jueves, 24 de marzo de 2011

JOSÉ ANTONIO PAMIES [3.636]



JOSÉ ANTONIO PAMIES


Poeta y escritor (Alicante, 1981)

Licenciado en Derecho por la UCH-CEU de Valencia, donde también cursó estudios de Periodismo. Master de iniciación a la abogacía en la Escuela de Práctica Jurídica de Murcia. Certificado de Aptitud Pedagógica, especialidad en Geografía e Historia, por la Universidad de Murcia. Estudios de Teoría de la Literatura y Literatura Comparada en la Universidad Complutense de Madrid, donde realiza Máster Universitario de Escritura Creativa. 

Finalista del III Premio Internacional de poesía Andrés Salom y mención de calidad del II Premio de la editorial poesiaerestu con uno de sus primeros poemarios Las ruinas de la aurora.  

Artículos, entrevistas y poemas en diversas revistas digitales e impresas, poemas seleccionados para participar en diferentes antologías como

- Poesía Hispanoamericana Actual y Poesía Española Contemporánea, Lord Byron Ediciones.
- Seleccionado entre los ganadores del VI Concurso Internacional de Poesía y Narrativa "Dios mío 2011" Antología poética.
- Seleccionado entre los ganadores para participar en el III día Internacional de la Poesía en Segovia. Antología.
- Poética Armilar, LapizCero ediciones.
- The Phoenix Rising from the Ashes:Anthology of sonnets of the early third millennium =Le Phénix renaissant de ses cendres : Anthologie de sonnets au début du troisième millénaire. Friesen Press, Victoria, B.C., Canada.
 - Finalista del I Premio Internacional de Poesía Jovellanos, El mejor poema del mundo. Antología, Ediciones Nobel.

Libros publicados

- Campos de Hielo, Ediciones Babilonia Asociación Cultural, pliegos de la palabra, 2012

- Afonías, finalista del XXVI Premio Gerardo Diego de Poesía para autores noveles de la Diputación Provincial de Soria, publicado por LapizCero Ediciones, 2013

-  Diario Nómada. 326 estaciones. II Premio internacional de poesía del Círculo de Bellas Artes de Palma de Mallorca Homenaje a Miguel Ángel Velasco. Sloper, 2014.




Lo inmóvil de la luz

Duele, la vida, el tiempo, 
lo inmóvil de la luz
que nunca se detiene,
el rifle de la idea,
esta impaciencia arrebatada
sobre la quietud,
la línea que se marca
como una cicatriz
en el rincón del alma,
lo conoces,
has vagado en silencio
durante muchos años
por huertos y acequias
que se sabían muertos,
encontraste en sus frutos
la putrefacta madurez
que alimenta esta tierra,
no podías comprender
algo tan natural y extraño, 
la estolidez del tiempo,
lo inmóvil de la luz 
que nunca se detiene,
y recostado con sabiduría
en la orilla del atardecer
aguardabas hoy su veredicto,
como un fruto podrido,
porque te sientes madurado 
y el tiempo te araña
con tu propia vida.

De Las ruinas de la aurora







Profesión y oficio

El tiempo no transcurre
en los poemas de ayer,
no hay mayor ganancia que el recuerdo.
El oficio de poeta
no es oficio para nadie.
Esto es el envase
de lo que has podido ser
antes de la estrofa.
La profesión es trágica
y consiste en estar
por debajo de la obra,
a la sombra de la luz
que te sostiene el verso.
La poesía es la única verdad,
prohibido hipotecar tus alas,
es tarde ya para cambiar de empresa.

De Afonías 





           Dudas y brindis

Dudo que haya un dios que nos salve
de todo este trajín acelerado,
vivir entregado a lo que amas,
soñar desenterrando almas y vicios
que ya no pueden creer ni en lo que ven.

Dudo del placer de la melancolía, 
de atardeceres derrotados
en los que ningún teléfono suena,
acaso algún pájaro creando nidos
sobre la rama frágil del presente.

Dudo, concededme ese derecho
inalienable que muere de estar vivo.
Todos sois responsables del infierno
en los televisores, en la calle,
a la entrada del metro, aquí mismo.

Habito en la inopia innumerable,
pretendo arañar algún sentido noble
en toda esta maraña delincuente,
en todo este malentendido involuntario
inscrito en la pulsión de vuestra sangre.

También dudo de la nada, los tigres
de Borges tendían a un sentido
con sus afiladas garras de espejo,
la huida de Rimbaud en África
resulta inexplicable para ti, 
dioses hay balanceando al genio, 
peligros infinitos en toda inmensidad abierta.

Dioses, peligros, ciencia, mito o nada,
no importa que estés ciego de rencor,
hay un sopor que te empuja hacia la vida
por debajo del poema, te entiende, te pretende
allí donde la música 
suena exenta de reloj.

Aquí puedes vaciar tu copa conmigo,
brindemos por el canto imperturbable
que no detiene su ritmo en parloteos,
brindemos por la música, por el poema y el arte.

Brindemos contra el egoísmo y el miedo
por los que no saben olvidarse de sí mismos,
brinda conmigo por ese anciano que matamos 
en un hospital a las afueras, amigo cómplice,
o por aquella mujer que no olvida y trabaja
sin descanso contra su corazón herido. 

Y no te olvides, por favor jamás te olvides,
de brindar también por los suicidas.
Las colinas de Turín, Pedro Casariego,
el pistoletazo de Larra, el mar de Alfonsina,
la antigua casa de Nick Drake.

Ellos son los faros que mantienen
alerta esta luz en tu avenida.







Tiempo de vivir, de desenfundar las armas del destino y forzar esas divinas fuerzas que la nada oculta.

Tiempo de no pensar y escupir en callejones tu razón de odio, contra los pájaros azules de la desolación.

Tiempo de arremeter sin miedo frente a las instituciones, tiempo de reír y de llorar, de no claudicar ante la desesperanza que inyectan multitud de ojos ciegos.

Tiempo de abrazar el mundo aunque te duela, aunque el veneno se dispare sin culpa hacia todo lo que aquí y ahora es.

Tiempo de despertar soñando -basta de soñar despiertos- y acabar con los siniestros trazos de metálicas sonrisas, tiempo de abrir la pulpa del poema y exprimir todo su jugo frente a cualquier Ministerio.

Tiempo de jugar y marchitar la flor caníbal del recuerdo, tiempo de desenchufar cables eléctricos y gritar a pleno pulmón el territorio de vida que apenas sí nos dejan ocupar.

Tiempo de besar y de matarse, de restaurar la sangre del primer chispazo abierto solo a contraluz.

              De Diario Nómada. 326 estaciones.




           
            Recógete de noche, voz ardiente,
en esa esquina de la habitación
tercamente iluminada por sueños
donde no llegan las sombras, y haz
un manantial de vino con tus dudas,
celebra aquella clara permanencia
de las horas fértiles y brinda por la vida,
recógete en la luz de tus entrañas,
desteje la maraña de los días sin nombre.



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