lunes, 22 de noviembre de 2010

2042.- CRISTINA MENEGHETTI


Cristina Meneghetti nació en Montevideo (Uruguay) y se formó como Traductora Pública en la Facultad de Humanidades. Desde muy joven, las inquietudes y curiosidades intelectuales y existenciales la instaron a viajar por el mundo, con radicaciones largas en Los Ángeles (California, USA), Jalapa (Veracruz, México) y actualmente en Stanford (California). Durante esos viajes y sus estaciones ha conseguido unir el tiempo a la sensibilidad ante los seres, las cosas y sus circunstancias, por grandes o pequeñas, dramáticas o felices que fuesen, para escribir siete libros de los cuales Un lugar para vivir es su quintaesencia en forma de antología.

Esos libros parten de 1968 (Intento) y llegan a 2005 (Asuntos diarios, inédito), pasando por juego abierto (1972), tiempo fiero (1976), gestos y maneras (1978), Estación al norte (1982) y Alguna de las cosas (1988).

En Jalapa nació su hija Paula en 1983, y en Mountain View nació su nieta Justine en 2004. Cristina Meneghetti vive la añoranza de su ciudad natal, pero también sabe que "nunca se puede volver a casa", como tampoco a la infancia. Esta distancia ha resultado, entre otros, un factor fundamental en la escritura de su poesía.





Tres mujeres

Una tarde brillante de invierno.
Tres siluetas mirando la bahía
contra el sol.
Tres mujeres: una madre y dos hijas.
Tres alturas, tres tiempos, tres relatos.
Tomadas de la mano, el viento
agita sus cabellos, los pantalones de lana,
las chaquetas, la cartera de la madre.
Pulóveres grises tienen las niñas,
vestidas iguales.
La madre, una sonrisa pintada de rojo
a medio abrir.
Tres siluetas sobre el empedrado del puerto
esperando el hidroavión
que traía al padre de Buenos Aires.
Era los cincuenta.
El padre regresaba del país agitado
al otro lado del río.
Las niñas, en el asiento trasero de la camioneta
de camino a casa,
oirán cómo él le cuenta a la madre
historias de tumultos callejeros
de militares levantándose en armas
de golpes de estado
y un presidente depuesto.
Bajo el sol de la tarde de invierno
se disolvía la ilusión de la paz.

(De Asuntos diarios. Inédito, 2004)





dejá todo y escuchame

salúdame desde los recuerdos
desde cualquier día
con sus noches
desde la mano que se levanta
con unas flores
desde el futuro que anuncian
todos los hombres que están muertos
desde el aire éste
la tarde
y no te olvides de besarme
cuando nos despertemos.







la claridad escarmentada

sentadamente cansadamente
desoladamente cierto es aquello
no más desajustado que su
pobre cerebro
iba como siempre sin muchas
ganas y por esa sola vez
no tuvo más remedio que saber
que se le venía la casa encima
y también el pellejo.

(De juego abierto, Montevideo,
siete poetas hispanoamericanos, 1972)





en algún momento el sonido del mar
encaramado,
alzándose a la imagen:
un recuerdo,
gotas sumándose pequeñas a
la espuma al océano hondo transparente,
diríase cuál era ese mar sólo
un momento para entreverlo de costado
pasando por encima de esta concreta
cotidianidad,
casi volver a saber el gusto verde
de esa salazón poderosa
tan igual a nuestros ojos
mirándose
bajo la tarde en silencio.

(De gestos y maneras, Montevideo,
siete poetas hispanoamericanos, 1978)






más acá de los silencios

y ahora el tiempo la falta de
vergüenza el hacerse cargo
de la propia vida
la decisión última de dejar salir
las palabras
por la boca


se doraba la esperanza todo se
doraba se nos iba haciendo tarde
la noche
nos empecinamos por volver
más allá
más acá
de los silencios
te abracé
de invisible oscuridad


inesperada inconsciente y desacostumbrada
manera de juntar sus cuerpos
de traspasar su soledad de
asegurar el mito descubriendo
sus mentiras
tuvieron esa noche de largos abrazos

(De Estación al norte, México, Premiá, 1982)







De la noche y del día

la lejanía no se parece a un rostro desaparecido
no se parece siquiera a la desaparición
la lejanía es otro asunto emparentado tal vez
con alguna tarde de infancia sentada al pie de una escalera
cuajada de sol frío y el principio de la certeza
que aún quedaba tanto por venir
y seguramente entre los cuerpos había algo más
que el aire
esa espesura ardiente de las separaciones






Despedida

ando mis días entre paredes claras o a través de calles
que proyectan árboles y casas conocidas
en la mitad de un nuevo otoño
a veces camino por una playa ventosa
imagino juegos entre las sombras afiladas
que derraman los altos edificios de mi ciudad costera
y vengo a descubrir en una de las horas lentas del anochecer
cuántas veces pienso la forma de tus huesos
lamo los finísimos espacios que hay
entre las letras de tu nombre
y me escurro demasiado llena de conversaciones solitarias
en la realidad de mis enseres más preciados:
esa fantasía pertinaz y tirana que me obliga desde siempre
a la invención de otros asuntos

(De Alguna de las cosas, Montevideo, Arca 1988)




De Omnibús,
http://www.omni-bus.com/n9/indicecreacion.html


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