jueves, 14 de julio de 2011

4176.- PEDRO SEVILLA GÓMEZ



Pedro Sevilla Gómez (1959) Arcos de la Frontera, Cádiz. Poeta. Nació en Arcos de la Frontera (Cádiz). En 1989 la colección de cuadernos «La Poesía más joven», dirigida por el poeta Francisco Bejarano, publicó sus primeros poemas. Al poco tiempo salió publicado Y era la lluvia, amor (Barro, 1990), así como un estudio-antología de la obra del poeta arcense Julio Mariscal Montes titulado Diez de Julio (Ayuntamiento de Arcos de la Frontera, 1990). Desde entonces han ido apareciendo otros poemarios como Septiembre negro (Renacimiento, 1992) y Sendero luminoso («Cuadernos de la Moderna», 1994), este último dentro de la colección dirigida por el poeta José Mateos. En 1995 obtiene un accésit del Premio Internacional de Poesía Rafael Alberti con el libro La luz con el tiempo dentro, que viene publicado en el siguiente año bajo el sello editorial donde ha publicado la mayor parte de su poesía, Renacimiento.
Pedro Sevilla además ha colaborado en numerosas revistas literarias y ha sido columnista de prensa. También ha publicado las novelas Extensión 114 y 1977, aparecidas en Quorum Libros Editores en 2000 y 2002 respectivamente. Sus últimos libros de poesía hasta la fecha son Tierra leve (Renacimiento, 2002) y la antología Todo es para siempre (Renacimiento, 2009), que incluye sus últimos poemas inéditos.

Bibliografía
Y era la lluvia, amor (1990) Editorial Barro
Septiembre negro (1992) Editorial Renacimiento
Sendero luminoso (1994) «Cuadernos de la Moderna»
La luz con el tiempo dentro (1996) Editorial Renacimiento
Extensión 114 (2000) Quorum Libros Editores
1977 (2002) Quorum Libros Editores
Tierra leve (2003) Editorial Renacimiento
Diez de Julio (1990) Ayuntamiento de Arcos de la Frontera
La voz quebrada.





TODO LO AZUL DEL MUNDO

Aquí, sobre este folio, para explicar mi infancia,
todo lo azul del mundo: las canicas
como extraños planetas de cristal
brillando entre mis dedos, los océanos
de los primeros cuentos con piratas y barcos,
el cielo de mi calle
y poco más, si acaso algunos golpes
de lluvia en los cristales, por septiembre.
Pero –cómo explicarlo_,
todo sería gris en la memoria
sin lo aun más azul: los ojos de mi madre.








AQUÍ MI PADRE

Cómo hubiese querido cederle a usted mi silla
en este cine de verano que hoy ha sido
el solar de un misterio, el espacio de un rito
donde un gitano turbio y orgulloso,
heredero forzoso de dolores antiguos,
ha estado buceando en los pozos del tiempo
para extraer la joya legítima del cante.

Sin duda
habría sido usted más digno oyente,
más legitimo,
porque también fue más cumplido en el dolor,
y el dolor ennoblece, y otorga esa elegancia
que a mí ya me asombraba cuando niño:
en el cine del pueblo, otros veranos,
o en las hondas tabernas,
le recuerdo muy serio, ensimismado,
mientras cantaba un hombre
cosas que el vino le llevaba a la memoria.

Lo he entendido, padre, entendí sus silencios,
el brillo de sus ojos que era pasión y vino,
y por eso he fumado despacio, como usted,
y he bebido
callado, misterioso, para parecerme más a su retrato.

Esta noche, en la voz del gitano orgulloso,
he sabido el secreto que nos une:
un dolor transmitido,
una historia que viene de muy lejos,
una pasión que va más allá de la muerte.









PARA JOSE MATEOS

Una imagen antigua, de mi infancia,
me acompaña por siempre como emblema
de la amistad: mi abuelo en una Feria
de San Miguel, borracho y abrazado a otro viejo,
llora feliz, se ríe y pide otra media botella.
Con los abrazos, con la borrachera,
tienen los ternos sucios y las gorras torcidas,
las botas embarradas de la lluvia
primera de septiembre.

Esta imagen, José, no es nada edificante,
pero siempre que pienso
en este sentimiento que nos une,
distinto de las tristes
miserias del amor y sus crueldades,
recreo en mi memoria a aquellos viejos
aturdidos de vino y de alegría
-hay charcos de agua azul
en el barro pisado por las bestias-:
la amistad es dos hombres
que vuelven de la feria, o de la vida,
(que vuelven de la feria que es la vida),
hermanados, riéndose, llorando
con los brazos al hombro y con los ternos sucios.









ERAMOS VIOLENTOS

Éramos violentos y algo tristes.
El paraiso entonces
era besar tus labios,
ir contigo a los muros donde en tiempos de paz
se abrazan las parejas
como si cachearan al amor.

Era el setenta y siete.
Tenías veinte años y un temblor en el pecho
de palomas miedosas que acostumbrron pronto
a probar la ternura de mis manos.

Éramos violentos: agentes de uniforme
saqueaban las aulas en busca de octavillas,
de libros prohibidos;
no comprendieron nunca que en los parques de octubre,
besándonos los labios,
fuimos más inquietantes, mucho más peligrosos
que gritando en las calles mientras no sperseguían.

Tenías veinte años:
Recuerdo que en un muro,
bajo la sangre quieta de unas siglas,
hicimos el amor en pie de guerra.









La Física es mentira

Pretende que me crea que el seno no es tu pecho
Sino una línea fría que cruza por un arco;
Quiere hacerme creer que el tiempo es el cociente
De partir el espacio por la velocidad...
Cuando yo sé del tiempo sus tiranas maneras
Deshojando rosales, adulterando besos
Como el mejor anuncio de la Margarett Astor.
O mucho me equivoco o mister Newton
Jamás supo las leyes de los álamos,
Su sereno temblor, sus tardes de nostalgia,
El tenue movimiento de una sombra
Que no volverá nunca a ser la misma.

Quizá yo diga esto porque es mayo
Y va la primavera por la calle
Desmintiendo teoremas,
Pintándole a las niñas en cuadernos de ciencia
Corazones con sangre de lapicero rojo.
Por eso cierro el libro
Aunque me expongo a un cero en el control de B.U.P.

Ya volveré en septiembre...
Cuando un otoño niño cuelgue de tus zarcillos
Dos fanales gemelos,
Dos gotitas iguales de luz entristecida,
Misteriosa y menguante como la luna añeja.






Valor de la poesía

Te pregunas, a veces, qué sentido
tiene escribir poemas, en renglones contados
ir fijando memoria y biografía
cuando el dolor es dueño de las calles
y plaza sin palomas.
¿No es empeño de humo esta acuciante
tarea de explicar una vida, la tuya,
mientras los otros mueren o malviven
en el ancho país de la injusticia?
Piensa que si estas cosas te planteas,
y el ajeno dolor no te resulta
indiferente, es algo debido a la poesía:
perseguir la belleza con palabras y ritmo
-que eso es un poema-
no arreglará una vida cruel e inexorable,
pero a ti te hace bueno, y triste, y misterioso,
tres cualidades que, si bien te fijas,
nacen de frecuentar a la hermosura.
Así que no lo dejes, persevera,
traza la cuchillada de luz de algunos versos
con los que a veces tiemblas y que hablan de ti.
Crearás un fantasma, el fantasma que eres.
Pero, eso sí, un fantasma cargado de moral.



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