jueves, 17 de marzo de 2011

3491.- FRANCESC PARCERISAS



Francesc Parcerisas (Begues, Baix Llobregat, 1944) és poeta, traductor y crítico literario. Profesor del departamento de Traducción y de Interpretación de la Universidad Autónoma de Barcelona, de la cual ha sido vicedirector y jefe del Departamento de Traducción. Miembro destacado de la generación literaria de los 70, ha publicado entre otros, los libros de poemas Homes que es banyen (1966), L'edat d'or (1984), Focs d'octubre (1992) y Natura morta amb nens (2000). También como poeta ha ganado numerosos premios, como el Carles Riba de 1966, el de la Crítica de poesía catalana y el de Literatura Catalana de la Generalitat de Catalunya.

La crítica ha considerado L’edat d’or como uno de los libros de poesía que más han marcado su época: “En L'edat d'or, Francesc Parcerisas consigue escribir, de una manera extraordináriamente remarcable , lo que Dolors Oller denomina "una poesía de la experiencia de la cotidiano". También se ha de reseñar la publicación de su obra poética escrita entre 1965 y 1983, Triomf del present (1991), que ganó el premio Lletra d’Or en 1992.

Francesc Parcerisas ha llevado a cabo un intenso trabajo como traductor, reconocido con el premio de la Crítica Serra d'Or de traducción poética, 1992, por La llanterna de l'arç, de Seamus Heaney y con el premio Cavall Verd-Rafael Jaume de traducción poética, 2001, por Un esborrany de XXX Cantos, de Ezra Pound. Colabora en revistas culturales y literarias, y reunió algunos de sus artículos y ensayos en el libro L'objecte immediat (1991). Fue presidente de la Associació d'Escriptors en Llengua Catalana y es miembro de la Comisión Consultiva. También ha sido director de la Institució de les Lletres Catalanes entre 1998 i 2004 y el coordinador de la Generalidad de Cataluña para el Año del Libro y la Lectura 2005.







"Fuegos de octubre" de Francesc Parcerisas

Traducción: Ángel Paniagua


Sala egipcia

Me siento en la sala egipcia del museo
y oigo el zumbar de miel de las abejas.
El pasado es de verdad: amarillo y azul,
como el trigo que barre el campesino o la cigüeña
que bebe en el río turquesa del papiro.
Un poco más y todo me parece igual:
el albañil con el cedazo a pleno sol
y el esclavo que abanica, sumiso, al faraón
me esperan en un taxi, calle abajo.
Un vuelo de ánades raudos cruza el cielo enturbiado;
en la mesa de al lado, el ibis gimotea, ebrio, cruel.
Dicen que las pasiones nunca pueden pintarse,
pero este fresco es un espejo de cuatro mil años.
Vendrá la muerte, como el perro oscuro de la pared,
y creeremos ser demasiado jóvenes, o inmaduros,
o lamentaremos traspasar, adormecidos,
el gozo escaso y fugitivo de tantos momentos perdidos.
Pero la barca eterna se desliza bajo el ardiente sol.









Compañeros de viaje
A J. G. B. (1929-1990)

Algunos —si pocos o muchos, es algo
que tal vez tú ni yo sabremos nunca—
desconocen el sol del mediodía,
se baten a pistola, viajan a Abisinia,
mueren jóvenes, o buscan en los cuerpos
el engañoso calor de los cristales
que les hielan el alma.
No son, como bien sabes,
ni más sabios ni más atentos al corazón,
ni olvidan la razón extraña
que siempre va con ellos, más allá
de lo que, por costumbre, creen los hombres
razonable. Pero a menudo tienen,
en el comercio de la poesía, la sensación
de que una mano les ha tocado el hombro
y, al volverse, descubren
que continúan solos,
y que, si hombres entre los hombres,
no son príncipes: son nadie.
Y sin embargo, saben que el aliento
era de los dioses y saben que los dioses,
como ellos también, son espejismos, pero así,
cuando vuelven inevitablemente a hundirse,
medio ciegos, en el barro, y la pasión ya les es
una huella aterida que no sienten,
sueñan la vida, la amistad —que son
formas de un mismo arte—, y piensan que,
si ellos no, quizá algún otro hará,
de este barro mortal y absurdo,
el poema resplandeciente de las palabras.






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