sábado, 25 de diciembre de 2010

2659.- ANTONIO TELLO


Antonio Tello es poeta, narrador y ensayista argentino. Amenazado de muerte por la Triple A (Alianza Anticomunista Argentina) en 1975 se exilió primero a París y luego a Barcelona. Tras publicar en su país un primer libro de cuentos, El día en que el pueblo reventó de angustia, en 1987 Tusquets inició su colección La flauta mágica con su primera novela, De cómo llegó la nieve. A ésta siguió en 1989 el volumen de cuentos El interior de la noche. Su segunda novela, El hijo del arquitecto, fue publicada en 1993 por Anaya & Mario Muchnik, y la siguiente, Los días de la eternidad, por Muchnik Editores en 1997. En 2004, la editorial Candaya editó su poemario Sílabas de arena. En el 2009, la misma editorial reunió bajo el título de El mal de Q. sus cuentos completos, y la editorial argentina Cartografías publicó el poemario Conjeturas acerca del tiempo, el amor y otras apariencias. Asimismo ha publicado los ensayos Extraños en el paraíso, El Quijote a través del espejo e Historia breve de Argentina. Claves de una impotencia, entre otras obras.


Webs: http://www.eldigoras.com/eda/t01/antoniotello.htm http://www.sololiteratura.com/tello/telloprincipal.htm http://es.wikipedia.org/wiki/Antonio_Tello_Argüello

http://antonioetello.blogspot.com/

(Obra y actividad profesional) Canal/vídeo
http://www.youtube.com/profile?user=antonioetello#grid/uploads
http://vimeo.com/antoniotello







Partícula

Descubro sus ojos
en el escaparate de lámparas ciegas.

Sin verme,
su mirada me atraviesa y de pronto siento
las formas elementales de la materia,
la química precisa del abrazo que me convierte
en un diminuto cataclismo del tiempo.






Calendario [2]

Los cuerpos supieron de la felicidad
antes de oír hablar del amor. Y
sucedió que al descubrir su nombre,
la felicidad ya era un recuerdo.





Acaso un sueño

Una visión: Acaso un sueño.
Una llanura que parece un desierto y
un lago que parece un deseo.
Ausente el tiempo,
la mirada que lo abarca todo
justifica esta tarde sin ocaso, mientras
la arena arde y quema
los labios que la tocan. Sumergidos en
las aguas, un hombre y una mujer
se abrazan. No se temen
sino a sí mismos y por eso hablan o creen
hablar. Él evoca una cicatriz de fuego y el beso
que la causó. Ella, que siente la caricia,
agita las aguas, desnuda el cuerpo
en el espejo; él, que la observa,
imagina ser el reflejo y también la luna
que lo provoca. Pero, en esta tarde que no atardece,
como herida por un instante, ella aparta
la mirada de la mirada y el silencio prevalece.
No hay dolor. Están solos.
Una presunción: Acaso son dos sueños.







Metonimia

La veo acercarse
y la luz de la tarde
inflama la silueta de arena bajo las dunas;
el movimiento del tiempo bajo el vestido.
La nombro
y la visión del nombre
enfebrece las estrías del aire;
atrae mis labios y ellos,
los labios,
con un temblor de mariposa,
se posan sobre los humedales
que especula el deseo.
Pero, yo sigo aquí,
convertido en mirada viéndola venir:
sin ojos, sin boca, sin cuerpo:
un instante que mira.






Diacronía

Insisto. Toco la piedra. Sigo.
Regreso. Orillo la piedra.
Visito el mar. Lluevo.
Lamo la piedra.
Lamo la piedra inmóvil.
La inmovilidad de la piedra me duele.
Insisto. Acaricio. Lavo.
Día tras día, insisto. La abrazo.
Ella resiste en su inmovilidad.
En su dureza. Le hablo del viento
y como el viento pasa la voz.
No hay dolor ni movimiento en la piedra.
Insisto. Corro. Me alejo y retorno.
Y la encuentro. Ella sigue allí.
Sin esperar nada de mí.
Sin esperarme.

(De Conjeturas sobre el tiempo, el amor y otras apariencias)








Teseo [1]

Deseo cerrar los ojos;
palpar el vano de tu puerta.

Entrar en tu noche;
desovillar el anhelo de la carne.

Ser la oscuridad. El olvido de la luz.
Ciego. Sin más bastón que el deseo.

Sentir en las entrañas de la cueva
el alarido del monstruo.

El temblor del tiempo
perdiéndose en la nada.


(De Sílabas de arena)









Siete segundos. Siete días. Siete años. Siete eternidades.
El tiempo que dura el abrazo.
¡Pobre alma, que necesita de la materia, esa tensión que perece,
para conocer los sentidos!
¡Pobre espíritu, que necesita del amor, esa fantasía de la carne,
para conocer la emoción!
Sí, el tiempo que dura el abrazo.
Siete eternidades. Siete años. Siete días. Siete segundos.

(De Nadadores de altura)




3 comentarios:

  1. Estimado Fernando, acabo de enterarme de mi inclusión en tu antología. Te lo agradezco infinitamente. Un fuerte abrazo.

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  2. Si leemos atentamente las obras de Antonio Tello comprobaremos que la voz que nos habla nos suena sustancialmente a cualquier época que no esté sostenida por una fe ciega: su voz se dirige a una sociedad plenamente integrada. Se sabe que entre el ayer y el mañana es un viaje plenamente humano. Gracias Antonio Tello por tus Obras que bien merecen estar presentes en esta Antología.

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