domingo, 9 de octubre de 2011

4867.- JAIME ÁLVAREZ BUIZA


Jaime Álvarez Buiza
Badajoz, 1952
Inició estudios de Sociología, pero luego empezó a trabajar en la Administración. En sus años jóvenes recorrió Extremadura recitando poemas junto a otros escritores inquietos que removieron un poco la cultura extremeña de mediados de los 70. Durante algún tiempo dirigió la Editora Regional de Extremadura. Actualmente sigue viviendo en Badajoz, alejado en parte de los cenáculos literarios.
Su primer libro es el de un poeta comprometido con las injusticias sociales, deudor (lector) de los poetas del 27, “lírico mitinero”, dice Santiago Castelo. También frecuentó a los novísimos, pero no es su línea; se sitúa mucho más en la esfera de los poetas del 50. En su obra los temas sociales se alternan con otros más íntimos y amorosos. Asunto éste, el del amor, que fue ganando terrenos en cada uno de sus libros.
Su segundo poemario, Tarde de siempre, tuvo un éxito inusitado. Se trata de un libro muy bien estructurado, con un exquisito lirismo y una selección del léxico acertada, lejos de los sonetos y romances de protesta del primer libro. Los recursos, escasos y repetidos eficazmente, son los propios de la poesía amorosa de siempre: paralelismo, anáforas metáforas sencillas, tono confesional, fino erotismo y sensualidad, y sencillez expresiva, poesía directa, que encandiló los corazones de los jóvenes enamorados de finales de los 70.
Huida de las horas es un libro más elaborado y unitario. Los metros clásicos, queridos por el poeta en libros anteriores, se sustituyen por el verso libre, una veces breve y otras de largo alcance. La segunda parte está formada por narraciones que no son otra cosa que prosa poética. La poesía de Álvarez Buiza ha ido madurando, enriqueciéndose y quizá complicando; de la metáfora visual y sencilla se ha pasado a la alusión, a una poesía más connotativa. Y es especialmente importante en su concepción del tiempo, bergsoniana a la manera de Machado, esto es, tiempo intuitivo y subjetivo. El libro ha ganado en emoción, en ritmo contenido (distribuye los poemas con acotaciones musicales) y en unidad temática y de estilo.
En realidad, toda la poesía de Álvarez Buiza trata siempre los mismos temas: la soledad y la ausencia, el amor, el paso del tiempo... Así ocurre con el siguiente, Insistente reencuentro, fin de la lo que se puede llamar la Trilogía amorosa del poeta. En este libro se habla también de las manos, de los enamorados, de la nostalgia del tiempo.
Personario es un libro distinto; la soledad se ha apoderado del poeta, la ausencia ahora viene motivada por la muerte. La segunda parte del libro es una larga elegía titulada Presencia de la muerte, y en ella el poeta narra el camino que emprende su madre hacia la muerte, con una expresión delicada y hermosa que nos conmueve. Y sin recurrir al lenguaje culto o rebuscado, sino sencillo y claro del hombre solo que intenta comunicar su profundo sentimiento.
Y sentimientos encontramos en su siguiente libro, Espera inacabada. Nostalgias y dudas, intimismo, ternura, vuelven a ser el centro del libro. Lirismo y subjetividad en la mejor tradición poética, elevando su voz para compartir sentimientos que todos compartimos. El crepúsculo anuncia el ocaso y la noche-muerte; la casa simboliza el espacio vital, la sangre y la familia, la pasión y también la cárcel; el hombre vive sujeto a esos dos elementos, la tarde y la casa. El estilo sigue siendo el del poeta, claro, preciso, intentado comunicarse, sugiriendo, haciendo un uso de la retórica al servicio de la comunicación, embelleciendo el poema sin que pierda significado. Los recursos gráficos, los blancos y los espacios están distribuidos eficazmente.
Desconsolada espera aparece tras un largo silencio, y en él se recogen distintos poemas que el autor ha ido escribiendo en estos casi diez años, no es por tanto un libro unitario, como los anteriores, sino más bien una muestra de la labor del poeta. El sentimiento, el desgarro y un cierto tono amargo presiden de nuevo los versos de Álvarez Buiza.

BIBLIOGRAFÍA
Desde un amor en lucha. Poesía extremeña actual, I. Ed. Esquina Viva, Badajoz, 1977.
Tarde de siempre. Universitas editorial, Badajoz, 1978.
Huida de las horas. Universitas Editorial, Badajoz, 1980.
Insistente reencuentro. Universitas Editorial, Badajoz, 1984
Personario. Col. Alcazaba, Badajoz 1987.
Espera inacabada. Cuadernos Kylix, Badajoz, 1987.
Desconsolada espera. Universitas Editorial, Badajoz 1996.




DE Huida de las horas



OBERTURA

1
HUELE la noche a ti.
Desde mis ojos,
miro
verte
pasar
con tu sonrisa.
Sueño tus labios,
prohibidos como un muerto.

Huele la noche a ti.
Siento a la noche
como una isla pequeña que nos llama,
como una boca inmensa
que devora
tu cuerpo junto al mío.

Duerme la noche
sobre mi almohada
y huele a ti.

La abrazo fuerte... fuerte...
Te siento sonreír como a la vida.


2

ESTAS aquí.


Extiendo mi brazo hasta tocar tu cuerpo
físicamente exacto.

Un gesto
que me dice que puedo contemplarte.

Te miro aquí, desnuda por tu sueño:
las palomas inmensas de tus manos
hacen su palomar en mis recuerdos.

Qué cantidad de muros por el tiempo!

Tan cerca estás, que beso con tus besos,
y sin embargo, no. Ya no es posible.
No estamos tú y yo solos.

No hay derecho
a andar por esta vida de una mano,
a buscar el camino heterodoxo
y al tiempo paralelo.

Quiero quererte sin escaparme
de todo lo que siento.

Detrás de ti, la tarde, como un niño,
llora su desamparo por mis huesos.







PRIMERA VARIACIÓN

De qué sirven mis manos
cuando no vienes nunca!

De qué sirven, calladas
si no están en las tuyas,
o acarician tu pelo.

De qué sirven mis manos
sin abarcar tu espuma,
sin recibir tus besos
o besar tu ternura.

Cómo lloran!
Qué tristes!

Qué va a ser de mis manos
cuando no vengas nunca...






CADENCIA DE TARDE Y LLUVIA

Entre mis manos llevo la alegría.
Te miro desde lejos,
tengo miedo
a no saber tenerte y que te alejes.
Me quedo acurrucado, como un niño
que a escondidas vigila su tesoro.

Viene la tarde triste y me porfía
y me quiere llevar,
pero me quedo
porque me llevas dentro de la vida
más que la tarde pueda enternecerme.

Un niño está llorando y me pregunta
si puedo almacenarlo en mis fracasos:
Mas tu mirada empuja hacia el futuro.

(Para cuando no estás, tengo tu aliento).

La soledad no puede deformarte
por más que intenta desplazar tu ausencia.

Y siempre que te miro,
tengo la sensación de haber nacido.






SEGUNDO MOVIMIENTO: DEL TIEMPO

2

Y el tiempo que se va es como un muerto
que ya no viene nunca. Queda prendido
del color de la añoranza, renaciendo en la muerte
del pensamiento que recuerda. Se lleva en su existencia
todas las posibilidades que nunca más serán.
Por eso fracaso al mirar tus ojos. Porque su pureza
se pierde en el hacinamiento de recuerdos de los míos.
Se vuelve el pasado, entonces, un niño
que siempre llora, imposible de consolar, su hambre
no se puede saciar. Se pasó el momento,
escapó de entre las manos, explotó en ellas
como una amarga pompa de cobardía,
como un globo lleno de ilusiones invisibles.
Se nos ha ido nuestro tiempo, pequeña mujer paloma,
y es imposible retroceder. Y hasta la ingenuidad
de una vida que empieza, entra en el marasmo
insalvable de las ansias de propiedad.

3

Creemos que la espera paciente, las sentadas
en el paso de la vida, traerá las aguas del amor
al cauce de nuestras manos. Tenemos el ingenuo
deseo de que se vuelvan a limpiar, creemos que podrán
ser las mismas que acariciaban surcos vírgenes.
Y el afán de descubrir sólo trae penas
a la mesa de todos los días. Formamos un castillo
de cristal queriendo vivir las horas que nunca
ningún reloj podrá marcar, los momentos que se salen
de los calendarios. Y las horas se van antes de ser,
mueren de inanición y las dejamos morir cobardemente.

4

Pero hubo una época en la que el tiempo
se llenaba a sí mismo. Tomaba forma de angustia
madrugadora, de esquina urgente. Salía el
miedo de nuestras manos transformado en paloma
libertaria, y los momentos se vivían desde dentro
de ellos. La vida densa de la fe, más ciega
que nosotros, daba peso específico al círculo
de números. El sosiego era un mundo que rozábamos
con la punta de los dedos, que los ojos tan sólo
acariciaban. Y la vida se llenaba con su urgencia.
Ahora, la placidez del paso a paso, deja a las horas
huérfanas. Pasa el tiempo, tan simple, descolgándose
lentamente por los resquicios de su seguridad.









Personario

ANDABA POR LAS CALLES
aprendiendo a soñar.

Cada tarde, callado,
abrazaba una esquina
para darse calor.

Quiso decir «te quiero»
a una sombra escondida
que pareció mirarle.
En su lecho de muerte,
rodeado de nada,
pretendió la alegría
de añorar la nostalgia,
pero no le dio tiempo.

Y murió sin haber
aprendido a llorar.

Y es que fue condenado
a vivir sin recuerdos.







Desde que me conozco
profundamente solo.

Para qué el trato,
a qué el conocimiento
de los otros
si todo es construir
pasillos de distancia.









A Santiago Castelo

El infinito inspira esta
espera en silencio
y miro envejecer mi alrededor
mientras quedo, suspenso,
en la fotografía raída de mi infancia,
caballito y sombrero cordobés.
Y río del recuerdo
del tiempo que viví,
condescendiente,
por encima del hombro de la vida.


Y todo es sólo espera
de un momento hasta otro,
encuadernados,
estampillas de un álbum sin final.


Noche,
punto último del día,
indiferente meta.


El infinito espera
mi inspiración callada.









Hondo hueco
justísimo
donde cabe, precisa,
tu presencia.


Cóncava sinrazón
de tu agonía.


Impresión de tu muerte
en la sensible luna
de mis ojos:


cristal triste por el que,
desde entonces,
miro la luz sin ti.









DE: Tarde de siempre



Pero a tí, sin moverme, sin verte, tú distante,
van mi sangre y mis besos.
(Pablo Neruda)


Sólo tu mano me descubre el mundo.
Si la tengo en la mía
el hueco de mi vida se me escapa.
Cuando no estás, rebusco,
miro a mi alrededor como un ausente
y encuentro la banqueta que me mira vacía.


No estás ahora. Sé que no estás.
Y vuelo
hasta tu lado sin que tú lo sepas.


Tu ausencia es como un pozo
que se desgrana dentro de mi alma.


Ando sin saber cómo cuando dentro
siento tu amor de lejos que me llama.


Tu ausencia es una noria
que me revuelve el mundo cada tarde.


Sólo tu piel me dice que estoy vivo.
Sólo tus ojos para ver tranquilo
el horizonte rojo de mi vida.


Cuando no estás, mi amor, vivo lo justo
para seguir viviendo y no morirme.


Tu ausencia es una alondra
que herida se refugia entre mis huesos.


La tarde inmensa viene, me golpea moribunda,
sólo porque tu vientre no recibe mis besos.


La tristeza del mundo se esconde en mis bolsillos.
Tus piernas no me abarcan,
las mías están cansadas.


Tu ausencia canta triste un adagio sin nombre.


Tu ausencia es un dolor interminable
que moja mi almohada.


La distancia me grita que te quiero
y yo grito con ella que quiero estar contigo.


Y siempre me haces falta.
Y parece, mi amor, como si no vinieras,
como si nunca más pudiera conocerte.


Tu ausencia es un clavel que se marchita al fuego.


Tu ausencia es borbotón de inopinada sangre
que brota de mis ojos para entibiar mi rostro.


Yo no quiero soñarte como si no existieras,
no quiero imaginarte como si me faltaras.


Tu ausencia es un poema que en mi corazón arde.


Tu cuerpo me reclama, tu voz me está llamando:
tu ausencia es impotencia de cielo amordazado.


Tu ausencia es, amor mío, el decirte te quiero
sin que puedas oírlo.


Y el saber que me quieres sin tú poder decírmelo.









LA CIUDAD y LA LLUVIA

La ciudad está vacía,
las calles muertas:
Una de la mañana
junto a mi puerta.


Está lloviendo a mares,
nadie despierta,
duermen los coches, solos,
a rueda suelta.


En la plaza hay un guardia
dirigiendo estas gotas
de muerte lenta.


Sigue lloviendo y sigue
la tierra seca;
Ni el agua le espabila
su larga siesta.


La noche es un fantasma
de capa negra,
que llora en las ventanas
su triste pena.


Y en la plaza hay un guardia
dirigiendo los sueños
de los que sueñan.









BOCA ARRIBA TE QUIERO

Boca arriba te quiero,
entreabierta de piernas con dulzura.
Boca arriba y besando mis labios y mi cuello.


Boca arriba te quiero,
recibiendo la riada de mi amor,
fecundando el momento.


Después fumando, dulce, boca arriba,
hablando de que hoy todo está negro,
de que apagan las luces los de siempre,
de que ni hacer amor se puede ahora
sin el desasosiego del acecho.


También te quiero en marcha, compañera,
compartiendo un mañana trabajado,
pariendo sueños, intuyendo auroras,
andando paso a paso el dulce empeño
de la lucha callada,
cogida de mi mano.



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