miércoles, 14 de marzo de 2012

6151.- ALFREDO RODOLFO BUFANO

Alfredo Rodolfo Bufano
* 1895/ Buenos Aires 1950
Bufano nació en agosto de 1895 en algún lugar de Italia, aunque otros lo dan por nacido en Guaymallén, Mendoza, y murió en Buenos Aires en 1950. Sus restos descansan en Villa 25 de Mayo, localidad muy próxima a San Rafael, en aquella provincia.
La historia de Bufano, como su origen, también tiene algo de misterio.
Creció pobre y trabajó duro desde su niñez. Lustrabotas, carpintero, peón albañil, vendedor de arneses, vendedor de globos, vendedor de libros y comprador joven de palabras con las que construyó una obra extensa –editó 25 libros de poemas- simple y conmovedora. Nada escapó a su corriente y todo fue sensible de respuesta en el paisaje mendocino: “Olor a vino pichanga/ sale de la amplia bodega,/ y el tibio viento a mi llega/ trayendo un son de catanga” dice en el poema “Siesta”, de 1925. Hombre estampado en el paisaje como en una vieja litografía, inmutable y eterna, palabra que corre fresca, bajando de la cordillera, poesía del ser y del estar, son las bases de un poeta impulsado por una fe.
Ejerció la docencia en la Escuela Normal de Maestros de San Rafael durante veinte años, se casó, fue padre de cinco hijos, entre ellos el dramaturgo y titiritero Ariel Bufano, de quien a su vez tuvo un nieto, Vicentico, cantante de Los Fabulosos Cadillacs; viajó con prestigio ganado a Europa y Africa, volvió a Buenos Aires y falleció a los 55 años.
Entre Mendoza y Buenos Aires –una calle porteña lleva su nombre- repartió sus poemas y su vida.
De Virgilio a Darío, pasando por Lugones, Banchs, Capdevila, Baldomero Fernández Moreno; todos influyeron en su obra; quizás la más importante del post modernismo mendocino.
Entre sus libros se destacan, Poemas de Cuyo (1925), Infancia (1945), Junto a las verdes rías (1950) y Marruecos, editado póstumamente en 1951.




DIVINO AMOR


Amor es este que por ti me abrasa;
amor es este que hacia ti me impele;
amor es este que de amor se duele
en amado dolor que nunca pasa.
Amor es este que se da sin tasa
como nunca en la vida darse suele;
amor que estoy temiendo que se vuele
porque sin él, la muerte fuera escasa.
Amor, y extraño amor este amor mío,
silencioso y profundo como un río
profundo, silencioso y caudaloso.
Amor que nada pide y nada espera
amor que es como un lago sin ribera
bajo un cielo piadoso.








SIESTA


La chicharra en el parral
su rauda matraca toca
acompañado a la loca
flauta que toca el zorzal.


Olor a vino pichanga
sale de la amplia bodega,
y el tibio viento a mi llega
trayendo un son de catanga.


El sol quema la enramada
de chilca reseca y dura,
mientras la acequia murmura
su eterna y simple tonada.


Y bajo un chañar que ostenta
sus huevecillos de oro,
parlotea un viejo loro
en la tarde soñolienta.










CRECIENTE


Lento bajaba el río como siempre,
entre sauces, arabias y jarillas.
La tarde estaba quieta en las montañas,
azul y quieta, como adormecida.
Mas poco a poco, grandes nubes negras
de las cumbres, fantásticas, surgían,
se abalanzaban por el cielo claro
como una loca y trágica tropilla;
y sobre el monte cárdeno y los árboles
torva zalea entretejiendo iban.
Rompió el trueno montés su gran matraca
contra la cordillera anochecida;
y el relámpago abrió su rosa inmensa,
roja, morada, verde y amarilla.
Rompió a llover. Rompió a llover en forma
que el cielo con la tierra se perdía.
El sonoro Diamante fue creciendo
y al rato era una sierpe enloquecida
que iba hinchando su lomo tenebroso
hasta romper bramando las orillas.
Sobre las turbias, poderosas aguas,
como si fueran deleznables briznas,
boyaban algarrobos y chañares,
matas de jumes, zampas, altamisas,
y cuanto halló al pasar la inmensa boa
que de la cumbre al llano se extendía.
Pasó el instante de terror. Ahora
como una agreste y dulce margarita,
sobre el cuadro cerril recién pintado
la clara estrella de la tarde brilla.






CANCIÓN


Muerto este amor, ya no amaré a ninguna,
porque todo mi bien me viene de ella,


como el fulgor celeste de una estrella
temblando en el cristal de una laguna.


Dios la puso en la sombra de mi abismo
como prolongación de su alto amparo;
¡cómo no amarla con mi amor más claro,
si amando a esta mujer amo a Dios mismo!








BARRIO MORO DE TANGER


¡Qué gozo mirar el mar,
el mar desde la Alcazaba,
mientras asoma la luna,
por entre verdes montañas!.


¡Qué gozo mirar el cielo,
sobre vetustas murallas,
o verlo en cintas de seda
en la calle Bab el Assa!.


¡Qué misteriosa ternura
ver estos ojos que pasan
y que furtivos nos miran
con agarenas miradas!


¡Qué nieves de jazmineros
por callejuelas y plazas!


¡Qué blancura de mazquitas
bajo la luna dorada!


¡Qué dicha andas sin ser visto
en dulces tierras lejanas,
sin saber si ayer es hoy,
y envuelto en luna y distancias!








CALLE DE LA LUNETA


¡Qué alegre brilla en la noche
con sus bazares y tiendas
la calle, la calle mora,
la calle de la Luneta!


¡Qué nombre tiene más lindo!
¡Qué blancura de azucena,
la calle, la calle mora,
que llaman de la Luneta!


Se sahuma de fragancias,
de jazmín y yerbabuena.


Sus farolillos alumbran,
con luz lejana de estrellas.


¡Con qué infantil alegría,
miro sus moros y tiendas!


¡Con qué placer subo y bajo!
¡Qué a gusto me siento en élla!


No hay en Tetuán herbolarios
que vendan más finas hierbas,
que los que orillan la calle
moruna de la Luneta.


No hay ojos más turbadores,
ni vendedoras más bellas,
ni más fragantes jazmines,
ni yerbabuena más crespa.


Si en sus vitrinas enjutas
manos de Fátima cuelgan,
comprádlas, porque la suerte,
seguramente os espera.


No hay en Tetuán una calle
que un nombre más bello tenga
que ésta, de la morería
llamada de la Luneta.


Mis sueños y mis congojas
más de una vez dejo en élla
mezclados con las fragancias,
de frutas, flores y hierbas.


¡Qué alegre brilla en la noche!
¡Qué alegre canta en mi pena
la calle, la calle mora,
la calle de la Luneta!












A UNA VENDEDORA DE JAZMINES


Vendedora de jazmines,
dame tu mejor guirnalda,
para ceñirla algún día,
en las sienes de mi patria.


Dame, mujer de Tetuán,
la de más fina fragancia,
que huela a tierra y a río
y a dulce noche africana.


Que tenga voces de guzlas,
puesto que las flores cantan.


¡Alma que no sabe oírlas
es triste y desventurada!


Mujer de rostro moreno
como la tierra sagrada,
mujer de manos de trigo
y voz de lluvia lejana:
dame tu mejor cenefa,
dame tu mejor guirnalda,
que allá, detrás de los mares,
mujer muy bella me aguarda.


Tiene la voz argentina,
tiene las carnes de plata,
es argentina su boca,
porque Argentina se llama.


¡Ay mora, si tú la vieras,
sabrías por qué se ama,
sabrías por qué se reza,
sabrías por qué se canta,
sabrías por qué se llora,
de pena y desesperanza!


Dame jazmines para ella,
dulce mujer africana,
no temas que los marchiten
los días y las distancias.


¡Para que lozanos lleguen
tengo suspiros y lágrimas!












ROMANCE DE MOHAMED BEN HASAN


Éste es mi amigo Mohamed
y por más señas Ben Hasan.


Mi buen amigo agareno,
en éstas tierras del África.


Tan negros como los ojos
tiene la tez musulmana,
pero, como alguien lo dijo,
brotan jazmines de su alma.


Su fez purpúreo ilumina,
las penumbras de su cara,
y lleva garbosamente,
los siglos de su chilaba.


Él me enseñó a conocer,
el gran dolor de su raza,
sufriente, mas no llorosa,
vencida, mas no domada.


Me guió por híspidas sendas,
y por fragosas montañas,
marchando siempre en silencio,
con lento paso de cabra.


¡Bien entendía Mohamed,
lo inútil de las palabras,
cuando entre flores y cielos,
nuestras sombras se alargaban!


Mohamed se detenía,
junto a la gloria del agua,
al pie de los jazmineros,
que antiguos muros escalan,
junto a los vivos claveles,
y a las adelfas rosadas,
mientras recóndita dicha,
los ojos le iluminaban.


En los dolientes crepúsculos
de estas remotas comarcas,
mi buen amigo agareno
los altos cielos miraba.


¡Bien entendía Mohamed,
que las palabras sobraban!.


Ante el dolor de su pueblo,
lo vi beberse las lágrimas,
y abrir en risa de angustia,
su boca purpúrea y ancha.


¡No fuera cosa, por Dios,
que viese yo, que lloraba!.


¡Adiós, amigo Mohamed;
adiós amigo Ben Hasan!.


¡Qué en bienes te de el Profeta,
lo que me diera tu alma
en tus lares marroquíes,
en memorables jornadas!











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