lunes, 5 de septiembre de 2011

4627.- XENIA DYAKONOVA


XENIA DYAKONOVA 



(San Petersburgo, 1985). 
Licenciada en Teoría de la Literatura y Literatura Comparada por la Universidad de Barcelona. Es autora de dos poemarios en ruso, Moya zhizn’ bez menya (Mi vida sin mí, 2003) y Kanikuly (Vacaciones, 2007) y ganadora del premio de poesía joven Novye imena (Los nuevos nombres) (2003). Es traductora de la novela El Monje Negro de Chéjov al catalán y cotraductora de Catálogo de novedades cómicas de Lev Rubinstein al castellano, en colaboración con José Mateo. También ha colaborado como crítica literaria con el diario Avui. Actualmente vive en Barcelona e imparte clases en la Escuela de Escritura del Ateneo Barcelonés 




Poema

Mis muebles tienen patas de gallina,
mis vasos visten pelo de camello;
y a mí me gusta así, por más que digan
–y con razón– que estoy como un cencerro.
Un misterioso sombrero de ala ancha
ha aterrizado en la copa de un árbol
de mi jardín: y cuanto más lo empapa
la lluvia y lo golpea, él más alto,
más alto crece. Un pájaro de fuego
dormita junto al gato en una silla.
Si no existiese lo rocambolesco
del milagro, ¿no le susurraríais
a vuestra alma: «Mejor que nos larguemos»?

Trad. del ruso de José Mateo







En el cumpleaños de Nastia cada año hacíamos
una obra de teatro: cualquier cosa servía
en la dacha, después de hurgar en los altillos;
casi nos ahogábamos en lágrimas y risas
mientras nos arrastraba la fuerza del papel;
fuera, sobre unos troncos, la silueta del público,
predispuesto a la dicha. Y esto, así, vino a ser
mi primera pasión, y mi primer orgullo.

Allí, cuando volvíamos, al cabo de unos años,
-es una calle apenas, en la región desierta-,
admirábamos, más que ningún espectáculo,
un tren en la vitrina de una pequeña tienda.
Y de día o de noche, manteniéndose siempre
en aquel movimiento, decidido y tenaz,
recorría en sus círculos las vías de juguete:
eso fue, por primera vez, la fidelidad.

También un día vimos unos peces sangrientos
que daban coletazos, cogidos en las redes,
y sus ojos saltaban con un dolor inmenso
y desesperación: y aquello era la muerte.

De" Kanikuly" (Vacaciones)( 2006)
Traducción de José Mateo






San Sebastián no podía imaginar,
cuando las flechas se hartaban con su sangre
y mansamente la hacían derramarse,
que nombrarían por él una ciudad:
con las paredes de un blanco deslumbrante,
y un mar severo, y un límpido arenal,
y esos turistas, que paran a besarse.

San Sebastián, entre el miedo y los dolores,
no nos sabía a los dos en el balcón,
en este hotel donde las habitaciones
dicen su nombre en los frascos de jabón;
donde hay estrellas colgadas en el cielo,
y otras, brillando en las puertas de cristal,
donde la voz del portero en el teléfono
es más sonora que un coro celestial.

Traducción de José Mateo







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