miércoles, 23 de febrero de 2011

3122.- NIKIFOROS VRETAKOS


Nikiforos Vretakos, nació en Krokeas, Esparta, Grecia en 1911, y murió en 1991. Obra: Bajo sombras y luces, 1929; El libro de Margarita, 1949; El Taigeto y el silencio,1949;El fondo del mundo,1961Protesta, 1974.







CARTA


No tengo una hoja de los viejos árboles verdes.

En este papel te escribo mi tristeza
tan leve que la lleva el viento,
tan buena y tierna que el sol no se sorprende,
noble como el silencio que camina de noche
en la hierba. Simple y pura como el agua que corre
sin que nadie adivine que nació de la tormenta de ayer.

Muchos han muerto. Muchos seguimos viviendo.
Todos estamos
heridos. El mundo pesa de tanto dolor.

Con el silencio del mar recibirás mi tristeza.
Te envío este eterno "no me olvides", es una
luz plegada en una pequeña nube.

Te envío este corderito, pues está cerca de Dios,
para que lo lleves a su verde jardín.
Te envío este niño con el pie quebrado.
Álzalo hasta la ventana con el Lucero,
cerca del mundo, cerca del sueño.

Cerca de tu bondad cálida como el aliento de una
madre.
Cerca de la chimenea donde apoyas la mano en la
frente
y sueñas con la felicidad del hambriendo, del soldado,
del enfermo.

Colócalo cerca de la verde bandera. Cerca del rojo
caballo. Junto a tu madre que rodeada
por los gorriones de enero teje la esperanza.
Colócalo cerca del suspiro de la amistad. Cerca, muy
cerca.
Siéntalo y abre como una sonrisa la ventana
para que vea el mundo.
Nada más, querido Themo.

Como siempre
peregrinando por la tierra del sol, te saludo
con el ala de mi pena.








TRANSMUTACIÓN

Me vuelvo poesía, huyo del mundo,
me reparto
voy
hacia afligidos hermanos. A quedarme en casas
donde no entra el sol.








ÉXODO

Todo termina alguna vez: turbios
ríos y noches. Basta que puedas
salvar al fin tu alma, como
la madre salva al hijo
atravesando
un
mar o un incendio.



De "Seis poetas griegos" - Editorial Colihue -, Buenos Aires, 2000.
Traducción: Horacio Castillo.




Mis versos se parecen al dorado contacto del sol sobre la nieve
se parecen a la bondadosa mirada de los caballos
se parecen al peso del alba sobre las margaritas
se parecen al peso de la esperanza sobre el corazón
se parecen a la apacible lluvia sobre las abnegadas ovejas.






El pañuelo celeste

No es montaña. No son rayos de
Luna. Aquellos que asomó
Allá abajo, en el fondo – pero ¡mira!
Es la paz. Saluda al mundo
Ese pañuelo que tiene en su mano yo se lo regale







La poesía épica

También un sonido lleno de sol y amor
es una epopeya. Es una esfera
en perpetuo movimiento. Y la hoja de un árbol
y los electrones que giran en una
molécula de luz manteniéndola en el infinito
son una epopeya.
Como los protones
bombardean el átomo
así bombardeaba mi alma el poder
de los soles de Dios. Y se levantó
en mi corazón una marejada de luz,
remolinos de sentimientos. Todo cuanto veo
se vuelve en mí sonido y ya
no me queda nada más. ¿Cómo y con qué
indagar el tiempo, el espacio,
la estructura de la materia, extender números
sobre mi gran mesa?
Todo
se convierte en sonido. No me resta sino
soplar leve pero eternamente, como
un aire de rosa, en todo
el mundo.
Inclusive una
gota de amor en un libro
es una epopeya.





Madre e hijo (1940)

En el desfiladero de la historia el hijo luchaba incansablemente
y la madre sostenía las montañas para que su hijo se mantuviera firme.
Bronce, nieve, nube. Y resonaba el Pindo
como si Dionisios estuviera de fiesta. Los torrentes
arrastraban canciones y los abetos saltaban y bailaban
las piedras. Y todo clamaba:
"¡Adelante, hijos de los griegos...!"
Las almas se cruzaban en el horizonte como espadas resplandecientes,
los ríos retrocedían, se desplazaban las tumbas.

Y las madres subían como Vírgenes por los afilados barrancos.
Con su plegaria el hombro hacia el hijo subían
y el viento las hacía tambalear con su carga
y desataba sus pañuelos y arrebataba sus cabellos
y azotaba sus faldas y las hería con su espada,
pero ellas marchaban virilmente hacia lo alto, piedras tras piedra,
y escalaban la cumbre, hasta perderse entre las nubes
con la frente alta una detrás de otra.

Nikiforos Vretakos (Krokeas, Esparta, 1911-1991), Versión de Horacio Castillo, Seis poetas griegos, Colihue, Buenos Aires, 2000




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