sábado, 20 de agosto de 2011

4476.- MANUEL PACHECO


MANUEL PACHECO. Olivenza (Badajoz, 1920-1998 )
Autobiografía
No existe publicada ninguna biografía, como tal, de Manuel Pacheco.
Puede suplir esta laguna la CRONOLOGÍA y la generosa INTRODUCCIÓN que escribió Antonio Viudas Camarasa en el Tº I de Poesía Completa (Mérida: Editora Regional, 1999).
También el texto que ofrecemos a continuación. Se trata de una carta que escribió al poeta su heterónimo Laurentino Agapito Agaputa, licenciado en Filología Patafísica, Calvo Universal, Medalla del Marqués de Sade y Premio Nobel de Pornografía.
La carta dice así:
“Querido amigo Azul Manuel Pacheco:
Dicen que lloraste antes de nacer. ¿Presentías una existencia poco grata?. No contento con protestar en el vientre de tu madre, naciste diferente, con seis dedos en cada mano y seis en cada pie. Tus dedos eran tan originalmente surrealistas que no podías usarlos. Tenían uñas, pero no tenían huesos. Eran como lombrices con picos de pájaros, y te arrancaron los dedos que no te servían para nada. Estabas marcado por el signo zodiacal Sagitario: personal, rebelde y admirado por todos.

Tu padre te quería mucho y pregonaba a los cuatro vientos que tenías que ser algo distinto a los demás. Tu padre construía zapatos para medir las huellas de los hombres. Un almendro en forma de muerte marcó tu soledad, y quedó tu silueta obsesionada por la muerte indirecta de tu padre, que murió por cogerte unas almendras. ¿Recuerdas que tu madre intentó trabajar para sus cuatros hijos? Le fue imposible.
Entraste en un hospicio a la edad en que los niños estaban defendidos por los regazos de sus madres. Y te sentiste sólo. Pero en tu debilidad había algo como un escudo para tu defensa, y ese Algo era la terrible belleza de la Poesía. El hospicio estaba situado en el corazón del Hospital Provincial. Era insano, con muchas enfermedades, resaltando la tiña: niños convertidos en viejos, con sus cabezas calvas oliendo a hediondas letrinas. Os levantaban a las seis de la mañana. En un larguísimo lavabo el frío del invierno convertía en acuarelas de escarcha los cuadros de los espejos. La clase de Doctrina era terrible porque, si no contestabas las absurdas preguntas del Catecismo Ripalda, te pegaban con una palmeta en tus manos ateridas. Maquiavélicamente hablando -no podías saber quién era Maquiavelo, pero tu fin justificaba tus medios... - y para ver a tu madre todos los días y salir a la calle, libre de la prisión hospiciana, estudiaste el cartón-latín de la misa y te metiste a monaguillo.

¿Recuerdas la rabia de aquella monja que te quería tanto cuando eras monaguillo? Venía rabiosa de su exilio, cuando la República suspendió sus hábitos. Ahora, a su regreso, descargaba sus odios contra los pobres hospicianos. Durante la República unas señoritas se hicieron cargo del hospicio, Fueron los mejores años de vuestras vidas. La monja intentó que se rezara el rosario antes de las comidas, cosa muy absurda porque los alimentos son bendecidos, y no rosariados. Los niños rezaron el rosario. Pero la monja quería obligarlos a rezarlo el doble. Los niños se opusieron y ella gritó:

- ¡Todos de rodillas!.

Solamente tú no cumpliste sus órdenes. Ella te denunció al Delegado, que era Comandante de la Guardia Civil. El Delegado no te castigó. La monja te gritaba llorando de rabia:

- ¡Te han envenenado los republicanos, te han envenenado los rojos!

Tú le contestaste que a tí no había quién te envenenara. Luego entró un Delegado gruesamente Católico, Apostólico y Romano. Quería mucho a las monjitas y ellas le hablaron contra ti, para hacerte la vida imposible. No te podían echar del hospicio hasta los dieciocho años. Pero llegaron dos animales - perdón, dos alemanes - que pretendían convertir a los muchachos en bestias para la guerra. Tú alegaste enfermedades del corazón. Te hicieron serios reconocimientos. Y como estabas sano te insultaron llamándote mal patriota, carne de fusilamiento y otras palabras que eran como sonidos de aire de flautas penetrando por tus oídos. Como eras carpintero y ganabas 1,50 pesetas diarias, y tu madre trabajaba en varias casas, te saliste del hospicio a vivir en una celda de un gran caserón de la calle Gabriel, que antes había sido un convento. Pero tenías Libertad, que para ti valía más que todo el oro del mundo.

Cuando apenas tenías dieciocho años te metieron a soldado en una guerra de españoles que tú llamaste incivil. Ayuntamientamente hablando te preguntaron si tenías algo que alegar. Tú alegaste ser hijo de viuda, y te malcontestaron diciéndote que estábamos en una guerra y ser hijo de viuda no valía para nada, que tenías que defender a la ¿Patria? Seguiste alegando enfermedades de sentimiento – léase corazón - y te hicieron cardiogramas. Te pasaron por Rayos X y tenías el corazón sanísimo. El Comandante Médico – Bueno de apellido, su bondad era solamente su ídem - te amonestó llamándote antipatriota, y no sé cuántas gilipolleces más. Y te soldaron en la Guerra Incivil. Te trasladaron a Vitoria. Fuiste soldado de quinta porque no había otro nivel más bajo. Y estuviste seis meses pasando mucho frío, tú que como extremeño eras amiguísimo del Dios-Sol - El humorista Álvaro de la Iglesia tituló a una de sus novelas Lo malo de la guerra es que hace pum. Y ya había poco pum en una guerra que terminaba. Te fuiste voluntario e hiciste turismo a cuenta del Estado, viajando por varias capitales de España. Hasta caer en Oyarzun como escolta de prisioneros de guerra.

Tenías órdenes de llevar las cartucheras llenas de balas y el fusil cargado, dispuesto para disparar. Pero tú llenaste tus cartucheras de velas para leer poesía y no de balas para matar a seres humanos. Cuando hacías guardia en Oyarzun, al Sargento le pareció oler la cera, pesó las cartucheras y preguntó qué llevabas dentro. Le respondiste:

- Velas.

El Sargento preguntó quién era ese tío que en vez de llevar balas había llenado la cartuchera de velas. Le dijeron que era poeta y no te castigó, ya que a los poetas los tienen por locos. ¿Recuerdas el poema que hiciste sobre el particular?

“Soldado, dijo el sargento,
tus cartucheras no pesan.
No llevo balas de muerte,
llevo velas.

El crepúsculo de Oyarzun
encendía las estrellas”

¿Recuerdas el cajoncito agaputesco que los soldados te ayudaban a llevar por los Pirineos creyendo que contenía productos básicos de Extremadura y pensando ser invitados a la comida cerdera del chorizo, la morcilla, el salchichón, el jamón, el tocino, los quesos y la célebre Técula-Mécula de tu oliventino pueblo?. Un día abriste el cajón y casi te matan. El cajón era tu biblioteca. Y ya nunca te ayudaron a llevar el cajón, que sólo contenía alimentos para lo que llamamos Alma.

¿Recuerdas cuando te hicieron desarmar el fusil y al intentar armarlo te sobraron piezas? Un amigo de Dios los cría y ellos se juntan te limpió el fusil. Y el sargento ejemplarizó tu rapidez de buen soldado conocedor de las armas. Así se escribe la Historia. Porque el Sargento no sabía que tus tiros al blanco daban siempre en lo negro. Quiero decir que si tirabas a la silueta del blanco le dabas a una lata de alquitrán situada a doscientos metros, o rompías las ramas de un árbol situado a la misma distancia.

Después de terminar y venir ¿la Pazzz? fuiste rodando del caño al coro y del coro al caño de todos los oficios. Cansado de ser aprendiz de todo y maestro de nada, te metiste en esa jaula que describió Franz Kafka y se llama Oficina. Después de pasarlas putas trabajando muchos años, noches, domingos y días festivos, el Estado te dio la opción de ser funcionario. Y os metieron en unas oposiciones –tipo test- en la ciudad de la Giralda.

A pesar de no creer en el porvenir, que nunca llega, y estar en este presente que rápidamente se hace pasado, y no teniendo prejuicios académicos, porque naciste humanamente o rebeldemente poeta, iniciaste el lenguaje desnudando el impudor de las palabras y atando al rabo de la sintaxis los alambres de los verbos, adjetivos, artículos y preposiciones, propias e impropias. Si Ortega y Gasset escribió que la poesía es el álgebra superior de las metáforas, tú eres un metafórolo, aunque las palabras las guardes en el desván de tus desvaríos. Continuaste cuarenta y dos años en la Oficina. Y la Poesía te dio fortaleza para morir-viviendo en esta tierra, sin poder matar el dolor de tu mujer, de tu hijo, de tu madre y hermanos, de todos los que se sienten golpeados por los Emisarios de la muerte.

Y ya, mis agaputísimos abrazos.”



Antología mínima

Los arcángeles negros nos privaron un 13 de marzo de 1998 de su presencia, no de su palabra. Un poeta nunca muere: sobrevive en sus versos. El hombre se fue, Guadiana abajo, como en un segundo bautizo, convertido en ceniza. Pero nos queda su poesía, morada íntima de su ser más verdadero y trascendente.




Como homenaje póstumo a su memoria, ofrecemos aquí esta antología mínima con el propósito de incitar a la lectura de su Obra Completa, recopilada por Antonio Viuda Camarasa en la Editora Regional de Extremadura (en 1995 la prosa, un volumen; en 1999 el verso, tres volúmenes).

Sorprenderá al lector la variedad de temas y registros. Del mas íntimo y exquisito lirismo a la más áspera y desgarradora de las denuncias, fue la de Manuel Pacheco una poesía abierta a las demás artes: al teatro, al cine, a la pintura y de forma especial, a la música.
Hombres como Manuel Pacheco hacen más grande la tierra que le vio nacer.

Luis Alfonso Limpo Píriz






- Poema para nombrar Olivenza

Olivenza:

sonoro hablar de fado en tus muchachas
y una cadencia azul de otras tierras lejanas
hacen de este mi pueblo algo distinto,
mezcla de portugués, pero extremeño.
Quizás yo soy poeta por tus campos,
por tus luces suaves, por tus sierras
Alor y San Amaro…Y sabes de mi infancia
detrás del aire dulce de mi abuela.
Mi abuela me enseñó estos paisajes
y amé la libertad. Y fue por ella,
caminando las albas y crepúsculos
por estas bellas tierras.
Olivenza en el aire azul de agosto:
mi Olivenza.







- Madre

Yedras de hierro se enredan a tu rostro con mi surco de besos
con el barro deshecho que me dio tu cintura,
con la lira de sangre que deshojó tu vida
y tu sombra de azucena de la que soy creyente.

M A D R E

Cuando el dolor asesina tus espejos
con el grito de estaño en tus cristales,
cuando tu flor amarilla se deshoja de frío
y pájaros de hielo cruzan brisas de plata;
cuando aspiro tu olor de lirio herido
y se dobla tu junco que me dio fortaleza
y mis manos no pueden contenerlo;
viven mis dedos sensación de lazos
y en mi voz de cristal vibra una espada,
una flecha con arco por mis labios
dispara al azul de campana neumática
con silencios de plomo.


Sin deshojar mi altura yo adoro tu verdad,
y mi cuerpo de bronce se hace pulpa de niño,
y mi tristeza de hombre por túnel sin aurora
que dispara sus leyes a mis hombros de aceite,
sólo sabe tu nombre que es de pluma
y se queda en mis labios suspendido,
sólo sabe tu nombre, y mis rodillas
se doblan como pájaros sin alas,
y se llena mi boca de panales,
mis manos de bondad
y ni ser de inocencia.

M A D R E








- Qué propio

Qué propio está el paisaje con el árbol,
con el sol, con el agua y la casita.
Qué propio el bodegón con la perdiz,
qué propia la vasija.
Qué propio está el juez cuando condena
qué propio está el poeta cuando rima,
qué propio está el tirano con el pueblo
que hace propia su propia tiranía,
qué propio el hombre sembrador de hijos
y la mujer que al mundo multiplica.
Qué propio está el cadáver en el nicho,
la imagen en el templo
y el púlpito en la iglesia.
Qué propio está el soldado en el desfile
el discurso en la boca del político
y la guerra en las manos del progreso.
Qué propio está el obrero en el tornillo,
la silla en la visita,
la mano en el saludo,
la boca en el halago
y qué propia en el suelo la rodilla.
Qué fríamente propio está lo propio
ahogando el aire impropio de la Vida.







- La luz que va creciendo

Toco la luz que va creciendo,
la luz que fue en el mar de nuestro amor
una gota de espuma silenciosa.

Su vientre tiene forma de campana
y vibra como un pájaro apresado
cuando mi mano quiere interrogar la vida.

Ese hueco que hemos llenado con nuestra
soledad,
esa brillante moneda
depositada en la ranura del amor,
ese milagro
golpeando la curva de la carne…

Y sufro de su ala que sigue palpitando,
de su lento moverse hacia la aurora,
de su querer abrir puertas de sangre
para entrar en la habitación del mundo.

Y toco dulcemente la luz que va creciendo,
beso el arco del vientre con mi mano encendida
y llamo su latido de canario
a la jaula dorada de la tierra.







- Pubertad

De aluminio tu voz, clavel logrado.
Trece lunas dormidas en tu frente
y una brisa de trópico silente
por tu cuerpo de lirio inestrenado.

Vibra tu cisne de plumaje helado
las virtudes de un arpa incandescente,
y tu carne vestida de relente
se mancha de un crepúsculo ignorado.

Y se llenan tus ojos de violetas,
y sientes tus palomas tan inquietas
que sus picos perforan tu vestido.

Y una amapola suena deshojada
y lloras de dolor contra la almohada
por la infancia de nieve que has perdido.







- Para mirar mi infancia

En largo banco de piedra
sentaron mis siete años.

Patio empedrado de hospicio
para jugar hospicianos.

Yo en el hueco de la piedra,
como una piedra, soñando.

Los arcángeles azules
me drogaron.







- Algo

Algo para poner la luz del día
encima de los números concretos.
Algo para subir las minifaldas
hacia el tacto del Sueño.
Algo para escuchar entre los muslos
maullar un gato negro.
Grítale a los que matan
que existen los pezones de los pechos
y que las curvas del amor
escriben libertad sobre los cielos.
Algo para librar del hambre al mundo,
del frío al sol, de la bondad al bueno.
Algo para apretar en nuestras manos
la arena de la vida que nos dieron
y viviendo ganemos nuestra muerte
antes que se nos pudran nuestros huesos.

Si gritamos la libertad por fuera
y no tenemos libertad por dentro,
solamente seremos en la vida
un esqueleto de agua en el desierto.







- A Federico Chopín

Más allá de los jazmines reposaba tu alma.
Lo sabía el paisaje de Mallorca
y las albas heridas que ponían en tu frente sus aljibes de plata;
lo sabían el mar y tus manos,
tus manos derramadas
y la verde locura de la espuma
deshojando sus velos por la playa;
y lo sabía tu nombre que estaba en el piano,
tus dedos perfumados de nostalgias
y la lluvia vencida de Mallorca
escribiendo tu nombre en la ventana.

¿Estaba fría de ensueño la boca de Constanza?
¿De tu gran corazón no queda al mundo nada?

Queda tu Polonesa como un clavel de fuego por tu Patria,
queda tu vals brillante como una luna rota
en las fuentes dormidas de Granada,
nos quedan tus nocturnos y el suspirar de un arpa
que te nacía en las uñas cada vez que tocabas.

Más allá de Mallorca, de los cielos y el alba
como un arpa de nieve reposa el lirio azul de tus sonatas.







- Para abrir la boca

En boquita cerrada no entran moscas.
Pero tampoco salen las palabras.
Aunque las moscas entren
nunca tengas la boca cerrada.







- Todavía

Todavía no se ha ido todo el humo
todavía están las sombras
ocultando la libertad de España;
todavía está el hombre con sus naves
haciendo payasadas en el cielo
y el cáncer en la tierra
comiéndose a la gente.

Todavía el amor está dormido,
dormida la amapola, el alba y las palomas.
Todavía está el hombre jugando con los átomos
y envenenando el aire que respira.
Todavía se pudren los niños,
se matan los hombres
y la babosa del odio
mancha el campo del alma.

Todavía está Dios en las iglesias.
Todavía está todo TODAVÍA.








- El insoneto de las flores

Si habla el hambre no existe primavera.
Los suburbios te dan otros olores.
«Nos ha jodido Mayo con la flores».
(Este refrán nos viene de primera).

Si el poeta poema la esterquera
se enfadarán los límpidos señores,
pues la poesía quiere ruiseñores
para cantar la vida de «Primera».

Y así, la dulce luna en los jardines
y el dulcísimo aroma de jazmines
deletreando en «Sí bemol» las yedras

de aquellos que, naciendo en Privilegio
quieren el catecismo de un colegio
que no levante a los que comen piedras.







- Elegía a un papel de estraza

Os voy a contar una historia,
la tragedia de un papel de estraza
que en la puerta de un almacén
libertado de la pringue crujía sonoro de brisa baja,
rodaba oscuro como la piel de un toro,
escupía nostalgias de apresar el volumen de un queso,
el espacio que cabe en la peseta de tocino
o la riqueza quemada en el hambre del chorizo.

Pero tenía el emblema pálido de una flor,
la orfandad nacida de su tristeza sobre la carretera
golpeado por los látigos de la brisa y los corceles del polvo,
huérfano de unas manos de niño,
huérfano del contacto de madre que lleva a su hogar
un pequeño envoltorio para unirlo a la cena,
para dejarlo en la luz del fogón,
para incluirlo en el jornal de hambre que se dice por el sudor
- vertido,
para dejarle un poco de calor,
un temblor de casa,
una arruga de anciana suspirada
por los botones rojos de los nietos.







- Poema para mirar las nubes de Charlot

Tu silueta se apoyaba en el bastón de los sueños
donde se reflejaban las imágenes de los pobres del mundo
y el bombín de una nube de infancia cubría tu cabeza
y cuando los ruiseñores picoteaban el nido de tus ojos
tu figura de humo bailaba en el trapecio de una lágrima.

Charles Chaplin, Charlot, nos importan los sonidos
que nombraban tus vuelos de hombre pobre.
Te podías llamar una ventana
abierta a los silencios de la tarde
y apretabas tornillos en el aire de acero
que los tiempos modernos de las fábricas
convertían al hombre en una biela.

Hacías revolución con tus piruetas
de payaso de luz y liberabas
las angustias del pobre con las pistolas de la risa
y tu tristeza solitaria
descansaba en la luz de CANDILEJAS.

El humor corrosivo de tus gestos quemaba las cadenas
y flores de papeles de colores
formaban las cometas que en los cielos del HOMBRE
gritaban la palabra LIBERTAD.
Tu bastón de poeta
ha convertido en ángel la lumbre de tu NOMBRE.







- Muchacha - Verano

Deja que me apoye en tu hombro,
llévame en tus crines de yegua salvaje,
envuélveme en tu aliento abrasado
por un coñac celeste,
pálpame con tus manos desnudas
donde crecen las hormigas del fuego,
llévame donde la ciudad suene lejana
y las horas se convierten en un violín de cera.

Deja que te recite mis poemas
sobre las aguas de este río
y pon sobre mi carne
tu rosario de yodo,
tu estatura de algas,
tus hogueras de selva inexplorada.

Y dame tu flor desnuda
que yo te entregaré mis huesos largos,
mi cuerpo largo y seco
y mis pies sin cansancio de caminos.

Dame todas las lunas de tu sangre
que yo te daré mi olfato delgado
para aspirar el delirio
de tu olor tropical.







- Yo me dirijo al hombre

Yo me dirijo al hombre que se dobla
y lleva una herramienta entre las manos.
Al hombre que ha quemado su pupilas
en el brillo absoluto de los platos.

Yo me dirijo al hombre cansado de ladrillos
en el frío esqueleto del andamio.
Al que siembra en su oscura compañera
un dolor de cadena y de letargo.

Lo demás no me importa; sé que existen
juegos de naipes, cines, balnearios,
iglesias y campanas encendidas
y vírgenes comidas por los nardos.

Yo me dirijo al hombre. He olvidado la luna,
y la brisa y el cisne y el cristal y el piano.
Canto al hombre que pudre sus espaldas de tierra,
sus cabellos de polvo y sus manos de callos.

Al hombre cirujano de la tierra
que saca de su entraña betunes y relámpagos,
que llena de cadenas los sótanos de acero
y se entierra en las minas para mover los trapos.

Al hombre oscurecido que busca en la taberna
un paisaje de niebla en el fondo de un vaso
y clavado en las uvas lleva un mundo de ojos
y mira a su mujer mordida por los trapos.

Al hombre que se quema como una astilla seca
en el hielo y el sol que da vida a los campos;
al que rompe los hierros, al que tala los bosques
y ha perdido sus hijos en el perfil de un nardo.

Yo me dirijo al hombre, a la mujer, al niño,
a esas flores de barro que son todo lo humano;
al hombre que está triste llorando por la tierra
y se pudre la vida cuando mira al espacio.

Quiero decirle al hombre que no camine solo,
que no entregue a la esquina la virtud de sus manos,
que se apriete el estómago para crear futuros
y comiendo su hambre se convierta en un látigo.

Y un airón de cipreses que os levante a los cielos
un signo de plomada a los torsos quebrados
y un clavel encendido para escupir desprecio
y enterrar en saliva la pústula del amo.

Yo me dirijo al hombre, yo quiero que me escuche;
me dirijo al obrero que ha nacido TRABAJO,
porque mi vida absurda ha servido al estómago
y mis manos de alondras conocieron los callos

Por eso yo quisiera que mi canto partido
fuera como una lluvia de metal abrasado
y os quemara los pulsos donde late la vida
para que vuestra sangre fuera un volcán de uranio.







- Poema en forma de barrendero

A Juan Navlet

El hombre recogía los cagajones de los caballos que abrían la comitiva de la Semana Santa.
Guardias civiles montados con los sables desnudos
herían las penumbras.
Detrás venía la cruz,
detrás venían los cirios, los nazarenos, los gobernadores y los obispos,
detrás venía la imagen de Jesús llevada por el pueblo
y las mujeres descalzas y hambrientas de hambre de pan y de luz.

Y el pueblo siempre está debajo de las patas de los caballos
con su escoba y su pala.

Y olía a flor de almendro,
a muchacha encendida,
a vestido de luto desnudando la luz de la mujer;
olía al beso de la vida y al cirio de la muerte.

Y delante,
con su escoba y su espuerta y su pala
el triste barrendero recogía los lentos cagajones.






http://www.bibliotecaspublicas.es/olivenza/equipo.htm




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