sábado, 26 de febrero de 2011

3163.- JUAN PODESTÁ BARNAO


Juan Podestá Barnao (Tocopilla, (Chile), 1979) es periodista y escritor. Posee un postítulo en crítica literaria en la Universidad de Chile. Tiene un libro de cuentos inéditos y en 2008 publicó el poemario “Novela Negra” por el sello editorial boliviano Yerba Mala Cartonera, que el mismo año recibió una mención honrosa en los Juegos Literarios Gabriela Mistral de la Municipalidad de Santiago. Ha participado en diversos encuentros y lecturas poéticas, tanto en Chile como en el extranjero, entre ellos el Festival Internacional de poesía Poquita Fe en 2008 (Chile) y el encuentro Días de Poesía, en Sucre (Bolivia), en el mismo año. En noviembre de 2009 participó en la Primera Cumbre de Poetas Emergentes de Latinoamérica, en Rancagua (Chile), y en diciembre del mismo año estuvo presentando sus textos en el encuentro Cielo Abierto, en Lima y Barranca, (Perú). Organiza el encuentro poético Iquique Descentralizado. Parte de sus textos han aparecido en la revista en papel “La yegua colorada” de Tacna, (Perú), y en diversas revistas electrónicas, como la plataforma digital salvadoreña artepoética.net y el sitio español ellaberintodeltorogoz.blogspot.com. Además, poemas suyos están presentes en el portal Casa del poeta peruano y la página ecuatoriana de poesía la Casa de las Iguanas. Además, la página on line de poesía la siega.com muestra parte de sus trabajos. Trabaja en un nuevo poemario titulado “Madrugada”. Los textos enviados pertenecen a este próximo libro. Vive en Iquique y es periodista freelance.








Se perpetra el asesinato de la palabra
en lo escrito
Escenario del crimen
Lugar de los hechos
Territorio cercado por huinchas amarillas
Punto final: tiro de gracia en el laptop
El que sabemos guarda los utensilios criminales
No limpia huellas, no deja apresurado el lugar
No le interesa escapar
No tiene de qué escapar.






Conspiración

A joaquin Gianuzzi

La torpeza de mis manos al escribir
El revés solitario del papel
La hermandad de los objetos (el escritorio, la ventana, etc)
conspirando alegres con la escritura
La mirada insidiosa de la pared
El ruin televisor interfiriendo
Micros bramando afuera
Y la resaca no es nada bueno tampoco
a la hora de corregir un verso
La puerta siempre se debe cerrar por fuera
No hay vocación aventurera
Ni la intrepidez necesaria
para moverse entre resmas y lápices
A veces, los libros sólo deben usarse para trancar las puertas
Y afuera, el hombre de chaqueta de cuero me espera
con las manos en los bolsillos.









Entierra el cuchillo en la espalda
Trata de empezar bien el verso
Lleva el cuerpo a un lugar oscuro
Quiere rematar con una buena rima
Corta del cuello hacia abajo
Separa una estrofa
Tuerce el cuchillo
Cambia un adjetivo
Saca algunos órganos
Corrige el último verso
Cercena el cuello
Vuelve a corregir
Se ensaña con el cuerpo
Borra lo escrito
Corta pedazo por pedazo
Trata de escribirlo de nuevo
Envuelve los trozos en una bolsa de papel
No puede escribir nada
Al peladero el cuerpo
Borra todo lo que ha escrito hasta el momento
Todo.









PRONTUARIO

El prontuario de 3500 versos con el que cargo
me hace acreedor de una temporada en el retén del anonimato
Donde me solazaré con currículos más aventajados
Con mayor experticia en el arte de abrir cerraduras
Y mayor habilidad para hacer saltar con alambres
aquello que no pude hacer surgir ni con rimas consonantes.


Deserciones

I

Cuelgo el hacha sin limpiarla
Quemo otros objetos que me inculparán
En el lavamanos me seco el sudor
Me voy a la cama tranquilo
así como tranquilo la otra vez me interné en la ciudad después de lo hecho
Otro cuerpo habrá desaparecido
A otra chica el novio la llamará al celular
Para un rati tonto 40 llamadas perdidas le harán decir: “Este gueón quiere que
creamos que la llamó y no la encontró”
Deserto me voy se acabó
La última muerta me hizo sudar mucho.

II

Deserto me voy se acabo
Boto la resma
Me deshago de los lápices
Vendo el notebook
Liquido los libros
Agarro unos cedés y me largo
Para un rati tonto la desaparición de un escritor no es un hecho consignable
El último cuento me hizo sudar como caballo
Me demoré menos que mi viejo amigo poeta que dijo en una noche definitiva que a
él sólo le bastaba con la vida.








I

Escurre bajo la puerta
el caldo sucio de los cuentos no terminados
Se va por las ventanas el mal olor de las letras estancadas
El golpeteo vecinal no para y
el intruseo de algunos llega a límites insospechados
(un habitante del piso de abajo
trata de asomarse a la ventanilla del baño)
El laptop se apagó solo
Y un gato lame esas páginas impresas que,
tiradas en el piso, son como espantapájaros de moscas
Que no saben descifrar ese cadáver
Pues no tiene la consistencia de los cuerpos que acostumbran frecuentar.

II

Las moscas, rápidas en el arte de reconocer suicidios,
se desconciertan alrededor de ese papel solitario saliendo de la impresora
Ante la duda se van, sin saber si esa hoja dará ese olor que reconocen a kilómetros.

III

Col
gado en el baño
no tomó la precaución de cancelar la impresión
Y así le irá: sólo cuando la novela salga entera
llegarán los tiras a botar la puerta.



Asimismo como Norman Mailer acuchilló a su esposa
Asimismo entierran algunos el lápiz en la de roneo
Asimismo el paco firma la constatación de lesiones
Así también se firma el acta de defunción
Así los ejemplares numerados.







En la novela “Brillo”, de Elmore Leonard, una hermosa portoricense deja su país
para buscar fortuna en Atlantic City. Se hace puta. La mata el mismo que la siguió
en San Juan: un violador que no se ha rehabilitado.
La poesía es una mala costumbre a la que el sujeto vuelve siempre: un hecho
turbio, un relato impreciso. Como llevar una revista pornográfica en el bolsillo,
para sacarla y mirarla cuando todos se hayan ido del sitio del suceso; cuando el
último rati haya virado, y el cuerpo ya se hiele en la morgue, y no quede más delicia
que mirar la sangre en el pavimento, secándose abajo del edificio. Luego releer
“Brillo”, masturbarse con la escena clásica, recordar la sangre en el piso, la mujer
tapada con una bolsa café.


Hay algo que no está bien
Un declive en la mesa al fondo del corredor
Un mantel a medio correr en la misma mesa
Cierto aire enrarecido en la pieza oscura
Una puerta descreída de las cerraduras
y una llave en otro lugar
En otro lugar la revista que dejaron sobre ese mueble
y el mueble ladeado en un ángulo infinitesimal
La gotera se multiplica y el que la quiere cerrar no puede
Hay una cierta mirada inefable
Cierto desdén en los ojos
Un chasquido de labios
Una parada que algo quiere decir
Una respiración un bufido un resollo
Cierto dolor entre ambos
Hay algo que no está bien
Una pistola negra en el velador.





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