la gente murmura confesiones,
va vestida de susurros negros,
se la entierra
en silencio.
Mi lengua es silencio.
¿Quién traducirá mi silencio?
¿Cómo voy a cruzar esta frontera?
1 Localidad al sudeste de Teheran, Khavaran fue un cementerio Bahai usado para enterrar a los prisioneros de conciencia asesinados en la ejecución en masa de 1988. Fue demolido por el gobierno en enero de 2009.

Traducción de la versión inglesa de Manuel Forcano




Fernando Sabido con Mohsen Emadi, Mina, Teodoro Elsacca y Ángel Guinda

La Promesa

Cuando
se hizo la luz
todos los duendes
escaparon.
Cambiaron de camino
y se escondieron en los bolsillos de nuestros abrigos
bajo las mantas
bajo los párpados
bajo la piel de las palabras oscuras:
–¿Me quieres?
–Sí, ¡te quiero!
¿Hombre o mujer?
no está claro,
finalmente uno dirá:
¡Apaga la luz y desnúdate!
A lo largo de un día
pueden imaginarse miles de maneras de morir,
enterrarse en milenios,
entregarse a la tierra
o al agua,
al fuego
o al viento.
Una parte
de nuestra muerte
se oculta en cada cosa,
en la flor,
en la taza de café,
en la vela,
en el beso y la poesía.
«Si un día
quieres deshacerte de mí
prométeme
que hallarás
un camino nuevo para mi cadáver».

Traducción de Manuel Baigorri y Manuel Llinás



Ninguna mujer ha podido desnudarme

Ninguna mujer
ha podido desnudarme,
revelarme,
rodearme,
envolverme.
Esta voz llega de un rincón perdido,
se abren por sí solos los botones de mi túnica,
mi piel se estremece,
se desmoronan ciudades
construidas sobre mi piel,
mi cuerpo se desvanece
en una aureola de polvo.
Descorro las cortinas,
desconecto el teléfono,
me tumbo en el suelo de mi cuarto,
la gente huye de mi cuerpo en una polvareda,
en calzoncillos,
en camiseta,
sin ropa.
Mi piel se agrieta,
mi cuerpo arroja tinajas antiguas,
esqueletos de mujeres enterradas en mí,
regalos de cumpleaños, cartas, fotos,
la voz se filtra en las grietas de mi piel,
las paredes de la habitación rezuman,
el techo gotea, y el timbre de la puerta está mojado.
Abro, la escalera
está mojada.
Tus zapatos, mojados: Tu voz está mojada,
abres la ventana y barres los pedazos de palabras,
beso a beso
sanas las grietas de mi cuerpo,
me cobijas en tu seno
y mi voz se alza desde un rincón perdido,
no tiemblo.
Es de noche,
no estás en casa,
las estrellas son de polvo,
mi desnudez es polvo,
toda la noche
mi casa
se oscurece,
se ilumina.

Traducción de Manuel Baigorri y Manuel Llinás




Disparo a la lluvia

Cuando cierras los ojos
mi yegua se yergue, la pantera merodea alrededor de la aldea
y los duendes se apedrean entre sí.
Pero tú
cada noche me ves como si hubiera asesinado a un dictador,
como si me persiguieran,
a veces abres los ojos y me ves de permiso preventivo
acaso resurgido de la tumba.
Pero mi yegua está en el establo, la pantera en mi mirada
y los duendes ocultos en mis bolsillos.
Afuera llueve y me miras,
no se sabe por qué mi yegua cocea la puerta y relincha,
la pantera me desgarra la vista y lloro,
meto la mano en el bolsillo y ningún duende se agita,
del bolsillo saco la frialdad metálica de un revólver
y disparo a la lluvia.
Cae la cortina del día,
te agarras la cabeza entre las manos,
tu corazón se acelera,
desconocidos arrancan la puerta
y se me llevan arrastrando mi cuerpo por las escaleras,
por el asfalto mojado, por los papeles.
En algún lugar en mitad de las palabras
la orden de disparar quema el papel.
Afuera llueve y me miras,
regreso de mi tumba como siempre.

Traducción de Manuel Baigorri y Manuel Llinás



Abisal

Si un día el diluvio trae una pantera triste y la puerta de un santua-
rio; si con la piel de la pantera tejen una túnica y hacen un collar
con sus dientes, sé que quien se ponga la túnica se desvanecerá y
quien se ponga el collar habrá de llevar la cabeza bajo el brazo.
Arranco la puerta del santuario y la levanto en el portal de mi casa,
entre crujidos se abre a un corro de mujeres que acarician sobre
su regazo los cabellos de su propia cabeza.
Afuera.
Cabezas sin cuerpo cantan alrededor de una hoguera. He perdido
mi voz; rujo palabra por palabra y la puerta se abre y se cierra al
ritmo de mi voz.
Llueve.
La desnudez de una mujer llama a la puerta con una barca a hom-
bros; saludo entre rugidos de pantera, la puerta gime. Callada,
descarga su barca en un rincón. Sube a la barca y se queda dor-
mida. La casa está inundada. El agua arrastra cadáveres de mujer.
Arrastra la puerta. Arrastra mi voz.
remamos.
remamos en busca de mi voz. Mi legado es una puerta. Al salir
por ella una mujer mi voz se quiebra y en ese extraño ruido la casa
se desploma. Siempre que mi cama es una barca atrae la desnudez
de una mujer. Húmeda desnudez de mujer.
Callada.
Arranco la puerta con su marco y la planto en mi azotea. Sopla el
viento. Surgen fusiles en el marco (me apuntan a la garganta).
Sopla el viento. Sopla y miles de panteras heridas brotan de mi
boca. Desnudo. Desnudez de mujer.
Húmeda.
Escapa de entre los fusiles, besa la puerta, se arrodilla ante mí.
Surgen panteras de su pelo. Acaricio tus cabellos; se cerrará la
puerta, en ella repiquetearán ruidos y vientos. No abriré, y la voz
perdida del hombre se convertirá en sangre fluyendo entre las
grietas. Se mezclará con la lluvia que caerá, y correrá por canales
y venas de la ciudad. Te beso; con cada aliento la sangre brota de
mi garganta, forma mi voz. Tú estás callada.
Hablando en mí.
No hay nadie en la azotea. Me levanto y recojo todos los retratos,
retratos de miles de manos con fusiles, túnicas; retratos de cabe-
zas de mujer. Un flujo de sangre resbala por el borde del papel.
Enciendo una cerilla. Arrojo a las llamas túnicas y papeles; el
fuego tiene tu silueta y anhelo acariciar tus cabellos, extiendo la
mano y me hago poeta.
Mi legado es un coágulo de sangre que contemplo en la palma de
mi mano. Cada vez que hago fuego aparece una adivina con tus
ojos presagiándome
una muerte horrible.
Cojo mi pluma y la sangre fluye de mi mano; tus cabellos son mis
versos, en cada trazo una pantera ruge.
En el balcón, lleno de tierra la cuna de mi infancia;
en ella planto rosas rojas y las riego,
mezo la cuna,
la ciudad está en silencio.

Traducción de Manuel Baigorri y Manuel Llinás















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