domingo, 20 de marzo de 2011

AUGUST KLEINZAHLER [3.580] Poeta de Estados Unidos


AUGUST KLEINZAHLER


Nacido en Jersey city (New Jersey)EE.UU en 1949.



Obra poética públicada:

A Calendar of Airs, Coach House Press, 1978, Storm over Hackensack, Moyer Bell Ltd, 1985, Earthquake Weather, Moyer Bell Ltd, 1989, Like cities, like storms, Picador Australia, 1992, Red Sauce, Whiskey and Snow, Farrar Straus & Giroux, 1995, Green Sees Things in Waves, Farrar, Straus and Giroux, 1999, Live from the Hong Kong Nile Club : Poems: 1975-1990, Farrar, Straus and Giroux, 2000, The Strange Hours Travelers Keep, Farrar, Straus and Giroux, 2004 (International Griffin Poetry Prize de 2004), Sleeping It Off in Rapid City, Poems. New and Selected, Farrar, Straus and Giroux, 2008.




CARNE


Cuánta carne se muda
Cada noche a la ciudad
Las cubiertas de sus puentes tiemblan
En la licuefacción de la luz de sodio
Y la luna color naranja químico

Los semirremolques tensan sus ejes
Y tiritan mientras toman la larga curva
Sobre los almacenes y los desvanes
El desierto de las calles
Todo su engranaje
Juan que fuma en la escalera de la entrada
Y Luisa en el teléfono con su madre

Desde la bruma de las praderas industriales
Llegan, innumerables
Acarreando toneladas de cordero muerto
De hueso, de carne y de despojos
Por millas hasta los puertos y canales
De la esplendente membrana de la ciudad
Una célula gigante que respira
Y exhala sus residuos
Desde las pilas cerca del río
Y que se alimenta a lo largo de la noche



LAS RARAS HORAS QUE SIGUEN LOS VIAJEROS


Los mercados nunca descansan
Siempre están en algún lugar de la agitación
Vientres de cerdo, titanio, trigo de invierno
El éter electromagnético salpicado de fotones
Un tesoro que escupe silenciosamente a través del firmamento
Sistemas centrales tipo Unisys A-15 J
Entre las nubes de tormenta y los aviones de pasajeros
Mientras estos completan sus viajes de toda una noche
A través de los océanos y las estepas

Las nebulosas, incandescentes engendros de rana de la
información
Tiemblan en las garras del zodiaco
No un instante, y luego se disparan lejos
Como una enorme nube de estorninos

Las chalanas de la basura se mueven lentamente por el estuario
Las luces del aeropuerto pulsan en la oscuridad de la noche
Camiones de alimentos, propano, corazones torturados
El reticiente epistemólogo se parquea
Sale, revisa la acera, vuelve a parquear
Truenos de jets
Peristalsis de grandes capitales

Qué linda se ve en su bufanda de tartán
En su gesto meditabundo
La Ambigüedad y la Razón
Amarradas en un lento y feroz tango
De Si no, por qué no

(Traducción de G.A. Chaves, 2011

http://cafeverlaine.blogspot.com/2011/03/
dos-poemas-august-kleinzahler.html





Septiembre


El largamente acosado equipo local,
negros sombreros y festón naranja,
queda eliminado una buena noche,
muy a fines de Septiembre,
con el flox zerspalten por la lluvia,
así lo escribió Benn,
y exahalando extraño olor animal,
seltsamen Wildgeruchs.

Mientras el equipo vecino,
procede del otro lado de la Bahía,
los de las medias verdes,
más jóvenes y decididos,
fueron, antes incluso, derrotados, tras del clamoreo
que sostuviera su empuje a principios del verano.

Frucht- und Fieberschwellungen
abfallend...
Aun el más robusto
de los brazos jóvenes
se agota en una temporada larga.
Tumescencias de fruto y fiebre...
Las rodillas fallan, al igual que los parapetos
de Troya alzados a la vista.

¿Qué es lo que cielo y jardines conocen
de semejantes frustraciones?
¿Del sosiego de la calle,
Reflujo de vida en bares como marea fermentada?
A casa, fuera, todos a casa.
La llama en forma de copa,
el suspiro expandido del humo en las sombras
de un centenar de puertas.
A casa, con vuestras mujeres, a casa.

¿Por qué tendrá siempre que acabar así,
todos los años lo mismo?
Somos nosotros los que cambiamos, El Tiempo
corroe nuestros poderes-
des Sommers Narr, Nachplapperer,
el loco del verano, el gárrulo,
derrota nuestras esperanzas adolescentes.

E incluso con el aire tan cortante
instalada ya la noche-
vor dir der Schnee, Hochschweigen-
cuando los primeros hogares de la estación
mezclan sus exhalaciones
con la vegetación de nocturno florecer,
nieve y silencio ante ti,

el sol al día siguiente llueve
con tal empeño que podría superar
lo que tan sólo para él es emulable,
traicionada su falsificación
por el más insignificante baño de bronce

que envuelve al farolillo de papel,
jazmín y lavanda en flor
como pátina conmemorativa
mientras, todavía, florecen, pujan, llegan a
subir, arriba, hasta la luz
y desde el interior de tallos secos y de la ruina
de todo cuanto el verano ha dejado atrás.

Sleeping It Off in Rapid City, Poems. New and Selected,
Farrar, Straus and Giroux, 2008, pp. 9-11.






LO MEIN


Eras todavía sólo un niño,
yo, diecinueve, la edad de tu hijo mayor ahora.
Era la noche de la Marihuana Caper
primero tus ojos se encontraron con los míos en el China Chalet.
Creo que había comenzado la primavera,
pronto, porque los días se alargaban visiblemente,
quizás una placa de hielo aquí o allá,
pétalos de sauce ceniciento…
Casi lo compramos dos veces esa noche,
mi padre volanteando hacia la izquierda y la derecha,
Madre, a su lado, en silencio, agarrotada de espanto.
Estaba desesperado por algo.
Desesperado, por supuesto, por la vida, pero desesperado:
sólo muy de vez en cuando, y en esta ocasión.
Darían la dosis a un hombre así estos días,
o lo intentarían. Él nunca hubiera tolerado eso,
ni ninguno de nosotros, que sabíamos de la tormenta cuando se embarcó
y dábamos tumbos a bordo con él, pero aún así. . .
Su pelo era casi negro
y largo para un niño, hasta la mitad de la espalda.
Sus ojos oscuros, también errantes, inquietos,
entonces, como ahora, tomando posesión del comedor lleno,
mientras escarbaba entusiasmado en un montón de lo mein.
No habíamos planeado apedrearlo.
La improvisación era un hábito cotidiano.
Insistió en que lo pusiéramos en su pipa,
para demostrar que tenía razón, que drogarse
era  un disparate, una idea que entretiene a los pardillos.
Madre se escondió en la cocina, fuera de la vista.
Para ser domingo fue un largo viaje, pero no tan largo como acostumbraba a serlo.
Su histerismo, eso es lo que habría llamado la atención,
la forma en que lo persiguió, como un perro esquelético,
frunciendo el ceño por encima de su hombro izquierdo, luego sobre el derecho,
desafiando a los extranjeros que se aproximan para compartir o para llevar
patatas fritas wantán o albóndigas, carne de vaca
con cebolletas, picado de cerdo, lo que sea preciso para
la comida china del día en Nueva Jersey.
Esto habría entusiasmado, o asustado, a un niño
que contempla a un adulto en la mesa bastante descontrolado.
Hace 40 años, 40 años. . .
¿No recuerdas nada de esto, verdad?
¿Cómo podrías? Lo estoy inventando,
nosotros dos allí, al mismo tiempo.
Fácilmente podría haber sido cierto.
Si lo he inventado es porque me encanta.
Como tú me encantas, asomando desde tu lo mein,
levantando la cabeza con nerviosismo para entrar en la habitación,
conmigo, y con lo que sobra.
Versión de Carlos Alcorta



Before Dawn on Bluff Road

The crow’s raw hectoring cry   
scoops clean an oval divot
of sky, its fading echo
among the oaks and poplars swallowed
first by a jet banking west
then the Erie-Lackawanna
sounding its horn as it comes through the tunnel
through the cliffs to the river
and around the bend of King’s Cove Bluff,
full of timber, Ford chassis, rock salt.

You can hear it in the dark
from beyond what was once the amusement park.
And the wind carries along as well,
from down by the river,
when the tide’s just so,
the drainage just so,
the chemical ghost of old factories,
the rotted piers and warehouses:
lye, pigfat, copra from Lever Bros.,
formaldehyde from the coffee plant,
dyes, unimaginable solvents—
a soup of polymers, oxides,
tailings fifty years old
seeping through the mud, the aroma
almost comforting by now, like food,
wafting into my childhood room
with its fevers and dreams.
My old parents asleep,
only a few yards across the hall,
door open—lest I cry?
                                 I remember
almost nothing of my life.




Disappointment

A faint smell of urine
embroidering that bouquet of mold the big cushions   
give off days the fog won’t lift,

and a shelf of bone
growing out over the eyelids like evening’s shadow   
across a field of corn—

The whole parade
leaking out from your shoulders, bequeathing   
to the groin a pang of distance;

then that metallic taste in the mouth   
and a voice you had let yourself believe   
was dead

close now by your ear, intimate and sweet:

                                  Well, well, well,   
look what we have here.



Al este de la biblioteca, a través de los Odd Fellows Building

Ese olor a mierda que encuentras
en la escalera mecánica exterior del Centro Cívico, justo antes de
girar hacia McAllister,
parece habitar allí, incorpóreo,
en un anaquel encima de la acera.

La vieja loca con la piel de lagarto
plegada
sobre su carrito de la compra
y arrastrando una nube de palomas
no está a la vista.

Un montón de trapos aquí y allá
pero nada debajo.
Un santuario invisible
¿para conmemorar qué?
Colchones viejos y carne polvorienta

orina y vomito sobre los abrigos, ¿qué?
Tal vez la muerte,
ahora hay un olor que desea perdurar.
Tú solías encontrarlo en el céntrico Sally Anns
y una vez

en la cafetería de un hospital, casi imperceptible,
después de una porción de pastel de manteca.
Pero vive aquí,
codo con codo con McDonalds,
resistiendo aún después de una noche de viento

con su pequeño saludo siniestro
para los borrachos y policías,
trabajadores sociales y putas,
o la anciana pareja de Zurich
que hojea despreocupadamente su guía turística.

Fuente: Blog de Carlos Alcorta
Versión: Carlos Alcorta






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