jueves, 10 de febrero de 2011

JUDITH SANTOPIETRO [2.986] Poeta de México



Judith Santopietro 

Judith Santopietro (México, 1983). Escritora nómada, mujer de las ensoñaciones, cree en los mitos y en las leyendas, su comida favorita son los nopales y el tlatonille. Con su primer libro de poesía Palabras de Agua ha recorrido diversas comunidades y países. Ganadora del Premio Nacional de Poesía Lázara Meldiú 2014, por el poemario inédito Tiawanaku, poemas sobre su corta estancia en Bolivia entre 2013 y 2014. También publicó en Anuario de Poesía Mexicana 2006, Fondo de Cultura Económica; Árbol en llamas, compilación del taller Juntaversos de Saúl Ibargoyen, Sediento Ediciones, México, 2013. Ha leído sus poemas en el Festival Latinoamericano de Poesía Ciudad de Nueva York, EE UU, 2014; XXX y XXXI Feria Internacional del Libro del Palacio de Minería; Festival de Poesía Latinoamericana Rodante LATINALE, Instituto Cervantes de Berlín, Alemania; XVII Festival de Poesía de La Habana, Cuba; Maison du Mexique, París, Francia, 2010. Fue investigadora visitante en Lozano Long Institute of Latin American Studies, Universidad de Texas, Austin, EE UU, 2012-2013. Además de la poesía, su pasión es la Editorial Cartonera Iguanazul: Literatura en Lenguas Originarias, proyecto de revitalización de las lenguas mexicanas entre la comunidad migrante, que desarrolla en la ciudad de Nueva York.


IZCALTITLA


Los hombres de la loma taciturna
se desvisten ante una fogata de sabiduría
sueltan en la oscuridad las formas
de un ojo lleno de costumbre

cada uno en la danza pega el cuerpo al corazón de la tierra,
pide al ave sus alas desplegadas,
desea los negros ojos del mapache

alguna vez seremos la mirada del nahual
que sobrevuela la barranca
y pariremos maíz por la boca
para arroparlo en el chisporroteo del brasero.


Izcaltitla


Tlakamej inon katej itech tleokoyal tepetl
moxijxipetsouaj ixpan tlikuil tlamatilistli
kikajkauaj ijtik tlapoyaual, tlachiualtij
nekaj se ixtololotl tentok ika ajsikamachilistli.

Sejsenmej, itech ijtotilistli kiuiteki inakayo itech yolotlal,
kitlajtlanilia tototl i ajasuan tlapotiuij,
kineki i ixtololouan tlilikej mapachin

kemantis tietoskej itlachialistli nahual
tlen majkoktinemi ik uarrankaj
iuan tikpiluaskej tleoli ijtik tokamak
pampa sektlakentis itech tliko tlikuisalotl.

Del poemario Se incendia la palabra, Instituto Municipal de Arte y Cultura de Puebla, México, 2009.

Traducción: Sixto Cabrera González, México, 2009.


ESTELA DE VOCES


Monumento de la palabra,
la génesis en las paredes,
tan antigua
como la vírgula de roca

tormenta de guijarros que caen de la montaña.


Neskayo tlajtoltij

Tetlamanal tlajtol,
peualistli itech tepamimej,
satekitl yauejkika
kemi i machioyo texkali

ejekatemej tlen uetsij itech tepetl.



INVOCACIÓN

El día que saliste de mí
el sol era un círculo manso,
inundabas las rendijas
de esta húmeda pocilga
con un llanto prolongado

Tus ojos,
grandes en esta habitación de grillos
para mirar una casa de pequeños muros;
y mi vieja razón,
esa piedra de filos indeseables,
preguntaba a dónde ir

Con el vendaval,
las chozas se balanceaban
y eran menos que toda la miseria
de la gente astillada en la ciudad

Te fuiste un día de soplos
y el resquemor sobrevino
para siempre;
las casas parecían no soportarlo
bullían de luz las tiendas
el desierto era frío
después el sol doró las ramas y la arena,
el calor fue espada ardiente
que acuchilla la piel

nadie
bajo este halo de cristales negros
nadie
en esta oscuridad que golpea con su nombre y su cuerpo
nadie
retorna a beber su aliento

Esta madrugada
la muerte pringa sobre la ventana
despierto con la sonrisa de tu vida entre las manos
hace varios minutos de minutos
que no veo nada igual



PIEDRAS Y ALACRANES

En días tan áridos
el aire trae el movimiento de los huesos polvo
hasta la lóbrega estría de la calle

Amanecemos agónicas de frío
aradas en la tierra estéril
por las filas de este mineral
que calcina esqueletos

Tragamos la roca desgranada
mientras los pechos se desgajan
en precipicios de sangre que humedecen el desierto

Al paso de los meses
las grietas de la ciudad cimbran
entre las montañas de arena,
y la polvareda de los huesos
es la voz perdida en una cueva

Dormimos
junto al lastimero aullido de perros
con la mortaja de piedras y alacranes

[http://sol-negro.blogspot.com/2010/08/cinco-poetas-actuales-mexicanas.html]



Se incendia la palabra

El nacimiento de la palabra

Entre la poesía sin memoria
vuelve
todo aquello del agua y la luz,
los primeros cantos fuera del caracol.

Regresa el sonido
de los hierros que se forjan,
y las piedras,
una a una,
con su enfurecido calor
recrean la ciudad
del silencio surge la evocación.

Miro el paso del hombre por un cantil,
nombra las cosas con su instinto,
y dice árbol al árbol
fuego al fuego
tierra a la tierra,
en su andar por el tiempo
cuestiona la abrumadora pendiente de los sonidos;
abre los ojos
y está pronta su historia,
una y otra vez,
escrita sobre el lomo de la roca.



En el crepúsculo de la existencia,

surge la danza de mi palabra
y su savia recorre mi lengua

y su voz fecunda el mito
de los hombres del maíz,
abreva la luz naciente
cuando se tiene el profundo saber
de que todo está vivo.




Cada trazo es la imagen

de mi voz trashumante
que va de la selva al desierto
y empuja el sigilo

hace las veces de rostro,
de nacimiento en el cieno,
de metates y venados.

El fuego del caracol púrpura
incendia los cactus:
labro al animal
y su sangre en la pared
dibuja mi cuerpo:

en la roca madura
nace la figura
que proclama mi nombre.




La poesía del origen
se canta a cielo abierto,
brota al golpe de las piedras
cuando la chispa incendia enciende las voces.




Pintamos en las cuevas una huella inmensa,
símbolo de la palabra,
y seguimos escarbando
en ese mismo campo solitario

el polvo es sólo un remolino

ya no hay más sonido parido por la tierra.




La palabra que se incendia tiene el corazón de lava,

fluye por las venas de un volcán adormilado
que pareciera soplarnos en el cuerpo

su voz de ceniza.

Hubo un fuego originario de los tiempos,
ardieron los campos

el agua

las luciérnagas

la llama no cesa bajo los dobleces volcánicos
de esta pirámide milenaria.


http://www.laotrarevista.com/2011/04/judith-santopietro-veracruz-mexico-1983/





Kalasasaya o las piedras erguidas

Aún las piedras erguidas de la soledad en esta pampa
el profundo aire que habita los pasillos
caras pétreas en un templo de paredes ocre mineral
Aún así extiendo los brazos a distancias que no puedo narrar
caigo sin ir cayendo por esta áspera cumbre
sostengo la hostil navaja en mi mano
(con la otra escucho el corazón y sus rugidos):
es ésta una tierra donde no nací
su desfile polvoriento no me importa
sus imperios restaurados del racismo inverso
me son indiferentes
(también con esa mano detengo las injurias que erosionan
mi boca cual deshielo triste de los Andes)
Aún la Chakana da el Sur y sus misterios:
esa cruz vencida un poco hacia la noche un poco hacia la nada
que no es lamento de mujeres en su borde
sino infinito resplandor entre los mundos
Jach’a Qhana:
nido de los cóndores que sobrevuelan la estepa lunar
fulgor incandescente que es rosa de los vientos y es cráter
Es éste el Altiplano donde no he vivido
me deleitan
sus dolientes cabecitas sobre el muro rojo
poso junto a cada rictus ajado por el alfarero esclavo
en todos los retratos
 A distancias que no quiero mirar
las piedras verticales peregrinan con el más dócil cautivo
resplandece la estela en su simiente
vestida cual figura de andesita
(el águila la pluma el cóndor la vicuña)
Aún el fraile-monolito acicala sus cangrejos
(un poco gordo por los años dedos torcidos por artritis)
a veces llora en arenisca peces
y su agua colma cada gárgola
limpia las columnas abre la puerta al inicio temporal del Sol:
así de primavera el equinnocio.
Pero los dioses
que serenos observan las estrellas
espían el orbe con su oído colosal
(tímpano secreto entre las piedras)
y en tal estancia del subsuelo
mi voz resuena expandida y pesarosa:
es ésta una tierra donde no nací
su desfile polvoriento no me importa
sus imperios restaurados del racismo inverso
me son indiferentes.



Guennda náabani sicarú

A Macario Matus y su espíritu zapoteco que va a todos lados.

Veo tu larga cabellera enredada en los listones
los peces con su piel de plata
al sol
parecen un espejo
de tus pómulos salientes,
recorres las calles
con tu cuerpo de flores hiladas
una tarde de calor
tan intrépido
igual que si buscaras a tientas en la oscuridad
tu primer rostro.
Veo desde aquí la orilla última del agua
y nuestra esperanza de remar
una vez más
sobre las piedras:
porque la belleza y la vida,
guennda náabani sicarú,
en un año como éste,
serán de buscarlas bajo las enramadas
o en las confines de nuestros recuerdos.



Nguixó

Bosque de silencio:
los clavos nocturnos de la remembranza
donde nace la yerba:
se escucha un grillo en el intervalo de los tiempos
y descubro la tristeza aún sonriente.
Por el surco del armadillo resbala su voz el hombre
con sus pómulos de muerte alegre,
miro la profundidad del ojo como una cañada de rocas,
de raíces duras,
de historia de brujos.
Me encuentro yerba,
nervadura de hoja,
mortero donde se tritura el llanto,
fermento que se bebe de alegría.









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