domingo, 1 de enero de 2012

5559.- ALBERTO SERRET



Alberto Serret (Santiago de Cuba, 1947 - Quito, 2000) es un escritor cubano, poeta, narrador y dramaturgo, así como editor, guionista de cine, libretista de radio y televisión.

En 1974 se graduó como Ingeniero Civil en el Instituto Superior Politécnico José Antonio Echeverría (CUJAE), en La Habana, antes de regresar a su ciudad natal. Ese mismo año apareció su primer poemario, Figuras soñadas y cantadas, en una edición parcial.

En 1979 se trasladó a Isla de la Juventud, donde comenzó a trabajar como asesor literario.

En 1980 conoció a la escritora Chely Lima, con la cual se casó y trabajó en estrecha colaboración literaria y profesional hasta el fin de su vida. En ese año, su poemario para niños, Jaula abierta, recibió el Premio Nacional Edad de Oro.

En 1983 publicó sus primeros cuentos de ciencia ficción, incluidos en el libro Espacio abierto, escrito en colaboración con Chely Lima. También con ella, escribió su primera pieza teatral, Retratos, que se estrenó en 1984, y los libretos de la serie televisiva Del lado del corazón. Más tarde, ambos escritores colaboraron para escribir Violente, la primera ópera rock cubana, con música de Edesio Alejandro y Mario Dali, que se estrenó en 1987.

Unos meses más tarde, Serret recibió el Premio Nacional de la Crítica, otorgado a los diez mejores libros publicados en Cuba durante el año por Escrito para Osmani. A lo largo de ese año, el autor escribió la serie televisiva Hoy es siempre todavía, en coautoría con Chely Lima, Daína Chaviano y Antonio Orlando Rodríguez. La serie ganó el Premio Especial Pájaro de Fuego, en el Concurso Nacional Caracol de Cine y Televisión.

En 1989, Serret y Lima escribieron el guion del cortometraje de ficción Solteronas en el atardecer, adaptación del cuento homónimo de Serret, que se filmó para cine bajo la dirección de Guillermo Torres. Ese año, dos de sus monólogos para teatro, Atilana no era la única posibilidad y Retrato de Ana Triste, aparecieron en la antología Monólogos Teatrales Cubanos.

En 1990 incursionó por primera vez en el género policíaco con el libro de cuentos Los asesinos las prefieren rubias, en coautoría con Chely Lima. Ese año también se estrenó la cantata Señor de la Alborada, escrita en colaboración con Lima, y con música de Beatriz Corona.

En febrero de 1992, Serret y Lima se trasladaron a Ecuador. En ese país, Serret desarrolló una intensa trayectoria cultural que incluyó proyectos para televisión y programas de radio, editor, colaborador de los diarios Hoy, El Comercio y La Hora, así como de la Revista del Consejo Nacional de Cultura. Además, impartió cursos y talleres para la Universidad Católica de Quito, la Universidad Andina Simón Bolívar, la CIESPAL y la Universidad Central de Quito, entre otras instituciones culturales.

A finales de 1922, él y su esposa fundaron la colección Aché, donde se publicaron varios cuadernos de poesía suyos (Materia Obscura, Fusión de alas y En plena desnudez, entre otros).

En 1994 comenzó a trabajar con el canal ecuatoriano Ecuavisa, para el que la pareja de escritores escribió las series El Chulla Romero y Flores (1994), Siete lunas siete serpientes (1995) y Solo de Guitarra (1997). Desde 1997 hasta 2000 formó parte del equipo de libretistas de la serie Pasado y confeso.

Muerte
Alberto Serret murió a los 53 años de un infarto cardiaco masivo, en marzo de 2000, en la ciudad de Quito, Ecuador, a la salida de un programa de televisión del Canal Nacional Ecuavisa, donde acababa de participar. Su cadáver fue incinerado.

Su esposa Chely Lima decidió esparcirlas en ciertos lugares de significado personal para ambos: el interior del volcán Guagua Pichincha, de los Andes ecuatorianos; frente al templo del sol inca, en la colina del Panecillo, (Quito); en el malecón habanero; y en las islas del Río Tigre, cerca de Buenos Aires, Argentina.

Obra póstuma
Dejó varios libros inconclusos y otros terminados, como la novela El amante de Lot, el volumen de cuentos de ciencia ficción para niños Alomi no quiere Abur-Murán, y La virgen marciana, una selección de sus cuentos fantásticos, al igual que tres novelas escritas en colaboración con Chely Lima: Remite amante desconocida, El refugio hechizado y La muerte huele a violetas.

En 2010 su novela El amante de Lot fue publicada póstumamente en Estados Unidos. Ese mismo año, su libro El mediodía y la sombra, que recoge la mayor parte de su obra poética, fue publicado en su isla natal por la Editorial Letras Cubanas.

Obra

Poesía
El mediodía y la sombra (Letras Cubanas, La Habana, 2010).
Estrago que hacen las malditas flores (Casa de la Cultura Ecuatoriana Benjamín Carrión, Quito, 1998).
Sortilegio para caminantes (Editorial UNION, La Habana,1991).
En plena desnudez (Letras Cubanas, La Habana, 1989).
Sortilegio para espantar la soledad (Colección Papeles de Viaje, Ministerio de Cultura de Cuba, La Habana, 1989).
Cordeles de humo (Editorial UNION, La Habana, 1988).
Figuras soñadas y cantadas (edición parcial: Colección Uvero, Santiago de Cuba, 1978; edición total: Editorial Letras Cubanas, La Habana, 1981).

Ficción para adultos
El amante de Lot (novela, Linkgua USA, 2010).
Los asesinos las prefieren rubias (cuentos policíacos y de suspenso, escritos con Chely Lima. Letras Cubanas, La Habana, 1990).
La desnudez y el alba (dos noveletas, escritos con Chely Lima. Letras Cubanas, La Habana, 1990).
Consultorio terrícola (cuentos de ciencia ficción. Letras Cubanas, La Habana, 1988).
Un día de otro planeta (cuentos de ciencia ficción. Letras Cubanas, La Habana, 1987).
Espacio abierto (cuentos de ciencia ficción, escritos con Chely Lima. Letras Cubanas, La Habana, 1983).

Ficción para niños y jóvenes
Leyenda de la cierva plateada (cuentos. Editorial Magisterio, Bogotá, 2000).
La leyenda de la X (poesía. Colección Colibrí, Ediciones Posada de Borges, Quito, 2000).
La triste y larguísima historia de Diógenes Come Come Alias Bolita (cuento. Ediciones El Comercio, Quito, 1993).
Cuentos africanos (cuentos y viñetas. Ediciones Abril, La Habana, 1991).
Escrito para Osmani (cuentos. Oriente, Santiago de Cuba, 1987).
Jaula abierta (poesía. Gente Nueva, La Habana, 1980).

Teatro
1992: Un plato de col agria (escrita con Chely Lima).
1990: Señor de la Alborada (cantata, escrita con Chely Lima).
1987-1988: Violente (ópera rock, escrita en colaboración con Chely Lima; dos temporadas).
1984: Sicotíteres (seis piezas teatrales para niños, escritas con Chely Lima).
1984: Retratos (escrita con Chely Lima).

Cine, Televisión y Radio
Solo de guitarra (serie televisiva basada en Historia de Shunkin, de Junishiro Tanizaki), escrito con Chely Lima; Ecuavisa, 1997).
Pasado y confeso (libretos de TV, la mayoría en colaboración con Chely Lima; Ecuavisa, 1997-2002).
Siete lunas, siete serpientes (adaptación televisiva de la novela homónima de Demetrio Aguilera Malta, en colaboración con Chely Lima; Ecuavisa, Quito, 1995).
Sección New Age del Programa Familia (libretos para radio y conducción; Radio Quito, 1994).
El chulla Romero y Flores (adaptación televisiva de la novela homónima de Jorge Icaza,en colaboración con Chely Lima; Ecuavisa, Quito, 1994).
Tu nombre es Mujer (libretos para radio, en colaboración con Chely Lima. Radio CIESPAL, Quito, 1993).
No hacen falta alas (libretos para radio, en colaboración con Chely Lima. Radio Progreso, La Habana, 1991-1992).
Shiralad o el Regreso de los Dioses (libretos para TV, en colaboración con Chely Lima. Canal Cubavisión, La Habana, 1990).
Castillo de cristal (libretos para TV, en colaboración con Chely Lima. Canal Cubavisión, La Habana, 1990).
Solteronas en el atardecer (guion para cine, en colaboración con Chely Lima y Guillermo Torres. Instituto Cubano del Arte e Industria Cinematográficos, La Habana, 1989).
Hoy es siempre todavía (serie televisiva, en colaboración con Chely Lima, Daína Chaviano y Antonio Orlando Rodríguez. Canal Cubavisión, La Habana, 1987).
Que viva el disparate (serie televisiva infantil, en colaboración con Chely Lima, Daína Chaviano y Antonio Orlando Rodríguez. Canal Cubavisión, La Habana, 1987).
Del lado del corazón (serie televisiva, en colaboración con Chely Lima. Cubavisión, La Habana, 1986).

Premios y distinciones
1991: Premio Nacional de Teatro (Unión de Escritores y Artistas de Cuba), por su obra Un Plato de Col Agria o la Novela de Margarita Dura, escrita en colaboración con Chely Lima, Ciudad de la Habana.
1989: Premio La Rosa Blanca, por Escrito para Osmani.
1988: Premio Nacional Abril, como diseñador gráfico de la Revista “Somos Jóvenes”. Mención Nacional por el conjunto gráfico de doce contracubiertas en esa misma publicación.
1987: Premio Nacional de la Crítica, por Escrito para Osmani.
1980: Premio Nacional de Talleres Literarios, por las décimas de su poemario Cordeles de Humo.
1979: Premio Nacional Edad de Oro, por el poemario infantil Jaula Abierta.



Arcangélica lumbre

El peso de un cuerpo gravita sobre mí.
El cuerpo yace, su cabeza
colgando sobre el pecho; una mejilla
se aprieta contra mí. Un corazón
que duerme sobre el mío: sus latidos deambulan
por la extensa pradera que de pronto soy. Sus
veintitrés años se entregan a la vez, relajados,
desprendidos del mundo y de las horas.
Un cuerpo nace entre mis tetillas como pétalo vivo
y se alarga y se funde con mi sexo caliente
que aún vigila. Y sus piernas, profundas,
se hunden en el surco
como calas buscando petróleo entre las sábanas.
Él duerme apenas, inquieto, se agita de continuo
sobre su bastidor de tachuelas candentes.
No hay que espantar sus nalgas en vuelo de gaviotas.
No hay que morder su ombligo ni atravesarle un ala.
Mejor que siga así hasta el amanecer: así; que yazga
rendido, como aliento de palabras prohibidas
sobre el cuerpo del otro que le dio de mamar,
con sus olores cálidos de muchacho con hambre
y su espalda trigueña de atleta: suave y dura a la vez,
llena de puentes y valles conquistados.






Te reconozco

Como rayo de abismo para el párpado ciego
te acomodas y abates desnuda en el abrazo.
Toda tu piel es hambre; toda cópula, muerte.
Y la tristeza casi como un cúmulo helado.
Te vas a la deriva, y eres un bote de agua
preso de mi corriente, que ya no desemboca,
ni ruge ni se apaga como un mal pensamiento.
Eres mi dulce tabla de salvación, el puente
que llega al otro lado, el ala de una hormiga
desprendida de un suave volido hacia el otoño.
Eres todo lo mío, todo lo que no existe
entre mi yo y mi sombra colgada a las paredes;
yo veía tus ojos flotando entre las hojas
negras, fosforescentes: dos bárbaras luciérnagas,
y tus manos, menudas, cubiertas de ramitas,
y tu pelo de paja, de tempestad y millo.
¿No fuiste, acaso, hermana secreta de mis años,
la tierna y alta hermana que se sentó a mi mesa
para comer conmigo, la intacta
pasajera sin formas, como hecha de neblina?
¿No eras tú quien rasgueaba la guitarra a lo lejos
mientras los gallos finos, muertos en el vallado
picoteaban su horror en un rincón del patio?
Hermana tú, mi hermana, cómplice del incesto:
Similar de la imagen en un charco crecido,
¿por qué no me entregabas tus piernas en declive,
el páramo desierto de tu vientre, las lúcidas
parábolas sin fin, blancas, de tus caderas?
¿Por qué, ya desde entonces, por qué no amanecías
en el alba de anillos finísimos de cobre
de aquel amor pueril, el alba de mis nervios?
Voy a pie desde ti, persiguiendo tus huellas,
el rastro de tus garzas, el rastro de tus sombras,
el rastro de tus lirios y de tus terremotos…




Nocturno con Chagall

(Para Chely)

Estoy en una noche de hace siglos.
Llueve. No es nada torrencial. Sólo
el ruido enervante de los cerrojos al romperse,
el de los viejos candados al caer.
Las estrellas siguen siendo las mismas
aunque ya no se vean tan turbias como antes.
El futuro es más hondo, más rabioso incendiario.

En espejos que sé, detrás de esta dolencia primitiva,
han colgado figuras de uso: figuritas no-sidas,
cuerpos amantes cuerpos que odiaron su viudez,
imágenes ceñidas a la espesa materia.
Esta noche hay dos zanjas, dos rumbos a escoger
y una sola ventana tendida bajo el sol. Detrás,
la incandescencia de una lámpara muda como todas las lámparas;
los muebles, inservibles como todos los muebles.

Puedo saber de ti porque me acerco,
casi secretamente
flotando entre esas plantas de flores amarillas
o temblando en el núcleo de una esfera de vidrio.
Alguien ajeno a todo despedaza la corteza del agua,
y el espacio concluye en sus tres dimensiones
y el tiempo es sólo el tiempo, eso sólo, eso sólo...
Pero el amor, ¿no es algo que escapa a las raíces?
Tubos de seda oculta, vasos desorientados
sin forma permisible. Deserción sustancial de la sustancia.

No hay paredes ni techos en esta noche antigua del diluvio.
Sin embargo, toco entre dos estrellas polares tu calor.
¿O acaso es él quien toca? ¿O acaso es él quien toca
como un barco fantasma? ¿Es él quien se avecina
desde terreno íntimo donde nada por fin desaparece?

Aquí tienes la llave. Ahí la dejo. Mientras,
avisaré a los pájaros nocturnos enemigos
y esperaré, tranquilamente esperaré
tu llegada a mi cuerpo torreón emancipado.

No golpearás la sombra. No llames ni aparentes llegar antes del día;
porque estaré dispuesto, si has seguido mis huellas,
y sabré desde siempre que si no te abro pronto
bien pudiera la lluvia calarte hasta los huesos.

Déjame que te encubra, entonces, tras el muro de luz.
Toda piedra lanzada será como aerolito en el espacio ilímite.
¿Ves como nada puede separarnos?
Pero, si aún tienes dudas, pronuncia estas palabras en voz alta
y sentirás que el miedo se te evade del tronco,
que tus labios se agitan de pronto entre racimos,
y volverás a verme hecho una imagen ciega
flotando entre esas plantas de flores amarillas.
Mi cabeza apoyada en tu hombro, mi vientre apretado
contra el espacio inmenso de tu vientre
como montón de espigas cercado de violetas.

Estamos hace siglos en esta noche:
y es la noche del mundo,
la noche de los sueños eternos y las risas eternas,
la noche claroscuro sofisma universal, la noche noche
por donde va la lluvia bañando los tejidos viscerales.
Solamente tú y yo en la cristalina oscuridad, como mojados,
viendo que se derrumban los planetas,
que las estrellas fijas dejaron hace tiempo su fanático brillo;
que la secuela azul de los satélites y los gases se funden
vencidos por la piedra filosofal del alba.

No hay por qué tener miedo. No creas
en los múltiples rostros de la muerte.
La noche es siempre una, una sola, una misma.
Llueve... Pero no importa. No es nada torrencial.

Isla de Pinos, Noviembre de 1979




Alas sin freno

Estás desnuda. Empiezo por besarte

-Cristóforo del sol- fermosa tierra,
isla de azul vitral. Mi boca yerra
por el tortuoso empeño de bojearte.

¿Eres, tendida, arcángel o gaviota?
Tendida como estás, entre mis huesos.
Y, alta, empinada torre de cerezos,
¿serás piel hecha cumbre, o aguas rotas?

Pequeña sinrazón de mis sentidos,
somos uno, ¿y no basta esta agonía?
Más allá de los múltiples latidos

todo es silencio, y polvo, y lejanía,
todo espacio, materia que se ha ido.
Mujer mía, amor mío, amante mía.

Isla de Pinos, 1980






Barroca transparencia

De niño yo siempre veía a los marcianos.
Entraban a la casa atravesando las paredes y se escondían bajo las mesas
o detrás de un armario. Con sus rostros insólitos, con sus manos azules,
con sus cráneos astados, con sus vientres de mimbre.
Luego, cuando ya se habían ido, yo corría a contarle a mi madre;
pero sé que ella nunca me creyó, nunca me creyó...
Al pasar de los años me vi crecer del pubis una flora terrícola,
aprendí a masturbarme y a desconfiar del prójimo; supe amar como nadie,
sin discreción, sin mancha: amé como un bendito a hembras y varones,
encima o debajo de las camas, encima o debajo de mí mismo.
¿Y los marcianos?
Siempre ahí, latiéndome por dentro. Profundos. Vigilantes.
Yendo y viniendo a ratos,
condimentando el mundo sin que nadie los vea.
Ni siquiera mi madre, que no quiere creer en ellos todavía.







Campos de la mariposa

Los cuerpos, ah los dulces pobres cuerpos humanos
con su tronco y sus pencas, sus raíces desnudas
batiendo el aire: copas profanas que la noche
dotó de lenguas húmedas, de contráctiles manos

y huesos inconformes cuya existencia muda
sube a la piel, pujante, descerrajando broches.
Abatidos parecen casi banderas puestas
a hinchar la superficie de los horizontales

sentidos de la inercia, como lagos carnales
donde el placer arroja sus anclas imperfectas.
De pie, son el enigma constelado de grutas

y cúspides turgentes que florecen o estallan:
Mensajes de uno mismo donde las voces callan
y emprenden el ascenso por innombrables rutas.

Los cuerpos, ah los dulces pobres cuerpos humanos
llenos de lenguas húmedas, de contráctiles manos.

La Habana, 1987






Sortilegio para convidar la soledad

No queda nadie en el espacio oscuro.
No queda nada.
Sólo silencio en el espacio oscuro
donde habitaba mi alma hecha un ovillo.
Sólo mi alma en el espacio oscuro.
Sólo mi alma que intercede por todos
frente a la noche interminable.
No queda sino el soplo de una boca que agita
su tímido tenor, su cuajo de vacío.
Sólo mi alma desnuda con un rostro en la mano.





Sortilegio para atraer la alegría

Los antiguos egipcios sembraban la alegría
-también llamada sésamo-, sus granos seculares,
sobre limo fecundo; y en surcos regulares,
por orden de los dioses o al paso de los días,
se gestaba la planta dorada a flor de tierra,
circunspecta y endeble a la vez, en sorda guerra
consigo misma, grácil como toda alegría.

Nosotros echaremos más hondo la semilla.
Hincaremos con fuerza los dientes del arado,
y aunque la tierra gima y el sol, desorientado,
nos queme los retoños y abrase las costillas,
los nilos -sus azules y blancos sin frontera-,
vendrán a cosechar la enorme primavera
que es la alegría humana, ¡oh invicta maravilla!

Isla de Pinos, 1979






Martiana Primera

Llegar… acaso se llega
por un atajo a la luna;
quizá se llegue a ninguna
parte a donde nadie llega
y el alma se quede ciega
de tanto llegar sin tino,
rodando, roja de vino,
de golpe en golpe de ceja,
cuando la noche nos deja
para mañana el camino.

Llegar… acaso se llegue
por naufragio adondequiera
y el náufrago quede afuera
porque la playa lo niegue.
Llegar… acaso se llegue;
pero a los pinos del monte
nadie llega (ni el sinsonte)
por un sendero cualquiera
ni llega todo el que quiera
como a cualquier horizonte.

Al cayo de pinos verdes
se llega de un solo llego;
ahí te apeas, y luego
qué importa si en él te pierdes:
llevas adentro sus verdes,
eres de su misma savia.
¡Y que se muerda de rabia,
de puro celos, la oreja,
tu vieja sombra, tu vieja
sombra silenciosa o sabia!

Llegar… acaso se llega
con la nube o por el viento,
como en el nudo de un cuento
donde la suerte te juega;
pero en la lluvia que riega
los pinos nuevos del monte
nadie llega (ni el sinsonte)
si no es a pulso y derecho
por los caminos del pecho,
anchos como el horizonte.





Martiana Segunda

Mueve las alas despacio
como si fuera a volar;
de espacio revienta el mar
a sus espaldas, despacio…
se funde todo el espacio
en un haz de luz neblada
cortando el hilo del hada
(la blanca pluma del ave);
y el ave respira su ave:
se muere de una pedrada.

Se acaba, se acaba el ave
lentamente sobre el muro.
Su pico, leve y oscuro,
naufraga en la humilde nave
de su blancura. Lo grave
del hombre mancha la pluma,
la fina y pálida pluma
que puso amor en el muro:
zozobra, encalla lo puro,
roto de frío en la bruma.

Despacio mueve las alas…
Ave y muro: canto y cumbre.
Se va, como de costumbre,
sobre esa fuerza que exhala.
Pájaro y pan: vida y bala
con que se rompe esa vida:
alas sin viento la huida
del ave muerta, del ave
que se va, tímida y suave,
como al final de una herida.






Estrago que hacen las malditas flores

Nuestro amante espera en un recodo de la noche
embozado: una mano sobre sus labios púrpura,
y los ojos como dagas dispuestas para el asesinato.

Nuestro amante se yergue, alto pistilo,
y derrama en sus muslos el polen deleitoso;
cruje envuelto en cascarón de huevo, se desata
y se arroja al vacío. Esgrime el fuete mágico
y se masturba frenéticamente frente a las cámaras.

Nuestro amante está ciego; busca a gatas
el polvo, las paredes que lo habrán de guiar
por el largo camino hacia esa puerta
que alguien abrió de pronto en la memoria.

Nuestro amante espera oculto en los resquicios
de la tarde, en su rana aterida bajo el musgo.
Se circuncida con una rodaja de cebolla. Regurgita
como el agujero que se traga el orine de un voyeur.

Nuestro amante es esclavo de las cosas morenas
y se ciñe el talle con begonias; en algunos momentos
recuerda los portales de suave penumbra colonial
y esas zonas del puerto donde los adoquines
rezuman pasos húmedos.
Se tensa como un arco centaurino
con sus tetillas rojas de fresa cincelada,
con sus nalgas de piedra, con su culo abismal,
con su semen dulzón y ácido a la vez; él todo:
caballuno, sacrílego, sacrílego y sagrado a la vez,
nuestro amante secreto, nuestro único amante
que espera para hincarnos su insaciable colmillo.

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