jueves, 26 de agosto de 2010

NATHÁN YONATHÁN [657]



NATHÁN YONATHÁN 


(ISRAEL)
Nacido en Kiev en 1923 y murió en 2004 en Israel.
A la edad de dos años vivía ya con su familia en Israel. Estudió hebreo y literatura en la universidad de Tel-Aviv y se dedicó a la enseñanza. Fue también lector en la Universidad de Haifa y en el Lewinski Collage. Autor de numerosos libros de poesía, conocidos en el mundo entero, ha sido incluido por Carlos Morales, en su antología de la poesía israelí —árabe y hebrea— contemporánea, titulada Coexistence. En ella escribe: "Desde que abrazó al padre de un soldado árabe que yacía en el mismo cementerio que su hijo Lior, junto a otros muchos muertos de la guerra del Yom Kippur, Nathán Yonathán se ha convertido en una de las voces más activas y sensatas del pacifismo israelí. Su voz, hija del espíritu de los kibbutzim es, por lo demás, una de las más conocidas en el mundo de la poesía israelí contemporánea."


AL FINAL DEL CAMINO


En todo lugar
hay un precipicio para los valientes
y una sombra para los exhaustos
y un manantial volcando su frialdad.

En todo amanecer
hay rocío para los temblorosos
y luz para los amantes
y frías piedras y salvajes pastos.


En todo anochecer
hay un sosiego para los tempestuosos
y liviandad para los solitarios
y una roca para los que yacen al final del camino.

(Traducción de Esther Solay-Levy)





LA ORILLA

Hay veces que las orillas son
lo poco que queda del cariño de los ríos.
Cierta vez contemplé una orilla
que un río abandonó,
con su corazón roto de arena y de piedra.
También el hombre
puede a veces exánime quedar,
como una orilla solo.

Y las conchas,
como las gaviotas, como el aire,
son a veces, también, acaso lo que queda
de la casa que tanto amaron siempre:
en ellas canta el mar, a solas, sus canciones.

Así, entre las amorosas conchas de su corazón,
canta el hombre su juventud perdida.

(Traducción de Margalit Matitiahu y Carlos Morales)





BALADA

Si lo que amas es un ramo de flores dolorido,
me iré al desierto y aprenderé a sufrir.
Si lo que amas son los versos escritos en la piedra,
construiré mi casa entre peñascos
y en sus ariscas cumbres aprenderé a escribir.

Solamente entonces, cuando la oscuridad
nos cubra de la arena, y el amoroso libro
de las crónicas en lo oscuro nos esconda,
acaso sepas decirme esas otras palabras
que están más allá del dolor y de la dicha.
Parece que este hombre —dirás solamente
entonces— me dio todo su amor.

(Traducción de Margalit Matitiahu y Carlos Morales)






CUASI BALADA

Si lo que amas son los ramos de espinas
dolorosas,
me iré al desierto y aprenderé a doler.
Y si lo que has amado son los versos escritos
en las rocas,
pondré mirando el alma hacia las piedras
y en los ariscos riscos la pondré a escribir.

Solamente entonces, cuando en su sombra
la arena nos oculte y el libro de las cosas
en lo oscuro se abra y nos proteja,
acaso me digas palabras más hermosas
que la felicidad y el llanto:
parece que este hombre —dime—
me dio todo su amor.

(Traducción de Margalit Matitiahu y Carlos Morales)





LA FOTOGRAFÍA

Te he dejado una fotografía
no la interpretes equivocadamente
ni rastros hay allí de manzanas o sierpe
ese jardín es inocente como un llanto
este hombre no ha conocido aún mujer.
Te he dejado una fotografía
en la cual se le ve
haciendo un culto
y doloroso
signo de interrogación.




ADÓNDE HUBIÉRAMOS IDO

Lo que entristece no es que el país está cambiando
que las heridas de las caleras se han desgarrado
ya que no existe cosa imposible de engañar con colores
sino que entre nosotros el aire se va agotando
y no podemos elevarnos a los montes.
Quedaremos parados en el confín del reservorio
de tierra de los antepasados
errando entre las encinas del llanto y las doradas dunas
y una cabrita que nos dio su leche y su lana
con sus flacas patas nos allanó un camino en la arena
hacia la sombra del algarrobo.
Y de no haber sido porque se obstinó
hacia dónde hubiéramos venido entonces
hacia dónde hubiéramos ido ahora.

(Traducción de Oled Sverdlik)



Estos poemas forman parte de los que figuran
en la antología Coexistence realizada
por Carlos Morales, "El toro de Barro",
Cuenca, 2002.


OTRO POEMA SOBRE ABSALÓN
Astuto como mujer, hermoso cual serpiente vergonzosa e ídolos
iempre entre sus acólitos, con su cabello dorado.
Y ahora, decidme, ¿dónde está su arteria femenina,
su vípera belleza, su idolatría vergonzosa?
Sus sueños de majestad, ¿dónde están?
Un árbol del bosque, eso es todo lo que quedó de Absalón
y el llanto de su padre –viejo amador- guerrero.
Aun su corcel se volvió para llorar;
¡quebrantar así a un padre,
reírse de la muerte y de todo!
¡Absalón hijo mío, hijo mío Absalón!
No podías esperar-niño consentido- hasta mi vejez.
Que la corona nos produce aflicción
y tus rizos, tus rizos,
¿No sabías el peligro que representan rizos como los tuyos?
¿Y por qué justo por el bosque?
¿Olvidaste lo que le ocurrió a Jonatán?
¿No conoces las encinas?
Tu padre amaba en ti lo que él no tuvo,
míralo cómo está, temblando entero ¿por qué
crees que no te di un reino?
¿Por qué me preocupaba el pueblo? ¿por tu edad?
Si hubiéramos podido hablar en silencio,
habrías comprendido que ya no soy el mismo
David-pesar materno, sólo soy un rey anciano
que se acerca a la tumba sin alegría
y su último designio interno
fue salvar por lo menos un hijo suyo
de la corona y los conflictos.
Sólo te quise, tonto mío, a ti, Absalón.

Traducción de Arié Comey.






Un hombre mira a su hijo

Un hombre mira a su hijo
y ve en sus ojos lo que fue,
lo que es, lo que será
cuando él mismo deje ya de ver,
y cómo se apagó toda esta visión
como sacudida por un trueno,
y quién podrá medir su tristeza,
si él es como raíz del árbol,
o es como su copa,
y  la memoria lo despertará algún día
en el corazón del bosque
que alguna vez cruzaron él y su muchacho
por entre los frondosos pinos,
o aquel olvidado costado de los campos
donde ellos estuvieron los últimos
ya cuando se agrupaban los rebaños
y se ponía el sol sobre la tierra
con sus postreros rayos.
Ahora no hay quien grite ni responda,
silencioso retorna la parcela de aquel campo
a su tristeza.
Sólo marchan padre e hijo, juntos.
Y no hay ni fuego ni leños,
ni cuchillo ni carnero, ni cuerno de batallas,
sólo aquel amor inigualable
que discurre sobre el polvo… 

Traducción de Ariel Schiller

De su libro
Apostar al tiempo
(Antología) Visor, 2008.












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