jueves, 24 de febrero de 2011

ALEXIS GÓMEZ ROSA [3.141]




Alexis Gómez Rosa

Nació en Santo Domingo 2 de septiembre de 1950. Poeta y educador. Cursó su educación elemental y secundaria en Santo Domingo. Licenciado en Letras por la State University of New York (Saratoga Spring, 1989) Tiene una maestría en Litera-tura Hispanoamericana de New York University. Trabajó como profesor de lengua española en el sistema de educación pública de New York, y de enseñó cul-tura dominicana en The City U-niversity of New York (Hunter College). Ha obtenido el primer premio en el concurso de poe-sía de Casa de Teatro en dos ocasiones, en 1990 con el poe-mario New York City en trán-sito de pie quebrado y en 1996 con Self Service Poems Ahora disponible en su versión caste-llana) En 1991 recibió el Pre-mio Nacional de Poesía Salomé Ureña de Henríquez con Si Dios quiere y otros versos por en-cargo. En 1981 fundó la colec-ción de poesía Luna Cabeza Caliente. Sus poemas han apa-recido en las revistas Casa Sil-va (Bogota), La Gaceta, Plural y Casa del tiempo (México), Casa de las Américas (Cuba), Zurgai, Balcón, Atlántica, Tu-ria (España), Imagen y Poesía (Venezuela) y Románica, Ca-ronte, De Azur, Tercer Milenio e Hispamérica (Estados Uni-dos) entre otros. Pertenece al grupo de poetas post-guerra, surgido a raíz de la guerra de abril de 1965 y fue miembro fundador del grupo literario La antorcha.

Entre su poesía editada están: Oficio de post-muerte. New York: Williamsburg Printshop, 1973; Pluróscopo. Santo Domingo: Ediciones Ahora, 1977. High Quality, Ltd. Santo Domingo: Colección Luna Cabeza Caliente, 1985, 2ª. Edición, 2004. Contra la pluma la espuma. Santo Domingo: Editora Taller, 1990. Tiza y tinta. Lima, Perú: Ediciones Lluvia, 1991; New York en tránsito de pie quebrado. Santo Domingo: Editora Taller, 1993. Si Dios quiere y otros versos por encargo. Santo Domingo: Editora Amigo del Hogar, 1996. Self Service Poems (Ahora disponible en su versión castellana). Madrid: Editora Huerga y Ferro, 2000. Lápida circa, República Dominicana, 2005. La tregua de los mamíferos, Editora Amigo del Hogar, República Dominicana, 2005.




DICEN LAS MALAS LENGUAS QUE SOY

A Cayo Claudio Espinal


Poeta: eso dicen las malas lenguas que soy: un decir
parásito al coro.
Argamasa de música y letras con todos los sentidos,
haciéndole la vida imposible a los buceadores de sueños,
a los enamorados que, en los palcos
de la luna, les desenrollo la lengua y la sacudo.
Bah, dizque poeta, y no poder empinarme en tus palabras
para echar florecitas a ese amor que me dieron
en préstamo.
Ni tampoco llevar, con legítimo orgullo
y sacerdotal desasosiego, el matrimonio de dos cuerpos
por mi poesía.
Error de la benevolencia (¿de cálculo?),
seguro que error de apreciación:
grave, muy grave, en el saludo rotundo que circula
(amantísimo),
lirismo del viento de Long Island.
(Para corazones de capa y espada,
una tonadilla de niebla y alcanfor).




De: Si Dios quiere y otros versos por encargo, 1997



*


En esta tierra de oro,
Yacen, colectivamente,
Los chinos de Bonao: amigos
Del Jefe y del país.
La comunidad cantonesa
En República Dominicana,
Siempre laboriosa y altruista,
Ruega a Dios, todopoderoso,
Por el eterno descanso
De estos comerciantes politeístas:
El oído del mundo.



De: Lápida circa y otros epitafios de la torre abolida, 1994



*


Lo dispuso así Dios
Y no tuve más que aceptar,
A regañadientes, bajar a la noche
De los elegidos. De modo
Que ya no tendré que devanarme
Los sesos, articulando mentiras,
Ni hacer que todo un pueblo,
Se dirija embobado a Plaza Lama.
Aquí disfruta Efraim Castillo,
El de Los ecos tardíos.



De: Lápida circa y otros epitafios de la torre abolida, 1994



*


Una calle sin fin: mas diminuta,
Acogió mis pasos futuristas,
Evaporados, en mi chacabana dos
Lirios.
Ahora, ascendido a difunto,
Recuerdo aquellos días de Puerto Plata
El Atlántico, almacenados en la Poza
Del Castillo, como una superficie
Sórdida de gemidos.

Llegado el momento, me tocó, pues,
Entregar mi voz, como en efecto
Entregué, a la inquietud del desierto,
Que no imaginé tan confortable.

Hago constar y certifico
En esta hora postrera,
Poeta Ramón Francisco.



De: Lápida circa y otros epitafios de la torre abolida, 1994



*


¡Válgame Dios! ¡Por fin
la muerte! Ciñe de la poesía
su diadema. Sobre la mesa
dejo el romance, el soneto y la lira,
para ganar en piedra
o mármol tu homenaje postrero,
es mi tormento mayor.
Así termina y se oferta
Mi obra, de un polvo a otro
Con fin, (¡sálvame Dios!),
Rodeado por el diapasón
De tu lengua.



De: Lápida circa y otros epitafios de la torre abolida, 1994


*


Una pena me embarga,
Mi hermano,
El día de mi entierro,
No podré contabilizar
Los asistentes.


De: Lápida circa y otros epitafios de la torre abolida, 1994




*


Como espiga llena de luz,
Bajó a la oscuridad
A ilusionar la tierra, la poeta
Soledad Álvarez, hija
De la noche y el día.
Ayer gustó transitar a corazón
Abierto la ciudad, descalza,
Entre el ser y la nada.
Ahora, podrás, caminante
Inadvertido, encontrarla
En cualquier recodo
Del camino.



De: Lápida circa y otros epitafios de la torre abolida, 1994



*


Muchos vieron arde la sombra en la madrugada
Del puente.

Casas dormitando su miseria en el río
Después de un nutrido bombardeo… vuelve,
Volvió a ser roble la ceniza:

Piedra caribe
El muro gnomo y la casa de oración…
Abrió luego su pórtico el aullido. Oremos.

Vísceras de menesterosos, ¿quién dijo?
Cartílagos de plástico, fibras de vidrio y poliéster
Por las reventadas vitrinas, hierve la vida
En un oscuro convivio de ratas invioladas,
Colgados maniquíes en desfile,
Frente a mis ojos:
Chorreantes las luces de mercurio.



De: La tregua de los mamíferos, 2005.



Ferryboat de una noche invertebrada

Hacia el final de tus latidos,
el ferryboat corta la rosa de los vientos,
entre otras amputaciones y cicatrices
frente a la noche de un solo temblor.
En el ojo izquierdo:
pulso de águila,
guardo pequeñas travesías
que en tu cuerpo se pierden,
y hace olvido,
porque nuevos naufragios
el ojo derecho inicia y te bendice
señora,
por altas planicies
menos mía,
que el vaivén sobrecogido
en tu piel que delira y adormece
los sentidos.
Aprendiz de brujo,
te observo y me extravío
por tu fosforescente desnudez;
más lírica cuanto más te abandonas;
sorprendida,
y en la lengua te anudas
con un prontuario inútil
de sílabas líquidas,
entrecortadas,
como si en ellas se borraran
tus párpados de amarilla enfermedad,
y el mar y su infinito sombrío
que alimentaran
su inequívoco paisaje.




Animal hecho de la materia prima
de la muerte.
Sobre tu cuerpo la noche
avanza mi palabra en el tiempo,
el ferry muge anclado bajo el bostezo
de los astros:
el agua parlanchina
que intercambia el cifrado mensaje
de tu elocuencia danzaria.
Mujer,
manantial de niebla, trampa
del paraíso.
Gime tu piel en su castillo
el día,
se levanta intranquilo
ante tus ojos narcóticos
de contracción sedienta, irredimible.
En ellos cabe la urdimbre
de la incontinencia y del desasosiego,
el tránsito del amor en la ciudad
donde sangra,
el sol de tu quimera.





Paraíso interior

Estas palabras pretenden (pretendieron)
ser una carta.
Las concebí y almacené y ahora
las asumo como labios, dentadura, como
lengua vacía.
Una carta cuyo lenguaje
se articula aproximando música y saudades;
testimonios, fugas y desnudeces
de tu ilusión mejor.

Una carta sin fecha porque nació
fuera del tiempo,
en la edad de la palabra
que ilumina el asombro de ver en la Osa
Mayor, un archipiélago donde fundar
nuestro animal deseo:
la carne atada
en los disturbios del mundo.

Lancero de mi batalla interior,
más bien pienso que te voy a escribir
y en su lugar se construyen nichos, cárceles,
laberintos,
o escaleras que remiten
al noveno círculo del infierno,
que acerca sus muñecas violadas,
su perfume podrido.
Si escribiera con palabras,
con lúcidas y sentidas palabras,





una cascada de sonidos multicolores
me inundaría como si fueran peces,
como si fuera espuma,
como si fueran nubes
capitaneadas por un recóndito fulgor.
Escribo con el cuerpo allá el ojo
que va y viene,
unísono en el latir
que corresponde a tu ausencia viscosa,
nido de hormigas,
escribo con los días
y la sal de mi condena.

Extranjero ante tu relieve volcánico,
inmarcesible, en ti soy la idea fija
de tus pulsaciones,
el corazón de la hora
porvenir,
babeando una erección
de porcelana.
Estas palabras que pretendieron
ser una carta,
las guardé para desatar
tu geometría, decorar la noche
de tu cuerpo;
las guardé paraíso ultramarino
para reducirme a ese cuello de ámbar,
arrimado a un temblor.






Ausencia de Guarina Rodríguez

Llueve con tristeza sobre las cuatro de la tarde.
Llueve sobre el hueco que debió
ilustrar tu cuerpo de palisandro, inaprehensible,
donde terminaran mis manos a horcajadas.
Llueve rápido, ruidoso, con sentimiento de ruinas.
Llueve aquí en mi corazón trapecista,
porque tu credo se mueve al son de otra basílica,
de otras empobrecidas mareas.
Llueve cal, salitre o arena ante tu indefensión
de ultramar, el ferryboat guarda en tus ojos
un arcoiris de gelatina bueno y válido
para el próximo escalofrío.
Llueve con mucho feeling, de ahí ahí,
entre los pliegues de tus sabanas acalambradas.
(Las sabanas que guardan
las miserias del ultimo inquilino).
Llueve, con frecuencia modulada, una minuta
del verano en tus muslos, en tus caderas.
Llueve un sarampión de agujas ebrias,
imantadas, paralelo a tu sueño deshecho
en cama de tormenta. Llueve de abajo
hacia arriba hasta cubrir tu nombre,
hasta borrarlo. Llueve a cántaros entre los hilos
del contestador telefónico, digo el silencio,
la censura, la telaraña. Llueve con mala fé,
con mala leche. Llueve a intervalos nones
sobre una cadena de ceros tautológicos
en el mar de tu angustia sin fin. Llueve a tono
con tu miedo de lagartija de ojos saltones,
saltarines, sal si puedes. Llueve lujuria, delirio,
frenesí: esto da sexo por todas partes.






Llueve muy hondo, en voz baja, sin límites
ni comentarios marginales. Visto y comprobado
el caso, llueve contra tus senos meditabundos,
huraños y convincentes, que huyen bajo
una blusa de pecados mortales.
Llueve ausencia contra el reloj
de arterias imperfectas.
Llueve con prosapia de Caribe aborigen.





Matapasión

A mi frágil edad
de animal sentimiento,
todo, verdaderamente
converge: la razón,
la enfermedad,
la muerte misma.

Por ti perdí la razón
en afluentes lastimeros:
una muerte mecánica,
sin pausas ni horizontes,
me destinaron
como última ganancia.

Sin embargo el amor
que por tus ojos llega
(llegó), luz ha puesto
en la casa
y en la sangre,
haciendo más visible
la oscuridad
que arropa el tambor
de mi agonía.

Centro del mundo
el esplendor de tu deseo,
(d)escribe consustanciado
al olvido,
los delitos de un cuerpo
que ofrece su cabeza.





Clandestinos

Los amantes de mi tiempo,
los de la última tanda,
su amor entrado en carne derramaron
por el otoño dormido, en el otoño
recobrado.

En el trópico íntimo de una playa
nocturna, o en la ilusión de metrópolis
del malecón al filo de la madrugada.

En el huracán sin ruta
de una cita automovilística,
asi en el jacuzzi amable de aguas
efervescentes aún más amables.

En el happy hour del piano bar
del Jaragua su luna, o en el perfume
acuartelado de un suspiro
en un hotel de chinos.

En el cinema invierno de las 9: 15
allá un film de Visconti6
o en el revival glorioso de una cafetería
de l Conde, de alucinante ideología,
o en el palco rojo de un estadio
de béisbol.

En el tiempo petrificado de un museo
de la ciudad colonial,




Paul Berman. Intervención militar y poética

Sobre la obra poética de Alexis Gómez Rosa, “La Fiesta (s) Obras completas”, escribe Berman que las 30 páginas de La tregua de los mamíferos, el más largo de sus poemas, es sin duda el centro rector de esta lírica-épica del dominicano. Aquí está la invasión de Estados Unidos en 1965 y la Guerra de Abril, está un poeta con todas sus influencias y sus búsquedas.


Alexis Gómez Rosa


Intervención militar y poética
Paul Berman

En lugar de 42.000 infantes de marina, 600.000 inmigrantes
Hace cincuenta años hoy, LBJ envió tropas estadounidenses a la República Dominicana. En el poeta Alexis Gómez Rosa, cosechamos lo que sembró.

La otra cosa que Lyndon B. Johnson hizo hace exactamente 50 años, a finales de abril de 1965, aparte de la preparación la histórica y revolucionaria Ley de Derecho al Voto, era invadir la República Dominicana. La invasión fue un episodio de la Guerra Fría. En Cuba unos años antes, la vieja dictadura de Batista se había derrumbado, y el poder había caído en manos de Fidel Castro y el Partido Comunista de Cuba, lo que representó un triunfo para la Unión Soviética. Y, en Washington, DC., las administraciones de Kennedy y Johnson preocupados que, en las circunstancias equivocadas, desarrollos similares podrían tener lugar al lado, en la República Dominicana. La vieja dictadura de Rafael Trujillo, se derrumbó en 1961, cuando Trujillo fue asesinado. Un escritor llamado Juan Bosch llegó al poder. Bosch era un socialista democrático al estilo latinoamericano, con grandes ideas sobre la reforma social, todo parecía ser bueno, desde el punto de vista de los Estados Unidos. John F. Kennedy lo recibió en la Casa Blanca.

Sólo el ejército dominicano nunca pudo reconciliarse con el colapso de la antigua dictadura. La Iglesia Católica no estaba muy feliz con las grandes reformas. Y el ejército montó un golpe de Estado. Los partidarios de Bosch, los constitucionalistas, respondieron con un levantamiento. La lucha estalló en las calles de Santo Domingo. Esta fue la "Guerra de Abril" o "Revolución de Abril" de 1965. Los tiroteos en la calle El Conde. Estos parecían las circunstancias equivocadas. Y el 28 de abril, el presidente Johnson lanzó la invasión a la que, en los Estados Unidos, casi nadie recuerda, y que, en la República Dominicana todo el mundo recuerda.

¿Cuáles fueron las consecuencias de la invasión de Johnson, visto 50 años más tarde? Había un millón de consecuencias, no sólo para los dominicanos. Señalo a una muy pequeña, esplendida e ilustrativa, que lleva a la escena de la poesía en la ciudad de Nueva York, una consecuencia estrictamente literaria. Los angloparlantes de Nueva York a veces se olvidan de que, en su ciudad, la literatura nunca ha sido un asunto de monolingüe. Hubo un período en los años 1920 y ’30, cuando el yiddish era la segunda lengua literaria de Nueva York, o tal vez el yiddish era la primera lengua, a juzgar por las grandezas de el libro El pingüino de Yiddish Verso.

El árabe tuvo su momento, allá por los días en que Khalil Gibran, el admirador de Whitman, presidió los escritores árabes del Pen League de Nueva York. Me pregunto qué ha habido en holandés, alemán, italiano, gaélico, ruso, chino, y todo lo demás. Pero la de más larga duración de las lenguas literarias de Nueva York, después de inglés, por supuesto ha sido el español, a partir del siglo 19 con José Martí y avanzando con los poemas de Nueva York de Rubén Darío, y en adelante. Y durante estos últimos 50 años, la poesía española de Nueva York ha tenido inevitablemente un giro dominicano alimentado por los constitucionalistas derrotados de 1965 en su exilio de Nueva York, y luego por la inmigración en el Alto Manhattan y otros barrios, y, finalmente, por un mestizaje fecundo de Nueva York y Santo Domingo, en el abrazo latitudinal.

portada-treguaSe puede ver un atisbo de estos acontecimientos en la novela de Mario Vargas Llosa sobre el asesinato de Trujillo, La fiesta del chivo, con su paisaje que flota un lado a otro de una ciudad a la otra. Usted podría apuntar a los escritos de los novelistas dominico- americanos. Pero cito otro ejemplo, no muy conocido en los Estados Unidos, que es otra fiesta, o El Festín: (S)obras completas, por el poeta Alexis Gómez Rosa. Se trata de un volumen curioso del tamaño y forma de una caja de zapatos, 1,500 páginas, publicado en Santo Domingo en 2011, que contiene cientos de poemas sobre todo tipo de temas. Sin embargo, si uno solo entre los muchos poemas puede ser considerado como el centro de la obra mayor, que tendría que ser una épica de 30 páginas llamado La tregua de los mamíferos, a partir de 1977, el más largo de sus poemas. Aquí está la invasión 1965 y la Guerra de Abril , visto desde el punto de vista de alguien que en aquella época tenía 14 años y tal vez no demasiado político en el momento , pero que, aun así, siente la experiencia agudamente.

El poema está a medio camino de ser un delirio surrealista en un estilo que me recuerda a Octavio Paz. Y está a mitad de camino de ser un " testimonio " o un poema documental en el izquierdista estilo latinoamericano de la década de 1970, con los dos estilos prestados en uno por un ritmo conciso. Y en el centro de este poema el centro se encuentra una imagen impactante, que es la incongruencia de la invasión. El poeta nicaragüense Pablo Antonio Cuadra compuso un famoso poema sobre la intervención de marines estadounidenses en Nicaragua en la década de 1920, llamado "Poema del Momento de Extranjeros en nuestra selva", que contiene estas líneas:

En el corazón de la jungla!
500 norteamericanos

En el que el signo de exclamación lo dice todo. Y el poema de Gómez Rosa expresa un choque idéntico, excepto que en una escala más grande, y con desdén en lugar de una exclamación:

42.000 marines bajan desde portaaviones grises
y helicópteros.
La piña es agria, señor

Y Gómez Rosa pasa a invocar amargamente los nombres de los dominicanos que lucharon en la guerra, y algunos de los que murieron. Una nota adjunta al poema en “La Fiesta” explica que, con motivo del 40 aniversario de la invasión, en 2005, el gobierno dominicano sacó una edición especial del poema, y esto tiene sentido, dado que, para entonces los herederos del viejo movimiento constitucionalista habían llegado al poder (y permanecer en el poder hoy y parecen estar haciéndolo bastante bien) . Pero yo no pretendo sugerir que Gómez Rosa es una militante política.
Mayormente asiste a los ritmos y cadencias. Un poema llamado "La naturaleza del Ojo sorprendido" en su totalidad (si el poeta y mis lectores perdonarán mi traducción, aquí y en otros lugares) :

—El Río—
Blancos sus rizos
en el trenzado de agua, blanco sus largos
Dedos sin fin
en las uñas.
Saltando sobre las rocas, blanco
su pescado fabuloso

Me gusta porque, balanceándose debajo de las líneas cortas, la palabra "blanco" surge siempre hacia adelante, como en el movimiento de una ondulación de una ola.

El Compone haikus:
Soñar es fácil.
Todo solitaria La carne,
y devora, la mente

Y él parece bastante obsesionado con Octavio Paz, como si, por Gómez Rosa, al sueño es, de hecho, muy fácil. Imágenes locas persiguen unos a otros a través de las páginas. Aun así, él no es exactamente Paziano. El objetivo de los experimentos surrealistas de Paz es hacer que usted piense en el programa más amplio que se encuentra más allá de los poemas – la idea salvaje que sueña verdades , si evocado adecuadamente en el arte, se abrirá una ventana en la próxima revolución social : la idea de que la poesía contiene el secreto del progreso humano . Usted no tiene que creer que esta idea de leer Paz: Usted sólo tiene que ver la emoción en ella. Pero esta idea no es Gómez Rosa, aunque él se entrega a incongruencias surrealistas. Él no parece estar en busca de profundidades ocultas. Su poesía abre una ventana, en cambio, en otra poesía, o en algún texto u otro, o tal vez en la enciclopedia. Uno de los poemas más grandes en La Fiesta (aunque apenas tan grande como el de los marines estadounidenses en Santo Domingo) se llama Octavio Paz. Comienza:

Tendido, su
desnudez
en el blanco
usted es el negro

Que no es mucho de un principio, con el blanco y negro en referencia a la página en blanco y negro tipo. Una nota se añade al título, sin embargo, que nos remite a una nota al pie en un poema diferente, que se llama Copia al carbón y el carbono mismo, lo que explica que fue Octavio Paz, enciclopedia de estilo: " poeta mexicano, ensayista, traductor y diplomático… " . Y luego Copia del carbón y el carbono mismo círculos de nuevo a Paz otra vez por medio de una cita académica erudita, escrito como el verso:

Tu cuerpo es la sombra de mi cuerpo.
(Mejor Octavio Paz, Pasaje, en La Centena, p. 194)

Que, si usted tiene la paciencia, debería conducir a mirar hasta Pasaje, de Octavio Paz. ¿Qué he hecho? Efectivamente, el poema de Paz supera Gómez Rosa:

Más que el aire
Más que el agua
más que labios
luz, luz
Tu cuerpo es el registro de su cuerpo



Pero es divertido ir persiguiendo notas y citas de Gómez Rosa de un poema a otro. Y hay una fuerte sugerencia que, por medio de sus notas al pie y citas eruditas, él está conjurando un programa propio, totalmente diferente del programa surrealista. Su programa es para conjurar a la existencia de un vasto universo textual – un universo de poemas en la constelación con otros poemas, y en la constelación con la historia de la poesía dominicana, y con aún otras partes de la vida .

Anotaciones sobre la Fama
(Comentarios sobre Sugar Ray Leonard atribuidas a Angelo Dundee)
Píndaro en sus Odas triunfal
le hubiera celebrado.
Borges , el ironista impredecible, sin duda
lo admiraba y vigilaba su opinión.

Y así sucesivamente, a las que el atribuye siete notas al pie , que llenan la mitad inferior de la página con explicaciones de quién era Angelo Dundee, Píndaro y todos los demás .

Y en este universo de Gómez Rosa, el universo textual de la poesía enciclopédica y el boxeo y la invasión 1965 y todo lo demás, Nueva York aparece y reaparece —la Nueva York, donde el poeta ha pasado evidentemente algunos años— Nueva York, su segunda ciudad: el Dominico Newyorkino que ha llegado a existir durante este último medio siglo; la Nueva York de Washington Heights y Harlem y St. Nicholas Avenue. A veces se logra un gran tono en la evocación de este, su Nueva York. Un poema llamado El lugar de Tiemann (que es una calle de una cuadra de largo , en el Alto Manhattan , bajando la colina desde la tumba de Grant) comienza así:

Alto y erguido, solitario y nervioso,
Aumentado desde el corazón de Whitman,
fronteras (un cosmos ) la calle, que hacia Tiemann
lugar que termina en una cúpula de asfalto.
Casa del General Grant, casa de espera
su historia, primer círculo de los árboles;
temprano en la mañana.

Que, además de invocar Whitman, invoca débilmente el gran Darío y su propio saludo a Whitman, desde hace más de un siglo. Darío fue un genio en la presentación de sí mismo como una figura trágica de un hombre de corazón roto. Gómez Rosa no es tan llorón. Él cuenta historias, sin embargo. El poema acerca de la tumba de Grant se mueve un bloque hacia abajo a un apartamento en Tiemann Lugar donde, como los pájaros comienzan a cantar al amanecer, el poeta se levanta para salir de la cama de un amante. “La totalidad de ustedes fue un par de ojos…". Me encanta el poema. El romanticismo de Nueva York se encuentra en ese poema – la Nueva York de Whitman y Grant, una guerra civil de Nueva York, como se observa en un post- 1965 Dominicana, español cuyos recuerdos pasan a través de Darío.

Invasión de Johnson, entonces ¿qué trajo? Si quiere leer acerca de los sufrimientos inmediatos que resultaron, debe leer el poema épico de Gómez Rosa sobre la invasión. Si se mantiene en la lectura, sin embargo, usted descubrirá que, a raíz de la invasión, eventos aún más grandes tuvieron lugar. En lugar de 42.000 infantes de marina, 600.000 inmigrantes. Y los eventos más sutiles. Aparte de todo lo demás, la poesía de Nueva York adquirió nuevos colores. Tal vez la poesía dominicana asimismo se ha enriquecido. Un avance literario no estaba entre las intenciones del presidente Johnson. Mencionando que, no me refiero a sonar una nota a favor de la invasión y sus tragedias. Sin embargo, la invasión creada nuevas circunstancias, y las personas se adaptan, y la vida continúa, y las fiestas se extienden, y, a veces la vida es buena…




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