martes, 8 de marzo de 2011

PEDRO LÓPEZ ADORNO [3.310]


PEDRO LÓPEZ ADORNO

PEDRO LÓPEZ ADORNO (1954). Puertorriqueño. Doctor en Filosofía y Letras de New York University (1982). Como poeta ha publicado los siguientes libros: Hacia el poema invisible (San Juan: Instituto de Cultura Puertorriqueña, 1981); Las glorias de su ruina (Madrid: Playor, 1988); País llamado cuerpo (Lima: Editorial Lluvia, 1991); Los oficios (Sevilla: La Cuerda del Arco, 1991); Concierto para desobedientes (Río Piedras: Editorial Plaza Mayor, 1996); El gran olvido (plaquette) (Barcelona: Café Central, 1996); Cumpleaños-Poema/plaquette (Nueva York: La Candelaria #10, 1998); Viajes del cautivo (Xalapa: Editorial Graffiti, 1998); Rapto continuo (San Juan/Nueva York: Ediciones Babel, 1999)- edición limitada de 150 ejemplares cuyos 78 poemas representan un tarot poético; incluye caja de madera (obra del artesano puertorriqueño, Hipólito Figueroa) e ilustraciones de la grabadora puertorriqueña, Consuelo Gotay; Arte de cenizas/Poesía escogida: 1991-1999 (San Juan: Instituto de Cultura, 2004); y Opera ardiente (San Juan: Terranova Editores, 2009). Próximamente aparecerá en Caracas su poemario, Subversión del que surgía, bajo el sello de la Casa Nacional de las Letras Andrés Bello. Aparece antologado en Nueva poesía latinoamericana (México: UNAM, 1999); Una gravedad alegre. Antología de la poesía latinoamericana al siglo XXI (Valladolid: Editorial Difácil, 2007); Puerto Rican Poetry: An Anthology from Aboriginal to Contemporary Times (Boston: University of Massachusetts Press, 2007); Jinetes del aire. Latinoamérica y El Caribe Poesía contemporánea (Ecuador/México: Mayor Books, 2008); Vapor transatlántico (México/Lima: UNMSM, 2008) y Yunaites. Poesía en español en los Estados Unidos (Brasil: Lummer Editor, 2014), entre otras. 

Se desempeñó como catedrático de literatura de 1980 hasta el 2012.


De origen puertoriqueño, catedrático de literatura hasta el 2012 en la ciudad de Nueva York, en el Hunter College, es una voz que se reafirma en español en el seno de la sociedad estadounidense.



Cuadro

La tarde es ovillo gris. La ciudad 
en el espejo tropieza contra el hielo. 
Llega la noche y viaja uno como puede.

Al otro día el aire ahuyenta nubes 
como el gato a las ardillas del jardín.

Cazador cuyo infortunio emula al desvelado 
ser que en la ventana cuenta ariscas 
plumas por las ramas.

“La ráfaga que podríamos ser.” Piensa 
cómo dispersan los residuos. 
Alarmas. Avenidas. Incendio 
que hace acto de presencia 
en la opulencia de un Madison Avenue 
12 de diciembre, Au Bon Pain, hipócrita y soleado.

Contempla el viaje como puede. Bosteza 
su interior. Café éxtasis la caminata 
transparente. El progreso 
del ser en el ser mismo: estolidez 
de ascensores y cubículos. La pasión 
del desencanto. La oreja en el olvido.

La tarde se revuelca 
en su alberca gris. La ciudad 
tropieza contra el hielo del espejo.

Llega uno como puede a la noche: 
ráfaga, gato, ardilla, rama, 
jardín, éxtasis, bostezo.

Algazara el incendio, 
la fuga





Mangosta

¿Para qué vive el viento esta vez? ¿Para qué 
el sol precipicio incomprendido?

¿Para quién proyecta equilibrios la incertidumbre?

Partículas de luz. Toman rumbo 
las obsesiones de las hojas. Piel 
de felicidad las ramas en lo alto.

Uno jerarquiza pensamiento 
pero entre las rocas resuscitan 
palabras, bípedos y anfibios 
que han muerto o mueren.

Orilla y transparencia. Ocaso y caos.

Cimarronaje de higuacas el vaivén 
de sombras. El camino. 
Antuvión de las lluvias.

Gorjeo en el ladrido humano que busca 
manantial. El resto es rumor. Vibran 
las ratas sobre el musgo

y uno, roído por la naturaleza 
muerta de las horas, se hunde en la alberca 
imprecisa de una tarde de julio.

¡Cuán discreto el disfraz!

Ahora sí. Uno ve imperfección y sequía 
desde la paupérrima ceguera de yunque 
tan alto. Parece mentira tanto aire

en los brazos. Tanta brisa en el vientre. 
Tanta ráfaga en la molicie de los muslos.

Unción, contemplación, blanda 
almádena de esperas. Uno pierde el turno, 
el tino, el desvarío. Cuasi árbol

se desgaja uno hacia la cima. Sube uno. 
Siente el aire. Retoza con el frío.

Asusta altura tan gárrulas 
alas. Quiere uno 
deletrar lo prohibido.

Tiene enemigos.

A cada rato se gana el desprecio 
de los déspotas. Carné de paria 
la subversión de su volumen.

Si lo encuentran mientras suben  
no pierdan el tiempo en simulacros.

Conoce del amor cada silencio, 
de la corrupción su algarabía.

Los científicos de Agricultura decoran 
el bosque con su semblanza 
de alma en pena.

No alimenten su enclenque 
doctrina de sonidos. No hace 
falta clemencia. Hace tiempo tiene cueva.

Cuidado al acercarse.

Le da rabia el olor de la mentira.




Gemidos del rocío

Obstinado en su dispersión el día 
renombra su septiembre. Jueves 
acaso por la decisión de un trueno 
entre las hojas mas no llegan 
las aguas al anhelado embalse 
o enjambre de batalla.

Cierta nomenclatura nos hace nómadas 
tan cerca del prodigio 
en cauce oscuro 
tan lejos de la probabilidad 
del paisaje.

Plasmado en bóveda 
nuestro destino manifiesto. 
Aljibe o trance que transmigra 
entre las aldabas del deseo en reposo. 
Maridaje del corazón y su chillido. 
Lenguas desterradas 
hasta las aves de la tarde.

Ascendente genitalia el desmayo. 
Desmadrarse así 
blando navegar por un desvelo 
de aromas perversos. Alguien bautizará 
eternidad a ese somos y no somos 
lecho en la sombra.

Laberinto fiel cuya atarraya 
alberga los gemidos del rocío.





Continuamos nadando

Triunfamos intocables toda la tarde aquella 
nadando hacia un sur sin fin 
casi lluvia en los hombros. Las tijeras 
de los blindados cuerpos 
destilaban gota altísima de trueno 
por la cima de lo que intentaba ser.

Todos los ríos en ascuas. Todas 
las naves abolidas. Nadando nuestro 
sur sin fin. Paraíso sin freno los anfibios 
ninfómanos de nuestra nómina de huesos. 
Maremoto  los labios. Amor 
húmedo vuelo.

Velamen de descalabrado néctar y compás 
de guayabas y papayas en la lengua 
del mar al fin orilla 
hacia un sur sin fin del paladar 
que por un enjambre de angulas 
continuamos nadando.





Entrañable cárcel

Inconfesables sílabas han llegado a la casa. No han
tocado la puerta. El reflejo de sus células se ha
disfrazado de brisa al rozar las ventanas. Recorren
la casa. Toman lo que he borrado. Comen lo que he
abolido. Respiran el ardor que alguna vez viví tal
dinastía de Ixión. Piensan como yo que el mundo es
una selva de centauros, que más allá de
malabarismos mediáticos hay que cambiarlo.
Damos vueltas y vueltas por la casa sin saber cómo
llegar a ese objetivo. Pasamos de tal forma
inabarcables horas. La inquietud de las cortinas
presagia que otras sílabas pronto invadirán. Vuelvan
recorridos, cifras, sombras de palabras que, atadas a
una gran rueda, intenten descubrir si es alguien o
nadie el que goza prisión al detenerlas.





Reanimación de la intemperie

Sulamita eras en Palés.
Ahora y para siempre desconcierto
de la ciudad nunca dormida. Huella
de voz en diáspora como la alcoba 
de un mar tipo Rincón y qué
importa a los demás 
la proliferación. El porvenir
de nuestras bocas en la  asfixia. No

morirán lo imprevisible del prodigio
ni almejas ni migas de sueño
prisioneras del musgo de tus muslos
despiertos. Fiel fugada igualdad.
Nunca abolida arena en mordedura
de caderamen por las aguas.

La invocación irá tal vez a ningún
lado pero irá. Sobre todo
y a largo plazo la migración
de los roces por la primera
sombra. Huracanada homilía.

Piensa, cuando puedas, en la extraviada
vela. La demasía. Vela
puro principio y fin al lamer

los cuerpos la cicuta como si fuera miel
la travesía. Allí los acantilados. Allí 
seremos piedra. Velludas
montañas sin olvido.





Maniobras

Con todo el arsenal, la apoteósica apertura apresura
maniobras cuesta abajo, boquiabierta, sumando
zumbidos hacia el tablero de la resurrección.
Pensamiento en avalancha. Método al compás de
encantamiento.

No atraso la caída; los puntos y las comas de la
combinación. Necesitaría anticuerpos de no sé
dónde ni cuándo para contrarrestar la fuerza de
gravedad que me aúpa a lo incierto. Zumbo
entonces los dedos con el fin de igualarme a la
desesperación. Entrego las armas y las letras de la
lengua al paraíso de abismos.

Apertura apetecible la clausura. Incandescencia y
vigilia. Aroma parecido a derrumbe.





Devorados por la coreografía

Un estallido allá a lo lejos.

En la hazaña de ese ruido 
el repentino halcón 
como un desembarco o despedida.

Luego la llovizna toca fondo.

La sospecha o campo de tensión 
entre ramas secas 
traza el trance de truenos 
de la futura dicha. Colonia deleznable 
la minúscula extensión de tierra 
en que muere uno de embolia 
o picazón de asombro.

Escépticas nubes evalúan la conversación.

Los invitados decoran la hierba 
con sus licores y hors d’oeuvres.

 Necesita uno libar algo secreto 
para que las encuestas sean fracasos 
y la vida en familia no termine 
acostumbrándose a los muebles.





60: el cielo abierto

Con la espiral de ser llega 
a Rilke bajo una temeraria 
tarde oliendo a brisa 
otra latitud aún rumor 
entre las hojas. Analiza (de pie) 
el tablero en que toma al dictado 
el alma de una lengua a sus sesenta.

¡Sacro Dios!

Brinda una vez más por 
las lagunas y los éxtasis. 
Sacrílega porfía de vivir a 
unas leguas de la dicha. La partida en vilo. 
Enterrado el más reciente 31 de diciembre 
con procesiones y cervezas. La lealtad 
de amigos y enemigos. Naufragio que en el aire 
favorece transcurso. Marea alta y hora 
para regresar al mar la yola 
de pescadores de su barrio natal.

Las olas remándole abrazos 
al maleable marisco de su cuerpo.

Piel que desmiente esa edad que ahora 
aplauden. Recobrada resurrección 
de ir entre galaxias a su auroral 
pabellón de nubes a la manera de Mi Fu 
y que Dios decida lo que falte.

¿Le falta algo acaso a la feroz 
partida? ¿A los sesenta de táctica y temblor?

Dama y tres peones contra par de torres 
y caballo resumen el sinfín. 
Tablas no quiere en el paisaje. Sólo 
aspira a una igualdad parecida al amor 
o la muerte. Que el desenlace 
incluya vínculo que despabile 
a los que cifran fe en efímeras teorías.

Allí tiende su trampa: unas velas a media 
luz y un coro “que los cumplas feliz” 
con vino tinto en la mollera. 
Cada vida hilada al jaque hasta salir 
por la oblación del caos.

Movimiento decisivo el cielo abierto.





Objeto para ser destruído

Como vivir en Orion Nebula rodeado 
de nubes de polvo y gas 
triangulando la transición prohibida 
donde la luz que surge del ruido de tus ojos 
refracta la insurrección en que aventuro 
tempo y desatino.

Me convierto de tal modo en el metrónomo 
que se inserta sutil en la guarida 
y si acaso el gemido o cumbre 
por renacer a mil trescientos años 
luz opaca el círculo

sean las brasas de esta lengua 
en vela los golpes de navaja 
que naveguen ciclópea soledad 
por las retinas del orgasmo.






INTERLUDIO SUREÑO

Puede ser la hoguera de la casualidad,
el paladar de un vacío. Fugaz en el hallazgo
los cuerpos aterrizan. Episodio,
contemplación, abismo,
melodía, seducción,
la metáfora de pájaros sedientos
que en la orilla zozobran. Puede
ser el gran olvido sobre la miel de
los glúteos. Temblores
de cielo
entre sílabas y no hay mejor
poema que esa pareja
de enemigos en el lecho. Puede
ser esa línea recta que lleva
al amor a New Orleans y del Mississippi
superfician los dones de la sombra, las salchichas
y mariscos testigos de la primera
cópula. Puede ser. Siempre
puede ser la blancura de la página la dueña
de ese jazz que sólo desde y sólo
hacia (o viceversa) puede ser sin
ser
asfixia.






CÓMO PASAR LA NOCHE EN BATON ROUGE

El cielo
parcialmente nublado
inicia su descenso. Debe uno
seguir la inscripción
del I-10. Acelerar el desvelo.

Una pareja. Se hace imprescindible una pareja. Del piso
13 al más allá. El delirio
de las primeras sombras. El drama.

Por ese piso 13 de leyenda
transmigra lo que tan in-
condicionalmente se desea aunque uno erre
el tiro 70 veces 7.
Como diría desde Chillán mi
querido Gonzalo
si aterrizara en este abismo.

Tendrá uno que apoyar su sin razón
en un Fonseca Porto.

Con jambalaya y zumo de cangrejos
la cultura gastronómica
aroma el incienso que exuda
la piel cuando la miel
roza el clima de los vientres.

Solemnidad y jolgorio del cielo
si a media noche
se trata de salchichas tan conscientemente
concebidas. Sólo hacen falta
el resplandor del Fonseca,
los óleos, la levedad del sinfín,
para que el deseo sea lo que haya paladeado
el destino.




CÓMO SOBREVIVIR EN BATON ROUGE

Perpetuarse aquí es
dejar aisladas las metáforas.
Concierto que desconcierta. La piel
a cierta altura
sabe a miel pero también a
fresa, etouffé, cofradía.

Perpetuarse aquí es
arriesgarse. La música
transmigra. Sigue pura la tiniebla en que no
se sabe nada. Sea la nada
la verdad. Vengan
sus voces a destemplar
esos acordes que se ocultan o dispersan.

Perpetuarse aquí es
copular con la sombra siendo sombra.
Resbalar todo un río
para contemplar la tentación. Mas la magia
culmina. Queda la vorágine. Y uno
desconoce si el rehallazgo
aturde. Si el roce
causa gran locura.




CÓMO IMPROVISAR EN BATON ROUGE

Ya que Big Al desde su trono
en New Orleans
recomendaría la desesperación, la furia,
entréguese uno
al recorrido
de Barbieri por la
lluvia sin pausa de
su "Michelle" de medianoche.
Hágasele caso al lenguaje hermoso y tenebroso
de los glúteos. Alójese uno
descabelladamente
en todas las pausas
del placer. Adentro, bien
adentro. Como saborear carne de tortuga
o el imprevisible etouffé de los sentidos
sin perder ya
más el ritmo
ni la altura.





CÓMO DESPERTAR EN BATON ROUGE

En un más allá los tonos
de las delicias prohibidas.

Caricia interminable tanto abismo.

La claridad que dejó
noche sin fin. Las espesuras
y naufragios
de aquéllos que alucinaron sin desvanecerse.

Y ahora, justo ahora,
sea levitación su alumbramiento; libérese
los tobillos para llegar al mar
en que dos son uno;
elévese el olfato por la espeleología
de los glúteos;
calíbrese el paladar
desde el desbordamiento; intúyase
en los oídos de tempranos pájaros;
contémplese dentro del incendio que incorrupto
resuscite; aduéñese de la memoriosa oscuridad
que unas horas antes
estuvo sorbiendo la dicha
de sus cuerpos.




AMOROSO AJEDREZ

Aunque muchos piensen que las piezas
no existen, este caprichoso ajedrez
vuelve a sus lechos.
Vuelven las aperturas. Su imán
peligroso. EI magín en que uno
es el peón iluso. Evade
cuanta trampa aparezca. Vence
contrincantes de peso en esa cima
en que todo se pierde.
AlIí la esencia de la combinación
inolvidable. La inusitada escaramuza.
Los cuadros de una noche que no tenga
fin. Esquivar damas de humo
en tránsito al combate.
Como si fuese uno
entregándose a la contienda
al final del camino. Complicidad
de las capturas. Arrebato
cuerpo a cuerpo.
Todo feroz porque siempre es más
sutil el desengaño.




VAMP

El soplo del beso es el veneno.
Uñas de Rita Hayworth, ¡cómo abren la gruta!
Ojos arrinconados giran. Se deslizan
por la pared del sobresalto. Concerti ecora
del ser a lo imposible. Verga
en los manjares del estrago.
Estudia el laberinto de la erección
como si fuera una Kamille Corry
pensativa y frágil.
Su lengüilarga caricia enciende tronco,
testículos, ternura. Chupa y tiembla.
Salta, de espaldas al que ama,
y el equilibrio de las flores en el jardín
el sumo bien. Las manos sobre los pies.
El corazón en la vulva que aprieta





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