IVÁN CABRERA CARTAYA (Tenerife, 1980) cursó estudios de Filología Hispánica en la Universidad de La Laguna, donde actualmente cursa estudios de Filología Clásica y de Filosofía. Ha obtenido con anterioridad los premios de poesía Pedro García Cabrera en 1999, el Premio Internacional de Poesía Luis Feria en 2000, el Premio de Poesía Félix Francisco Casanova en 2001, el Premio de Poesía Julio Tovar en 2002, el XIX Premio de Poesía Emeterio Gutiérrez Albelo en 2005, un accésit del Premio de Poesía Tomás Morales en 2006, el Segundo Premio de relato corto Juventud-Cultura Canaria en 2006 y el XXVII Premio Hispanoamericano de Poesía Juan Ramón Jiménez en 2007. Participó en el programa cultural Canarias Crea en 2003 (Casa de América, Madrid), en el curso Filosofía y Poesía organizado por la Facultad de Filología de la Universidad de la Laguna durante el curso 2004-2005 y en la exposición La poesía en sus trazos organizada por la Biblioteca municipal de Guía de Isora (Tenerife). Intervino en el III Congreso de Poesía Canaria celebrado en 2006 en la ciudad de La Laguna y en el II Encuentro de Jóvenes Escritoras y Escritores Canarios celebrado en el Cabildo Insular de Tenerife durante febrero de 2009. Colabora habitualmente con poemas, ensayos, relatos, reseñas, entrevistas y notas en la prensa insular y en revistas como Can Mayor, Vulcane, Piedra y cielo, Cuadernos del Ateneo, Cuadernos Literarios, La alegría de los naufragios, Cuadernos Hispanoamericanos, Isla negra y en el Anuario del Instituto de Estudios Canarios. Ha publicado los libros de poemas Arena (2001), Fragmentos de sentido (2006), Bajo el cielo innumerable (2007), Cariátides (2007), Diálogo en el desierto (en preparación) y el libro de entrevistas Bajo la bóveda del tiempo. Conversaciones con Miguel Martinón (2009), además de realizar el prólogo para la reedición del libro La vida de Rubén Darío escrita por el mismo seguida de Historia de mis libros (2007) y colaborar en la realización de la Enciclopedia de la Literatura Canaria (2007). Ha sido profesor de español y realizado guiones para documentales de arquitectura en Canarias.
HUELVA, PASADA PRIMAVERA
A Luis Cernuda
Tú también estuviste aquí
y no lo supe hasta más tarde,
cuando pasó ya un año
desde que atravesé
ese campo de olivos sin final.
El tedio del camino
vio los cortijos y la adelfa,
intuyó las marismas,
el diálogo circunstancial
y el sopor de una tórrida
primavera andaluza.
Sin saber nada,
fui a buscar tu memoria
donde ya sólo eras olvido;
pero no para mí,
que sabía tus versos
y me habían alimentado
tus palabras, bebidas
como fuego o un vino
espeso y negro.
Después de atravesar el mar
y conocer mi nombre en otra tierra,
encontré la ciudad anochecida,
el ágave de mi isla
y aquella hermosa forma
de articular la lengua.
Cené solo, paseé solo,
hablé a solas conmigo mismo,
y tarde divagué en las calles inéditas,
en las plazas del sur,
en los jardines árabes.
Visité cementerios,
vi los ríos que se unen.
La Rábida, Moguer,
Mazagón, Palos, Aljaraque...
Las barcas que se pudren en la orilla,
la palmera sedienta del Atlántico,
la efigie colosal del Almirante,
monstruoso orgullo de este país,
insigne, infausta gloria de esta España
que tú sentiste ajena
y que yo no termino de entender como mía:
también me ha sido inevitable
ignorar u olvidar «A sus paisanos»,
sus tradiciones, sus costumbres.
Allí no pude
estar más tiempo del preciso,
mas me quisieron bien
y generosos me ofrecieron
todo cuanto tenían.
Prometí regresar
y todavía
tengo una deuda
—una deuda de amor—
con tu espíritu insobornable
y conmigo, que estuve
más tarde ante tu casa
y sigo viéndote
en la belleza diáfana del Aire.
(inédito)
ESCRITO JUNTO AL RÍO
(Calle Betis)
En el agua de este río
se imprime tu silencio,
y fluye con el agua
lo visto en esta noche:
la luna, las terrazas,
la sombra de los cuerpos
que no pasan y pesan
en la balanza del deseo.
Para entender su espíritu
me uní con esos cuerpos
y pregunté a la piel.
Para aprender los nombres del deseo,
crucé paisajes luminosos
que encendían la noche
con un fuego desconocido,
con una luz más pura.
(inédito)
Tú también estuviste aquí
y no lo supe hasta más tarde,
cuando pasó ya un año
desde que atravesé
ese campo de olivos sin final.
El tedio del camino
vio los cortijos y la adelfa,
intuyó las marismas,
el diálogo circunstancial
y el sopor de una tórrida
primavera andaluza.
Sin saber nada,
fui a buscar tu memoria
donde ya sólo eras olvido;
pero no para mí,
que sabía tus versos
y me habían alimentado
tus palabras, bebidas
como fuego o un vino
espeso y negro.
Después de atravesar el mar
y conocer mi nombre en otra tierra,
encontré la ciudad anochecida,
el ágave de mi isla
y aquella hermosa forma
de articular la lengua.
Cené solo, paseé solo,
hablé a solas conmigo mismo,
y tarde divagué en las calles inéditas,
en las plazas del sur,
en los jardines árabes.
Visité cementerios,
vi los ríos que se unen.
La Rábida, Moguer,
Mazagón, Palos, Aljaraque...
Las barcas que se pudren en la orilla,
la palmera sedienta del Atlántico,
la efigie colosal del Almirante,
monstruoso orgullo de este país,
insigne, infausta gloria de esta España
que tú sentiste ajena
y que yo no termino de entender como mía:
también me ha sido inevitable
ignorar u olvidar «A sus paisanos»,
sus tradiciones, sus costumbres.
Allí no pude
estar más tiempo del preciso,
mas me quisieron bien
y generosos me ofrecieron
todo cuanto tenían.
Prometí regresar
y todavía
tengo una deuda
—una deuda de amor—
con tu espíritu insobornable
y conmigo, que estuve
más tarde ante tu casa
y sigo viéndote
en la belleza diáfana del Aire.
(inédito)
ESCRITO JUNTO AL RÍO
(Calle Betis)
En el agua de este río
se imprime tu silencio,
y fluye con el agua
lo visto en esta noche:
la luna, las terrazas,
la sombra de los cuerpos
que no pasan y pesan
en la balanza del deseo.
Para entender su espíritu
me uní con esos cuerpos
y pregunté a la piel.
Para aprender los nombres del deseo,
crucé paisajes luminosos
que encendían la noche
con un fuego desconocido,
con una luz más pura.
(inédito)
FINAL DE PRIMAVERA EN SEVILLA
(Recuerdo para Y.)
Yo sé que ahora,
en la ciudad de los naranjos,
habita mi silencio
y mi voz nace en otros labios.
Sé que mi cuerpo
vuelve a temblar en otras manos,
y la piel se examina en otra piel.
Yo sé que ahora
es primavera, y hay allí
alguien que no soy yo y es una
parte frágil de mí.
Sé que he de regresar
y sé que no he salido nunca
de la ciudad de la belleza.
Quisiera estar de nuevo allí,
pero quizá no pueda
volver jamás.
(inédito)
(Recuerdo para Y.)
Yo sé que ahora,
en la ciudad de los naranjos,
habita mi silencio
y mi voz nace en otros labios.
Sé que mi cuerpo
vuelve a temblar en otras manos,
y la piel se examina en otra piel.
Yo sé que ahora
es primavera, y hay allí
alguien que no soy yo y es una
parte frágil de mí.
Sé que he de regresar
y sé que no he salido nunca
de la ciudad de la belleza.
Quisiera estar de nuevo allí,
pero quizá no pueda
volver jamás.
(inédito)
MEMORIA DE SEVILLA
Recuerdas los jardines de Sevilla
y guardas en la piel aquellas noches,
enajenadas de azahar.
Quisieras ser el aire que la envuelve
en una primavera inacabable.
Quisieras ser el agua que va al mar.
Recuerdas el Alcázar y los Mármoles,
y haber temblado de emoción
ante una casa y una calle.
Quisieras ser el puente y ser el río
que pasa en la mirada de los jóvenes.
Quisieras ser un sueño de verdad.
Acuérdate del oro y de la torre.
Acuérdate
del tiempo y de la luna.
Acuérdate
de la belleza y de tu edad.
(inédito)
Recuerdas los jardines de Sevilla
y guardas en la piel aquellas noches,
enajenadas de azahar.
Quisieras ser el aire que la envuelve
en una primavera inacabable.
Quisieras ser el agua que va al mar.
Recuerdas el Alcázar y los Mármoles,
y haber temblado de emoción
ante una casa y una calle.
Quisieras ser el puente y ser el río
que pasa en la mirada de los jóvenes.
Quisieras ser un sueño de verdad.
Acuérdate del oro y de la torre.
Acuérdate
del tiempo y de la luna.
Acuérdate
de la belleza y de tu edad.
(inédito)
EL GUAYDIL
El tarajal se bate con el viento,
acantilado en el que rompe el mar.
Caminas, camino hacia el final de la tarde
junto a esa miríada de pájaros
negros, sin canto.
El viento inventa la mareta
liminar de las olas. En el aire
pareciera distinguirse un rumor de ahogados.
Nadie va por esta luz hacia
el fondo de la tierra, sólo pájaros
hacia el final del día.
Arranco una flor muerta en la memoria,
su raíz húmeda. No sé qué significa
ese signo en mi mano.
(de Arena)
El tarajal se bate con el viento,
acantilado en el que rompe el mar.
Caminas, camino hacia el final de la tarde
junto a esa miríada de pájaros
negros, sin canto.
El viento inventa la mareta
liminar de las olas. En el aire
pareciera distinguirse un rumor de ahogados.
Nadie va por esta luz hacia
el fondo de la tierra, sólo pájaros
hacia el final del día.
Arranco una flor muerta en la memoria,
su raíz húmeda. No sé qué significa
ese signo en mi mano.
(de Arena)
CADA CUERPO SERÁ igual que un país distinto,
abierto para el extranjero
e iluminado, cada vez,
con una claridad incierta.
Recorrerlos será, de nuevo,
una lección, un ejercicio
para llegar a la ignorancia.
(de Fragmentos de sentido)
abierto para el extranjero
e iluminado, cada vez,
con una claridad incierta.
Recorrerlos será, de nuevo,
una lección, un ejercicio
para llegar a la ignorancia.
(de Fragmentos de sentido)
LAS LINARIAS
Las linarias que nunca nacieron junto al muro,
como siempre, mantienen su esplendor.
Mi tacto evoca sus aromas
y esta cadencia sabe a sus imágenes.
Para alcanzar su altura
me inclino a lo más hondo:
allí detengo el fuego que alimenta su carne,
y la nieve más roja
me quema las pupilas.
Ahora las contemplo ciego,
su liturgia pagana.
Parece provocarles, mi trabajo,
el pudor demorado
de una conciencia vigilada
por quien las sabe transparentes.
(de Bajo el cielo innumerable)
Las linarias que nunca nacieron junto al muro,
como siempre, mantienen su esplendor.
Mi tacto evoca sus aromas
y esta cadencia sabe a sus imágenes.
Para alcanzar su altura
me inclino a lo más hondo:
allí detengo el fuego que alimenta su carne,
y la nieve más roja
me quema las pupilas.
Ahora las contemplo ciego,
su liturgia pagana.
Parece provocarles, mi trabajo,
el pudor demorado
de una conciencia vigilada
por quien las sabe transparentes.
(de Bajo el cielo innumerable)
YVES KLEIN
No es agua ni profundidad: el mar es un color. Las botellas vacías, los patios vacíos. Los paisajes que vuelven, una y otra vez, para quemarse en los dedos. Y morir tan joven. Morir, tal vez, cuando la vida comienza a aburrirnos, descubriendo que es un lujo insostenible, y nosotros somos tan pobres.
(de Cariátides)
No es agua ni profundidad: el mar es un color. Las botellas vacías, los patios vacíos. Los paisajes que vuelven, una y otra vez, para quemarse en los dedos. Y morir tan joven. Morir, tal vez, cuando la vida comienza a aburrirnos, descubriendo que es un lujo insostenible, y nosotros somos tan pobres.
(de Cariátides)
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