miércoles, 29 de diciembre de 2010

HENRI MICHAUX [2.705]



Henri Michaux 

(Namur, Bélgica, 24 de mayo de 1899-París, 18 de octubre de 1984) fue un poeta y pintor de origen belga, nacionalizado francés.
Pasó su infancia y juventud en Bruselas. Comenzó la carrera de Medicina en la Universidad de Bruselas, pero en 1919 abandonó sus estudios para enrolarse como fogonero en un navío de la marina mercante francesa, en el que viajó a Río de Janeiro y Buenos Aires.
Tras regresar a Bruselas, en 1923 publica su primer texto -"Cas de folie circulaire"- en la revista Le Disque Vert, que dirige su amigo Franz Hellens. Ese mismo año abandona Bruselas y fija su residencia en París, donde inicia su carrera literaria y descubre con entusiasmo el surrealismo, especialmente la obra de Paul Klee, Max Ernst, Giorgio de Chirico y Salvador Dalí. Publica sus primeros libros, Les rêves et la jambe (1923) y Qui je fus (1927).

En 1927 viaja por América Latina, especialmente por Ecuador, y recoge sus impresiones del viaje en su libro Ecuador (1929). Otro viaje, esta vez al Extremo Oriente, entre 1931 y 1932, le proporciona el material para el libro Un bárbaro en Asia (1933). En 1935 inició un nuevo periplo, que le llevó a Buenos Aires y Montevideo.

En 1937 se convierte en el redactor jefe de la revista Hermès, que se publica en Bruselas y cuyo objetivo es "provocar o facilitar ciertas confrontaciones directas entre la filosofía, la mística y la poesía". En 1939 realizó nuevos viajes, y se instaló en el Mediodía de Francia, dedicado a la pintura, en 1941.

Escribió también libros de viajes imaginarios (Voyage en Grande Garabagne, en 1936; Au pays de la magie, en 1941, e Ici, Poddema (1946), compilados en un solo volumen en Ailleurs, 1948); relatos de sus experiencias con las drogas, especialmente con la mescalina (Misérable miracle, en 1956, Connaissance par les gouffres, en 1961), y recopilaciones de aforismos y reflexiones (Passages,en 1950; Poteaux d'angle, en 1971).

Desde 1925, Michaux se interesó vivamente por las artes plásticas, pero es en 1937 cuando empieza a dibujar y a pintar. Expuso con regularidad su obra plástica en varias galerías parisinas, y publicó numerosos libros ilustrados. Se interesó también por la caligrafía.

Escribieron sobre él otros grandes escritores, como André Gide, Lawrence Durrell, Octavio Paz y Jean-Marie Le Clézio.

Entre los años 2006 y 2007 se han celebrado en España dos exposiciones dedicadas a analizar su contribución a las artes visuales en el Círculo de Bellas Artes de Madrid y en el Centro Andaluz de Arte Contemporáneo[1] de Sevilla. En esta institución, ubicada en el Monasterio de Santa Maria de las Cuevas, se incluían tres documentales sobre la vida y obra del escritor.


Obras

1922 - Cas de folie circulaire
1923 - Les rêves et les jambes
1927 - Qui je fus
1929 - Ecuador. Edición en español:Ecuador: diario de viaje. Traducción de Cristóbal Serra. Barcelona, 1983.
1933 - Un barbare en Asie. Un bárbaro en Asia. Traducido al español por Jorge Luis Borges. Buenos Aires, 1941. Numerosas reediciones.
1935 - La nuit remue. La noche se agita ; Plume ; precedido por Lejano interior. Traducción y prólogo de Marta Segarra. Barcelona, 1994.
1936 - Voyage en Grande Garabagne
1938 - Lointain intérieur. La noche se agita ; Plume ; precedido por Lejano interior. Traducción y prólogo de Marta Segarra, 1994.
1938 - Plume. La noche se agita ; Plume ; precedido por Lejano interior. Traducción y prólogo de Marta Segarra. Barcelona, 1994.
1941 - Au pays de la Magie
1942 - Arbres des Tropiques
1944 - L'espace du dedans,
1940-1944 - Épreuves, exorcismes. Adversidades, exorcismos. Traducción de Jorge Riechmann . Madrid, 1988.
1946 - Ici, Poddema
1948 - Ailleurs. En otros lugares. Traducción de Julia Escobar. Madrid, 1983.
1949 - La vie dans les plis. La vida en los pliegues. Buenos Aires, 1976.
1950 - Passages,
1952 - Mouvements,
1954 - Face aux verrous. Frente a los cerrojos, seguido de Puntos de Referencia. Traducción, introducción y notas de Julia Escobar. Valencia, 2000.
1956 - Misérable miracle (La mescaline). Miserable milagro (La mescalina), Caracas, 1969.
1957 - L'infini turbulent. El infinito turbulento. Valencia, 2000.
1959 - Paix dans les brisements,
1961 - Connaissance par les gouffres. Conocimiento por los abismos. Traducción de Aurora Bernárdez. Buenos Aires, 1972.
1962 - Vents et poussières
1966 - Les grandes épreuves de l'esprit et les innombrables petites. Las grandes pruebas del espíritu y las innumerables pequeñas. Traducción de Francesc Parcerisas. Barcelona, 1985.
1969 - Façons d'endormi, façons d'éveillé. Modos del dormido, modos del que despierta. Madrid, 1974.
1971 - Poteaux d'angle
1972 - En rêvant à partir de peintures énigmatiques
1972 - Émergences, résurgences
1973 - Moments, traversées du temps
1973 - Quand tombent les toits
1974 - Par la voie des rythmes
1975 - Idéogrammes en Chine
1975 - Coups d'arrêt
1976 - Face à ce qui se dérobe
1976 - Les ravagés
1978 - Jours de silence
1979 - Saisir
1980 - Une voie pour l'insubordination
1981 - Affrontements
1982 - Chemins recherchés, chemins perdus, transgressions
1983 - Les commencements
1983 - Le jardin exalté
1983 - Par surprise
1984 - Par des traits
1985 - Déplacements, dégagements
1993 - Jeux d'encre. Trajet Zao Wou-Ki
1994 - En songeant à l'avenir
1994 - J'excuserais une assemblée anonyme...
1996 - À distance


YO REMO

Maldije tu frente tu vientre tu vida
maldije las calles que tu andar enfila
los objetos que tu mano aprehende
maldije el interior de tus sueños

Puse una charco en tu ojo que ya no ve
un insecto en tu oreja que ya no oye
una esponja en tu cerebro que ya no comprende

Te enfrié en el alma de tu cuerpo
te congelé en tu vida profunda

el aire que respiras te sofoca
el aire que respiras tiene un olor a sótano
es un aire ya espirado quefue desechado las hienas
el estiércol de ese aire ya nadie lo puede respirar

Tu piel está toda húmeda
tu piel suda el sudor del gran miedo
tus axilas exhalan a lo lejos un olor a cripta

Los animales de detienen cuando pasas
los perros aúllan por la noche, con la cabeza
enderezada hacia tu casa
no puedes huir
no te llega ni siquiera una fuerza de hormiga a la
punta del pie
tu cansancio hace tronco de plomo en tu cuerpo
tu cansancio es una larga caravana
tu cansancio llega hasta el país de Nan
tu cansancio es inexpresable

Tu boca te muerde
tus uñas te arañan
ya no es más tuya tu mujer
ya no es más tuyo tu hermano
la planta de tu pie es mordida por una serpiente
furiosa

Han babeado sobre tu progenitura
han babeado sobre la risa de tu hijita
han babeado frente al rostro de tu morada

El mundo se aleja de ti

Yo remo
remo
remo contra tu vida
remo
me multiplico en remeros innumerables
para remar más fuertemente contra ti

Caes en lo vago
careces de soplo
te fatigas ante el menor esfuerzo

Yo remo
remo
remo

Te vas, ebrio, atado a la cola de un mulo
la ebriedad como un enorme parasol que oscurece
el cielo
y junta las moscas
la ebriedad vertiginosa de los canales semicirculares
comienzo mal atendido de la hemiplejía
la ebriedad no te abandona ya
te tumba a la izquierda
te tumba a la derecha
te tumba sobre el suelo pedregoso del camino

Yo remo
remo
remo contra tus días

En la casa del sufrimiento entras

Yo remo
remo
sobre una faja negra se inscriben tus acciones
sobre el enorme ojo blanco de un caballo bizco
rueda tu por venir

YO REMO




¿NÁUSEA O ACASO ES LA MUERTE QUE LLEGA?

Ríndete, corazón mío.
Hemos luchado bastante,
Que mi vida se detenga,
No hemos sido cobardes,
Hicimos lo que pudimos.

¡Oh, alma mía!
Te vas o te quedas,
Tienes que decidirte,
No palpes así mis órganos,
A veces con atención, otras con extravío,
Te vas o te quedas,
Tienes que decidirte.
Yo ya no puedo más.

Señores de la Muerte
No los maldije ni los aplaudí.
Tengan piedad de mí, viajero de tantos viajes sin maleta,
Sin dueño tampoco, sin riqueza, y la gloria que se fue a otra parte,
Ustedes son ciertamente poderosos y divertidos por encima de todo,
Tengan piedad de este hombre enloquecido que antes
de cruzar la barrera ya les grita su nombre,
Atrápenlo al vuelo,
Y después que se amolde a sus temperamentos y costumbres,
si es posible,
Y si les place ayudarlo, ayúdenlo, se los ruego.




MUERTE DE UN PÁJARO

Tenía un color magnífico; era un Carpintero,
Le descargué mis perdigones,
Pareció titubear, luego cayó sobre una ancha hoja de palmera.
Lo tomé en mi mano. Era así: oro, negro, rojo.
Lo palpé, le desplegué las alas, lo examiné minuciosa y largamente: Estaba intacto.
Debió morir de una conmoción súbita




HE NACIDO AGUJEREADO

Sopla un viento tremendo,
No es sino un pequeño agujero en mi pecho,
pero sopla en él un viento tremendo.
Pueblecito de Quito, tú no eres para mí.
Yo necesito odio, y envidia; ésta es mi salud.
Es una gran ciudad la que necesito.
Un gran consumo de envidia.

No es sino un pequeño agujero en mi pecho,
pero sopla en él un viento tremendo,
En el agujero hay odio (siempre), espanto también e impotencia.
Hay impotencia y el viento está cargado de ella;
fuerte como los torbellinos,
rompería una aguja de acero,
y no es más que un viento sin embargo, un vacío.
¡Caiga la maldición sobre toda la tierra, sobre toda la civilización,
sobre todos los seres en la superficie de todos los planetas, a causa de este vacío!
Un señor crítico ha dicho que yo no alimentaba odio.
Este vacío, he ahí mi respuesta.
¡Qué mal se está, ay, en mi pellejo!
Siento la necesidad de llorar sobre el pan de lujo de la dominación y del amor,
sobre el pan de gloria que está afuera.
Siento la necesidad de mirar por el cuadro de la ventana,
que está vacío como yo, que no se alimenta de nada,
Dije llorar; no, es un barreno a frío, que barrena,
barrena incansablemente,
como sobre una viga de haya en la que 200 generaciones de gusanos se hubiesen
legado esta herencia; "barrena, barrena..."
Esto ocurre a la izquierda, no digo que sea el corazón,
Digo agujero, y no digo más, es rabia y contra ella no puedo,
Tengo siete u ocho sentidos. Uno de ellos: el sentido de lo que falta.
Lo toco y lo palpo como se palpa una madera,
una madera que sería más bien una gran selva de esas que ya no se ven en Europa
desde hace mucho.
Y esto es mi vida, mi vida en medio del vacío.
Si este vacío desaparece, yo me busco, enloquezco y eso es todavía peor.
Yo me he construido sobre una columna ausente.
¿Qué habría dicho el Cristo si hubiese estado hecho de este modo?
Hay algunas de estas enfermedades que, si se las cura, no le dejan nada al hombre.
Muere pronto, era demasiado tarde.
¿Puede acaso una mujer contentarse solamente con odio?
Si es así, amadme, amadme mucho y no dejéis de decírmelo,
y que alguna de vosotras me escriba.
¿Pero qué significa este ínfimo ser?
Casi no lo había advertido,
Ni dos nalgas ni un gran corazón pueden llenar mi vacío,
Ni ojos llenos de Inglaterra y de ensueños, como suele decirse.
Ni una voz cantante que dijese completivo y calor.

Los estremecimientos encuentran en mí un frío siempre alerta.
Mi vacío es un gran glotón, gran moledor, gran aniquilador.
Mi vacío es algodón y silencio,
Silencio que todo lo detiene.
Un silencio de estrellas,
Y aunque ese agujero es profundo carece totalmente de forma.
Las palabras no lo encuentran,
chapotean a su alrededor,
Siempre he admirado a esos que por creerse revolucionarios se consideraban hermanos.
Hablaban los unos de los otros con emoción; chorreaban como sopa.
Eso no es odio, amigos míos, eso es gelatina.
El odio es siempre duro,
hiere a los demás,
pero también desgarra al hombre en su interior,
continuamente.
Es el reverso del odio,
Y no hay nada que hacer. No hay nada que hacer.



MIS OCUPACIONES

Raras veces puedo ver a alguien sin abofetearlo,
Otros prefieren el monólogo interior. Yo, no. Más me gusta abofetear.
Hay gentes que se sientan frente a mí en el restaurante y no dicen nada; están allí
un buen rato porque han decidido comer.
Ahí tenéis a uno.
Yo me lo atraco, toc.
Me lo reatraco, toc.
Lo cuelgo en la percha.
Lo descuelgo.
Vuelvo a colgarlo,
Lo redescuelgo.
Lo pongo sobre la mesa, lo apilo y lo ahogo.
Lo ensucio, lo inundo.
Y vuelve a vivir.
Entonces lo enjuago, lo estiro (comienzo a enervarme, hay que terminar con él),
lo comprimo, lo aprieto, lo resumo, lo introduzco en mi vaso, arrojo ostensiblemente
el contenido por el suelo y le digo al camarero: "Tráigame un vaso más limpio".
Pero me siento mal; arreglo al punto la cuenta y me voy.



LA SIMPLICIDAD

Lo que ha faltado sobre todo hasta el presente a mi vida, ha sido simplicidad. Poco a poco comienzo cambiar.
Ahora, por ejemplo, siempre que salgo, llevo mi cama conmigo, y cuando una mujer me agrada,
la tomo y me acuesto con ella al instante.
Si sus orejas o su nariz son feas y grandes, se las quito juntamente con la ropa y las pongo
debajo de la cama. Allí las encontrará ella al partir. Sólo guardo lo que me agrada.
Si su ropa interior ganara al ser cambiada, la cambio en seguida. Ese será mi regalo.
Si entretanto veo a otra mujer más agradable que pasa, me excuso ante la primera y la
hago desaparecer inmediatamente.
Personas que me conocen sostienen que no soy capaz de hacer eso que digo; que no tengo
suficiente temperamento para ello. Yo también lo creía así, pero era porque no hacía todo
como se me antojaba.
Ahora, paso siempre muy lindas tardes. (Por la mañana trabajo.)



PERSECUCIÓN

Antes, mis enemigos tenían todavía cierto espesor, pero ahora se vuelven huidizos. Recibo un codazo (todo el santo día ando a los tumbos). Son ellos. Pero se eclipsan como por encanto.
Desde hace tres meses sufro una derrota continua;
enemigos sin rostro; raigambre, verdadera raigambre de enemigos.
Después de todo, ya dominaron mi infancia. Pero... yo me había imaginado que ahora estaría un poco más sosegado.



LA PEREZA

El alma adora nadar.
Para nadar es preciso extenderse sobre el vientre. El alma se disloca y huye. Huye nadando. (Si vuestra alma huye cuando os encontráis de pie, o sentados, o con las rodillas o los codos doblados, para cada posición corporal diferente el alma partirá con un modo de andar y una forma también diferentes; esto lo estableceré más tarde).
Se habla a menudo de volar. No es eso. Lo que hace el alma es nadar. Nada como las serpientes y las anguilas; nunca de otro modo.
Numerosas personas tienen así un alma que adora nadar. Se las denomina vulgarmente perezosas. Cuando el alma a través del vientre abandona el cuerpo para nadar, se produce una liberación tal de no sé qué; es como un abandono, como un goce, como una relajación tan íntima...
El alma va a nadar en la caja de la escalera o en la calle, según la timidez o la audacia del hombre, pues siempre guarda un hilo entre ella y él, y si este hilo se rompiese (es a menudo muy delgado aunque se precisaría una fuerza espantosa para romperlo) sería terrible para ambos (tanto para ella como para él).
Cuando se encuentra pues el alma nadando a lo lejos, gracias a este simple hilo que liga al hombre con el alma, se derraman volúmenes y volúmenes de una especie de materia espiritual, como el barro, como el mercurio o como el gas -goce sin fin.
Por eso el perezoso vuélvese cerril. No cambiará nunca. Por eso es también que la pereza es la madre de todos los vicios. ¿Hay acaso algo más egoísta que la pereza?
La pereza tiene también fundamentos que el orgullo no posee.
Pero siempre la gente se encarniza con los perezosos.
Cuando están recostados los golpean, les echan agua fría sobre la cabeza; no les queda otra cosa que apresurarse a hacer regresar su alma. Os miran entonces con esa mirada de odio tan conocida y que observamos particularmente en los niños..



MALDITO

Dentro de seis o más meses, o tal vez mañana, estaré ciego. Es mi triste, mi triste vida
que continúa.
Los que me engendraron lo pagarán, decíame antaño. Pero hasta hoy no han pagado nada todavía. Yo, sin embargo... es preciso que entregue ahora mis ojos. Su pérdida definitiva me liberará de sufrimientos atroces. Es todo cuanto puede decirse. Una mañana mis pupilas estarán llenas de pus.
Sólo habrá tiempo de intentar inútilmente algunas pruebas con el terrible nitrato de plata, y se acabará con ellos.
Hace nueve años que mi madre me decía: "Preferiría que no hubieras nacido".



SANTO

Merodeando por mi cuerpo maldito llegué a una zona donde las partes verdaderamente mías volvíanse raras y donde, para vivir, era preciso ser santo. Y yo, que en otros tiempos había aspirado sin embargo a tal suerte, ahora que la enfermedad me acorralaba, debatíame y me debato todavía.
Es evidente que de este modo no podré vivir.
Tener una posibilidad de ser santo, ¡vaya!, pero eso de estar aculado a ella, ¡se me hace insoportable!



EN VERDAD

En verdad, cuando digo:
"Grande y fuerte.
"así va el muerto.
"¿Cuál es el vivo
"que haría otro tanto?".
el muerto soy yo.
En verdad, cuando digo:
"No comprometáis a vuestros padres en vuestros asuntos,
"no hay cabida allí para ellos,
"y la mujer que dio a luz ha llegado al extremo de sus fuerzas,
"no hay que exigirle más,
"no hagáis tanta historia, la desdicha es lo más natural",
en verdad, la mujer no soy yo.
Yo soy el buen camino que no hace volver a nadie hacia atrás,
Yo soy el buen puñal que hiende cuanto atraviesa.
Yo soy el que...
Los otros son lo que no...



YO SOY GONG

En el canto de mi cólera hay un huevo,
y en ese huevo está mi madre, mi padre y mis hijos,
y en ese todo hay gozo y tristeza mezclados, y también hay vida.
Grávidas tempestades que me socorristeis,
hermoso sol que me contrarrestaste,
hay odio en mí, fuerte odio y de muy antigua data,
en cuanto a belleza, veremos más tarde.
No me he endurecido en verdad más que por laminillas;
¡si se supiera cuán meduloso he permanecido en el fondo!
Soy gong y algodón en rama y canto nevado,
lo digo yo, y estoy seguro.



MI DIOS

Había una vez un ratón
y a tal punto debieron maltratarlo;
seré más explícito, era un carnero
y a tal punto debieron aplastarlo,
pero era, lo juro, un elefante
y que, por otra parte, se me comprenda bien,
uno de esos inmensos rebaños de elefantes del África
que nuca están bastante cebados,
y bien, pues, a tal punto lo habían aplastado,
y los ratones lo seguían, y luego los carneros
y a tal punto aplastados,
y también había la canalla
y a tal punto aplastada
y no sólo la canalla
no solamente aplastada... no solamente reconcentrada..

¡Oh peso! ¡Oh aniquilamiento!
¡Oh cáscara de Seres!
¡Rostro impecablemente rapaz de la destrucción!
Jabón perfecto, Dios a quien llamamos a grandes gritos,
Te espera este mundo aisladamente redondo, Te espera.
¡Oh aplastamiento!
¡Oh Dios perfecto!



PISOTEADO

Cuando lo hubieron pisoteado durante diez años;
"Después de todo, dijeron, tenía algunas cualidades,
A partir de hoy, se prohibe a todos pisotearlo"
Se fue levantando poco a poco, porque tenía realmente cualidades.
Pero un domingo, como al pueblo le gusta mucho la juerga, se le permitió que lo pisoteara una vez más.
Y fue en tal forma aplastado ese solo domingo, o talvez ya había perdido esa costumbre, que se sintió más miserable que nunca.
"Después de todo, dijeron, no tenía tantas cualidades"



CAÍDA

Dio un paso en falso y cayó de pronto en el siglo XIII.
¡Ay!, ¿cómo sacarlo de allí?
No atornillábamos, nos desatornillábamos, nos reatornillábamos; no encontrábamos nada.
"Sangre fría, gritaba Jorge, sin lo cual está perdido".



PRECAUCIONES

Es bueno observar, cuando abrimos la ventana, si hay algún avión en las inmediaciones, porque una vez que han entrado, resulta difícil deshacerse de ellos.
Los interrogáis y os contestan: "Piernas fracturadas", y son infinitos cuidaos por todas partes los que hay que tomar, y como ahora se vive en la estrechez, si es preciso todavía hacer abandono de una pieza, la cosa se transforma en una verdadera desesperación.




OTROS CAMBIOS AÚN

A fuerza de sufrir, perdí los límites de mi cuerpo y me desmesuré irresistiblemente.
Fui todas las cosas; sobre todo hormigas, interminabemente una detrás de otra, hormigas laboriosas y sin embargo titubeantes. Aquello era un movimiento loco. Yo debía prestar mucha atención. De pronto advertí que no solamente era las hormigas sino también su camino. Por cuanto de tan desmenuzable y polvoroso que éste era, se puso duro y mi sufrimiento se volvía atroz. Yo esperaba que explotase en cualquier momento y que se proyectase en el espacio. Pero resistió.
Me proponía descansar de cualquier modo sobre otra parte mía, más suave. Esa parte era una selva y el viento la agitaba dulcemente. Pero vino un tempestad y las raíces, a fin de resistir al creciente vendaval, me taladraban. Eso no era nada, pero me forzaron tan profundamente, que era peor que la muerte.
Un desmoronamiento repentino del terreno hizo que una playa entrase en mí. Era una playa de guijarros. Estos se pusieron de pronto a rumiar en mi interior y a clamar por el mar, por el mar.
Mucha veces me transformé en boa y aunque esto resultara muy incómodo por cuanto había que estirarse, me aprestaba a dormir o bien me mudaba en bisonte y me preparaba para pacer, cuando al punto un tifón se me desencadenaba en un hombro y las embarcaciones eran proyectadas en el espacio, los barcos de vapor preguntábanse si llegarían a puerto; sólo se escuchaba S.O.S.
Lamentaba no ser más boa o bisonte cuando poco tiempo después fue preciso que me achicase hasta el punto de caber en un platillo. Los cambios eran siempre bruscos, había que rehacerlo siempre todo y eso no valía la pena porque no duraría más que algunos instantes. Era preciso adaptarse sin embargo a esos cambios siempre bruscos. No cuesta tanto pasar de romboedro a pirámide truncada, pero duele pasar de pirámide truncada a ballena; es preciso saber nadar en seguida, saber respirar y luego, el agua es fría y luego, hay que enfrentarse con los arponeros aunque yo, en cuanto veía un hombre, huía. Pero ocurría que súbitamente era trastrocado en arponero. Entonces debía recorrer una ruta más extensa. Lograba finalmente alcanzar a la ballena, le lanzaba con energía un arpón desde la proa, un arpón bien aguzado y sólido (después de haber hecho amarrar, claro está, y verificar el cable). El arpón partía, entraba profundamente en la carne causando una herida enorme. Era entonces cuando me daba cuenta de que yo era la ballena y esto me proporcionaba una nueva ocasión para padecer, a mí, que no puedo todavía acomodarme al sufrimiento.
Después de una carrera loca perdía de pronto la vida, pero me trocaba al mismo tiempo en barco y cuando yo era e barco, pueden ustedes creerme, hacía agua por todas partes. Y cuando todo ya andaba de mal en peor, entonces, y esto era seguro, me volvía capitán, trataba de adoptar serenidad de ánimo, pero estaba en verdad desesperado, y si alguien a pesar de todo, lograba salvarnos, entonces me mudaba en cable, y el cable se rompía, y si una lancha saltaba en pedazos, ocurría que justamente yo era todas las planchas, y me hundía, y trasmutado en equinodermo, esa mutación sólo duraba un segundo, por cuanto, desamparado en medio de los enemigos de quienes no tenía siquiera noticia, éstos me echaban mano en seguida, me comían vivo con esos ojos blancos y feroces que sólo se encuentran bajo el agua, bajo el agua salada del océano que aviva todas las llagas. ¿Quién me dejaría tranquilo, ay, por algún tiempo? Pero no, si no me muevo, me pudro en el lugar, y si me muevo, es para colocarme bajo los azotes de mis enemigos. No me atrevo entonces a hacer ningún movimiento. Me disloco inmediatamente para formar parte de un conjunto barroco viciado por un equilibrio que se pone en evidencia demasiado pronto y en forma demasiado clara.
Si me trocase siempre en animal, concluiría en rigor por acomodarme, puesto que el comportamiento de los animales, tanto como el principio de acción y de reacción de los mismos, son siempre iguales, pero ocurre que soy todavía otras cosas, y si fuese solamente cosas, eso marcharía, pero soy conjuntos de cosas ficticias, e incluso lo impalpable.
¡Qué broma cuando me transformo en rayo! Tengo que andar a los apurones entonces, yo que me arrastro siempre y que nunca me decido a tomar una determinación.
¡Ah, si pudiese morirme de una buena vez! Pero no, siempre se me juzga bueno para una vida nueva y, no obstante, no hago más que meter la pata en ella y conducirla a la perdición.
Pero tampoco esto resulta un obstáculo porque me entregan al punto otra vida en la que mi prodigios incapacidad habrá de manifestarse nuevamente con evidencia.
Sucede también que renazco a veces con cólera...
"¿Eh? ¿Qué se pretende hacer romper en dos pedazos aquí? ¡Fárrago de Taciturnos! ¡Rateros! ¡Atracadores! ¡Porquerías! ¡Macacos! ¡Cuclillos! ¡Soy yo el que está en vuestro nido! ¡Y os digo m.....! ¡Cobardes! ¡Cobardes!"
Pero cuando ocurre que estoy en estado de comprender, nadie me ve, y poco después habrán de transformarme en un ser sin fuerzas.
Y así siempre, y sin tregua.
¡Hay tantos animales, tantas plantas, tantos minerales! y lo he sido ya todo y tantas veces... Pero las experiencias no me sirven para nada. Volviéndome por la trigésima segunda vez clorhidrato de amonio, tengo todavía la tendencia de comportarme como un arsénico, y mudado en perro, mis maneras de pájaro nocturno lo desgarran todo.
Raramente veo alguna cosa sin experimentar ese sentimiento tan especial... Ah, sí, yo he sido ESO... no lo recuerdo exactamente, pero lo siento. Esta es la razón por la cual me agradan tanto las Enciclopedias Ilustradas. Las hojeo y experimento muchas veces vivas satisfacciones porque veo en ellas las foto0grafías de muchos seres que no he sido aún. Eso me tranquiliza, es delicioso y me digo: "¡También hubiera podido ser esto y esto otro y se me ha dispensado de serlo!" Lanzo entonces un suspiro de alivio. ¡Oh, el reposo!



EL LAGO

Por mucho que se aproximen al lago, los hombres no se volverán por eso ranas o lucios.
Construyen sus viviendas a su alrededor, se meten en el agua constantemente, se vuelven nudistas... No importa. El agua traidora e irrespirable para el hombre, fiel y nutricia para los peces, continuará tratando a los hombres como hombres y a los peces como peces. Y hasta el presente ningún deportista ha podido vanagloriarse de haber sido tratado de un modo diferente.



MI PORVENIR

Acabaré de una vez por alcanzar un país de sonrisas.
Una brisa formada de caricias ya me lleva hacia él.
Se me invita, está ahí, me aguardan, se sabe que llego.

Porvenir, puesto que debes, puesto que vas a invadirme,
lleguemos a tiempo, escucha, más de prisa, acércate, atráeme,
porvenir, puesto que debes, puesto que vienes...



HACIA LA SERENIDAD

Aquel que no acepte este mundo no construirá en él casa alguna. Si siente frío, lo siente sin tener frío. Tiene calor sin calor. Si tala álamos blancos, es como si no talase nada; pero los álamos blancos están ahí, por el suelo, y él recibe el estipendio convenido, o bien sólo recibe golpes. Recibe los golpes como un donativo sin significado, y parte sin asombrarse.
Bebe el agua sin tener sed, se hunde en una roca sin el menos malestar.
Con la pierna fracturada, bajo un camión, conserva su aire habitual y sueña en la paz, en la paz, en la paz tan difícil de obtener, tan difícil de conservar, en la paz...
Sin haber salid nunca, el mundo le es familiar. Conoce bien el mar. El mar está constantemente debajo de él, un mar sin agua, pero no sin olas, pero no sin extensión. Conoce bien los ríos. Los ríos lo vadean constantemente, sin agua pero no sin languidez, pero no sin torrentes repentinos.
Huracanes sin viento lo acometen con furor. La inmovilidad de la Tierra es también la suya. Carreteras, vehículos, rebaños infinitos lo recorren y un enorme árbol sin celulosa, pero muy arraigado, madura en él un fruto amargo, amargo muchas veces, raramente dulce.
Así apartado, siempre solo en cualquier cita, sin retener jamás una mano entre sus manos, sueña, con el anzuelo en el corazón, en la paz, en la condenada paz lancinante, la suya, y en la paz que se dice que está por encima de esa paz.



LA MARCHA SOBRE LAS DOS ORILLAS

Caminar sobre las dos orillas de un río es un penoso ejercicio.
Con frecuencia vemos así a un hombre (estudiante de magia) que remonta un río, caminando sobre una y otra orilla a la vez; de tan preocupado que está, no nos ve. Porque lo que realiza es delicado y no tolera distracción alguna. ¡Pero qué solo podría encontrarse de repente sobre una sola orilla, y qué vergüenza para él, entonces!



TRAJE PARA PRONUNCIAR LA LETRA "R"

Los Magos han concebido un traje para pronunciar la letra "R". Tienen también otro para pronunciar la letra "Vstts". Con las demás letras es fácil arreglárselas, salvo sin embargo con la letra "Khng".
Pero ocurre que el precio de estos tres trajes es considerable. Muchas son las gentes que, careciendo de medios para proporcionárselos, sólo logran farfullar cuando deben pronunciar esas letras; también esto sucede cuando son muy dotadas en magia.



LOS 22 PLIEGUES DE LA VIDA HUMANA

El hijo, el hijo del jefe, el hijo del enfermo, el hijo del labriego, el hijo del necio, el hijo del Mago, nacen con veintidós pliegues. La cuestión es desplegarlos. La vida del hombre entonces se completa. Bajo esa forma muere. No le resta pliegue alguno por desplegar.
Raramente muere el hombre conservando algunos pliegues sin desplegar. Ha ocurrido sin embargo. Paralelamente a esta operación el hombre forma su carozo. Las razas inferiores, como la raza blanca, ven más el carozo que el despliegue. El Mago ve más bien el despliegue.
Sólo el despliegue es importante. Lo demás no es sino epifenómeno.



LOS CÓNYUGES MALAVENIDOS

Los cónyuges malavenidos constituyen un peligro mágico, y se ha visto todas las habitaciones de un pueblo caer hechas polvo, consumidas por la violencia de los sentimientos hostiles de un marido hacia su mujer, sentimientos que trató quizá él mismo de disimular hasta entonces, cuando, en el momento en que el pueblo desmoronábase en polvo, debió rendirse a la evidencia.



EXTRAER EL "PSHI" DE UNA MUJER

El Mago Ani pretende poder extraer el pshi... de la mujer que ansía (el pshi no es el doble) y atraerlo hacia sí. Es posible abstenerse del pshi durante algún tiempo; la mujer no repara desde luego en esa privación. El Mago entonces acaricia el pshi y poco a poco y aunque no sintiendo más que cosas vagas, la mujer se aproxima al lugar donde se encuentra su pshi. Y cuando más adelanta, mejor se siente, hasta que coincide, sin saberlo, con él. En tal circunstancia, el amor del hombre ha penetrado ya en ella.



EMPUÑAR EL PAISAJE

Los Magos sostienen que, en la mayoría de las gentes que observan un paisaje, se forma una cápsula. Esa cápsula no es tan pequeña como se cree y constituye el médium entre el paisaje y el contemplador. Si el contemplador pudiese arrancar esa cápsula y llevársela consigo volveríase inconmensurablemente dichoso, conquistaría el paraíso en la tierra.
Pero para ello es preciso una delicadeza extrema, una fuerza prodigiosa y saber lo que se hace. Es como arrancar de un golpe un árbol con todas sus raíces. Los espíritus malignos que utilizan por doquier medios nemotécnicos, representaciones gráficas, comparaciones, análisis y brutalidades sobre la materia observada, no solamente ignoran a qué me estoy refiriendo, sino que no pueden darse cuenta de la sencillez maravillosa y casi infantil de esa operación que os conduce con simplicidad al umbral del éxtasis.




LOS MILES DE DIOSES

Lo increíble, lo deseado desesperadamente, desde la infancia, lo aparentemente excluido que pensé que nunca volvería a ver, lo inaudito, lo inaccesible, lo demasiado bello, lo sublime prohibido para mí, ha llegado. HE VISTO A LOS MILES DE DIOSES. He recibido el regalo portentoso. Se me han aparecido a mí, que no tengo fe (sin conocer la fe que tal vez pueda tener). Estaban ahí, presentes, más presentes que cualquier cosa que yo haya mirado jamás. Y era imposible y yo lo sabía, y sin embargo. Sin embargo, estaban ahí, colocados por centenares, unos junto a otros (pero les seguían mil más, apenas perceptibles y muchos más de mil, una infinidad). Esas personas tranquilas, nobles, suspendidas en el aire por una levitación que parecía natural, estaban ahí, ligerísimamente móviles, o más bien animándose sobre la marcha. Ellas, esas personas divinas y yo, solos en presencia. En algo así como el reconocimiento, yo les pertenecía. Pero, bueno -me objetarán- que se creía usted? Respondo: ¿Qué iba a creer SI ESTABAN AHÍ? ¿Por qué me iba a poner a discutir si me encontraba satisfecho? No estaban a una gran altura, pero era suficiente para, dejándose ver, guardar las distancias, para ser respetados por el testigo de su gloria que reconoce su superioridad incomparable. Eran naturales, como es natural el sol en el cielo. Yo no me movía. No tenía que inclinarme. Estaban colocados suficientemente por encima de mí. Era real y era como cosa convenida entre nosotros, en virtud de una alianza previa. Yo estaba colmado por ellos. Había dejado de estar mal colmado. Todo era perfecto. Ya no había ni que reflexionar, ni que sopesar, ni que criticar Ya no había nada que comparar. Mi horizontal era ahora una vertical. Yo existía en altura. No había vivido en vano. La diferencia con todos los acontecimientos anteriores era mi total y feliz consentimiento. No prestaba atención a otra cosa. Me entregaba con la misma intensidad con la que veía. En ese don estaba mi alegría...

Poesías tomadas de El que fui (1927), Ecuador (1929), Mis propiedades (1929), La noche se agita (1934), En el país de la magia (1941)



NOSOTROS

En nuestra vida, nada fue recto
Recto para nosotros
En nuestra vida, nada se consumó hasta el fondo
Hasta el fondo como para nosotros

Pero tomar el vacío entre mis manos
Cazar la liebre, cazar al oso
Golpear valientemente al oso
Ser despojado de todo, haciendo transpirar nuestro propio corazón
Arrojado al desierto, obligado a reunir su ganado,
un hueso por aquí, un diente por allá, a lo lejos un cuerno
Eso es para nosotros

Y decir que las siete vacas gordas nacen en este momento
Nacen, pero nosotros no las ordeñaremos
Los cuatro caballos alados acaban de nacer
Han nacido, sólo sueñan con volar
Nos da pena retenerlos. Llegarán casi hasta las estrellas esos animales
Pero no nos transportarán a nosotros
Para nosotros los caminos de topo, de alacrán
Además, hemos llegado a las puertas de la Ciudad,
De la ciudad-importante
Estamos ahí, no hay duda. Es ella. Es ella de verdad.
Todo lo que sufrimos para llegar… y para partir
Desatarse con lentitud, fraudulentamente, los brazos en la espalda…

Pero no somos nosotros los que entraremos
Son jóvenes qué-me-miras todos verdes, muy altivos quienes entrarán
Pero nosotros no entraremos
Tampoco iremos más allá. ¡Stop! No más allá
Entrar, cantar, triunfar, no, no, no es para nosotros.




LOS INACABADOS

Rostro que no dice, que no ríe
que no dice ni sí ni no
Monstruo.
Sombra.
Rostro que tiende
que va
que pasa,
que lentamente hacia nosotros brota
rostro perdido…

Lo maravillosamente normal.




EN CAMA

La enfermedad que tengo me condena a una inmovilidad absoluta en cama. Cuando mi aburrimiento cobra proporciones excesivas y que van a desequilibrarme si no intervengo, he aquí lo que hago:
Aplasto mi cráneo y lo extiendo delante de mí lo más lejos posible y, cuando está bien aplanado, saco a mi caballería. Se oye claramente los golpes de los cascos en ese suelo firme y amarillento. Los escuadrones comienzan el trote de inmediato, y piafan, y dan coces. Y ese ruido, ese ritmo nítido y múltiple, ese ardor que respira combate y victoria, fascinan el alma del hombre que, clavado en cama, no puede hacer ni un movimiento.


CUANDO LAS MOTOS VUELVEN AL HORIZONTE

Lo única cosa que realmente aprecio, es una moto. ¡Oh! ¡Qué piernas más finas, finas! Apenas si las vemos.
Y mientras admiramos –así de rápidas son–, ya ellas vuelven velozmente al horizonte, que nunca dejan sino muy a pesar suyo. 
¡Es eso lo que hace soñar! ¡Es eso lo que hace mear a los perros con expresión soñadora a los pies de los árboles! Es eso lo que nos vuelve a sumergir en el sueño a nosotros, al resto, y que siempre nos lleva a retirarnos detrás de las ventanas, de las ventanas, de las ventanas de grandes horizontes.

VISIÓN

De golpe, el agua enjabonada donde ella se lavaba las manos se transformó en vidrios cortantes, en duras agujas, y la sangre, como es su costumbre, salió dejando a la mujer arreglárselas.
Poco después, como es corriente en este siglo obsesionado con la limpieza, llegó un hombre, él también con la intención de lavarse, se arremangó bien alto, se untó el brazo con agua espumosa (ahora sí era espuma) pausada, atentamente, mas insatisfecho, lo rompió con un golpe seco contra el borde del lavamanos, y se puso a lavar otro más largo que le creció enseguida, como sustituto del primero; era un brazo suavizado por un vello más poblado y sedoso, pero al tenerlo bien enjabonado, casi con amor, de pronto dirigiéndole una mirada dura, de pronto insatisfecho, lo rompió,  “¡kha!”, y asimismo rompió otro que le creció en su lugar, y luego el siguiente, y luego otro más, y luego otro más (nunca estaba satisfecho), y así hasta diecisiete, ¡pues yo, en mi espanto, contaba! Después desapareció con un decimoctavo que prefirió no lavar y utilizar tal cual para las necesidades del día.

UN HOMBRE APACIBLE

Alargando las manos fuera de la cama, a Pluma le sorprendió no encontrar la pared. “Vaya –pensó–, las hormigas se la habrán comido…” y volvió a dormirse. 
 Poco después, su mujer lo agarró y lo zarandeó y le dijo: “¡Mira, vago! Mientras estabas ocupado durmiendo, nos han robado la casa.” Efectivamente, un cielo intacto se extendía hacia donde mirara. “Bah, lo hecho, hecho está”, pensó. 
Poco después, se oyó un ruido. Era un tren que se les echaba encima a toda máquina. “Por la prisa que parece llevar –pensó–, llegará seguramente antes que nosotros” y volvió a dormirse. 
Luego, lo despertó el frío. Estaba completamente empapado de sangre. Cerca de él, yacían algunos pedazos de su mujer. “Con la sangre –pensó– surgen siempre cantidad de molestias; me hubiese alegrado mucho que no pasara el tren. Pero en vista de que ya pasó…” y volvió a dormirse. 
 -A ver –decía el juez–, cómo explica usted que su mujer se haya herido hasta el punto de que la encontrasen destrozada en ocho pedazos, sin que usted, que estaba al lado, pudiera hacer un gesto para impedírselo, sin haberse dado cuenta siquiera. He ahí el misterio. En ello radica todo este asunto. 
 -En ese sentido, yo no puedo ayudarlo –pensó Pluma, y volvió a dormirse.
-La ejecución tendrá lugar mañana. Acusado, ¿tiene usted algo que añadir?
-Discúlpeme –dijo–, no he seguido el juicio. Y volvió a dormirse.

UNA CABEZA SALE DE LA PARED

Por la noche, mucho antes de que el cansancio me lleve a hacerlo, tengo la costumbre de apagar la luz.
Tras unos minutos de duda y sorpresa, durante los cuales espero tal vez poder dirigirme a un ser, o que un ser venga a mí, veo una cabeza enorme de casi dos metros de superficie que, ni bien se forma, arremete contra los obstáculos que la separan del aire libre.
De entre los restos del muro perforado por su fuerza, aparece en el exterior (la siento más de lo que la veo) seriamente herida y luciendo las huellas de un esfuerzo doloroso.  
Llega con la oscuridad, regularmente desde hace meses. 
Si entiendo bien, en este momento es la soledad que me pesa, de la cual aspiro salir subconscientemente, sin saber cómo hacerlo todavía, y que expreso de este modo, sacando de ello, sobre todo en el auge de los golpes, una gran satisfacción.
Naturalmente, esa cabeza vive. Tiene vida propia. 
Se precipita así miles de veces a través de techos y ventanas, a toda velocidad y con la obstinación de una biela. 
¡Pobre cabeza!
Pero para salir realmente de la soledad uno debe ser menos violento, menos iracundo, y carecer de un alma capaz de conformarse con un espectáculo.
A veces, no sólo ella, sino yo mismo, con un cuerpo fluido y duro que me siento, bien distinto del mío, infinitamente más ágil, flexible e inatacable, embisto a mi vez con ímpetu y sin tregua, puertas y paredes. Me encanta abalanzarme de frente contra el armario de luna. Golpeo, golpeo, golpeo, destripo, tengo satisfacciones sobrehumanas, supero sin esfuerzo la ira y el impulso de los grandes carnívoros y las aves de rapiña, tengo un arrebato que está más allá de cualquier comparación. Luego, sin embargo, al pensarlo, me sorprende, me sorprende cada vez más que después de tantos golpes, el armario de luna no se haya resquebrajado aún, que la madera no haya soltado un solo crujido. 





POEMA FINAL DE LA VIDA EN LOS PLIEGUES

Ha llegado con las lluvias, camarada, aquel a quien, por lo que dicen, lleva cada uno en la espalda. 
Ha llegado con las lluvias, triste, y no se ha secado aún.
Yo he arrancado algunas veces desde entonces. He abordado unas cuantas orillas nuevas. Pero no he podido desentristecerlo. Me canso ahora. Mis fuerzas, mis últimas fuerzas... Su ropa mojada –¿dónde está la mía para empezar?– me da escalofríos. Ya va siendo hora de volver a casa.


LA VEJEZ DE POLLAGORAS
Me encantaría saber por qué siempre 
soy yo el caballo que monto

    Con la edad –dice Pollagoras– me he vuelto semejante a un campo en el cual hubo batalla, batalla hace siglos, batalla ayer, un campo de muchas batallas. 
    Muertos nunca muertos del todo deambulan en silencio o descansan. Podríamos creerlos libres del deseo de vencer.
     Pero de pronto se animan, los que estaban acostados se levantan y atacan bien armados. Acaban de toparse con el fantasma del rival de antaño, quien, a su vez, sobresaltado, de golpe arremete febril, preparado el quite, obligando a mi corazón a acelerar su movimiento en el pecho y en el ser ceñudo que se anima a su pesar.
    Entre ellos libran “sus” batallas sin tregua, ciegos tanto a las precedentes como a las siguientes, cuyos héroes circulan anónimos y pacíficos hasta que, topándose a su vez con el rival contemporáneo, se incorporan en un instante y se lanzan irresistiblemente al combate.
Así es como tengo mis años –dice Pollagoras–, por esta acumulación. 
    Atestado de batallas ya libradas, reloj de escenas cada vez más numerosas que rugen, cuando yo quisiera estar en otra parte.
Así, como una mansión abandonada al Poltergeist, vivo sin vivir, lugar de apariciones que no me interesan ya, aunque ellas aún se apasionen y tumultuosamente se rehagan en un febril rebobinarse que no puedo parar.




EN VERSO

DESCANSO EN LA DESDICHA

Desdicha, gran arador mío,
Desdicha, siéntate,
Descansa,
Descansemos un poco tú y yo,
Descansa,
Me encuentras, me pones a prueba, me lo pruebas.
Soy tu ruina.

Gran teatro mío, mi puerto, mi hogar,
Mi sótano de oro,
Mi porvenir, mi auténtica madre, mi horizonte.
En tu luz, en tu amplitud, en tu 
        horror
Me abandono.

MI SANGRE

El caldo de mi sangre en que chapoteo
Es mi poeta, mi lana, mis mujeres.
No tiene corteza, se hechiza, se expande.
Me llena de vidrios, de granito, de tiestos.
Me desgarra. Vivo en las trizas.

En la tos, en lo atroz, en el trance
Construye mis castillos
Y los ilumina
En telas, en tramas, en manchas.


FRAGMENTO DE PASAJES

¿Qué hago?
Llamo.
Llamo.
Llamo.
No sé a quién llamo.
A quién llamo, no lo sé.
Llamo a alguien débil
A alguien roto
A alguien orgulloso que nada pudo quebrar.
Llamo.
Llamo a alguien de allí,
A alguien perdido a lo lejos,
A alguien de otro mundo.
(¿Mi solidez era, entonces, pura mentira?)
Llamo.
Frente a este instrumento tan claro,
Frente a este instrumento cantor que no me 
         juzga,
Que no me observa,
Perdiendo toda vergüenza, llamo,
Llamo,
Llamo desde el fondo de la tumba de mi infancia
Que pone mala cara y se contrae todavía,
Desde el fondo de mi desierto presente,
Llamo,
Llamo.
El llamado me asombra a mí mismo. 
Aunque sea tarde, llamo.
Para reventar el techo
Sin duda
Ante todo
Llamo. 




VEJEZ

¡Noches! ¡Noches! ¡Cuántas noches para una sola mañana!
¡Islitas dispersas, cuerpos de fundición, costras!
¡Miles de nosotros se acuestan en la cama, fatal desenfreno!
Vejez, veladora, recuerdos: arena de la
  melancolía.
¡Aparejos inútiles, lento desmontarse!
¡Así que ya nos echan!
¡A empujones! ¡Salir a empujones!
Plomo del descenso, con niebla a la espalda…
Y la pálida estela de no haber podido Saber.


PERO TÚ ¿CUÁNDO VENDRÁS?

Pero Tú, ¿cuándo vendrás?
Un día, alargando Tu mano
Por sobre el barrio donde vivo,
En el instante maduro en que de veras desespero; 
En un segundo atronador,
Arrancándome con terror y soberanía
De mi cuerpo y del cuerpo lleno de costras
De mis ideas-imágenes, ridículo universo;
Soltando en mí Tu sonda atroz,
La espantosa fresadora de Tu presencia,
Vendrás elevando en un instante sobre mi diarrea
Tu recta e insalvable catedral;
Proyectándome, no como hombre,
Sino como proyectil en la vía vertical.

Vendrás, si existes,
Seducido por mi desperdicio,
Mi odiosa autonomía. 
Saliendo del cielo, de donde sea, de debajo de mi
    ego conmovido, quizá;
arrojando mi cerilla en Tu desmesura,
y adiós, Michaux. 

O si no, ¿qué?
¿Nunca? ¿No?
Di, Premio Gordo, ¿dónde quieres caer entonces?


LLÉVENME

Llévenme en una carabela,
En una suave y vieja carabela,
En el estrave, o si quieren, en la espuma,
Y piérdanme a lo lejos, a lo lejos.

En el atelaje de otra edad.
En el engañoso terciopelo de la nieve.
En el aliento de una jauría de perros.
En la tropa exhausta de las hojas secas.

Llévenme sin quebrarme, en los besos,
En los pechos que se levantan y respiran,
Sobre los tapices de las palmas,
En los corredores de los huesos largos y las articulaciones.

Llévenme o, mejor dicho, entiérrenme.


EN EL CAMINO DE LA MUERTE

En el camino de la Muerte
Mi madre se topó con una gran banquisa;
Quiso hablar,
Ya era tarde,
Una gran banquisa de algodón.

Nos miró, a mi hermano y a mí,
Y luego lloró.

Le dijimos –mentira realmente absurda–
Que entendíamos perfectamente.
Sonrió entonces con esa sonrisa, llena de gracia, de cuando
No era más que una jovencita
-Lo que en el fondo era–,
Una sonrisa tan bonita, casi traviesa;
Luego, fue tomada en lo Opaco. 


MI VIDA

Mi vida, te vas sin mí.
Ruedas.
Y yo sigo esperando para dar un paso.
Te llevas a otra parte la batalla.
Así me desiertas.
Nunca te seguí.
No me resultan claras tus ofertas.
Lo poquito que deseo, no lo traes nunca.
Por esa falta, aspiro a tanto.
A tantas cosas, a casi el infinito.
Por ese poco que falta, que no traes nunca.


LA MUCHACHA DE BUDAPEST

Tomé sitio en la niebla tibia de un aliento de muchacha.
Me fui, no dejé mi sitio.
Sus brazos no pesan nada. Se los encuentra como el agua.

Lo marchito se esfuma en su presencia. Solo sus ojos quedan.
Largas y hermosas yerbas, flores largas y hermosas crecían en nuestro campo.
Obstáculo tan leve en mi pecho, cómo te apoyas ahora.
Te apoyas tanto, ahora que ya no estás. 


LA NOCHE

En la noche
En la noche
Me he unido a la noche
A la noche ilimitada
A la noche
Mía, hermosa, mía
Noche
Noche natal
Que me inunda de mi propio grito
De mi trigo
Tú que me invades 
Que haces oleaje oleaje
Que haces oleaje por todas partes
Y echas humo, y eres tan densa
Y muges
Y eres la noche. 
Noche yacente, noche implacable.
Y su fanfarria, y su playa,
Su playa en lo alto, su playa en todas partes,
La playa bebe, su peso es rey, y todo cede
          debajo de él
debajo de él, debajo de algo más fino que un hilo,
Bajo la noche
La noche. 

¡EN CONTRA!

Yo les construiré una ciudad de andrajos.
Sin planos y sin cemento les construiré un edificio que no destruirán
Y que sostendrá e hinchará una especie de evidencia espumeante,
Que irá a rebuznarles a las narices y a las heladas narices
De todos sus Partenones, sus Artes Árabes y sus Mings.
Con humo, con la dilución de la niebla y del ruido de pieles de tambor,
Yo les asentaré soberbias fortalezas aplastantes,
Fortalezas hechas exclusivamente de torbellinos y temblores, 
Contra las cuales su orden multimilenario y su geometría
Caerán en un amasijo de sandeces y polvo de arena sin sentido.
¡Tañido fúnebre! ¡Tañido fúnebre! ¡Tañido fúnebre! ¡Sobre todos ustedes! ¡La nada sobre los vivos!
¡Sí, creo en Dios! Por supuesto, él no lo sabe.
Fe, suela inagotable para quien no avanza.
¡Oh mundo, mundo estrangulado, vientre frío!
¡Ni siquiera un símbolo, sólo la nada!
¡Estoy en contra! ¡Estoy en contra! ¡Estoy en contra y te cebo con cadáveres de perros!
¡A toneladas, me oyen, a toneladas les arrancaré
Lo que me han negado en gramos!  
El veneno de víbora es su fiel compañero.
¡Fiel! Y él lo estima en su valor justo. 
Hermanos, malditos hermanos míos, síganme con confianza,
Los colmillos del lobo no abandonan al lobo,
Es la carne de cordero la que cede. 
¡En lo oscuro, veremos claro, hermanos míos! 
¡En el laberinto encontraremos el camino!
¡Osamenta! ¿Acaso cabes aquí?
¡Estorbo! ¡Meona! ¡Tiesto roto! ¡Polea quejumbrosa!
¡Cómo vas a sentir los cordajes tensos de los cuatro mundos!
¡Cómo voy a descuartizarte!




La vida en los pliegues, Ediciones Librerías Fausto, Buenos Aires, 1976. Trad.: Víctor Goldstein. 


CAMINANDO

Caminando,
caminando,
vendedor de rostros azotados y de pájaros inquietos,
caminando en la ciudad abrasada,
vendedor de estelas perdidas,
de fantasmas de viento, de agua, de olores,
caminando con una vida de perro,
caminando,
caminando.



A LA ESPERA

Un ser loco,
un ser faro,
un ser mil veces tachado,
un ser exiliado desde el fondo del horizonte,
un ser enfurruñado en el fondo del horizonte,
un ser gritando desde el fondo del horizonte,
un ser flaco,
un ser íntegro,
un ser orgulloso,
un ser que querría ser,
un ser en el batir de dos épocas que entrechocan,
un ser en los gases deletéreos de las conciencias que sucumben,
un ser como en el primer día,
un ser...



Y ES SIEMPRE

Y es siempre la perforación por la lanza
el enjambre de avispas que se precipita sobre el ojo 
la lepra
y es siempre el flanco abierto
y es siempre el enterrado vivo
y es siempre el tabernáculo quebrado
el brazo débil como una pestaña que lucha
contra el río
y es siempre la noche que regresa
el espacio vacío pero que acecha
y es siempre la vieja correa
y es siempre el enterrado vivo
y es siempre el balcón desplomado.
El nervio pellizcado en el fondo
del corazón que se acuerda
el pájaro baobab que vapulea el cerebro
el torrente donde el ser se precipita
y es siempre el encuentro en la tormenta
y es siempre el borde del eclipse
y es siempre tras la empalizada de las células
el horizonte que retrocede, que retrocede...











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