José Luis Justes Amador (Zaragoza, España, 1969). Escritor y traductor. Licenciado en Filología Inglesa por la Universidad de Zaragoza con un postgrado en Poesía Inglesa Contemporánea por la Universidad de Cambridge. Residente en México desde hace más de diez años ha formado parte del consejo editorial del Instituto Cultural de Aguascalientes y de las revistas Talleres, Tierra Baldía y, actualmente, de Hermanocerdo. Ganador en dos ocasiones del Premio Nacional de Literatura Joven “Salvador Gallardo Dávalos”. Su libro más reciente es De nadie (Pasto Verde, 2009).
Mozart escribe para la eternidad
Cuando me encuentro
enteramente conmigo mismo
es entonces
cuando fluyen
abundantes las ideas.
No sé
de dónde o cómo vienen.
Las retengo en mi memoria
y poco a poco veo el modo.
La idea avanza,
el desarrollo se aclara,
se fija en mi mente el todo
y lo miro como miraría
un producto sin tiempo de las artes.
No escucho las partes
sino el todo.
Sucede en un sueño la invención.
Todo lo recuerdo, nada olvido.
Me pongo a escribir y salen
las frases que mi memoria ya ha guardado.
Todo está terminado y raramente
varía en el papel
aquello que ya en la imaginación estaba.
Tres canciones de cuna
Al arruinar tu vida en esta parte de la tierra,
la has destrozado en todo el universo.
Constantino Kavafis
Pequeño mundo soy y en eso fundo
Que en ser señor de mí lo soy del mundo
Calderón de la Barca
I (Londres. 11 de febrero de 1963)
Buenas noches, hijos míos, buenas noches.
Que este último pensamiento sea
el que disponga platos y tazas, el que abra
la espita del horno. Que sea
el que grave caiga al suelo y antes apoyara
húmedas toallas
en las rendijas de las puertas.
Buenas noches, amor mío, buenas noches.
Que esta última noche haya sido
presagio de las hojas del escritorio
y del acomodo que de ellas hagas mañana,
una frase que ya nadie recoja o el sabor
ácido y fresco de la primera manzana.
Buenas noches, cuerpo mío, buenas noches.
Que tu descanso sea
perfecto y para siempre.
Buenas noches, mundoamor.
Amormundo, buenas noches.
II (Elabuga. 13 de agosto de 1941)
Estoy a punto de partir
aún no sé a dónde.
Él me dio una soga
con que cerrar la maleta.
Te amo infinitamente pero entiende
que no puedo seguir
viviendo así.
Estoy a punto de partir
ya sé casi a dónde.
La maleta sigue abierta,
el futuro recuerdo de un viaje.
Si ves a tu hermana o a tu padre, diles
que los amé
hasta el último momento.
Esta soga que se cierne
sobre la luz de la estepa
respira por sí misma y lenta.
Y explícales en silencio
que no hacen falta maletas
para el callejón sin salida.
III (París, octubre de 1953)
Todo era doble, hijo, para ti:
las dos puertas del mundo
y la noche también.
No supimos entonces
que ese golpear constante era
un anuncio incierto, el verdor
que se ofrenda al siempre.
te odio : de verdad : todo lo que soy te odia:
el modo este con que tomo la pluma te odia:
te odian, sí, hasta estos diminutos capilares
con el mismo odio que las llaves y el llavero:
mis ancestros y mi aorta también :
el negro de mis pulmones propone que te odia también:
y es cuando les deseo a otros buenos días
usando la poca educación que te aprendiera
que lo que dicen mis palabras es te odio:
tanto que cuando sin poder evitarlo te pienso
pienso en cada una de tus células para poder
odiarte infinitesimalmente y un día más:
errata
donde dije ‘te odio’ quería escribir ‘ojala entendieras’:
donde quise decir ‘con todo el alma’
sólo pude enumerar ese cuerpo ya ajeno:
donde todos leyeran la puerta de entrar a la casa
tuve miedo de que supieran lo poco que queda:
un forever and a day que traduzco ahora distinto
‘el poco tiempo que queda y un día más de regalo’
donde escribí ‘infinitesimalmente’ decía
‘el espacio entre los astros que conocemos y el que falta’:
donde ´dije y escribí y donde quise decir
no hay nada que no haya dicho o escrito o querido decir:
donde dije ‘te odio’ dije ‘cartas de cumpleaños’
Variaciones sobre Hospital
(Hace apenas unos meses, acompañé, tuve que acompañar por circunstancias que ahora no vienen al caso, a una amiga cercana a urgencias del hospital. Al regreso a casa, a su casa pues no podía quedarse sola aquella noche, encontré entre sus papeles viejos, que curioseé para alejar el sueño y poder velarla, un poema que ella misma había escrito años atrás. De aquella lectura, esta versión. Las cursivas pertenecen al poema original).
I
Ingrávido, como en una luz incesante, en una que tuviese
fluorescencia propia,
en una claridad que ni cambia ni termina.
Contra tu voluntad, acudes y ajeno
a este pabellón nocturno.
Han pasado años desde entonces.
Recuerdas,
de pronto,
la radiografía,
el ósculo estampado a escondidas
en los pulmones de la enferma.
II
Y no pasa el tiempo. O pasa lento. Porque aquí quizá los relojes son sólo dibujo. Un compás de verdes blips. Una marca extraña en las yemas de los dedos. Como la huella digital que acabará por imponer la muerte. Y mientras un tiempo raro que dura lo que dura cada espiración. Un tiempo que persiste aún más (o quizá ya no), ese espacio mudo y ciego entre una y la siguiente. Entre la siguiente y la última.
III
Todo el hospital conspira. El silencio sobre todo. Porque los murmullos y las frases entrecortadas no son información sino miedo. Como un soplo pero en el espíritu. No una metáfora de la enfermedad sino la enfermedad misma. El nombre científico de algo que sólo existe en el cuerpo. Como ciclotimia, esa condición de estar un día alegre y al otro triste. O sea, la vida.
IV
No son blancas las sábanas. Pero tampoco hay palabra posible para definir ese color que se desvanece en cada respiración.
V
Y los doctores, emisarios voluntarios de lo que nadie debería saber, años tardan en aprender / el arte de hablar como lo hacen. Más aún de que tarda el enfermo en aprender a callar, en saber que contra la muerte no hay palabra posible salvo amén.
VI
Volveremos,
tarde o temprano,
al aire viciado de estas salas, a estas habitaciones
de tranquilidad tan falsa.
Volveremos,
y al final solos,
mientras un cuerpo queda.
Ese cuerpo que fuimos,
Que ya no seremos.
(De De Nadie, Pasto verde, 2009).
2.
Salía música de las ventanas:
el arte de la fuga acompasaba
su ritmo al río enfrente nuestro
mientras a lo lejos la noche
llegaba más lenta que de costumbre.
Alguien muere y suena Bach.
Música en el aire, dijiste,
el aire es de música
y así quiero morir
y aquí.
3.
Porque sólo nos queda piedad no hay
nada más que sea nuestro:
ninguna bendición que pueda
abrirse camino entre la tierra
endurecida ahora con la plenitud del agosto:
ninguna bendición
que ascienda, ninguna
que descienda.
Ninguna es ya posible
y sin embargo
hasta entre las más fieras llamas
puede florecer
el loto dorado.
4.
Dormiremos
para incubar diamantes.
5. (canción para octubre)
Sólo en otoño el dios se ofrece:
como un ahorcado reflejándose
en las hojas ocres de los arces
(el norte, sí,
el norte)
como un anegarse de voces,
esas voces de niños en el techo
(el aire, sí,
el aire)
como un bosque que
arrancado de cuajo
caminara sobre el agua
(madera, sí,
de madera)
como una estación en que el color se demore,
(la piedra, sí)
como un muro verde siempre y debajo
(sí la piedra)
6.
Háblame.
Háblame aunque sea.
Háblame aunque sea un lenguaje de signos.
Sólo.
Sólo así podré.
Sólo así podré encontrar el camino de vuelta.
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